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lunes, 8 de junio de 2015

LA SOBERBIA...

LA SOBERBIA...


Inspirado por la necesidad que tenemos de erradicar la Soberbia de nuestras vidas, me permito hacer esta reflexión, con el propósito de que nos ayude a localizar su origen en nuestra vida y así poder trabajar en la humildad, tal como nos lo pide Jesús.

Definición del concepto:

Existen tres términos relacionados: amor propio, orgullo y soberbia. Para distinguirlos podemos tener en cuenta que la soberbia es más grave que el orgullo y el orgullo que el amor propio, aunque bien pudieran ser sinónimos, ya que la soberbia, el orgullo y el amor propio se manifiestan normalmente bien compenetrados.

1. Del latín superbia, la soberbia es definida por la real Academia Española como "el apetito desordenado de ser preferido a otros". El concepto puede asociarse a la altivez, el engreimiento, la presunción y la petulancia.

2. Estimación excesiva de sí mismo con menosprecio de los demás.

3. Característica personal que implica la constante y permanente autoalabanza.

4. Actitud de constante autoadmiración que hace que la persona en cuestión deje de considerar los derechos y necesidades de aquellos que la rodean al considerarlos inferiores y menos importantes.

5. Pasión desenfrenada por uno mismo. Una actitud que consiste en la propia adoración, en la idolatría personal.

En el punto número cinco de la definición dije que: "La soberbia se puede definir como la pasión desenfrenada por uno mismo. Una actitud que consiste en la propia adoración, en la idolatría personal". Esta definición marca la diferencia con el orgullo que como dije anteriormente, el orgullo es: Exceso de estimación propia y de los propios méritos, por el cual se cree uno superior a los demás. Vanidad. Satisfacción personal que se experimenta por algo propio o relativo a uno mismo y que se considera valioso y, persona que tiene un alto concepto de sí mismo y confía en todo lo que hace porque tiene la certeza de que puede hacer todo bien y que no hay nadie mejor que él. Para ilustrar major la diferencia a mis alumnos del colegio le diría que, "en una escala del 1 al 10, el orgullo puede llegar al 8 en cambio la soberbia al 10 coeficiente dos porque, el soberbio tiene una pasión desenfrenada por si mismo. Una actitud de adoración e idolatría personal. Nunca la persona soberbia podrá reconocer su error aunque en ello -literalmente- le costase su vida".

En nuestra lengua española podemos apreciar que existe una similitud entre ambos términos y que es muy fácil de confundir, sin embargo, se puede diferenciar la soberbia del orgullo porque, el orgullo, puede referirse al sentimiento valioso que se manifiesta por algo que uno hizo, como un trabajo o un esfuerzo. Es lo que señale anteriormente como "orgullo positivo" de que hablan los psicólogos. Sentir esto -señalan los clínicos- no es malo en sí mismo, pero cuando el reconocimiento es excesivo, el sentimiento resulta negativo. En psicología se denomina "narcisismo" a la manifestación exagerada de estos síntomas.

El psiquiatra y catedrático Enrique Rojas, en un studio que ha realizado acerca de la soberbia y el orgullo, es bastante claro en su exposición, de esta manera, y a la luz del conocimiento científico, anexo parte de su documento:

Dice:

La soberbia consiste en concederse más méritos de los que uno tiene. Es la trampa del amor propio: estimarse muy por encima de lo que uno vale.

Es falta de humildad y por tanto, de lucidez. Señala además que, la soberbia es la pasión desenfrenada sobre sí mismo. Apetito desordenado de la propia persona que descansa sobre la hipertrofia de la propia excelencia y que es fuente y origen de muchos males de la conducta y es ante todo una actitud que consiste en adorarse a sí mismo: sus notas más características son prepotencia, presunción, jactancia, vanagloria, situarse por encima de todos lo que le rodean. La inteligencia hace un juicio deformado de sí en positivo, que arrastra a sentirse el centro de todo, un entusiasmo que es idolatría personal.

Mas adelante Rojas señala que hay dos tipos de soberbia:

1. La una que es vivida como pasión, que comporta un afecto excesivo, vehemente, ardoroso, que llega a ser tan intenso que nubla la razón, pudiendo incluso anularla e impedir que los hechos personales se vean con una mínima objetividad.

2. La otra es percibida como sentimiento de forma más suave que podríamos llamar orgullo.

Por otra parte, -acota- la soberbia es más intelectual y emerge en alguien que realmente tiene una cierta superioridad en algún plano destacado de la vida. Se trata de un ser humano que ha destacado en alguna faceta y sobre una cierta base. El balance propio saca las cosas de quicio y pide y exige un reconocimiento publico de sus logros y que tienen una deformación de la percepción de la realidad de uno mismo por exceso por lo que dejamos de ver nuestros propios defectos, quedando éstos diluidos en nuestra imagen de personas superiores que no son capaces de ver nada a su altura, todo les queda pequeño.

