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martes, 15 de marzo de 2016

Algunas pinceladas históricas sobre la Masonería 3 de 5

Algunas pinceladas históricas sobre la Masonería 3 de 5

En cuanto al parentesco entre el oficio de forjador y fundidor y ciertos tipos particulares de cánticos rituales, se advertirá que aparece muy marcado en el vocabulario semítico, ya que el árabe está emparentado con los términos hebreo, sirio y etíope que designan la acción de «cantar o entonar una lamentación fúnebre». Es muy posible que el hebreo kinah, con que se denomina este tipo de cántico de lamentación, designe primero un canto de trabajo, en forma de encantamiento, que evocaba el papel de los antepasados y solicitaba la asistencia oculta del jefe del linaje, Caín. e incluso de su misterioso progenitor, Samael, la Serpiente del Edén, según el Zohar. Esta filiación mística se perpetuó mucho mas allá de los tiempos bíblicos. La secta de los cainitas, que perduró hasta los primeros siglos de nuestra era, veneraba a Caín, adversario del dios de este mundo material, Adonai, y a Judas Iscariote, que fue, según ellos, un instrumento de la Redención, al provocar la muerte sacrificial de Jesús. Hipólito de Roma, en sus Philosophumena, cita a Eufrates de Pera (Cilicia), quien nos dice: “Caín es aquel cuyo sacrificio no aceptó el dios de este mundo, que aceptó en cambio el sacrificio sangriento de Abel, pues el dios de este mundo ama la sangre”. En la antigüedad comprobamos la presencia de sectas que se llaman a sí mismas naasenas (de nahash, serpiente) o bien ofitas (del griego ophis,serpiente). Sus fieles adoran a Nahash, la Serpiente del jardín del Edén, porque, dicen, gracias a ella el Hombre y la Mujer pudieron abrir los ojos a la realidad, distinguir entre el Bien y el Mal, y manifestar su libre albedrío. Y, según el Génesis, si Adonai, el dios-amo del jardín del Edén, no se lo hubiera impedido, habrían probado también el fruto del Árbol de la Vida Eterna y habrían sido divinizados para siempre, al convertirse en sus iguales. Autores antiguos, como Ireneo y Epifanio, asocian entre sí a ofitas, cainitas, naasenos y sethianos, que constituyen para ellos una misma familia herética. En cuanto a los forjadores y fundidores del Sinaí, su orientación mágico-religiosa sigue siendo un misterio por lo que se refiere a sus orígenes, perdidos en la noche de los tiempos. Pero uno de sus sacerdotes y señores fue el iniciador de Moisés en una buena parte de las tradiciones que éste dejó a Israel, el pueblo que el forjó, porque se había convertido a su vez en forjador y fundidor de hombres. Los cainitas del Sinaí se dispersaron después por el mundo antiguo. Porfirio, en su Vida de Plotino, da ciertos detalles sobre los gnósticos. Carl Schmidt fue el primero en poner de manifiesto y demostrar la importancia histórica de esos textos de Porfirio en su obra Plotins Stellung zum Gnosticismus and kirchlichen Christentum. En su opinión, la secta existente en Roma hacia mediados del siglo III formaba parte del «vasto grupo al que se llamó antaño los ofitas». Tenían su origen en Siria, se habían multiplicado en Egipto y, finalmente, se habían extendido incluso a Roma.

Toda la cuenca del Mediterráneo oriental, teniendo como centro la Alejandría de los Ptolomeos, había constituido su centro de irradiación. Algunas de sus ramas se habían cristianizado. Para ellas, el Caduceo de Hermes Trimegisto reflejaba una enseñanza. Una de las dos Serpientes era el Principio del Mal; la otra, el Principio del Bien, que se había encarnado en Jesús. Por eso los judíos, sectarios de Adonai, habían tratado de ahogar su mensaje haciendo que los romanos lo crucificasen. La tradición de Samael (o Iblis), arcángel rebelde, padre de Caín y antepasado de Tubal Caín, llegó a las corporaciones romanas partiendo del desierto de Sinaí y, desde éstas, se extendió como tradición secreta, de siglo en siglo, a través de los diversos gremios. La respuesta la dará la historia misma del cristianismo primitivo. Durante los primeros siglos, la nueva religión se extendió sobre todo entre las masas obreras, entre la clase servil,para utilizar la terminología de aquel tiempo. Y Celso lo demostró en su terrible Discurso de verdad: contra los cristianos: «Hay una nueva raza de hombres nacidos de ayer, sin patria ni tradiciones, aliados contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, tachados universalmente de infames, pero que se vanaglorian de la excreción común: los cristianos. Mientras que las sociedades autorizadas se reúnen abiertamente a la luz del día, ellos celebran reuniones secretas e ilícitas para enseñar y propagar sus doctrinas. Se unen por un compromiso más sagrado que un juramento, con vistas a conspirar con mayor seguridad contra las leyes y resistir más fácilmente a los peligros y los suplicios que les amenazan. El poder que parecen poseer les viene de nombres misteriosos y de la invocación de ciertos daimones. Todo lo que pareció asombroso en los actos de su maestro provenía de la magia. En resumen, su doctrina es una doctrina secreta. Ponen una constancia indomable en conservarla, y no puedo reprocharles su firmeza». No cabe la menor duda de que esta descripción no corresponde a lo que sabemos acerca del cristiano de la época, humilde, servil, ignorante e ingenuo. En realidad, Celso censura aquí a los gnósticos extremistas. Y los naasenos, los ofitas, los sethianos corresponden perfectamente a la descripción. Ahora bien, forjadores, fundidores, canteros y carpinteros pertenecen a esta clase servil. Y se considera que su profesión está impregnada de prácticas mágicas, más o menos negras. Pero también ellos prefieren el secreto y la seguridad. Gérard de Nerval, en Viaje a Oriente, dice: “Hijo de Kaín, sufre tu destino, llévalo con frente imperturbable. Cuando ya no estés sobre la tierra, la milicia infatigable de los obreros se unirá bajo tu nombre, y la falange de los trabajadores, de los pensadores, abatirá un día el poderío ciego de los reyes, esos ministros despóticos de Adonai. Ve, hijo mío, cumple tu destino“.


