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miércoles, 16 de marzo de 2016

Algunas pinceladas históricas sobre la Masonería 4 de 5

Algunas pinceladas históricas sobre la Masonería 4 de 5

El ritual de la Maestría masónica suscitaron las burlas de los adversarios de la masonería, en los días de la Ocupación nazi y el Gobierno de Vichy. Se bromeaba estúpidamente sobre esos ritos “tomados de pueblos todavía en estado salvaje”, sin pensar siquiera en que tal vez hubieran sido plagiados delPontifical romano, del capítulo Ordenación del diaconado. Pero hay un aspecto de este uso que requiere una investigación más a fondo. El mundo antiguo conocía a Ouroboros, la serpiente enroscada en círculo que se muerde la cola. En el Bestiaire du Christ, de L. Charbonneau-Lassay, se incluye un estudio muy completo de los diversos aspectos del simbolismo de esa serpiente en el campo de lo sagrado. Pero hay uno que no ha sido abordado nunca, el de Ouroboros como imagen de una corriente oculta que rodea nuestro globo. El magnetismo terrestre, campo magnético bastante regular al nivel de la superficie de la Tierra y cuyo polo magnético norte varía lentamente de año en año, podría expresarlo muy bien. Por otra parte, la “serpiente” del Génesis recibe el nombre de Nahash, palabra que designa asimismo el “cobre”, el metal que los hermetistas asignan al planeta Venus y que es, después de la plata, metal asignado a la Luna, el mejor conductor de la electricidad. En la ceremonia de la Maestría masónica la misma corriente magnética recorre al individuo, aunque vibrando en una octava diferente, la del intelecto, no la de la sexualidad. Léon Daudet, Valentín Bresles y otros muchos autores han subrayado la importancia de la sensualidad creadora. Y en la muerte voluntaria del Compañero que aspira a levantarse como Maestro masón, la clave de su transmutación espiritual futura se encuentra probablemente en el hecho de recibir la iniciación principal acostado en el suelo, bajo un decorado fúnebre que lo recubre,orientado de oeste a este, en un silencio roto tan sólo por el lento martilleo de la marcha ritual de los nueve Maestros en torno al pseudo cadáver, en la penumbra, mientras vibran únicamente las llamas de quince cirios y se eleva el olor grave de la mirra, el perfume de los funerales antiguos, entre el humo azulado que surge del pebetero de barro situado detrás de él. Es un prestigioso ritual, que hace honor a quienes lo crearon por sus conocimientos en diversos dominios, en particular el de la psicología. Pero ritual que puede también resultar peligroso en cuanto a la transmutación espiritual del postulante, sobre todo si se halla en contacto con un esqueleto, una calavera real o un paño maculado con sangre animal, como sucede en el ritual de 1752 de la Madre Logia Escocesa de Marsella.


No fueron ni Anderson ni Désaguliers, pastores protestantes con una fe rígida, quienes lo imaginaron. Sólo un ocultista era capaz de concebir un psicodrama de tal profundidad. Y aquí plantearemos la cuestión de si no habrá sido deseada esta orientación hacia la muerte, hacia la negrura, hacia lo mórbido. En cambio no se ha conservado la “recepción” de la antigua masonería operativa, en que, con la mano alzada para un juramento infrangible, el recipiendario, de pie, comprometía su honor. Gérard de Nerval, en Viaje a Oriente, nos dice: “Pero dejémonos de símbolos. No pretendía otra cosa que arrojar un poco de luz sobre la parte mágica de la leyenda que acabo de contar. Sin embargo, es como el rayo de luz extraviado entre las sombras que, según la expresión de Milton, sólo sirve para hacer visibles las tinieblas“. En la leyenda relatada por Gérard de Nerval, el asesinato de Hiram, al que llama Adoniram, sigue con gran exactitud el ritual que se desarrollaba para la admisión al grado de Maestro en la francmasonería del siglo XVIII. Desconocida en los antiguos deberesoperativos, fue publicada por primera vez en Masonry Dissected (la masonería analizada), de Samuel Pritchard (1730). El 13 de octubre de ese mismo año Pritchard declaró bajo juramente que había sido iniciado regularmente. Por lo demás, un pariente próximo y homónimo suyo era también masón por la misma época. Tras la publicación de su panfleto, motivado por su rechazo del ritualismo, la masonería negó que hubiera sido iniciado nunca. El relato de Nerval, recogido en el barrio de los fundidores y los orfebres del antiguo Estambul, es evidentemente un tema luciferino. Debió de llenar de gozo a los gnósticos, si llegaron a conocerlo. Hiram, como hemos dicho, no era en modo alguno un arquitecto, sino simplemente un fundidor. Por el rito de la recepción en la Maestría masónica, renace en el nuevo Maestro cuando éste se levanta de la tumba simbólica. Se juzga entonces que ha recibido verdaderamente el Espíritu masónico, espíritu de tolerancia y espíritu no dogmático. En efecto, la religión que preconizan las Constituciones de Anderson, publicadas en 1723, consiste en un simple comportamiento moral, común a todas las familias humanas. Ningún fiel, sea judío o cristiano o, en nuestros días, musulmán, podría admitirla. De ahí la rebelión de ciertos masones tradicionalistas. La pregunta sería, ¿quién es entonces ese Hiram que se introduce en la psiquis del nuevo Maestro? Antes de la segunda guerra mundial, dos jesuitas afiliados con fines de espionaje a una logia perteneciente a una gran obediencia francesa se convirtieron en tres años en perfectos masones. Hiram les había transmutado como quien da la vuelta a un guante. Hiram, el fundidor de Tiro, era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí o de Dan. Pero poco importa, ya que Dan y Neftalí son dos tribus que volvieron definitivamente al culto del Becerro de Oro y renunciaron al elaborado por Moisés en el Sinaí. Un hecho digno de mención.

Hiram tuvo por padre a un tirio, también fundidor, llamado Ur. En hebreo, esa palabra significa “Luz”. Hiram es, pues, el primer “hijo de la Luz”. Según Flavio Josefo, en Antigüedades judías: “Un obrero admirable, llamado Hiram, al que había hecho venir de Tiro y cuyo padre, llamado Ur, aunque habitante de Tiro, descendía de los israelitas, y cuya madre era de la tribu de Neftalí”. A destacar que el hombre de Hiram tiene la misma raíz trilítera en hebreo que las palabras que significan noble y libre. Un hombre libre no tiene amo. Que sea “libre y de buenas costumbres”, exige el ritual de Aprendiz. Ahora bien, un verdadero católico, un protestante, un judío piadoso están sometidos a dogmas, ritos y costumbres. No son libres. Un francmasón sincero aprecia las cosas en función de su conciencia, y a los demás en función de lo que acabamos de indicar. Por otra parte, la leyenda de Hiram nos cuenta que fue instruido, durante un descenso al centro de la Tierra, por Tubal Caín, su antepasado. Y Tubal Caín sirve como clave en ciertos grados de la francmasonería. Significa en hebreo “Posesión del Mundo”. Pero ¿quién es Tubal Caín en el Génesis? Un fundidor, el primer fundidor del bronce y del hierro, considerado impuro en todas las tradiciones: “Tsilla parió a Tubal Caín, forjador de todos los instrumentos de bronce y de hierro. La hermana de Tubal Caín era Naema”. Recordemos que el Génesis nos transmite un relato mítico, que por lo tanto debe ser descifrado. Tubal Caín tuvo como padre a Lamec, hijo de Metusael, hijo de Mehujael, hijo de Irad, hijo de Enoc, hijo de Caín. En total, siete generaciones. ¿Y quién fue el padre de Caín, antepasado de Hiram? He aquí algo que hará temblar a ciertos francmasones cándidos, que identifican a Hiram con Cristo, ya que si bien este último resucita en la tradición cristiana, Hiram no resucita en modo alguno en la leyenda masónica. Es su espíritu el que encarna en el nuevo Maestro. En los antiguos rituales jacobitas de Maestro Escocés, sólo se encontraban sus huesos. Con respecto al padre de Caín, el Sepher-ha-Zohar nos dice lo siguiente: “Con la expresión hijos de Elohim, la escritura designa a los hijos de Caín, pues cuando Samael cohabitó con Eva, le comunicó su corrupción, de la que quedó encinta. Fue entonces cuando dio a luz a Caín, cuyo rostro no se parecía en absoluto al de los demás hombres, y todos los que descendieron de su estirpe no fueron llamados de otro modo que hijos de Elohim”. ¿Qué significan las palabras de la Escritura: “Y la hermana de Tubal Caín era Naema, nombre que quiere decir dulzura“? Quiere indicarnos que sedujo a hombres, incluso a Espíritus. El rabí Simeón Bar Iochai, a quien se atribuye la tradición del Zohar, nos dice: “Era la madre de todos los demonios, porque procedía del lado de Caín”. En el Amtahath Biniamin, Naema (Na’amah) se convierte en un demonio hembra, encargado de satisfacer todos los deseos impúdicos. Tiende a hacer perecer a la parturienta o al recién nacido. De ahí los pergaminos colocados a la cabecera de la cama de las parturientas y que llevan esta abjuración en un hebreo recargado: “No nos atormentes, Lilith, aléjate, Naema”.