Rojas continúa su explicación diciendo que hay una gradación entre dos estirpes: soberbia-orgullo que van de más a menos intensidad, tanto en la forma como en el contenido. Entre la soberbia y el orgullo hay matices diferenciales, aunque sus características se repiten como denominador común. Se puede resumir así: apetito desordenado de la propia valía y superioridad. Es una tendencia a demostrar la superioridad, la categoría y la preeminencia que uno cree que tiene frente a los de su entorno. En general estos dos conceptos se manejan como términos sinónimos, aunque se pueden apreciar algunas diferencias interesantes.

1. La soberbia es más cerebral, se da en alguien que objetivamente tiene una cierta superioridad, que realmente sobresale en alguna faceta de su vida. Hay una evidencia por la que puede ser tentado por la soberbia, no necesitando del halago de los otros y haciendo él mismo su propio y permanente elogio de forma clara y difusa, rotunda y desdibujada, a tiempo y a destiempo, con ocasión y sin ella. Sus manifestaciones son más internas y privadas, aunque pueden ser observadas por una atmósfera grandiosa que él crea sobre su persona y además, a través de sus máscaras; hay arrogancia, altanería, tono despectivo hacia los demás, que se mezclan con desprecio, desconsideración, frialdad en el trato, distancia gélida, impertinencia e incluso, tendencia a humillar. Otras veces, esas máscaras son de una insolencia cínica, mordaz, con un ritintín de magnificencia que provoca en el interlocutor un rechazo frontal.

2. El orgullo es más emocional. Es una alta opinión de uno mismo mediante la cual la persona se presenta con una superioridad y un aire de grandeza extraordinario. Puede ponerse de manifiesto en circunstancias positivas. En esos casos dimana de causas nobles y puede ser hasta justo. El orgullo de ser un buen cirujano, un buen padre, un excelente poeta, ser de una región concreta de un país... Todo esto está dentro de unos límites normales. Puede encuadrarse en el reconocimiento a una labor bien hecha.

Continúa señalando el psiquiatra Rojas que se pueden distinguir dos modalidades clínicas de la soberbia, entre las cuales cabe un espectro intermedio de formas soberbias.

1. Una es la soberbia manifiesta que es notarial y que se la registra a borbotones, con una claridad absoluta, lo cual suele ser poco frecuente. Hay petulancia y presunción.

2. La otra es la soberbia enmascarada, que es la más habitual y que se camufla por los entresijos de la forma de ser y que es más propia de las personas inteligentes y teniendo un sentido amplio y desparramado que asoma, se esconde, salta y bulle y revolotea por su mundo personal.

¿Cuáles son estos síntomas? Rojas las resume esquemáticamente: 
Aire de suficiencia y engreimiento que refleja un bastarse a sí mismo y no necesitar de nadie. Engreimiento lleva al hábito altanero.

La borrachera de sí mismo tiene su génesis de una zona profunda e íntima donde se elabora esa superioridad. Las manifestaciones más relevantes son: susceptibilidad casi enfermiza para cualquier crítica con un cierto fundamento; gran dificultad para pasar desapercibido; tendencia a hablar siempre de sí mismo, si éste no es el tema central de conversación, enseguida decae su interés en la participación y el diálogo con los demás; desprecio olímpico hacia cualquier persona que aflore en su cercanía y de la que se pueda oír alguna alabanza. Esta embriaguez puede disfrazarse de los más variados ropajes.

1. La soberbia entorpece y debilita cualquier relación amorosa. Cuando alguien tiene un amor desordenado a sí mismo como el descrito, es difícil darse a otra persona y poner los sentimientos y todos sus ingredientes para que esa relación se consolide. Esto hace casi imposible la convivencia, volviéndola insufrible, pues reclama pleitesía, sumisión, acatamiento y hasta servilismo. No podemos olvidar, que para estar bien con alguien, para establecer una relación de convivencia estable y que funcione hace falta estar primero bien con uno mismo.

2. En la soberbia se hospeda una obsesión exagerada por uno mismo, que ha ido conduciendo a una excesiva evaluación del propio mérito. Y afloran términos como alardear, jactarse, vanagloriarse. 
Entre la soberbia y el orgullo hay grados, matices, vertientes y cruzamientos recíprocos. Por esos linderos se suele acabar en el narcisismo, patrón de conducta presidido por el complejo de superioridad, la necesidad enfermiza de reconocimiento de sus valías por parte de la gente del entorno y la permanente autocontemplación gustosa. 
Freud puso de moda el término narcisismo, recordando a la planta del narciso, que crece a orillas de los estanques y se mira en el espejo que el agua le ofrece.

