LAS PIRÁMIDES Y LA APARICIÓN DEL PRODIGIO
"A través de realizaciones como éstas los hombres suben hasta los dioses, o los dioses descienden hasta los hombres" Filón de Bizancio, 280 a.C. - 220 a.C.
La construcción de las pirámides nos parece tan misteriosa, tan difícil de comprender, porque encarna lo opuesto de nuestra situación moderna. Se trataría más bien de un problema de logística a escala colosal. Todos los recursos nacionales del momento debieron de estar comprometidos en la empresa de erigir la pirámide real. Para erigirla se necesitaron entre 20 y 22 años de trabajo ininterrumpido. Durante este tiempo tuvo ocupados de manera continua a unas diez mil personas, entre canteros, portadores y constructores, según recientes estimaciones, (en contra del testimonio del historiador griego Herodoto, que cita cien mil).
Los constructores emplearon toda esa mano de obra, la unieron a una sola empresa y la centraron en un solo punto. Cuadrillas de trabajadores unieron sus esfuerzos para que el nombre de su rey, Keops, fuera recordado por los siglos de los siglos. Aunque utilizaron los medios más sencillos, sin ayuda de herramientas de hierro, poleas o ruedas, mantuvieron una organización de complejidad y eficiencia espectaculares, un esfuerzo común que les permitió tener los gigantescos bloques de piedra, algunos de los cuales se contaban entre los más pesados que hayan movido los hombres, subiendo por las rampas a la alta meseta sobre el valle y hasta la pirámide días tras día, semana tras semana, año tras año. No necesitaban más tecnología
Pero el elemento de más difícil interpretación era la forma de transporte y elevación de los bloques de piedra hasta su ubicación final. Las rampas fueron un elemento esencial para erigir las grandiosas pirámides. La construcción supuso dos desafíos: el primero consistió en construir el volumen de la propia pirámide y el segundo, edificar la Cámara del Rey. El arquitecto francés Jean-Pierre Houdin, que ha dedicado años a investigar el tema, cree que la Gran Pirámide se construyó desde dentro hacia fuera. Rechaza la hipótesis de que toda la pirámide fue construida a través de un a rampa externa. Ésta habría sido larga, empinada e inestable.
Según su teoría, para la primera fase, hasta una altura máxima de 43 metros, se utilizó una rampa externa tradicional, y sólo una vez completada ésta, se pasó a la siguiente etapa, para la que se construyó una rampa interna, que formaba un túnel en el interior de la estructura de la pared externa de la pirámide. El arquitecto, que cree que ese túnel construido hace 46 siglos debe existir hoy, a logrado hacer con la ayuda de un programa informático desarrollado por la compañía Dassault Systems una simulación en tres dimensiones de cómo se fueron apilando los grandes bloques de piedra.
Los látigos no azotaron las espaldas de los pobres esclavos que construyeron las pirámides de Egipto. Y no lo hicieron porque nunca hubo esclavos transportándolas y levantándolas, como nos ha acostumbrado el cine a creerlo, sino hombres libres. Fueron trabajadores egipcios independientes que vivieron, padecieron y murieron hace más de 4.500 años, en la creencia de que, colaborando incluso a costa de sus vidas, para alzar hacia el cielo las inmensas moles que albergarían los restos divinizados de su faraón, ellos también podrían alcanzar la vida eterna al lado de su rey por haber compartido la gloria de dicha construcción. Arqueólogos egipcios y estadounidenses han hallado una necrópolis y los restos de una ciudad, asentamiento permanente de la masa trabajadora, en la meseta de Giza que dan peso a esta teoría.
Las tumbas encierran los restos de capataces y trabajadores que colaboraron en la construcción de las pirámides en el tiempo en el que gobernó Keops (2609 – 2584 a.C.). La necrópolis se encuentra a dos kilómetros al sureste de las pirámides y la Esfinge, a la altura de ésta. Las tumbas fueron descubiertas por el secretario general de antigüedades egipcio Zahi Hawass y el egiptólogo estadounidense Mark Lehner. Para Hawass, el hecho de que las tumbas se encuentren en la misma área sagrada y ceremonial de Giza indica que la gente enterrada no era en absoluto esclavos. “No se hubiera permitido enterrarlos en las cercanías de los faraones”, subraya.
En los esqueletos de los trabajadores sepultados se ha podido documentar el durísimo trabajo que estos realizaban. Los restos humanos presentan evidencias de roturas de costillas, deformaciones en la columna vertebral, artritis degenerativa en la zona lumbar y en las rodillas – resultado de levantar grandes pesos -, incluso amputaciones de piernas y brazos. Algunos recibieron tratamientos de emergencia a pie de pirámide, para la recolocación de huesos rotos. También se ha conocido que la edad media de vida de estos obreros oscilaba entre los 30 y los 35 años.
Por otra parte, están saliendo a la luz los restos de la ciudad donde residían permanentemente los trabajadores de las pirámides. La administración faraónica tenía que organizar, alojar y alimentar a este ejército de obreros. Muchos de ellos eran trabajadores del campo que quedaban inactivos durante los meses en que el Nilo se desbordaba y resultaba imposible trabajar la tierra. Las excavaciones están mostrando la existencia en la urbe de edificios destinados a almacenes para cereales, vino, cerveza y aceite, así como otros cuyo cometido era la manufactura y preparación de raciones de alimentos a base de pan, pescado, carne y, probablemente, hortalizas, todo ello para ser distribuido diariamente entre las cuadrillas de trabajadores. Otras construcciones parecen haber tenido como finalidad la elaboración de herramientas.
La mayoría de los trabajadores provenían de familias humildes del norte y del sur del Antiguo Egipto y eran muy respetados por su trabajo. A pesar de llevar una existencia llena de dificultades, el nivel de vida de estos pobladores de la ciudad de los obreros era más alto que el de los habitantes de cualquier otro pueblo, por lo que se puede decir que se trataba de una especie de élite dentro de la población egipcia.
Las incomparables pirámides perdurarán para siempre, prueba permanente de la habilidad y sofisticación de una civilización extraordinaria que trabajó mucho y duro para construirlas.
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