Ahora bien, siempre según el Zohar, Naema es hermana de Lilith, otro demonio femenino, que contaminó a Adán, al copular con él por medio de sus fantasmas, lo mismo que Samael copuló con Eva. Se trata de íncubos o súcubos, creencias presentes en todas las tradiciones primitivas y a las que la Iglesia dio su confirmación de manera totalmente oficial en el curso de la historia. De modo que Naema es hermana de Lilith, lo mismo que Isis es hermana de Nefthys. Naema es hermana y esposa de Tubal Caín, lo mismo que Isis es esposa y hermana de Osirir Unnefer. Y en esta extraña familia, Naema y Lilith son tías lejanas de Hiram. De ahí su árbol genealógico: “El Dios Supremo y Desconocido, Samael y Eva, Caín y Lebuda, Enoc y N…, Irad y N…, Mehujael y N…, Metusael y N…, Lamec y Tsilla, Tubal Caín y Naema“. Tubal Caín constituye, por lo tanto, la séptima generación nacida de Samael y Eva. El lector familiarizado con la Cábala y con su árbol sefirótico podrá proyectar en él esta filiación. Y se enterará de muchas cosas. Por consiguiente, Hiram desciende por su padre, Ur, de Tubal Caín y, a través de éste, en línea directa de Caín y de Samael. En la tradición judía, Samael es el Ángel Rebelde, el Tentador, el Ángel de la Muerte. La masonería del siglo XVIII sacraliza lo profano mediante una muerte ritual, aceptada. Según el Zohar, al final de los tiempos Samael volverá a ocupar su lugar, una vez cumplida su tarea y expiado su error. Pero entretanto … De esta extraña tradición nació un hábito, el de denominar valle al lugar en que se reúnen ciertos altos grados de la masonería. En hebreo la palabra se traduce por gehenna, término que designa el plano infernal en la religión judía. Un grupo del siglo XVIII llevó el nombre de Hijos del Valle. En uno de los altos grados masónicos, en que los miembros se reúnen en un “valle”, el presidente del capítulo ostenta el título de “Muy Sabio Athersatha”. Ocupa el lugar de Eliaz Athersatha, el Elías Artista de los hermetistas rosacrucianos. Y ese nombre, traducido al hebreo, significa “Prodigioso Fundidor del Dios Fuerte”. En la tradición islámica, el Infierno se denomina la Fundición. Y el profeta Isaías nos dice también, a propósito del misterioso “Fundidor del Dios Fuerte”: “Soy Yo quien ha creado al Obrero que sopla sobre los carbones ardientes que necesita para su obra, soy Yo quien ha creado al Asesino que sólo piensa en destruirlo todo”. El lector racionalista experimentará, claro está, ciertas dificultades en admitir esta leyenda relatada por el Sepher-ha-Zohar. Y es evidente que no se puede basar una conclusión racional en un relato mítico, sin raíces históricas demostradas, por tradicional y antiguo que sea. Sólo los creyentes de las tres religiones de Abraham, judía, cristiana e islámica, no discutirán lo bien fundado de la misma.

En las Constituciones de Anderson de 1723 podemos leer: “En consecuencia, el príncipe Edwin convocó a todos los masones de su reino para que se uniesen a él en York, en una confederación. Ellos respondieron a su llamada y constituyeron una logia general, de la que él fue el Gran Maestre“. El príncipe Edwin, hijo menor del rey Atelstan y nieto del rey Alfredo el Grande, que vivió de 895 a 941, aparece citado en un documento de 1475, utilizado por James Anderson para la Introducción a sus Constituciones. Da la impresión de existir en este caso un error histórico, una confusión con Edwin, príncipe de Northumberland, conocido por haber construido iglesias en York, de 627 a 633, y por haber reunido en 627, igualmente en York, un Parlamento que redactó leyes y concedió cartas. Pero esta tradición, aún siendo ligeramente errónea, tiene su valor, ya que nos aporta un primer testimonio sobre los soberanos que, mucho antes que los reyes franceses Luis XV, Luis XVI, Luis XVIII y Carlos X, no desdeñaron recibir la iniciación masónica. Volviendo a Escocia e Inglaterra, cuna de la masonería actual, es importante estudiar rápidamente a los reyes Estuardo de los siglos XVII y XVIII. Descendientes de Alan Fitzfiaald, vikingo muerto en 1114, uno de ellos tomó el nombre de su función, Stewart, que designaba entonces, en el seno de la nobleza, el cargo de senescal. La forma francesa Stuart fue adoptada en 1562 por María Estuardo a su regreso a Escocia. El descendiente de Alan Fitzfiaald, que tomó el nombre de su cargo, se llamaba Walter Estuardo. Fue compañero de armas del rey de Escocia Robert Bruce y se distinguió en la batalla de Bannockburn, que tuvo lugar el 24 de junio de 1314, donde fue vencido Eduardo II, rey de Inglaterra y yerno de Felipe el Hermoso de Francia. Walter Estuardo se casó al año siguiente con Marjorie, hija de Robert Bruce, y sucedió a éste como soberano de Escocia. Robert Bruce descendía de un homónimo, Robert de Bruis, alias Bruce, del nombre de una tierra situada cerca de Cherburgo, compañero de Guillermo el Conquistador. Su biznieto se casó, antes de 1245, con Isabel, sobrina del rey de Escocia Guillermo el León, cuyo sobrenombre se perpetúa en el blasón de Escocia: “De oro, con león de oro en un trechor de lo mismo”. Llegamos así al siglo XVIII. Pero antes hemos de señalar un pequeño hecho, que quizá tenga su importancia. En 1614 se imprimió un manifiesto célebre, la Fama Fraternitatis de los rosacrucianos, que afirmaban ser “Rosa Cruces”. Entre ellos figura un nombre, el de Johannes Valentinus Andrae, nacido en Herrenberg en 1586, de una familia de pastores. Ahora bien, Valentín Andrae no era noble. Pero como todo plebeyo al que su profesión o cultura eleva por encima de las masas, posee un blasón. Porta como armas las de los Estuardo de Lennox: “De plata, con sotuer de gules, acompañado de cuatro rosas de lo mismo”. Y los Estuardo de Lennox descienden igualmente de los Plantagenet. ¿Por qué privilegio se le permite a Valentín Andrae arbolar este blasón? Es curioso ver que las armas de los Estuardo de Lennox aparecen en el mandil masónico de los Maestros Escoceses del Early Grand Scottish Rite (Rito Escocés Primitivo), y que este grado se convirtió después en el del Caballero Rosa Cruz.