Termina diciendo Rojas que: Sólo el amor puede cambiar el corazón de una persona. Cuando hay madurez, uno sabe relativizar la propia importancia, ni se hunde en los defectos ni se exalta en los logros. Y a la vez, sabe detenerse en todo lo positivo que observa en los que le rodean. Saber mirar es saber amar. A lo sencillo se tarda tiempo en llegar.
La soberbia en las Sagradas Escrituras.

Mi interés es hacer un análisis de la soberbia desde el punto de vista cristiano, de esta manera, centraré mi estudio en lo que dice la Palabra de Dios expresada fundamentalmente en la Biblia.

La soberbia es el más grave pecado contra Dios, contra el prójimo y contra sí mismo. El hombre se hace autónomo desconociendo su condición de creatura.

1. Números 15:30 "Más la persona que hiciere algo con soberbia, así el natural como el extranjero, ultraja a Jehová; esa persona será cortada de en medio de su pueblo".

2. Proverbios 16:18 "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu".

3. Isaías 2:11 "La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día".

4. Proverbios 15:25 "Jehová asolará la casa de los soberbios ..."

La soberbia fue el primer pecado que se cometió en los tiempos inmemoriales con Satanás que se reveló contra Dios llevandose consigo a otros ángeles, y el mismo, ya en el tiempo del hombre, lo llevó al primer pecado de rebeldía, de autonomía, de auto dependencia, de autodominio.

Es lo que Dios nos hace ver en su palabra desde el capítulo 3º del Génesis. La soberbia está a la raíz del pecado original y por eso es la fuente y raíz de todos los pecados, y es por lo tanto la puerta para todo otro pecado. La soberbia es fuente de muchos delitos; por eso se ora a Dios el Señor: "Guarda a tu siervo también del orgullo no sea que me domine; entonces seré irreprochable, libre de delito grave" Sal 19:14.
Vanidad, vanagloria, sobre autoestima, ostentación, hipocresía, jactancia, celos, violencia, rencores, prepotencia, son algunos de los vicios que engendra la soberbia. Mientras más se tenga en el corazón es mayor fuente de pecados.

La Igleia Católica habla de la soberbia como uno de los siete pecados capitales.

Dice así: "Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana caída está principalmente inclinada. Es por eso muy importante para todo el que desee avanzar en la santidad aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón y examinarse sobre estos pecados".

El Catecismo señala: Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno. Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Estos son: Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza.

Los pecados capitales son enumerados por Santo Tomás como siete: vanagloria (orgullo-soberbia), avaricia, glotonería, lujuria, pereza, envidia, ira.

El término "capital" no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados. De acuerdo a Santo Tomás "un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal".

Algunas actitudes y posiciones que nos conducen a la soberbia:
El sentido de identificación es que permite identificarnos con alguien, algo y nos da un sentido de pertenencia. Con cada "etiqueta" que nos agregamos afianzamos ese sentido de identidad.

El Sentido de posesión nos hace "dueños" de algo o alguien: bienes materiales muebles e inmuebles o bienes inmateriales como el sentirse dueño de la verdad absoluta.

El sentirse superior, nos hace creer que tenemos más privilegios que los demás, mas sabiduría, más conocimiento, más santidad, etc.
El creer que tenemos derechos sobre algo o alguien, a veces estos derechos son dados por el medio en que vivimos, la sociedad…
El sentirse indispensable, único que sin nosotros nada funciona correctamente…

La soberbia en el corazón:

Un lugar llamado corazón, es el sitio donde se definen todos los sentimientos. A través de ellos llegamos a alcanzar estados de emoción como en una cuerda floja. Y cuando la cuerda se tensa demasiado, corremos el riesgo de partirnos también el alma.

Hablando de nuestro cuerpo físico, el corazón es lo principal de nuestra vida, por eso las Escrituras nos dice que debemos cuidarlo ya que ahí se puede radicar lo más perverso. Jeremías 17:9 "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" Lo perverso que puede radicar en nuestro corazón es la "soberbia", esta puede llegar a convertirse en una barrera que impida aceptar la corrección de Dios. La soberbia ensucia tanto al corazón que impide aceptar un consejo, o una opinión, es como un murro que hace que no reconozcamos la dirección de Dios. Además, la soberbia nos puede llevar a la jactancia. Santiago 4:16 "Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias".

Las Sagradas Escrituras son muy claras en cuanto se refiere al pecado de la soberbia. Veamos algunos versículos:

1. Malaquias 4:1 "Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa..."

2. Proverbios 28:25 "El altivo de ánimo suscita contiendas; mas el que confía en Jehová prosperará".

3. 2 Samuel 22:28 "Porque tú salvas al pueblo afligido, mas tus ojos están sobre los altivos para abatirlos".