En los medios órficos, el alma, llegada a una encrucijada del camino que siguen los difuntos, debe elegir entre dos vías. Una, la de la izquierda, conduce a un ciprés blanco, o muerte, que da sombra a un manantial del que brota el agua del Olvido. Se ha advertido por adelantando al participante que no debe acercarse a él. Al contrario, debe tomar el camino de la derecha, el que lleva al agua fresca del lago de la memoria. Tal es, descrito por la poesía helénica, el postulado de partida del taoísmo, con sus dos Principios, el Yin y el Yang, en perpetua oposición, en este mundo, de la dualidad que es la Creación. Las diversas religiones exotéricas los conocen con nombres místicos. Y resulta muy curioso ver que la mayoría de ellas han dado a su Principio del Mal denominaciones muy próximas. En efecto, en el Egipto antiguo se llama Typhon-Seth, mientras que en el corpus judeocristiano su nombre es Satán. En la religión musulmana, Shitane y en el taoísmo Satshi. Y los imagineros medievales lo representaron en el tímpano de nuestras catedrales bajo el aspecto de una serpiente, enroscada alrededor de un árbol que se ensancha en dos ramas principales. También aquí encontramos la S y la T. A veces, el simbolismo masónico de la segunda mitad del siglo XVIII representó el sudario de Cristo enroscado como una serpiente en torno a una cruz en forma de tau (S y T), como la Serpiente de bronce que Moisés erigió en el desierto. Más tarde, el mismo simbolismo enroscará un tallo de rosa en torno a la misma cruz en tau, abriéndose la rosa en el cruce superior de la tau. Ahora bien, la rosa es la flor de Venus. Y Venus rige el cobre. El cobre se llama nahash en hebreo, y nahashsignifica también “serpiente”. En la metafísica de la doctrina platónica, todo postulado geométrico tiene su significación. Por ejemplo, en la definición de las líneas paralelas se escribe: “Se dice que dos líneas rectas situadas en el mismo plano son paralelas cuando, prolongadas hasta el infinito, no llegan a cortarse”. O dicho de otra manera: “Dos principios de la misma naturaleza, prolongados hasta el infinito, no se identifican jamás”. Lactancio, que vivió entre el año 240 y el 320, fue discípulo de Arnobio, se convirtió al cristianismo hacia el 300, y fue más tarde preceptor del hijo del emperador Constantino. En susDivinae Institutiones, habla de una tradición oral que recibió Lactancio y de la que dio testimonio. Se basa en una tradición propia del judaísmo y que deriva del profeta Ezequiel, quien vivió desde el año 689 al 5790 antes de nuestra era. La recibió durante la cautividad de Babilonia, bajo los efectos de alucinógenos que utilizaban los tradicionales nabis (videntes) de Israel para recibir sus comunicaciones mediúmnicas. He aquí el texto: “La palabra del Eterno me fue dirigida en estos términos: Hijo del hombre, pronuncia una elegía sobre el rey de Tiro. Tú le dirás: Así habla el Señor, el Eterno: Ponías el sello de la perfección; estabas lleno de sabiduría, eras perfecto de belleza; habitabas en el Edén, el jardín de Dios. Ibas cubierto con toda clase de piedras preciosas: sardónica, topacio, diamante, crisolito, ónice, jaspe, zafiro, carbunclo, esmeralda y oro. Tus tamboriles y tus flautas estaban a tu servicio, preparados para el día en que fuiste creado. Eras un querubín protector, con las alas desplegadas. Yo te había colocado y estabas en el santo monte de Dios. Andabas en medio de piedras resplandecientes. Fuiste íntegro en tus caminos desde el día en que fuiste creado hasta el día en que fue hallada en ti la iniquidad. A causa de la grandeza de tu papel, te llenaste de violencia y has pecado. Por ello, te precipito del monte de Dios y te hago desaparecer, Querubín protector, de en medio de las piedras resplandecientes. Tu corazón se volvió soberbio a causa de tu belleza y has corrompido tu sabiduría con tu orgullo”.