Se impone tratar sobre las relaciones, muy estrechas, entre los Estuardo y la francmasonería operativa de su época. Nada más normal que el hecho de que algunos soberanos hayan sido recibidos y elevados al cargo supremo de Gran Maestre. Pero los representantes actuales de la francmasonería que se llama a sí misma “escocesa” rechazan toda posibilidad de iniciaciones femeninas. La Guilda de los Carpinteros de Norwich, que data de 1375, a la que pertenecían también los albañiles de York, recuerda que: “Todos los años, el sábado siguiente a la Ascensión, los Hermanos y las Hermanas se reunirán en un lugar determinado para recitar oraciones en honor de la Santa Trinidad y a favor de la Santa Iglesia, por la paz y la unión del país y por el reposo del alma de los difuntos, no sólo los Hermanos y las Hermanas, sino también los amigos y todos los cristianos. Si muere algún miembro de la guilda, sus Hermanos y Hermanas deben rezar por él y hacer celebrar una misa por el reposo de su alma”. Y en los archivos de la York Lodge número 236, que perteneció a la antigua Gran Logia de toda Inglaterra, al oriente de York y de origen inmemorial, hay un manuscrito de 1693, transcrito en un pergamino y ligeramente mutilado. Por él nos enteramos de que durante una recepción en el siglo XVII: “Uno de los antiguos toma el Libro, y aquel o aquella que debe ser hecho masón posa las manos sobre el Libro y entonces le son dadas las instrucciones”. Otro dato viene a contradecir la exagerada misoginia de ciertas obediencias masónicas. Hay un gran nombre femenino entre los de esos “constructores de catedrales” de los que tantos se vanaglorian de descender, tales como el de Sabine de Pierrefonds, hija de Hervé de Pierrefonds, más conocido por la forma germánica de su nombre, Erwin de Steinbach, que le fue dado por su participación en la construcción de la catedral de Estrasburgo. Sabine esculpió algunas de las estatuas de Notre Dame de París. Fue Charles Gérard quien encontró el verdadero nombre de esta familia de masones. Claro que obras como catedrales, que duraron tres o cuatro siglos, necesitaron más de un maestro de obras, y es muy probable que Sabine de Pierrefonds no fuese la única mujer que trabajase en esas obras. En las Antiguas Constituciones de los masones francos y aceptados, tomadas de un manuscrito escrito hace quinientos años, por J. Roberts, Warwick-Lane, en1722, podemos leer que entre las posibles recepciones femeninas, tal como las relatan los antiguos Deberes medievales, se puede pensar en las de las esposas de los Maestros, ya que esos reglamentos mencionan invariablemente a los dos: “No revelaréis los secretos o los proyectos de vuestro Maestro o de vuestra Maestra”. Y en lo que respecta a la Maestraevocada, se puede admitir que Sabine de Pierrefonds, escultora de estatuas, tuvo a su vez que formar Aprendices y Compañeros. Esta iniciación femenina a lafrancmasonería aceptada se extendió a una soberana, en lugar de un soberano. Se trata de la reina Ana Estuardo, hija de Jacobo II, que reinó de 1702 a 1714.

Tenemos pues a los reyes francmasones de los siglos XVI y XVII, que reinaron sobre toda Inglaterra, ya que eran también reyes de Escocia y de Irlanda. Jacobo (James) I (y VI de Escocia), nacido en Edimburgo el 19 de junio de 1566, 30 de junio en el calendario gregoriano, y muerto en Theobald Park el 27 de marzo de 1625, era hijo de María Estuardo y de Enrique Estuardo de Lennox, lord Darnley, su primo. Jacobo I se casó con Ana de Dinamarca (1574 – 1619), matrimonio del que nació Carlos I, rey de Inglaterra después de Isabel I, anglicano devoto, que persiguió por igual a los católicos y a los protestantes de la secta presbiteriana. No obstante, se convirtió a un cierto esoterismo y favoreció secretamente las asambleas rosacrucianas de la taberna de La Sirena de Londres. En 1590 se embarcó rumbo a Scania, al norte de Suecia, para ponerse en contacto con Tycho Brahe en su observatorio de Uranienborg. Tycho Brahe, astrónomo y astrólogo, muy aficionado a la magia, fue el autor del “Calendario mágico” que lleva su nombre. Tycho Brahe (1546 – 1601) fue un astrónomo danés, considerado el más grande observador del cielo en el período anterior a la invención del telescopio. Hizo que se construyera Uranienborg, un palacio que se convertiría en el primer instituto de investigación astronómica. Los instrumentos diseñados por Brahe le permitieron medir las posiciones de las estrellas y los planetas con una precisión muy superior a la de la época. Atraído por la fama de Brahe, Johannes Kepler aceptó una invitación que le hizo para trabajar junto a él en Praga. Tycho pensaba que el progreso en astronomía no podía conseguirse por la observación ocasional e investigaciones puntuales sino que se necesitaban medidas sistemáticas, noche tras noche, utilizando los instrumentos más precisos posibles. Tras la muerte de Brahe las medidas sobre la posición de los planetas pasaron a posesión de Kepler, y las medidas del movimiento de Marte, en particular de su movimiento retrógrado, fueron esenciales para que pudiera formular las tres leyes que rigen el movimiento de los planetas. Posteriormente, estas leyes sirvieron de base a la ley de la gravitación universal de Newton. Al volver de Uranienborg, Jacobo I se detuvo para visitar a Guillermo IV el Sabio, landgrave de Hesse-Cassel, protector de Tycho Brahe y relacionado con los rosacrucianos de la época. De regreso a Inglaterra, publicó su obra capital: Daemonologiae hoc est adversus incantationem sive magia institutio, auctore serenissime potentissimioque principe. Por último, en 1593 creó la Rosa Cruz Real, con treinta y dos caballeros de la Orden de San Andrés del Cardo, fundada en 1314 por Robert Bruce y restablecida por su padre, Jacobo V de Escocia, en 1540. Convertido en 1603 en rey de Inglaterra, a la muerte de Isabel I, reinó sobre Inglaterra y Escocia con el nombre de Jacobo I. Los masones operativos escoceses tendrán desde entonces derecho a elegir a su Gran Maestre, ya que Jacobo I será desde entonces miembro de los masones operativos ingleses. William Sinclair de Roslin le sucederá en Escocia a la cabeza de las logias operativas.


Carlos I, nacido en Dunferline, Escocia, el 19 de noviembre de 1600, y muerto en Londres el 30 de enero de 1649, hijo de Jacobo I y de Ana de Dinamarca, se casó en 1625 con Enriqueta de Francia, hermana de Luis XIII e hija de Enrique IV. Gran señor, cortés, liberal, dividido entre el catolicismo militante de su esposa y su papel de jefe de la Iglesia anglicana, religión de Estado a partir de Eduardo VIII, Carlos I era un místico. Durante su reinado, en 1645, se constituyó en Londres el Colegio Invisible, nacido de la Rosae Vía de 1610. El Colegio Invisible fue un precursor de la Royal Society del Reino Unido. Se trataba de un grupo de filósofos de la naturaleza, entre ellos Robert Boyle, John Wilkins, John Wallis, John Evelyn, Robert Hooke, Christopher Wren, y William Petty. En las cartas de 1646 y 1647, Boyle se refiere a “nuestro colegio invisible” o “nuestra universidad filosófica“. El tema común de la sociedad fue la adquisición de conocimientos a través de la investigación experimental. A su vez, los “Hartlibianos”, un círculo de personas en torno a Samuel Hartlib , fueron los precursores del Colegio Invisible. Sir Cheney Culpeper y Benjamin Worsley se interesaron por la alquimia, pero también por temas agrícolas. La idea de un colegio invisible se volvió influyente en Europa en el siglo XVII, en particular, en la forma de una red de intercambio de ideas entre sabios o intelectuales. Se trata de un modelo alternativo al de la revista erudita, dominante en el siglo XIX. La idea de colegio invisible se ejemplifica con la red de astrónomos, profesores, matemáticos y filósofos de la naturaleza del siglo XVI en Europa. Hombres como Johannes Kepler, Georg Joachim Rheticus, John Dee y Tycho Brahe compartieron información e ideas entre sí en un colegio invisible. Uno de los métodos más comunes utilizados para comunicarse era a través de los márgenes del libro, con anotaciones escritas en las copias personales de los libros. Un año más tarde Carlos I envió a Jean Sparow a Alemania a recoger las enseñanzas de Jacob Boehme, místico y teósofo luterano, pensando en su publicación. El odio de los presbiterianos suscitará la revolución de 1649, y Cromwell le hará decapitar. Fue también este soberano quien en 1633 ordenó a John Milne, su maestro de obras, construir con la colaboración de John Bartonn, en el jardín del palacio de Holyrod, en Edimburgo, el misterioso “reloj solar” que describe Fulcanelli en sus Moradas Filosofales. En realidad, este icosaedro emblemático de la Gran Obra, vinculado por su decoración no sólo a Carlos I, su esposa Enriqueta de Francia y su joven hijo, el futuro Carlos II, sino también a la Orden de San Andrés del Cardo, revela a la vez la marcha del Sol de los Sabios, el Sello de Sabiduría de los alquimistas, de ahí su exoterismo de reloj solar, y lo que fue en realidad el misterioso Baphomet de los caballeros del Temple. Baphomet es un supuesto ídolo o deidad cuyo culto se le atribuye a los Caballeros de la Orden del Temple. Su nombre apareció por primera vez cuando los templarios fueron enjuiciados por herejes. Durante el proceso muchos de los caballeros de la orden fueron sometidos a tortura, y confesaron numerosos actos heréticos. Entre ellos se incluyó la adoración a un ídolo de este nombre. Se entiende que aquellos que buscan destacar esta imagen son contrarios al cristianismo.