4. Jeremías 50:32 "Y el soberbio tropezará y caerá, y no tendrá quien lo levante..."

5. Lucas 1:51 "Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones".

6. Isaías 13:11 "Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes".

Formas de evitar la Soberbia:

La única forma de evitar la soberbia es practicando asiduamente la humildad, la tolerancia, el amor fraterno y la unidad en Cristo. En Mateo 11:29-30 nos dice: "Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera."

Debemos tomar conciencia que tal como Satanás nos ha estudiado y conoce cuando y donde tentarnos, así también nosotros debemos prepararnos para la batalla, aprendiendo de cada caída, analizando cada vez que caemos en tentación, analizando los "por qué", cuando, donde, como, que pensamientos y sentimientos precedieron al pecado.

"Hijo, actúa con dulzura en todo lo que hagas, y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y alcanzarás el favor del Señor. Porque grande es el poder del Señor, pero son los humildes quienes le glorifican. No pretendas lo que te sobrepasa, ni investigues lo que supera tus fuerzas. Atiende a lo que se te encomienda… No te preocupes por lo que supera a tus obras, porque ya te han enseñado más de lo que alcanza la inteligencia humana…las especulaciones desviaron a muchos, y las falsas ilusiones extraviaron sus pensamientos. Corazón obstinado mal acaba, y el que ama el peligro en él sucumbe. Corazón obstinado se acarrea fatigas, y el pecador acumula pecado tras pecado. La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces. El hombre prudente medita los proverbios, un oído atento es el anhelo del sabio" Eclesiastico 3:1-31

Sea cual sea su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no actúes guiado por la soberbia puesto que ésta es "Odiosa al Señor y a los hombres, para ambos es un delito la injusticia. La soberanía pasa de una nación a otra, a causa de las injusticias, las violencias y el dinero. ¿De qué se enorgullece el que es tierra y ceniza? ¡si ya en vida su vientre es podredumbre! La larga enfermedad desconcierta al médico, y quien hoy es rey mañana morirá. Y cuando un hombre muere, recibe como herencia lombrices, bichos y gusanos. Principio de la soberbia es alejarse del Señor, apartar el corazón del Creador. Porque principio de la soberbia es el pecado, el que se aferra a ella difunde iniquidad. Por eso el Señor les infligió asombrosos castigos, y abatió a los soberbios hasta aniquilarlos. El Señor derribó del trono a los poderosos, y en su lugar hizo sentar a los sencillos. El Señor arrancó la raíz de los soberbios, y en su lugar plantó a los humildes. El Señor arrasó los territorios de las naciones, y los destruyó hasta los cimientos de la tierra. A algunos los arrebató y destruyó, y borró de la tierra su recuerdo. No está hecha la soberbia para el hombre, ni la violencia para el nacido de mujer" Eclesiastico 10:7-18

Utilidad de la virtud de la humildad para evitar el vicio de la soberbia
Tomás de Aquino define la humildad como "una virtud moral: no es ni intelectual ni teológica". La humildad, igual que la paciencia, es una virtud moral. Tomás opina que los hombres hipócritas ocultan su falsedad bajo la elegancia de su vestimenta. Por el contrario, los hombres nobles de corazón se muestran tal y como son debido a que "la humildad es el fundamento del edificio espiritual". Es decir, proporciona un soporte firme para la estructura del edificio de la interioridad humana: "fundamentalmente la virtud no consiste en las cosas exteriores, sino en la elección más interior de la mente", porque en último término el hombre virtuoso elige el bien entre toda una serie de alternativas que tienen su razón de ser en el don de la libertad.

En efecto, como Tomás mismo indica, la virtud de la humildad es tan importante que su existencia "supone la conservación y fundamento de las otras virtudes en su ser".

Además, escribe el dominico que "la humildad es alguna disposición para el libre acceso del hombre en los bienes espirituales y divinos". Es decir, es un camino abierto hacia aquello que está más allá de nosotros mismos; la soberbia nos encierra en nuestra propia vanidad, nos impide ver más allá de lo material; en cambio, la humildad amplia la perspectiva de nuestro horizonte vital. Sin embargo, a diferencia de la soberbia que persigue el elogio, "la humildad aleja al alma del deseo desordenado de cosas grandes contra la presunción".

Conclusión:

Hoy es un buen día para arrepentirnos de cualquier arrogancia, soberbia, orgullo o altivez espiritual con la que hayamos ofendido a Dios y a nuestros hermanos en la fe. Delante de los ojos de Dios, su iglesia urgentemente necesita arrepentirse. Si no aceptamos la Palabra de Dios como reprimenda, entonces Dios mismo nos quebrantará y dará permiso a Satanás para zarandearnos. Y nosotros no queremos eso, definitivamente.

Toni Iñiguez.

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