Los cabalistas están de acuerdo en ver en esto el Metatrón. Y en las nueve piedras preciosas y el oro final, los diez sephiroth de la Cábala que lo forman. Pero tenemos que recurrir al Eclesiastés, libro del Antiguo Testamento, escrito en hebreo hacia el año 200 antes de nuestra era por Ben Sira y traducido al griego por su nieto. Figura en las Biblias de la Iglesia católica, de los protestantes y del judaísmo. Suele atribuirse erróneamente a Salomón. Dice lo siguiente: “He visto a todos los hombres vivos que marchan bajo el sol, y también al segundo adolescente, que debe alzarse en lugar del otro”. Queda así desmentido lo indicado por Lactancio. La rivalidad entre los dos hermanos divinos era ya conocida por los antiguos egipcios, con Typhon-Seth, raíz eterna del Mal, asesino y más tarde vencido, de su hermano Osiris Unnefer, principio eterno del Bien. En su prólogo a la sexta edición de L’homme à la découverte, de C.G. Jung, el doctor Roland Cahen dice así: “Uno de los horizontes más importantes que nos abre esta obra es el de las proyecciones. Se llama proyección al fenómeno por el cual un individuo imprime sobre un objeto o un ser del mundo ambiente un contenido y una tonalidad psíquica que son, real y verdaderamente, un rasgo de su vida interior. La proyección ha demostrado tener una importancia tan grande como la percepción. En la actualidad, hay que decir que el individuo está unido al mundo por dos lazos: la percepción y la proyección. Y esos dos lazos no por ejercerse en dirección inversa dejan de revestir la misma importancia y manifestar la misma irracionalidad”. Más adelante, Cahen precisa la naturaleza de los arquetipos estudiados por Jung: “Los arquetipos son, en el plano de las estructuras mentales y las representaciones, los corolarios dinámicos de lo que son los instintos en el plano biológico, es decir, modelos de acción y comportamiento”. Podemos examinar el ritual de la maestría masónica bajo el aspecto que ésta ha revestido a partir de 1723. La antigua masonería operativa y la masonería especulativa, aceptada en las logias de la primera antes de 1717, que es una encrucijada esencial en la historia de la francmasonería, ignoraban el ritual de la muerte de Hiram. Ahora bien, ese ritual ha orientado a los masones, convertidos exclusivamente en especulativos, hacia una vía distinta de la antigua. Dicha vía conduce al masón instruido, la minoría, a estudiar la genealogía atribuida a Hiram, filiación que, una vez admitida, le lleva a un concepto derivado inevitablemente del mito, el concepto de la Rebelión-Principio, volviendo con ello a la leyenda de Samael, la entidad que se rebeló contra Dios, como cuenta el Sepher-ha-Zohar.


Ahora bien, si el Zohar nos relata la leyenda de la caída de Samael, el querubín visto por Ezequiel, y el Corán nos relata la de Iblis, el Génesis nos da la filiación de Hiram. Y esta filiación expresa sin ningún género de dudas un tema luciferino. En la Biblia, Hiram no es en modo alguno un arquitecto, sino sencillamente un fundidor. Y los fundidores, obreros del fuego, han llevado siempre una existencia separada en las naciones del Oriente Medio. Por el rito de la recepción en la Maestría masónica, Hiram renace en el nuevo Maestro, cuando éste se alza de la tumba simbólica, bajo el paño negro con franjas de plata. Entonces recibe verdaderamente el Espíritu masónico, espíritu de tolerancia, espíritu no dogmático, sin ningún vínculo con una espiritualidad precisa. Los forjadores y los fundidores tuvieron siempre una reputación particular, tanto en los países del Oriente medio como en todo el mundo asiático antiguo. En su libro El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, René Guénon (1886 – 1951), matemático, masón, filósofo y esotérico francés, hace hincapié en la desconfianza que los fundidores y forjadores de metales inspiraban a los pobladores de estas regiones: “En muchos países ha existido y existe todavía una especie de exclusión parcial de la comunidad, o al menos una ‘distanciación’ de los obreros que trabajan los metales, sobre todo los herreros, cuyo oficio, por lo demás, se asocia a menudo con la práctica de una magia inferior y peligrosa, degenerada finalmente, en la mayoría de los casos, en pura brujería”. Una nota al pie de página subraya esta observación: “En lo que respecta a la relación con el ‘fuego subterráneo’, el parecido manifiesto del nombre de Vulcano con el del Tubal Caín bíblico resulta particularmente significativo. Por lo demás, se representa a ambos como herreros. Y añadiremos precisamente, a propósito de los herreros, que esta asociación con el ‘mundo infernal’ explica de modo suficiente lo que dijimos más arriba sobre el lado ‘siniestro’ de su oficio”. René Guénon utiliza aquí los términos “fuego subterráneo” y “mundo infernal” en sentido estricto, no en el del vocabulario cristiano. En su estudioForgerons et alchimistes, Mircea Eliade coincide con René Guénon. En zonas tan alejadas unas de otras, como Japón y el África negra, el dios de la forja y de la fundición, es a la vez tuerto y cojo, lo mismo que el Vulcano de la mitología. En siglos anteriores las masonerías operativa y especulativa rechazaban a los tuertos y los cojos, además de los bizcos, los jorobados y los bribones. En todo el mundo antiguo encontramos la sacralización de la fragua mediante un sacrificio sangriento. En los tiempos antiguos se sacrificaba a una criatura humana. Luego, gracias al progreso moral y religioso, fue sustituida, según las zonas, por un animal o por un feto humano, aunque en este último caso se obtenía mediante un aborto provocado. Es posible que el sacrificio de los primogénitos haya estado a veces asociado a esta noción de animación oculta de la fragua, puesto que se perpetuó la expresión de “hacer pasar a los primogénitos por el fuego”.