Los de Escocia se habían convertido en la Orden de San Andrés del Cardo el 24 de junio de 1314, tras la victoria de Bannockburn, trascendental victoria escocesa contra los ingleses en las Guerras de independencia de Escocia. Carlos II, primogénito de Carlos I, se convierte en rey de derecho, exiliado con su madre Enriqueta de Francia y su hermana Enriqueta de Inglaterra, futura esposa de Felipe de Orleáns, Monsieur, hermano de Luis XIV. En 1658 muere Cromwell. Al año siguiente el general Monck, jefe del ejército escocés, miembro de la Gran Logia Operativa de Edimburgo como masón aceptado, es hecho caballero de San Andrés. En el seno de la masonería operativa anglo escocesa se forma la Orden de los Maestros Escoceses de San Andrés, que agrupa a los partidarios de los Estuardo que han sido recibidos como masones aceptados, núcleo que se mantendrá prácticamente secreto, pero que será el foco del que irradiarán las futuras logias militares de Saint-Germain-en-Laye, bajo Jacobo II. En 1660 Carlos II sube al trono de Inglaterra gracias al golpe de Estado del general Monck. En 1662 asegura la publicación de las obras de Jacob Boehme que se había propuesto su padre. Crea después la Royal Society, derivada delColegio Invisible. Jacobo II, su hermano, anteriormente duque de York, nació en Londres el 14 de octubre de 1633 y murió en Saint-Germain-en-Laye el 5 de septiembre de 1701. en 1673 se casó con María de Módena. Capturado en 1646 por las tropas de Cromwell, consiguió escapar y huir a Holanda. De 1648 hasta 1600, fecha de la restauración de los Estuardo, vivió en Francia. Nombrado gran almirante, se distinguió en la lucha contra los holandeses, a los cuales arrebató Nueva Amsterdam, bautizada después Nueva York en recuerdo de su victoria. Convertido al catolicismo en 1672, un año antes de su matrimonio con María de Módena, condición impuesta para este matrimonio, se atrajo la hostilidad de los whigs, antiguo nombre del Partido Liberal británico, pero el Parlamento fracasó en sus tentativas de excluirle de la sucesión al trono. Durante su exilio en Francia, en Saint-Germain-en-Laye, los oficiales y suboficiales de los regimientos escoceses e irlandeses que le habían seguido fielmente crean las primeras logias militares, fuente de la francmasonería francesa. Será la célebremasonería jacobita o masonería estuardista. En esta pequeña corte, gentileshombres ya afiliados a la Orden de los Maestros Escoceses, constituida en Londres en 1659, fundan, bajo el patronato real, la Orden de San Andrés del Cardo. El ritual, de doble sentido, simboliza la reconstrucción del templo de Jerusalén por Zorobabel, pero también la restauración de los Estuardo.


Ana Estuardo, hija de Jacobo II, entonces duque de York, y de su primera esposa, Ana Hyde, nació en Londres el 6 de febrero de 1665 y murió, también en Londres, el 12 de agosto de 1714. Fue reina de Gran Bretaña y de Irlanda de 1702 a 1714. Se había casado en 1683 con el príncipe Jorge de Dinamarca, muerto en 1708. Tuvieron diecisiete hijos, que murieron todos a temprana edad. La sucedió Jorge I de Hannover (1600-1727), rey de facto, que no se interesó por los asuntos de su reino, ignoró la lengua inglesa y vivió en Alemania con la mayor frecuencia que pudo. Jacobo III Estuardo (Jacobo Francisco Eduardo), llamado el “Caballero de San Jorge”, fue rey de derecho de 1701 a 1766. nacido en Londres el 10 de junio de 1688 y muerto en Roma el 2 de enero de 1766, el papa Clemente XI y el rey Luis XIV de Francia le reconocieron como soberano de Gran Bretaña a la muerte de su padre Jacobo II (1701). En 1719 se casó, en Roma, con la princesa Sobieska. Excluido del trono por el Acta de Establecimiento, siguió siendo pretendiente al mismo, con el apoyo de Francia, y participó formando parte de las filas francesas en la batalla de Malplaquet. Sus partidarios se sublevaron en Escocia, bajo la dirección del conde del Mar. Desembarcó allí en 1715, pero fue rechazado hasta el mar. Dado que el Tratado de Utrecht le impedía residir en Francia, se retiró a Italia, donde se casó, como hemos dicho, con la bella princesa Sobieska. Más tarde la abandonó por la condesa de Inverness, escocesa como él, lo que explica esta separación. Discípulo de Fénelon, del que fue amigo, había heredado la afabilidad y la complacencia de su abuelo Carlos I. Carlos Eduardo, Carlos III, llamado el “Pretendiente”, conde de Albany, nació en Roma el 31 de diciembre de 1720 y murió en Roma el 31 de enero de 1788. Ya desde muy joven demostró excelentes condiciones militares. Con la ayuda francesa desembarcó en Escocia en agosto de 1745. El 17 se septiembre consiguió la victoria sobre las tropas enemigas y se apoderó de Edimburgo. Volvió a vencer a sus adversarios en Prestompans, avanzó hasta Derby y venció una vez más en Falkirk, Escocia, en enero de 1746, pero fue aplastado en Culloden por el duque de Cumberland (16 de abril de 1746), a causa de la indisciplina de algunas de sus tropas. Al quedarle prohibida Francia por la Paz de Aquisgrán, se exilió a Italia bajo el nombre de conde de Albany y se casó en 1772 con la bella condesa de Stolberg, una alemana, hija del príncipe Gustavo Adolfo de Stolberg, que le engañó rápidamente con el poeta Alfieri. Desalentado por sus fracasos y desolado por sus penas conyugales, ese príncipe valiente y caballeroso se dejó arrastrar al etilismo.

Tenemos que algunos de los descendientes de Robert Bruce, que fueron reyes de Escocia o de Inglaterra, pertenecieron a la francmasonería especulativa de su época como masones aceptados y que, con toda seguridad, ocuparon el cargo de Gran Maestre, que toda logia consideraba un honor ofrecerles, para poder denominarse Logia Real. En 1874 un masón erudito, el señor de Loucelles, publicó un opúsculo. En su estudio, basándose probablemente en documentos de archivo y en tradiciones orales conservadas entonces en el seno de esta Logia Real, afirma que Jacobo I, Carlos II y Jacobo II fueron Grandes Maestres de la francmasonería operativa. En 1672 Carlos II promulgó un edicto concediendo la libertad de conciencia. En 1687 Jacobo II firmó laDeclaración llamada de la indulgencia y, en 1693, promulgó el Edicto de tolerancia. Recordando el interés prestado por Carlos I a los místicos heterodoxos y su búsqueda de los escritos de Jacob Boehme, se puede considerar como posible su afiliación a la misma francmasonería operativa y su título de Gran Maestre. En cuanto a Jacobo III, no sabemos nada, salvo que al parecer prohibió a su hijo Carlos Estuardo adherirse a ella. Pero como padre e hijo vivían entonces en Roma, y el papa Clemente XII había excomulgado a los francmasones y sus sucesores pagaban a los Estuardo una pequeña pensión, esa repudiación fue quizá tan sólo aparente. En el mes de octubre de 1688 su rival Guillermo de Orange publicó en Inglaterra el Edicto de tolerancia para los no conformistas y el Edicto de libertad de conciencia para los católicos. Y en 1692 firmó la Declaración de hostilidad a toda persecución religiosa. También él fue miembro de la francmasonería operativa. Y esta tradición continuó, puesto que el uso quiere que los soberanos de Gran Bretaña sean los Grandes Maestres de la Gran Logia Unida de Inglaterra. Como la reina Isabel II no puede ser iniciada, ya que la Gran Logia se muestra acerbamente opuesta a las “recepciones femeninas”, es el duque de Kent, Eduardo de Windsor, nieto del rey Jorge V, y nacido en 1935, el que asume la gran maestría. Después de él, será el actual príncipe Carlos, heredero de la corona británica, el que asumirá el cargo de Gran Maestre de la Gran Logia Unida de Inglaterra. Sin embargo, en 1985 todavía no estaba iniciado, y ciertos rumores dan a entender que no se siente nada atraído por este cargo, que su abuelo el rey Jorge VI asumió con celo y fidelidad. Parece sorprendente la pertenencia de los soberanos de Escocia y de Inglaterra a la masonería, primero operativa y luego mixta (operativo-especulativa), mientras que no se señala nada semejante en cuanto a los reyes de Francia. Se trata sólo de una carencia de documentación histórica, ya sea que la enseñanza estatal, entonces más o menos impregnada de clericalismo, ocultase voluntariamente el detalle, ya sea que los elementos masónicos, bastante inclinados a la izquierda desde finales del siglo XIX, hayan considerado útil el disimularlo. Como ejemplo tenemos que a los Estuardo se los ha presentado como dominados por la Compañía de Jesús.


