"TODO ES UNO y UNO ES TODO"
A. HARB. M.
En todas las generaciones, el hombre ha tratado de encontrar respuesta satisfactoria, a la incógnita de Su propio origen, y el de las cosas y mundos que lo rodean.
Las claves de que se ha servido para dar respuesta satisfactoria a esas dudas, estuvieron en manos de las religiones, las cuales antes de estatuir sus códigos de moral y ética, estatuyeron el “Génesis” del cosmos y del hombre.
El hombre, al analizarse, con relación a la tierra en la cual habita, a los seres que la pueblan, a todo aquello que está bajo su planta y todo aquello que está sobre su cabeza, se siente diferente, extraño; siente su soledad y le aterra, siente su pequeñez y se acobarda, siente su debilidad ante la magnitud y fuerza de los elementos, se mueve, goza de independencia y sin embargo se sabe un prisionero de la tierra.
Ante este miraje, se repliega sobre sí mismo, y así, se encuentra en sí mismo.
Ya sea que, las diferentes condiciones climatéricas o topo gráficas, o por las distintas condiciones alimenticias o por condiciones de vida social diferentes, hechos estos que lo influenciaban física y mentalmente, el giro del pensamiento individual por esas causas, miraba desde distintos ángulos y exponía de un modo diferente todos los hechos a fenómenos siderales, terrestres o humanos. Pero esa ""Génesis", objeto de sus dudas e incertidumbres aunque diferentemente expuesta la conclusión era la misma: El hombre era una resultante, no una causa. Por analogía deductiva, comprendió que el planeta en el cual habitaba por sus elementos constituyentes era también una resultante y no la causa o principio.
La Causa o Principio generatriz de esas "resultantes" estaba más allá del alcance de sus sentidos y de sus facultades; esa "causa", era Dios en la síntesis de lo deducido, o eran Dioses en la observación parcial de "Causas".
La observación de los distintos fenómenos cósmicos, naturales y humanos dio origen a los diferentes Mitos y se fue encauzando el conocimiento en sus diferentes ramas. De ese modo el cielo fue plasmando en la conciencia del hombre la Astronomía, la Naturaleza, plasmó la agricultura, etc.; el hombre plasmó en el hombre la sociología, filosofía, etc.; la Génesis plasmó la teogonía y teología.
El aforismo de Hermes y la Tabla Esmeraldina llegaron a su tiempo a ser el compendio de todas estas ciencias; la respuesta lógica y aclaratoria a las incógnitas del hombre y la síntesis de saber que el pensamiento del hombre, generación tras generación fue acumulando.
Los sabios de la era antigua para conocer al hombre; al Cosmos y sus leyes, se valieron de la introspección; el hombre se conoció a sí mismo y conoció al Universo. Los antiguos no dejaron instrumentos pero sí conocimientos. Caldea, cuna y fuente de saber ¡Egipto! He ahí sus pirámides; joya perenne que ancla a perpetuidad la conquista del genio de la antigüedad.
El aforismo de Hermes, "como es arriba es abajo, como es lo grande es la pequeño", es la palanca que pedía Arquímedes, pues, su punto de apoyo es la Unidad en toda su grandeza y en todas sus expresiones; es el Reino de Dios, de Jesús; el conocimiento basado en esta Unidad, viene por añadidura.
Esta era la clave o método seguido por los antiguos; la ciencia moderna día a día, confirma las conquistas del saber ya obtenidas por los sabios en pretéritas edades.
La razón humana está sujeta a error, pero la razón cósmica no puede salirse de sus marcos, de sus leyes; pues donde quiera que se pose la luz del pensamiento se verá que el número y la medida geometrizan en la creación, en un lenguaje de perfección.
La vida en sus infinitas manifestaciones nos habla de una escala evolutiva. Este es otro punto de apoyo que el autor utiliza en la exposición de sus ideas; con estas bases el libro nos da un más amplio sentido, una mejor base para estimar la razón lógica y trascendente de la vida en la creación, y el trabajo mancomunado de la creación toda.
"TODO ES UNO y UNO ES TODO"
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