En todas partes se consideraba la fusión del metal como una obra siniestra ( sinistra, “izquierda”), que requería el sacrificio de una vida humana o, por lo menos, de un feto humano. De ahí el carácter “demoníaco” que presentaban los trabajos metalúrgicos en los tiempos babilónicos. A lo que hay que añadir que la metalurgia moderna se ha puesto muchas veces a la cabeza de corrientes revolucionarias. La Iglesia ha tomado sus precauciones contra los ritos perpetuados por forjadores y fundidores. Desde el siglo VI las campanas de sus templos señalaron los grandes momentos de la liturgia, las horas en que hay que reza. Sin embargo, de manera general, las vibraciones sonoras emanadas de las campanas, tal como irradian las ondas al ir propagándose, estuvieron destinadas a expulsar de la atmósfera los malos espíritus que, según San Pablo, moran en ella. La Iglesia elaboró incluso un ritual especial de bendición para paliar las influencias maléficas que hubieras podido quedar registradas en la campana durante su fundición. En efecto, además de sus funciones prácticas, la campana debe actuar como una defensa contra el rayo, las tempestades, los huracanes y las epidemias. Así se deduce del texto del ritual de su consagración y su animación, porque, a su vez, la Iglesia intenta animar la campana y orientarla en una dirección distinta de la que hayan podido imponerle los fundidores. Para ello, la ceremonia, llevada a cabo por el propio obispo, comprende el recitado de los siete Salmos de la penitencia. Sigue después la ablutio, es decir, la purificación. A continuación se la somete a siete unciones exteriores con el óleo de los enfermos, a fin de curarla de su enfermedad física pasada, y a cuatro unciones ulteriores con el santo crisma, el óleo utilizado en las sacralizaciones sacerdotales. Por último, se coloca bajo el badajo un incensario lleno de brasas e incienso litúrgico bendito y, mientras el humo sube hacia su interior, el obispo pide a Dios en su oración que “haga descender al Espíritu Santo sobre los creyentes cuando suene esta campana, como descendió en otro tiempo sobre Saúl a los sones del arpa que vibraba bajo los dedos de David”. Después se da un nombre a la campana, el nombre de un santo o una santa. Como se ve, en los siglos pasados la Iglesia no ignoraba nada de los ritos secretos de los fundidores y los forjadores. Ahora bien, la leyenda de Hiram nos dice que cuando éste dio la señal de romper la greda calcinada que taponaba el orificio por el que iba a salir el metal fundido y éste brotó y se desparramó, un hombre se arrojó al canal por el que el mismo se vertía y desapareció en el mar de fuego. Este hombre, llamado Benoni en la leyenda, era el hijo espiritual de Hiram, el “primogénito” en su ciencia. Gérard de Nerval deforma el nombre. En realidad se llamaba Ben Onam, lo cual significa en hebreo “hijo del dolor”. Se trata de la posteridad de Esaú y de los hijos de Edom, y el simbolismo resulta muy claro.


El rechazo desconfiado del forjador de metales por parte de las poblaciones ordinarias se acentúa más aún cuando se trata de artesanos especializados en la fabricación de armas blancas, como los que hacen los célebres kriss de Malaysia. Dichos obreros se imponen un régimen severo de vida, se abstienen de relaciones sexuales durante ciertas fases de la fabricación y repiten fórmulas durante el trabajo. Por último, la hoja llameante será sumergida, siguiendo un verdadero ritual mágico, en un baño compuesto de determinados ingredientes, destinado a conferirle una especie de vida oculta. Por lo demás, hay kriss que no salen nunca de la casa de su fabricante y son objeto de un verdadero culto familiar de propiciación. Durante las cruzadas, los caballeros francos se enteraron de que algunas ricas espadas o cimitarras, pertenecientes a grandes personajes árabes o turcos, habían recibido su temple final al hundirlas, una vez calentadas al rojo, en el corazón de un esclavo sacrificado para la ocasión. Se les ocurrió entonces la idea de utilizar sangre de animales, y comprobaron que se obtenían los mismos resultados. Evidentemente, este rito sangriento está emparentado con los sacrificios realizados al poner los cimientos de los edificios. Desde este punto de vista, el papel de los forjadores se emparentaba también con el de los fundidores. El Libro de los Jueces incluye el relato de la fabricación de una pareja de teraphim, pequeños ídolos domésticos utilizados para la adivinación y que los indígenas de Kamchatka, península volcánica situada en Siberia, conservaban aún secretamente en el siglo XIX, a pesar de las severas prohibiciones de la Iglesia ortodoxa. En el Libro de los Jueces se dice: “Su madre tomó doscientos siclos de plata. Y dio este dinero al fundidor, que hizo con él una imagen tallada y una imagen fundida…”. La imagentallada es el original; la imagen fundida deriva de este modelo, a través de un molde de barro que sirve para la fundición final. El rito se inspira en el mito de la creación de Eva, extraída del cuerpo de Adán, que sirvió como original. Como se ve, tanto los forjadores como los fundidores estaban iniciados en una cierta tradición oculta, perteneciente, si no a la pura brujería, al menos a una magia inferior. Ahora bien, el Hiram bíblico, cuya alma se traslada de iniciado en iniciado según el rito masónico aparecido en 1723, es a la vez forjador y fundidor, hijo de un forjador y fundidor llamado Ur . Y su genealogía es todavía más asombrosa, de creer al Génesis y al Sepher-ha-Zohar. No hay que extrañarse de que el nuevo ritual para el grado de Maestro suscitase protestas tan pronto como apareció. Había motivos, puesto que las antiguas tradiciones operativas no concedían mayor importancia a Hiram Abif que a Hiram, rey de Tiro, a Nemrod o a Noé, personajes citados, entre otros muchos, en los relatos con pretensiones históricas que precedían a los artículos de los reglamentos masónicos.