De todos modos, hubo reyes de Francia afiliados a la masonería especulativa. Incluso, antes que ella, a los gremios, a pesar de la condenación de la Iglesia. En efecto, ya en el siglo XVI, el rey Francisco I se afilió a la corporación de leñadores y carboneros. En el siglo XVII, que marcó con su largo reino, Luis XIV no siguió el camino de su cuñado y su primo, los reyes Carlos I y Carlos II. Sin embargo, su nieto, el Bien Amado, no desdeñó ser recibido en la francmasonería de su tiempo. Luis XV de Francia (1710 – 1774), llamado El Bien Amado (Le Bien-Aimé), fue rey de Francia y de Navarra entre los años 1715 y 1774. Además, fue copríncipe de Andorra y duque de Anjou. Heredado el trono de su bisabuelo Luis XIV a la edad de cinco años, pasó sus primeros años de reinado en relativa tranquilidad, rodeado de preceptores que le proveyeron una gran cultura, mientras que el poder efectivo fue entregado a varios regentes. Al alcanzar la mayoría de edad le confió el gobierno al cardenal Fleury, su antiguo preceptor. A diferencia de Luis XIV no tuvo contacto directo con la vida política de su país. Se reunía con poca frecuencia con sus ministros y actuó en contra de sus expectativas, tramando una red de diplomáticos y espías. Su desinterés por la política y la constante sucesión de ministros que debilitaban el poder de Francia en Europa contribuyeron en sentar las bases para la Revolución Francesa. Al inicio de su reinado fue amado por el pueblo, que rápidamente le apodó como El Bien Amado. Con los años, su debilidad en la toma de decisiones y la constante e intrigante presencia de sus amantes dinamitó su popularidad, produciéndose algunas celebraciones a su muerte en París. Por ello, hubo de celebrarse en secreto su funeral, para evitar que se produjeran burlas públicas ante su ataúd, tal y como ocurrió con su predecesor. Bajo su reinado, Francia logró grandes éxitos militares, como la anexión del Ducado de Lorena y Córcega. Sin embargo, perdió gran parte de su imperio colonial a manos de Gran Bretaña. “Resulta singular comprobar, por otra parte – escribe G. Bord en su libro La FrancMaçonnerie en France -, la actitud de la F. M.·frente a la persona del rey. Leyendo sus panegíricos, se creería que fue ella quien le dio el sobrenombre de Bien Amado. Le considera el mejor, el más virtuoso de los príncipes; bajo su reinado, se ve renacer la edad de oro”. Los cantos masónicos de la época lo alaban sin medida: “Bajo el augusto Luis, cuyas virtudes corona el amor más tierno, todo puede esperarse. En él la humanidad, prodigando sus tesoros, abre, por el Espíritu Santo, la entrada en el siglo de oro”.Cuando Luis XV pone la primera piedra de la iglesia Sainte-Geneviève-du-Mont, convertida más tarde en el Panteón, el abate Pingré compone este cuarteto en su honor: “Cuando, cetro en mano, Luis dicta sus leyes, un francés ve en su amo a un tierno padre; si, para fundar un templo, toma en mano la escuadra, un masón ve en su hermano al más grande de los reyes”. 

Hay una poesía en latín que pone bien de relieve la cualidad masónica de Luis XV, que el abate Pingré subraya intencionadamente: “¡Oh, vos, por quiennuestro Arte verdaderamente Real debe, tras haber disipado las tinieblas, irradiar una luz siempre nueva sobre la posteridad más remota, vivid largo tiempo, y que vuestros años multiplicados estén siempre marcados con el sello de la felicidad! Vivid para vuestros pueblos; no pueden ser felices sin vos. Al afirmar los tratados de una paz deseada, hacéis florecer las ciencias; las artes no sólo imitan, sino que superan a la naturaleza; el comerciante, seguro bajo vuestros auspicios, vuela sin temor a los extremos del universo. Gracias a vos, la religión conserva todo su esplendor; bajo vuestras leyes, Themis ajusta todo a los pesos de una balanza firme y equitativa; la piedad y la fe se atreven a mostrar su frente augusta; una justa venganza es el precio de ciertos crímenes. ¡Oh, el mejor de los reyes, por quien los franceses ven renacer el siglo de oro! Ojalá pudierais vivir feliz durante un número de siglos igual al de los cañones que los masones han disparado en vuestro honor en toda la extensión del universo, al de los elogios que la reunión de todas las virtudes os ha merecido, al de los ciudadanos cuya tranquilidad está necesariamente unida a la conservación del verdadero Padre de la Patria”. En 1737 las molestias policíacas suscitadas por ciertos funcionarios celosos tropezaron con el hecho de que la francmasonería tenía entonces como Gran Maestre a Louis de Pardaillan de Gondrin, duque de Antin. Y cuando el teniente de policía Hérault pretendió penetrar en la logia reunida en la Râpée y que presidía el duque de Antin, a fin de prohibir la tenida, el duque echó mano a la espada, y Hérault tuvo que batirse en retirada. Se cuenta que Luis XV comentó: “Si Antin se obstina en tener logia, le enviaré a tenerla en la Bastilla”. Antin se obstinó, y no le sucedió nada. El rey sólo estaba bromeando. Su sucesor como Gran Maestre fue Luis de Borbón-Condé, conde de Clermont, príncipe de sangre real y nieto de Luis XIV. Con él, la francmasonería francesa no tuyo ya nada que temer, y el modo en que se desarrolló muestra con claridad que ninguna medida grave de la policía se opuso a ese desarrollo. Volviendo a Luis XV, podemos precisar que recibió los tres grados masónicos durante la misma velada, pero sin pasar por las pruebas rituales, en la logia La Chambre du Roi, logia que agrupaba a los gentileshombres nombrados para un oficio y que formaba el servicio del mismo nombre. Y cuando Luis XV ennobleció a Voltaire, nombrándole “gentilhombre ordinario de la Cámara del Rey”, el filósofo, historiógrafo del rey, y miembro de la Academia francesa, frecuentó con toda certeza esa logia, antes de la tumultuosa recepción del 7 de abril de 1778 en la logia Les Neuf Soeurs, donde se limitaron a entregarle el mandil masónico de Helvecio.


