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sábado, 3 de septiembre de 2016

KANT Y LA MASONERÍA

KANT Y LA MASONERÍA
Sebastián Jans

La filosofía, la historia y la masonería escocesa, rinden tributo a Inmanuel Kant, al cumplirse el segundo centenario de su muerte. Son dos siglos que no han pasado en vano. La vida pasa inexorablemente y, al trazar una línea del tiempo, los hechos que pueden consignarse en ella, puede sobrecogernos la magnitud de eventos que habría que incorporar. De la misma forma, si buscamos en las bibliotecas más reputadas, en las universidades más antiguas, podríamos quedar sobrepasados por la magnitud de referencias, estudios o citas al pensamiento kantiano. ¿Cómo no reconocer el genio y la trascendencia de un hombre tan complejo, tan punzante, tan asertivo, como lo fue Kant? ¡Gloria a su memoria!
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Pero, al glorificar su memoria, debemos reconocerlo: el bienestar de cada individuo no ha sido considerado, en sentido estricto, como un fin en sí mismo y el mundo no ha progresado hacia una sociedad ideal donde la razón obligue a todo legislador a crear leyes de tal manera que puedan nacer de la voluntad única del pueblo entero. Reconozcámoslo: nadie tributa ya sacrificios a la Diosa Razón. Desde el existencialismo hasta el pensamiento complejo, la visión de progreso de Kant ha quedado reducida a polvo, como la redujeron a polvo dos guerras mundiales y los efectos devastadores de la “guerra fría”. Como todas las propuestas adventicias de los grandes pensadores de la modernidad, Kant ha fallado.

Es un dato a tener presente que, en la masonería latino-europea del siglo XX, ya sea por la influencia de Guenón, o por las tendencias críticas a la modernidad que se empiezan a manifestar en las primeras décadas del siglo recién pasado, en el ámbito del pensamiento europeo, se hace fuerte una crítica profunda a los determinismos kantianos, y se cuestiona toda la concepción racional desarrollada desde el Renacimiento. No ignoremos lo que representa la postmodernidad, y como ella ha influido en el pensamiento masónico, en las últimas décadas.

Sin embargo, es necesaria una afirmación: toda escuela esotérica cree en el hombre, y la Masonería, el esoterismo de nuestro tiempo, centra en el hombre su labor transformadora de la sociedad humana. Y el hombre es racionalización y es simbolismo. Esto lo afirmó ya en Crotona, el padre de la esoteria occidental, hace 2.400 años. Entender los fenómenos que hacen nuestra conciencia y la conciencia de los hombres es una tarea develadora del día a día, con conocimiento, con estudio, con la búsqueda constante de lo profundo de nuestra espiritualidad. La Masonería trasciende las disciplinas del pensamiento y de la ciencia, es transversal respecto de toda exploración intelectual. Aún, ante el fracaso de las filosofías, de las precogniciones y las aseveraciones adventicias, se mantiene y deberá mantenerse, porque hace escuela y no misiones: porque no hace creyentes, ni militantes, ni prosélitos. Hace hombres libres, para liberar a la Humanidad del error, liberándose a sí misma.

En virtud de ello, al conmemorar a Kant, es el momento de tributarle las exequias que su trascendencia se merece, y que nos permita darle definitiva sepultura. Es la oportunidad de rendirle las honras fúnebres a su memoria, de quemar el incienso purificador que merece su genio tremendo, de hacer las aspersiones con agua, vino y leche, y dejémosle descansar en paz. Corresponde el momento de su definitiva partida de nuestras vidas, de nuestras ideas, de nuestra comprensión de la realidad. Cubrámosle con la solemne mortaja de sus aseveraciones más tajantes, ataviada de aprirismos y posteriorismos, de su comprensión del progreso humano, de sus edictos sobre la razón pura, pues, como los grandes guerreros, merece ser sepultado con sus armas de batalla. Que las pompas fúnebres que le brindemos, expresen nuestra gratitud por su legado y el mérito de haber superado su propio tiempo, sobreviviendo pertinazmente por 200 años.

Depositemos sus restos en la pira de su culto, y que el fuego purificador vuelva cenizas sus huesos doctrinarios, cumpliendo la tarea de los tiempos y de todas las eras. Que el culto a su memoria quede relegado, con el mayor de los derechos, a los sacerdotes del academicismo, a los especialistas de la arqueo filosofía, a los hierofantes del pasado. Dejemos su noble despojos a nuestras espaldas, con respeto y gratitud, pero, alejémonos sin volver la vista atrás, sin el alma en duelo, sin nostalgias ni reproches, y volvamos a nuestros Templos. Y llegando a ellos, abramos sus puertas, para que raudamente entre el aire nuevo. Que las frescas ráfagas del pensamiento del nuevo milenio recorran las habitaciones, que entren las tesis neo-racionalistas, el pensamiento complejo, las percepciones post-racionalistas, las nuevas exploraciones del buscar humano, las nuevas escuelas, las nuevas interpretaciones, los nuevos paradigmas, las nuevas teorías de la ciencia. No miremos con indiferencia lo que pasa día a día por las calles.

Porque la Masonería no tendrá opción de futuro, mientras su árbol se siga nutriendo de la sabia kantiana. Una Masonería ligada estrechamente a un tiempo pasado no sirve para este tiempo. La Masonería del siglo XXI no puede vestirse con los atavíos del racionalismo del siglo XVIII. Su lectura de la razón debe asumir las comprensiones de un pensamiento humano que da cuenta de la incertidumbre, del error, de la ambigüedad y del relativismo.

No nos reprochemos de ingratitud. No asumamos la actitud del victimario. No debemos temer que, como el padre de Hamlet, su fantasma recorra las murallas de nuestros Templos, clamando por venganza. Kant murió en paz, y su memoria merece paz. Lavemos nuestros paramentos, para que su vestigio se diluya en el agua de la contemporización. Que aquello que Kant supo impregnar en nuestras bandas, collarines y mandiles, se lave. No por ingratitud, sino porque la vida sigue.


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