Un francmasón disidente, Samuel Pritchard, denunció en 1724, en una carta, unas innovaciones que le parecían chocantes: “Mis Hermanos culpables han desarrollado la superstición y las charlatanerías inútiles en las logias, por sus prácticas y sus debilidades recientes. Informes alarmantes, historias de malos espíritus, brujas, escalas, lazos, espadas sacadas de la vaina y cámaras oscuras han sembrado el terror. He decidido no volver a poner los pies en una logia, a menos que el Gran Maestre ponga fin a estos procedimientos mediante una orden pronta y perentoria a toda la Fraternidad”. Más adelante, nos dice en una de las cartas anexas: “Cuentan extrañas e ingenuas historias acerca de un árbol que, según dicen, nació de la tumba de Hiram, con hojas maravillosas y un fruto de calidad monstruosa, aunque al mismo tiempo no saben ni cuándo ni dónde murió, y no conocen más sobre su tumba que sobre la de Pompeyo”. Esta manifestación de hostilidad por parte de los elementos tradicionalistas de la antigua francmasonería se reproduciría alrededor de 1730. Se trata de la creación de una nueva obediencia, la Orden Real de Escocia (Royal Order of Scotland). Henri-John Ostiak, miembro de la de la logia Villar de Honnecourt, perteneciente a la Gran Logia Nacional Francesa, revela que la Orden Real de Escocia no tiene de real ni de escocesa más que el nombre. No debe su origen ni a Francia ni a Escocia, sino a Inglaterra, puesto que nació en Londres. Sin embargo, los masones ingleses dicen “que se remonta a una época perdida para la memoria a causa de su antigüedad”. Henri-John Ostiak dice: “A principios del siglo XVIII, nuestros hermanos ingleses juzgaron necesario crear una obediencia de Altos Grados independientes, en realidad la más antigua del mundo, para contrarrestar la descristianización introducida por las Constituciones de Anderson. Esta contrapartida cristiana y trinitaria ha llegado hasta nosotros prácticamente intacta. Descubrimos tal reacción en los mismos rituales, donde se precisa con toda claridad que el Royal Heredom fue fundado para corregir los errores y las prácticas abusivas. Los rituales son auténticamente ingleses, y se han conservado hasta nuestros días en su pureza original gracias a Francia“. Pero la orden no desapareció por completo. En 1845 formaba todavía parte integrante del Supremo Consejo de los Ritos Confederados, con sede en Edimburgo, y de la rama francesa de este último.


Si bien la antigua masonería operativa había utilizado en las tradiciones todo lo relativo al arca de Noé, la torre de Babel, los nombres de Lamec, Nemrod, Hermes, Euclides, etc., mencionando a veces a Salomón, a Hiram, rey de Tiro, y a Hiram Abif, el fundidor de las columnas del templo, nunca se había hablado de la muerte de este último y mucho menos de la complicidad de Salomón, ni de su breve unión con Balkis, la reina de Saba. Hay que esperar a la introducción de elementos judaicos en la nueva masonería para ver surgir la leyenda, hacia 1723-1725. En efecto, entre las publicaciones de la célebre logia inglesa Los Cuatro Coronados, en el tomo I de los años 1886-1888, aparece un estudio del profesor Hayter Lewis, en el que señala una antigua versión de laleyenda de Hiram, incluida en un manuscrito en lengua árabe, aunque transcrito en caracteres hebraicos, y que data del siglo XIV. Según Lewis, dicho manuscrito incluye en el relato una palabra clave de tres letras, que constituyen la abreviatura de una frase con el significado siguiente: “Nuestro maestro Hiram ha sido encontrado”. No cabe la menor duda de que los elementos judaicos admitidos en la francmasonería inglesa, derivaban de judíos eruditos, tal vez incluso rabinos. El protestantismo ha mostrado siempre cierta inclinación hacia el Antiguo Testamento. Ahora bien, la Cábala se basa en tres procedimientos de descifrado del Pentateuco: guematria: evaluación del valor numeral de una palabra; todas las palabras del mismo valor tienen, desde el punto de vista esotérico, un parentesco próximo. Notarikon, o acrología, son las letras que componen una palabra, que se convierten en las correspondientes iniciales de las palabras que forman una frase completa; themurah o ziruf: transposiciones de las letras de una palabra con ayuda de alfabetos convencionales, basados en claves determinadas. En el caso citado, las tres letras iniciales (guimel-nun-tau) constituyen la palabra Guineth, que significa en hebreo “jardín”. Por eso se identifica la Cábala con un “jardín místico”. La palabra clave de tres letras es evocada en una manuscrito del siglo XVIII, que reproduce un ritual de Maestro Escocés y de Caballero de San Andrés, ritual que corresponde al siglo XVII. Escrita en caracteres jeroglíficos, tomados de un alfabeto convencional utilizado por la masonería jacobita durante el siglo XVIII, dicha palabra se compone de las letras I, H, S, que coincide con la sigla cristiana evocadora de Jesucristo. Pero el manuscrito está en lengua árabe y transcrito en caracteres hebraicos n. Se puede pensar también en una lectura de derecha a izquierda, como en hebreo, o sea, S, H, I. De todos modos, la sigla procede con toda certeza de la fórmula del notarikon, y sus letras son las iniciales de las tres palabras de una frase que permanece desconocida.