Claude-Adrien Helvétius (París, Francia, 26 de febrero de 1715 – París,1 26 de diciembre de 1771) fue un filósofo francés. Su apellido puede castellanizarse y escribirse “Helvecio” (véase por ejemplo la voz correspondiente en el Diccionario de filosofía de José Ferrater Mora, 4 volúmenes, Barcelona, Ariel, 1.ª edición revisada, 1994). Descendía de una familia de médicos y su nombre original era Schweitzer, latinizado como Helvétius. Su abuelo introdujo el uso medicinal de la ipecacuana; su padre fue primer médico de la reina María Leszczynska de Francia. Estudió con los jesuitas y fue preparado para una carrera financiera, pero ocupaba el tiempo haciendo versos. Leyó el Ensayo sobre el intelecto humano de John Locke y adoptó teorías muy parecidas a las de Condillac. Según Helvecio, todas las ideas tienen su origen en sensaciones y estas son simplemente afecciones de los sentidos. Sus ideas son sólo un punto de partida para una doctrina ética y política, ya que quería aplicar el empirismo de Locke al campo moral y social. Participó además en la Enciclopedia de Denis Diderot y D’Alembert. Como presupuesto general afirma el valor supremo del interés, que puede ser definido como un impulso hacia la obtención del placer y la eliminación del dolor y que procura los placeres más grandes y elevados, es decir la mayor felicidad. Este interés es en el individuo tan fuerte que sin él no puede entenderse ninguno de sus actos. Y no es algo espiritual, sino que en tanto que viene de los sentidos, es algo externo. Para Helvétius los hombres buscan, por necesidad, la satisfacción de sus propios intereses egoístas. Bueno es entonces lo que supone útil para satisfacerlos. Pero existe el problema de equilibrar los distintos intereses personales con el interés general, muchas veces enfrentados por legislaciones defectuosas. Se trata entonces de lograr el mayor bien del mayor número. Esto se consigue con leyes apropiadas, ya que Helvétius sostiene que «los vicios de un pueblo están siempre escondidos en el fondo de su legislación». Es lícito y preciso controlar y educar este interés individual, en tanto que es algo externo, en beneficio de otro tipo de interés, el interés general. Determinar lo bueno para todos y cada uno corresponde al legislador, a cuyo cargo está, en consecuencia, establecer la moralidad o inmoralidad de los intereses y de las acciones. En otras palabras, su tarea consiste en obligar a cada hombre, utilizando el sentimiento de amor a sí mismo, esto es, su egoísmo, a ser justo con los demás para lograr el perfecto equilibrio-social. Esto se logra sobre todo con leyes capaces de hacer felices a los ciudadanos procurándoles el mayor número posible de placeres compatibles con el bien público. Por eso es considerado uno de los precursores de una de las tendencias que influirá decididamente no sólo en el pensamiento jurídico-político de ese momento, sino en concepciones posteriores como el utilitarismo.

Luis XV fue un rey muy calumniado. Los jesuitas, a los que expulsó de su reino, tuvieron su parte de culpa en aquella época. Era muy liberal, y aunque, al ser muy piadoso, comía de vigilia todos los viernes, toleraba que Madame de Pompadour y el primer ministro, el duque de Choiseul, comieran carne en su mesa, sin preocuparse de lo que pensara la Iglesia. Cuando el filósofo Claudio Adrián Helvecio incurrió en las iras de Roma a causa de su libro Sobre el Espíritu(1758), libro quemado en la plaza pública, el rey le libró del encarcelamiento y de las persecuciones. Helvecio era masón, y Luis XV no lo ignoraba. Más tarde, en 1766, Jean-François Lefebvre, caballero de La Barre, que tenía diecisiete años, afeitó, en estado de embriaguez y al volver de la caza, el bigote y la barba de un Cristo de madera colocado a la entrada de Abbeville. El tribunal de la ciudad le condenó a que se le cortase la mano derecha, que sería quemada luego en fuego de azufre, a que se le arrancase la lengua, a que se le aplicasen tenazas al rojo y se le quemase vivo, tras haber sufrido tortura. De La Barre apeló al Parlamento de París, pero ya el rey había decidido que sería decapitado previamente. Luis XV había suprimido ya las galeras en 1748, horrorizado ante su régimen inhumano. Sustituyó esta pena por los trabajos forzados portuarios. Los condenados no llevaban más que la cadena y la bola sujeta a un pie, y colaboraban en las obras de los puertos y los arsenales. Los que se distinguían por su buena conducta podían ir a trabajar a la ciudad y amasar un peculio. El rey pensó también en establecer la igualdad de todos los franceses ante el impuesto. Todo el mundo se puso en su contra, desde el campesinado, que se negaba a hacer el servicio militar, hasta la burguesía, la nobleza y el clero. Por consiguiente, no se puede negar que, si el rey frecuentaba su logia madre, recibió al menos de ella unas normas de comportamiento. Este rey masón era muy lúcido. En una carta a su tía, la Princesa Palatina, escribe: “El espíritu de los filósofos lo desorganiza todo; compadezco a mis sucesores; después de mí, el diluvio lo arrasará todo”. Y también era muy humano. La noche de la batalla de Fonenoy, el 11 de marzo de 1745, dijo dirigiéndose al joven delfín: “Hijo mío, ved toda la sangre que cuesta una victoria. La sangre de nuestros enemigos es también sangre humana. La verdadera gloria está en preservarla”. En una carta del 8 de mayo de 1763 a uno de sus agentes secretos, declara: “Un rey no se sirve jamás de la palabra ‘odiar’ con sus súbditos”. Y en una carta del 31 de agosto de 1746, dirigida al mariscal de Noailles, hizo esta declaración que nadie imaginaría en una pluma real de la época: “Señor mariscal, la voz del pueblo es la voz de Dios”.


Debe admitirse que el espíritu de la francmasonería impregnó a Luis XV a su pesar, al contacto con sus “hermanos”, los oficiales de la Chambre du Roi. Mucho más tarde, después de la subida al trono de Luis XVI, a la muerte de Luis XV (1774), el Grande Oriente de Francia funda al Oriente de la Corte, según la expresión ritual, la logia militar de los Trois Frères Unis, cuyos fuegos se encendieron el 1º de agosto de 1775. Dicha logia agrupa oficialmente a los guardias de corps del rey, o de Monsieur, conde de Provenza (el futuro Luis XVIII), o de monseñor el conde de Artois (el futuro Carlos X), a los oficiales, a los suizos de la guardia, a los funcionarios del despacho de la guerra, a los gendarmes del rey, y a los oficiales de la caballería ligera. Dado que se compone exclusivamente de masones vinculados por sus funciones a la familia real, pide que se le conceda el título que llevaban las de Jacobo II en Saint-Germain-en-Laye, es decir, Logia Real. El Grande Oriente se niega, pero no puede rechazar la denominación al Oriente de la Corte, puesto que los Hermanos están obligados a seguir a ésta cuando abandona Versalles. Si, como se dice, Luis XVI fue recibido como masón en este taller, muy brevemente, en una sola tenida, como Luis XV, eso justificaría que los convencionales, todos ellos masones, diesen al joven delfín, el futuro Luis XVII, el sobrenombre de “lobezno”. Este término, que proviene directamente de la antigua masonería operativa, en que la loba es uno de los útiles de los antiguos canteros, designa a los hijos de los Maestros masones. Por otra parte, cuando Luis XVI se dirigió espontáneamente al Hôtel de Ville de París, el 17 de julio de 1789, tres días después de la toma de la Bastilla, para aceptar la escarapela tricolor en lugar de la blanca habitual, le esperaba una doble fila de gentileshombres. Todos eran sin la menor duda masones, ya que, a una breve señal, desenvainaron las espadas y formaron la muy masónica “bóveda de acero” para acoger al soberano, recordatorio discreto de la calidad que había recibido catorce años antes y que le imponía deberes, al tiempo que infundía respeto por su persona real. Los miembros del tribunal revolucionario le concedían, a pesar de todo, el privilegio de ir en carroza hasta el lugar de su ejecución, el 21 de enero de 1793. La bóveda de aceroes un homenaje rendido en el templo masónico a un dignatario o a un visitante eminente por los hermanos alineados con las espadas en alto entrecruzadas. En lo que respecta a Luis XVIII, ex conde de Provenza, el historiador y masón F.T. Clavel, en su Histoirde pittoresque de la Francmaçonnerie (París, 1843), dice así: “Luis (XVIII) era demasiado magnánimo para prestar oído a las calumnias de que se hacía objeto a la masonería. Lejos de eso, aplaudió nuestros nobles trabajos y permitió que una medalla diese constancia del acontecimiento y perpetuase su memoria. Admitido anteriormente al conocimiento de nuestros misterios, había apreciado sus medios y su finalidad”. Clavel pronuncia estas palabras el 3 de noviembre de 1824, en la logia escocesa Emeth,durante la tenida solemne en el curso de la cual se pronunció el elogio fúnebre de Luis XVIII y se celebró el advenimiento de Carlos X.

Después de la batería de duelo y el triple grito de lamentación ritual, Clavel continuó: “Carlos X penetró en otro tiempo en el santuario de nuestros templos. La luz de la iniciación brilló ante sus ojos. El grande y noble objetivo que nos reúne se desarrolló en su espíritu. Por lo tanto, ¿cómo podría dejar de protegernos? Veo ya en un porvenir muy próximo que la masonería recobrará, bajo su poderoso protectorado, todo su antiguo esplendor. En vano se pretende achacarle el propósito de abolir nuestra generosa Orden. La mera suposición sería una injuria. Son nuestros enemigos, los malvados, los que suscitan en nosotros esos temores. Su tentativa fracasará”. Sin embargo, el 13 de marzo de 1825, el papa León XII publica la constitución apostólica “Quo graviora”, en la cual repite las condenaciones precedentes pronunciadas contra todas las sociedades secretas. Esta vez la excomunión tendrá pleno efecto, ya que el Concordato de 1801, firmado por Napoleón I y el papa Pío VII, da a Roma plenos poderes sobre la Iglesia de Francia, lo que nunca le había reconocido la antigua monarquía. Además, si bien Carlos X había promulgado al comienzo de su reinado medidas liberales, se había visto desbordado muy rápidamente por los ultras. Y su amante muy querida, la señora de Polastron, le había suplicado y hecho prometer en su lecho de muerte que compensaría sus calaveradas juveniles mediante una vida ejemplar. Forzado por esta promesa a la cabecera de la moribunda, Carlos X olvidó el juramento masónico del conde de Artois. Puede decirse que la cadena que, de Jacobo I de Inglaterra a Carlos X de Francia, había unido a todos esos primos de sangre, para convertirlos en hermanos por el compás y la escuadra, se había roto ante la tumba de la señora de Polastron, de nombre Yolande Martine Gabrielle de Polastron, condesa y duquesa de Polignac (1749 – 1793), que fue una aristócrata francesa. Los lazos entre Francia y Escocia se remontan a muy lejos, a laGuerra de los Cien Años. Ya Luis XI se había casado en 1436 con Margarita de Escocia, hija de Jacobo I de Escocia. La princesa tenía entonces once años. Más tarde veremos a Luis XIII convertirse en cuñado de Carlos I de Inglaterra y Escocia. Luis XIV será primo carnal de Carlos II de Inglaterra y Escocia, y de su hermano, el futuro Jacobo II. Luis XV será, pues, primo de Jacobo III, llamado el “Caballero de San Jorge”. Luis XVI, Luis XVIII y Carlos X lo serán de Carlos III de Inglaterra y Escocia, el “Pretendiente”. Sólo la subida al trono de Inglaterra de la Casa de Hannover romperá esos lazos familiares.


La guerra de los Cien Años fue un conflicto armado que duró 116 años (del 1 de enero de 1337 al 17 de octubre de 1453) entre los reinos de Francia e Inglaterra. Esta guerra fue de raíz feudal, pues su propósito era resolver quién controlaría las enormes posesiones acumuladas por los monarcas ingleses desde 1154 en territorios franceses, debido al ascenso al trono inglés de Enrique II Plantagenet, conde de Anjou. Tuvo implicaciones internacionales, involucrando también a Escocia contra Inglaterra, y finalmente, después de numerosos avatares, se saldó con la retirada inglesa de tierras francesas. La rivalidad entre Francia e Inglaterra provenía de los tiempos de la Batalla de Hastings (1066), cuando la victoria del duque Guillermo de Normandía le permitió adueñarse de Inglaterra. Ahora los normandos eran reyes de una gran nación y exigirían al rey francés ser tratados como tales. Pero el punto de vista de Francia no era el mismo. El Ducado de Normandía siempre había sido vasallo, y el hecho de que los normandos hubiesen ascendido al trono de Inglaterra no tenía por qué cambiar la sumisión tradicional del ducado a la corona de París. Enfermo Enrique VI, Inglaterra quedó, tras el fin de la guerra de los Cien Años, en manos de Somerset y York, enemigos declarados y absolutamente enfrentados ideológicamente, mientras Gloucester estaba en prisión. Guiados por intereses personales, no se preocuparon por consolidar la flamante paz, sino que embarcaron a su país en una sangrienta guerra civil dinástica que se conocería como la guerra de las Dos Rosas. En Francia, por su parte, la monarquía y el absolutismo fueron consolidados por Luis XI, hijo de Carlos VII. Luego de grandes conquistas, como Borgoña y Picardía, la Casa de Valois se extinguió como lo había hecho antes la de los Capetos. Estas caídas prefiguraban el fin de los estados feudales y el comienzo de la Europa Moderna que se harían realidad en el siglo siguiente. Mientras tanto, la francmasonería tradicionalista y apolítica, el Grande Oriente, continuará sus trabajos, con grandes nombres a su cabeza. Y la muerte del duque de Berry, hijo de Carlos X, miembro de la logia La Trinité,asesinado por Louvel, será llorada en numerosas logias del Gran Oriente de Francia. Sin esta muerte, los franceses hubieran tenido un rey masón más. Carlos Fernando de Artois, duque de Berry, (1778 – 1820), fue un príncipe real de Francia. Carlos Fernando de Artois era el segundo hijo varón de Carlos X de Francia y su esposa María Teresa de Saboya. Era descendiente de Felipe V de España y de Luis XIV de Francia.

Durante la Revolución francesa debió abandonar su país junto a su padre, en ese entonces Conde de Artois. Sirvió en el ejército de Condé entre 1792 y 1797 y luego en el ejército ruso en contra de Napoleón. La derrota de éste y la ascensión de su tío como Luis XVIII de Francia le transformó en general en jefe del ejército francés. Debido a que su hermano mayor, el duque de Angulema y su esposa Madame Royale no tenían hijos, él duque de Berry estaba considerado como heredero al trono de Francia. En 1812 es propuesto el matrimonio del duque de Berry con la Gran Duquesa Ana Pávlovna de Rusia, tras la abdicación de Napoleón Bonaparte, un masón, a manos del hermano de ésta, Alejandro, Zar de Rusia. Se planteaba como una muy buena unión, dado que Carlos Fernando era sobrino del rey Luis XVIII, quien en este momento recibe la corona de Francia. El duque de Berry estuvo casado secretamente en primeras nupcias con una dama inglesa, Amy Brown Freeman, de la cual tuvo que separarse para contraer un segundo matrimonio más acorde con su rango. En 1816 se casó con la princesa María Carolina de Borbón-Dos Sicilias, la que le dio dos hijos: Luisa de Francia (1819-1864), esposa del duque de Parma; y Enrique de Francia, Conde de Chambord (1820-1883), duque de Burdeos, hijo póstumo. El duque de Berry murió asesinado por Louis Pierre Louvel en 1824, cuando salía de la Ópera de París y siete meses después nació su hijo varón. Su esposa, ya viuda, se casó con Hector Lucchesi-Palli en medio de un escándalo que desacreditaría la causa de su hijo, el pretendiente al trono francés Enrique V de Francia. El asesinato fue motivado por la adhesión del duque de Berry al que sería Luis XVII, a quien quería ceder su derecho al trono y en cuyo favor intentaba hacer abdicar a Luis XVIII. Louis Elie Decazes (1780 – 1860), conde Decazes, fue un importante político francés del siglo XIX. La prensa acusó a Decazes de ser responsable del asesinato del Duque de Berry.