Lo que hay que retener desde el punto de vista histórico es que el rito de la muerte de Hiram, asesinado en el templo de Salomón por tres malos compañeros, ante la indiferencia cómplice del rey, era desconocido antes de la fecha aproximada de 1723-1724. aparece oficializado por primera vez en los archivos de una logia el 16 de noviembre de 1732. Este día la logia parisiense Saint-Thomas au Louis d’Argent admite con ell grado de Maestro al conde Axel Ericson Wreede-Sparre, quien fundará tres años más tarde la primera logia sueca. En su libro L’occultisme et la franc-maç onnerie écossaise, René Le Forestier (1868-1951), ensayista francés especializado en el estudio de la relación entre la masonería y el ocultismo en Francia, dice a propósito de ese ritual: “Sus autores, que nos son desconocidos, apelaron a todos los recursos de su imaginación y a una erudición tan vasta como incoherente para crear un monstruo enigmático, cuyos orígenes no han logrado descubrir las investigaciones más concienzudas”. Tuvieron una gran influencia Théophile Désaguliers, Diputado Gran Maestre de la nueva masonería inglesa orangista y protestante acérrimo, y del pastor James Anderson, de la secta presbiteriana de Escocia, capellán del conde escocés David de Buchan a partir de 1720. Las relaciones con rabinos eruditos hicieron el resto. Sin embargo, el carácter indiscutiblemente oculto hasta el más alto grado del nuevo rito de la maestría masónica desencadenaría una tempestad. Y las ligeras censuras anteriores fueron sucedidas por la excomunión solemne, pronunciada ex cátedra desde San Pedro de Roma por el papa Clemente XII. Esta condenación no era desinteresada en el aspecto político. Pero la frase con que termina la bula original, conservada en el Vaticano, da qué pensar: “Y por otros motivos, que sólo Nos conocemos”. El nuevo rito lanzaría a la masonería por una vía nueva, la de la política, en la que iban a aliarse las mejores nociones de progreso y evolución, pero también, desgraciadamente, ideas nuevas, desconocidas por los antiguos masones, que tenderían a minar poco a poco ciertos valores de los que depende la dignidad del hombre, por medio del ateísmo, el materialismo, o el laxismo, que conducen al amoralismo disgregador. René Guénon ya advierte: “Ese estado de cosas se inició tan pronto como el estudio y el manejo de ciertas influencias psíquicas cayeron, por decirlo así, en el campo de lo profano, lo que señala en cierto modo el comienzo de la fase más propiamente ‘disolvente’ de la desviación moderna. En suma, se la puede hacer remontar al siglo XVIII”. Quizá sorprenda la agresividad de René Guénon, primero francmasón, luego martinista, neotemplario, obispo gnóstico, hinduista según el Vedanta, y más tarde musulmán de observancia estricta. Sin duda hay que deplorar su lamentable muerte en un barrio miserable de El Cairo. Pero su obra sigue siendo, imperiosa, indiscutible, el último baluarte de la resistencia espiritual de Occidente.


Bertrand, Gran Maestre adjunto del Grande Oriente de Francia, dice lo siguiente: “Las logias se reclutaron por mediación de aquellos a los que una deplorable facilidad había dejado penetrar en ellas y para los cuales la masonería no significa más que un cebo para su curiosidad o una esperanza de asistencia más o menos cercana“. Tal es la observación desencantada de tan alto dignatario en su informe del 14 de abril de 1844 ante la asamblea de los grandes Oficiales de esta antigua obediencia francesa. Viene a añadirse a las reflexiones de René Guénon. Pero el clima desviacionista se agravará todavía más en Francia con lo que se denomina a veces la corriente “del cuarenta y ocho”, nacida de las teorías de tendencia comunista de François-Noël Babeuf y de Philippe-Michel Buonarotti, más anarquista que comunista. Babeuf, comisario del catastro bajo la monarquía y oponente de extrema izquierda de Robespierre, fue un revolucionario particularmente exaltado. Su propuesta, en enero de 1793, de dividir el cadáver de Luis XVI en ochenta y tres trozos y enviar uno de los a cada uno de los ochenta y tres departamentos franceses supone una clara muestra de su estado de espíritu. Cuando su evolución política desembocó en el comunismo absoluto, preparó la Conjuración de los Iguales contra el Directorio, por lo cual fue juzgado y condenado a muerte en Vendôme, el 26 de mayo de 1797. Babeuf no pertenecía a la masonería, pues se había rechazado su solicitud. El segundo, Buonarotti, nacido en Pisa en 1761, de origen italiano y perteneciente a la pequeña nobleza, asociado con Babeuf en dicho complot, sí era masón. Y a ese detalle debió el que sólo se le condenase a la deportación. Fue él quien orientó hacia la izquierda a Louis-Claude de Saint-Martin en su célebre Lettre sur la Révolution française. Más tarde, Buonarotti se convirtió en el inspirador del pensamiento de Auguste Blanqui. Había sido recibido como masón en Ginebra, en la logia Les Amis Sincères. Con estos personajes todo el contexto social de entonces lleva el agua al molino materialista. La clase obrera vive en una gran miseria. La Revolución de 1789, el Directorio, el Consulado y el Primer Imperio han hecho subir al poder a una burguesía volteriana, compuesta en su mayor parte de advenedizos, ferozmente egoístas y avaros, que no conservan ni el valor, ni la generosidad, ni el desinterés de la antigua nobleza, pero sí han tomado de ella el orgullo y el espíritu de casta. Las reacciones son, por lo tanto, violentas. Las revoluciones de 1830 y 1848, así como los gravísimos motines que se producen entre esas dos fechas, la odiosa represión de la rebelión de los canuts, y los tejedores de seda de Lyon, en 1831, dieron celebridad a los nombres de ciertos masones, los cuales atrajeron a las logias delGrande Oriente, el Rito de Misraim e incluso el Rito Escocés, a numerosos partidarios de sus ideales revolucionarios, sobre todo a ateos.