Al recibir la iniciación como Aprendiz, el francmasón admite de facto las enseñanzas platónicas. Pero las leyendas no son sino la materialización de los mitos, su vía de transmisión. Los mitos desarrollan lo que los símbolos revelan en un lenguaje mudo. Los símbolos nos unen, conscientemente o no, a losarquetipos. Y estos últimos no son otra cosa que las Ideas Eternas de Platón. La teoría de las Ideas representa el núcleo de la filosofía platónica, el eje a través del cual se articula todo su pensamiento. No se encuentra formulada como tal en ninguna de sus obras, sino tratada, desde diferentes aspectos, en varias de sus obras de madurez como La República, Fedón y Fedro. Por lo general se considera que la teoría de las Ideas es propiamente una teoría platónica, pese a que varios estudiosos de Platón, como Burnet o Taylor, hayan defendido la tesis de que Platón la había tomado directamente de Sócrates. Los estudios de D. Ross, entre otros, han puesto de manifiesto las insuficiencias de dicha atribución, apoyando así la interpretación más generalmente aceptada. Tradicionalmente se ha interpretado la teoría de las Ideas de la siguiente manera: Platón distingue dos modos de realidad, una, a la que llama inteligible, y otra a la que llama sensible. La realidad inteligible, a la que denomina “Idea“, tiene las características de ser inmaterial y eterna, siendo, por lo tanto, ajena al cambio. Y constituye el modelo o arquetipo de la otra realidad, la sensible, constituida por lo que ordinariamente llamamos “cosas“, y que tiene las características de ser material y corruptible, y que resulta no ser más que una copia de la realidad inteligible. La primera forma de realidad, constituida por las Ideas, representaría el verdadero ser, mientras que de la segunda forma de realidad, las realidades materiales o “cosas“, hallándose en un constante devenir, nunca podrá decirse de ellas que verdaderamente son. Además, sólo la Idea es susceptible de un verdadero conocimiento, mientras que la realidad sensible, las cosas, sólo son susceptibles de opinión. De la forma en que Platón se refiere a las Ideas en varias de sus obras, así como de la afirmación aristotélica en la “Metafísica” según la cual Platón “separó” las Ideas de las cosas, suele formar parte de esta presentación tradicional de la teoría de las Ideas la afirmación de la separación entre lo sensible y lo inteligible como una característica propia de ella. Las grandes religiones politeístas se han limitado a divinizar estas Ideas. Tras la investidura impuesta por la angelología judía, hay que ver en el Samael que nos presenta el Zohar una de las Ideas Eternas, a saber, la Rebelión-Principio, más vivaz, más activa, más irradiante de lo que el público ordinario supone. Por consiguiente, la introducción de la muerte de Hiram en la nueva francmasonería, únicamente especulativa, con su aparición oficial en 1723, lanzó a ésta por la “vía de la izquierda”, la Prasavya del hinduismo, vía que desde entonces han seguido, de manera insensible y progresiva, tanto las obediencias como los miembros de las mismas. Moviéndose en dirección contraria a las agujas del reloj, como por ejemplo manteniendo el hombro izquierdo apuntando a un objeto central, llamado prasavya, es observado en ceremonias funerales.

Este comportamiento materialista, ya sea explícito o formal, ya sea la actuación inconsciente de la vida diaria, trajo necesariamente consigo una modificación importante de toda la constitución psicofisiológica de los individuos. La mayor parte de nuestros contemporáneos se han vuelto absolutamente cerrados a toda influencia que no caiga bajo el control de sus sentidos físicos. Sus facultades de comprensión se han reducido. Dado que tal limitación se extiende sin cesar, a la manera de las ondas acuáticas, les conduce a rechazar, no sólo la existencia, sino incluso la posibilidad de existencia de facultades o de “planos” que sobrepasen el de sus conocimientos didácticos. Y como llevamos a nuestros antepasados en nosotros, por herencia, la humanidad se hunde cada vez un poco más, con el individuo, en las tinieblas espirituales. Una simple ojeada nos mostrará los estragos causados por el materialismo dialéctico a través del mundo. Y precisamente en el momento en que tal doctrina pretende poner remedio al hambre y a la guerra, esas plagas adquieren cada vez mayor importancia. En el año 1723 James Anderson transforma la masonería operativa, religiosa y llena de símbolos, expresados en sus útiles, en una francmasonería especulativa, agnóstica y en la que el simbolismo de los útiles queda abandonado a las fantasías de “filósofos” de pacotilla. En cuanto al aspecto metafísico y filosófico de la Geometría, tan caro a Platón y a sus discípulos, se contentan con retener su inicial, la letra G. Gérard de Nerval, en Viaje a Oriente, nos dice: “Por orden expresa de Solimán Ben Daud, el ilustre Adoniram fue enterrado bajo el altar del templo que había construido. Por eso Adonai acabó por abandonar el arca de los hebreos y redujo a la servidumbre a los sucesores de Daud“. La leyenda ritual de la muerte de Hiram, psicodrama que sirve de base para la Maestría masónica desde el siglo XVIII, no tiene fecha precisa de aparición, y se ignora el nombre de quien la elaboró. A lo sumo se puede pensar en el año 1723 como fecha media de su oficialización en el dominio del ritualismo. Samuel Pritchard no la publicó en su estudio Masonry Dissectedhasta 1730. El autor conserva en su obra todos los grandes temas del ritual de los masones operativos, al que sólo añade el del papel representado por Hiram y el de su muerte. Pero hasta una época mal definida, la nueva masonería especulativa, nacida en Londres en 1717, no precisó nunca de la fecha del asesinato de Hiram, arquitecto del templo de Salomón, cometido en el mismo templo por tres malos Compañeros, deseosos de enterarse de la palabra clavede los maestros albañiles, a fin de percibir su salario.


Ahora bien, en el Cahier número 3 de la logia Villard de Honnecourt, Gran Logia Nacional Francesa, figura un artículo del señor Pierre Girard-Augry, titulado “Las supervivencias operativas en Inglaterra y Escocia”. Las primeras divulgaciones referentes a la existencia de supervivencias operativas en el seno de una organización masónica de ese tipo se debieron a tres masones ingleses: Clement E. Stretton, Thomas Carr y John Yarker. Los dos primeros se formaron masónicamente en logias de esta naturaleza; el tercero fue simplemente un masón especulativo, no operativo, pero, como los precedentes, un masón de muy alto nivel. La particularidad de sus divulgaciones consiste en darnos una fecha precisa para el asesinato de Hiram por los tres malos Compañeros, a saber, el 2 de octubre. Por consiguiente, los miembros de esta logia operativa, en posesión de un ritualismo científico, conmemoran una vez al año la trágica muerte de Hiram. Los Cahier de Villard de Honnecourt, célebre maestro de obras de la Edad Media, están abiertos también a los autores no masones. Según Reyes: “Fue en el año cuatrocientos ochenta después de la salida de Egipto de los hijos de Israel cuando Salomón construyó la morada del Eterno, en el cuarto año de su reinado sobre Israel, en el mes de Ziv, que es el segundo mes”. Hay que señalar que Inglaterra, lo mismo que Suecia, Dinamarca y Suiza, no adoptó el calendario gregoriano hasta 1752, durante el reinado de Jorge II. Se sabe que el calendario llamado juliano, en honor de Julio César, establecido en 707 por Socígenes, había acabado por retrasarse once días con respecto a la marcha solar real. El papa Gregorio XIII confió, pues, el cuidado de restablecer el orden a su astrólogo y astrónomo Lilio. Y al jueves 4 de octubre siguió el viernes 15 de octubre. Por lo tanto, se impone una conclusión. Hay que comprobar en qué calendario se basaron para establecer la fecha simbólica de la muerte de Hiram, lo cual nos permitirá fechar la aparición de la nueva “precisión”. Si el 2 de octubre se fijó en una época en que todavía se hallaba en vigor el calendario juliano, el grado en que se sitúa el Sol en esa fecha debería tener un simbolismo astrológico evidente, ya que a partir de mediados del siglo XVIII la masonería operativa está infestada de elementos procedentes del medio rosacruciano. Entre ellos se cuenta William Lilly, astrólogo de Carlos I, el cual, muy inclinado al misticismo, envía a Alemania en 1646 a Jean Sparow para que recogiese allí las enseñanzas de Jacob Boehme y las publique después en Inglaterra. Ahora bien, el 2 de octubre del calendario juliano corresponde al octavo grado del signo zodiacal de Libra, un grado que, según la tradición astrológica unánime, no presenta nada en particular. En cambio, el 2 de octubre del calendario gregoriano corresponde al decimonono grado del signo zodiacal de Libra, lugar en que se sitúa lo que los astrólogos llaman la caída del Sol, por oposición al decimonono grado del signo de Aries, lugar de su exaltación.

https://oldcivilizations.wordpress.com/2016/02/18/algunas-pinceladas-historicas-sobre-la-masoneria/

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