La revuelta de los obreros de la seda de Lyon en noviembre de 1831, mientras Luis Felipe I era rey de los franceses, fue reprimida implacablemente por el duque de Orleáns, Fernando, primogénito de dicho rey, asistido por Soult, ex mariscal del Imperio, duque de Dalmacia y par de Francia. Gran Oficial delGrande Oriente de Francia, no vaciló, como buen cortesano de Luis XVIII y cuando era ministro de la Guerra, en prohibir la frecuentación de las logias por parte de los oficiales, por temor “al contagio republicano o bonapartista”. La revuelta de los obreros de la seda se debió a una baja constante de los salarios, justificada en parte por una fuerte competencia extranjera. El canut, nombre con que se conocía a estos obreros, que ganaba durante el Imperio de 20 a 30 francos diarios, recibía la veinticincoava parte de su salario en 1831, dieciséis años más tarde. En la misma época se hacía trabajar doce horas diarias en las hilaturas a niños de diez años, y en las minas de carbón, a niños que no llegaban a los diez. Su baja estatura les permitía meterse por corredores estrechos en los que no podía entrar un adulto. En cuanto al servicio doméstico, mientras que los servidores de los nobles de antaño formaban parte de la familia, los de la burguesía “advenediza” del siglo XIX nunca fueron tan despreciados ni tan desdichados. A título de ejemplo de este estado de cosas, reproducimos en la página contigua el Reglamento interno de una empresa del oeste de Francia en 1830. Un oficinista que llevase más de quince años en la casa podía ganar 14,50 francos a la semana, por un trabajo semanal de sesenta y seis horas. Se comprende así la importancia que el pan y la sopa revestían a los ojos del pueblo humilde. Sólo el Compagnon, el miembro de las fraternidades del Tour de France, supo conservar algunos de sus antiguos privilegios. Solo algunos, ya que Napoleón I, al crear el carnet de trabajo que debía acompañar al obrero durante toda su carrera con las notas adjudicadas por los patronos, los había disminuido en bastante grado. El Tour de France fue una institución tradicional de aprendizaje y formación en artes, oficios y manuales técnicos, que consistía en un viaje que hacia el compañero aspirante entre los maestros de su oficio de los que recibía el conocimiento y la experiencia. También tenemos los escándalos que conmueven a la opinión pública y que salpican a la burguesía y a los dirigentes civiles y militares del régimen. Por ejemplo, el escándalo de las pruebas aportadas por el proceso contra Luis Felipe por la verdadera hija de Felipe Igualdad, María Estela de Orleáns, y que demuestran que el rey ciudadano no es más que el hijo de un cierto Chiappini, carcelero jefe de la prisión de Faenza, en Italia. Luis Felipe II de Orleans (1747 – 1793) fue duque de Orleans desde 1785. Era un miembro de la rama menor de la Casa de Borbón, la dinastía gobernante en Francia. Partidario de la Revolución francesa, fue conocido por los revolucionarios como Felipe Igualdad. Murió guillotinado en 1793 durante el Reinado del Terror. Su hijo Luis Felipe I llegó a ser Rey de los Franceses después de la Revolución de julio de 1830. Como resultante de su carrera, el término Orleanismo llegará a ser equivalente a partidario del movimiento en Francia que favorecía la monarquía constitucional.


Los propietarios reconocen y aceptan la generosidad de las nuevas leyes de trabajo, pero esperan del personal un gran incremento en el rendimiento, como compensación de unas nuevas condiciones casi utópicas. La revolución marcha así viento en popa, gracias a las campañas de exaltados propagandistas y a la difusión de sus ideas, heredadas de las exageraciones de la Revolución de 1789. Ideas generosas, cierto, pero también extraordinariamente utópicas y peligrosas, ya que no tienen en cuenta al hombre ordinario, que no cambia ni varía jamás. Una opinión puede ser generosa y al mismo tiempo no preocuparse de la realidad. De hecho, los doctrinarios del cambio no conceden valor a la realidad. Están completamente entregados a sus utopías, las cuales colaborarán, sin embargo, en la consecución de un progreso social indiscutible. Uno de dichos doctrinarios es Auguste Blanqui, iniciado en la masonería durante su exilio en Londres, en la logia misraimita Los Filadelfos. Es comunista, discípulo ferviente de Babeuf y Buonarotti, y tomó como divisa “¡Ni Dios ni amo!”. Otro doctrinario es Joseph Proudhon, iniciado en Besançon en 1847, en la logia Sincérité et Parfaite Union. Ante el estupor de los miembros del taller, respondió así a la pregunta de orden que precedió a su iniciación como Aprendiz, “¿Cuáles son los deberes del hombre con respecto a Dios?”: “Combatirle”. Otros fueron Élie, Elisée y Paul Reclus, iniciados en París en las logias La Renaissance y Les Élus d’Hiram. Los tres eran anarquistas y socialistasrevolucionarios. También tenemos a Francois Raspail, iniciado en 1822 en la logia Les Amis Bienfaisants. Fue republicano de izquierdas y socialista. Tales son los masones franceses de aquella época, y su paso por la Orden masónica orientará a ésta resueltamente hacia la política, censurando la antigua concepción de la francmasonería. Pero hay algunasoposiciones. Durante el invierno de 1847-1848 se manifiesta una corriente espiritualista en el seno del Grande Oriente de Francia. Una moción sugiere “devolver a la masonería el carácter religioso que le es propio”, moción que induce a la asamblea a proceder a una votación y a hacer adoptar una nueva redacción del artículo 3 de los estatutos del Grande Oriente de Francia: “La masonería reconoce y proclama, como punto de sus investigaciones filosóficas y como hechos por encima de toda contestación, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma”. Gracias a ello, la Iglesia de Francia demostrará por algún tiempo una benévola neutralidad. Pero llegará 1877 y a propuesta del pastor Frédéric Desmons, iniciado el 8 de marzo de 1861, en Nimes, en la logia L’Écho du Grand Orient, esta obediencia retirará de sus membretes y de sus rituales la fórmula secular: “A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo”. No obstante hemos de señalar que no siempre figuró en los sacramentales masónicos de la primera mitad del siglo XVII, aunque sí estaba sobreentendida, ya que nunca se hubiera admitido a un candidato ateo.

Una vez dado el impulso, ya no se detuvo. En una serie de artículos publicados en L’Idée Libre en 1954, Jean Bossu, estudiando la historia del librepensamiento, describe con gran detalle el trabajo de infiltración de ciertos elementos revolucionarios en las logias a finales del Segundo Imperio. De 1860 a 1870 el Grande Oriente de Francia y el Rito Escocés Antiguo y Aceptado se vieron sometidos a una infiltración sistemática por parte de militantes del socialismo inspirado en Proudhon, los cuales propagaron en el seno de las logias una corriente filosófica y política que poseía quizá cierto valor en el plano de la idea pura pero que, por su sectarismo implacable, su materialismo total, y su hostilidad sistemática a toda candidatura tradicional, demostraba que sus autores eran totalmente extraños a la auténtica tradición masónica. Y sucedió lo que era de prever. El domingo 12 de febrero de 1880 treinta y seis logias delRito Escocés Antiguo y Aceptado se declararon disidentes, rechazando la autoridad del Supremo Consejo y de los altos grados y formando la Gran Logia Simbólica Escocesa, que incluyó en la redacción del artículo 2 de sus Constituciones la famosa formula: “El masón libre en la logia libre”. Aquello fue un error fundamental, ya que un masón está necesariamente sometido al reglamento interno de su taller, si éste posee uno. En segundo lugar, está sometido a los Reglamentos y Constituciones de su obediencia, que a su vez, y a pesar de todo, está basado en las tradiciones y usos de la francmasonería universal. Pero para algunos no basta siquiera con esta divisa, donde se transparenta discretamente el anarquismo del «¡Ni Dios ni amo!” de Auguste Blanqui. La Gran Logia Simbólica Escocesa sufre a su vez un cisma interior. Un pequeño número de masones decide ir más lejos. Y la escisión da lugar al demasiado famoso Grand Lunaire (G.L.). Celebraron primero sus reuniones en locales subterráneos del barrio Poissonniere, respetando la forma masónica. Después, rechazaron ésta y tomaron el aspecto que se dio a conocer en 1925, gracias al reportaje publicado en Le Petit Journal por Maurice Pelletier, es decir, un tantrismo de la “mano izquierda” y un satanismo puro y simple, con profanación ritual de hostias, ritos de magia sexual, etc. En el siglo XX se hizo manifiesta la influencia de Aleister Crowley. Edward Alexander Crowley (1875 – 1947), más conocido como Aleister Crowley, cuyo apodo era Frater Perdurabo y The Great Beast 666 (La Gran Bestia), fue un influyente ocultista, místico, alquimista y mago ceremonial inglés, que fundó la filosofía religiosa de Thelema. Fue miembro de la organización esotérica Hermetic Order of the Golden Dawn, además de cofundador de la Astrum Argentum y, finalmente, líder de la Ordo Templi Orientis (O.T.O.). Hoy en día es conocido por sus escritos sobre magia, especialmente por El Libro de la Ley, el libro sagrado de Thelema, aunque también escribió profusamente sobre otros temas y géneros, como ficción y poesía.


Sabemos los detalles antes indicados gracias a Jules Boucher, que perteneció al Grand Lunaire durante varios años. Le costó mucho trabajo apartarse deGrand Lunaire sin peligro, y tuvo que hacerse exorcizar por Jean Bricaud, patriarca de la Iglesia gnóstica de Lyon. También el alquimista Eugene Canceliet formo parte del Grand Lunaire. Pero desde comienzos del siglo XX esta sociedad secreta mixta estuvo totalmente separada de la corriente masónica. Sus afiliados no eran miembros de la Orden, según afirmó Jules Boucher. De todos modos, es importante señalar que nació del cisma que en 1880 sufrió el Rito Escocés Antiguo y Aceptado y del que se produjo más tarde en la Gran Logia Simbólica Escocesa. Porque cuanto más apartada de la corriente tradicionalritual y apolítica se sitúa una obediencia masónica, más sometida se halla a los cismas diversos, nacidos de las contestaciones ideológicas internas. Es el precio que hay que pagar por la regla anarquizante: “El masón libre en la logia libre”. Sin embargo, conviene no exagerar y no ver más que el aspecto negativo de esta masonería un poco marginal. El antimilitarismo de estos masones les hizo reducir lo más posible el presupuesto anual del ejército francés. Y como éste debía asegurar en primer término la renovación del armamento, durante el período de 1924-1939 los soldados del contingente francés estuvieron peor vestidos y alimentados que nunca. En la religión católica, durante la transmisión de las órdenes mayores, exactamente la del diaconado, los ordenados se prosternan ante el altar, con el rostro contra el suelo. Dado que toda iglesia debe estar orientada de este a oeste, los impetrantes quedan así echados en el suelo, con los pies hacia el poniente y la cabeza hacia el oriente, frente al altar mayor. Lo mismo sucede en la inhumación de los cristianos. Según la tradición, Cristo glorioso reaparecerá en el oriente del último día. Por lo tanto, las tumbas deben estar orientadas de oeste a este, puesto que el muerto se levantará frente a la aparición. Mircea Eliade, en Lo sagrado y lo profano, nos dice: “El acceso a la vida espiritual conlleva siempre la muerte a la condición profana, seguida de un nuevo nacimiento“. En la Edad Media, los condenados a muerte por un crimen particularmente odioso eran arrastrados por el suelosobre un cañizo, un trenzado de mimbre de mallas anchas, hasta el lugar de su ejecución. En ciertos casos, se les ataba de cara al suelo. A los excomulgados se les enterraba con el rostro contra el suelo, sin ataúd ni placas de corteza aislante, con la cabeza hacia el oeste y los pies hacia el este. En todos esos detalles se observa el uso y el conocimiento inicial, más o menos perdido, de una corriente magnética aprovechada en uno u otro sentido. Volvemos a encontrar esta enseñanza en la masonería, pero observaremos que la posición decúbito no apareció en el ritualismo masónico hasta el ritual de la Maestría de 1723. Anteriormente, los Compañeros que accedían al grado de Maestro de logia se sometían al ritual de pie, ya que lo esencial era entonces el juramento que debían pronunciar.

https://oldcivilizations.wordpress.com/2016/02/18/algunas-pinceladas-historicas-sobre-la-masoneria/

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