EL CONOCIMIENTO PERDIDO DE LA HISTORIA II
Recopilado por: Herbert Oré Belsuzarri.
Los extraordinarios inventos de Arquímedes de Siracusa (287-212 años a. C), algunos de los cuales pertenecen a la época en que estudiaba en la biblioteca de
Alejandría, incluían una bomba por hélices, ingeniosos sistemas de palancas, poleas, y aparatos para lanzar grandes pesos, estos últimos utilizados contra las galeras romanas en la bahía de Siracusa, durante el asedio de esta ciudad, destrozándolas y hundiéndolas. Asimismo, Arquímedes inventó un método de refracción de rayos solares para incendiar las naves enemigas.
Pero no todos los «progresos» técnicos de la Antigüedad estaban relacionados con la guerra. Así, el maravilloso palacio de Creta (2.500 años a. C), estaba dotado de canalizaciones de agua corriente y cuartos de baño en hermosos apartamentos de paredes decoradas con frescos de delfines y muchachas desnudas saltando por encima de enormes toros (quizá un remoto antecedente de las modernas corridas de toros). Los hombres de negocios babilonios dictaban las cartas a sus secretarios los cuales las inscribían en tablillas de arcilla. Estos tenían sus oficinas en enormes emporios de ladrillo. En algunas ocasiones se han encontrado sobres de arcilla conteniendo algunas de estas cartas aún sin abrir. Los habitantes de la antigua Roma disponían de un sistema de calderas y termos que les permitía conservar los alimentos y líquidos tanto fríos como calientes. El tiempo era calculado de una forma bastante exacta mediante relojes de agua, basados en 12, no en 24, divisiones del día y de la noche. Los inmensos bloques de piedra utilizados en las construcciones eran elevados mediante gigantescas grúas que funcionaban gracias a la fuerza de varios esclavos caminando sobre molinos de ruedas de escalones conectados mediante correas a la misma.
Algunas de las técnicas quirúrgicas y médicas de aquella época no fueron superadas (o incluso adoptadas) hasta el siglo XIX, y algunas de las operaciones quirúrgicas practicadas en el cerebro por los antiguos egipcios aún no han podido ser comprendidas ni repetidas. Otros descubrimientos en el campo de la medicina pudieron llegar hasta nosotros durante la Edad Media, pero envueltos en un halo de magia y brujería, como, por ejemplo, la utilización de la tela de araña (penicilina) para el tratamiento de las heridas infectadas. Vetustos manuscritos de la antigua India nos muestran que sus habitantes estaban familiarizados, hace miles de años, con la cirugía plástica, con las intervenciones quirúrgicas en el cerebro y la operación cesárea, como asimismo con tratamientos médicos a base de plantas para curar afecciones de los ojos, piel, dientes y para recuperar la memoria y la vitalidad (rejuvenecimiento). Tema este último no menos interesante hoy día que en aquellos remotos siglos de la humanidad.
En los dos últimos siglos antes de Jesucristo, la biblioteca de Alejandría se convirtió en el principal centro de investigación del mundo clásico. Un gran científico griego llamado Hero llevó a cabo un asombroso estudio de ingeniería técnica y construyó una máquina-herramienta para cortar rocas y una turbina de vapor en la que ésta se utilizaba por primera vez como fuente de energía. Sin embargo, en un mundo con tan gran cantidad de mano de obra proporcionada por el ingente número de esclavos, estos inventos no llegaron a utilizarse.
Aparte de estos modernos instrumentos de las civilizaciones antiguas, ciertas técnicas sugieren que en aquellos tiempos se desarrollaron unos progresos que nosotros aún no hemos descubierto. Sabemos, por ejemplo, que tanto el hierro como el acero se oxidan cuando están expuestos durante cierto tiempo a la acción de los elementos. Asimismo sabemos que los antiguos egipcios poseían hierro, pero jamás se encontró huellas del mismo hasta que no fue abierta la tumba del faraón Tutankhamón.
Sin embargo, existe una prueba insólita de una columna de hierro que ha permanecido sin oxidarse, a pesar de haber estado expuesta a los elementos, durante más de mil años, y sin presentar, además, ninguna clase de erosión en su superficie.
En efecto, en el patio del palacio de Qutb Minar, en Delhi (India), se encuentra la columna de Asoka de hierro fundido, que fue torneada en Muttra y transportada a Delhi durante la invasión árabe de la India en el siglo X. Anteriormente, esta columna estuvo durante más de 600 años en el templo de Muttra, en cuyo vértice se hallaba apoyada un Garuda (la forma de pájaro adoptada por el dios Visnú durante uno de sus periódicos salvamentos de la humanidad). Tanto el Garuda como las demás columnas (si es que existieron más) desaparecieron desde entonces, probablemente fundidas para transformarse en las espadas de los invasores árabes de la India. La característica más asombrosa es la supervivencia de la columna, pues tendría que haber desaparecido carcomida hace muchos años, máxime si tenemos en cuenta que ha estado expuesta a la acción de los elementos durante un período de dieciséis o más siglos. El posible uso de algún misterioso ingrediente metalúrgico o algún secreto durante el proceso de su fabricación puede ser la explicación de su larga longevidad, lo que constituye una prueba más de las avanzadas técnicas antiguas desaparecidas u olvidadas con el paso del tiempo.
Aunque a los cuerpos planetarios se les dio los nombres de los dioses mitológicos o de los héroes (que aún seguimos utilizando), sin embargo, existen evidencias que demuestran que nuestros remotos antepasados los relacionaban más con la ciencia que con la mitología. Considerando los grandes conocimientos astronómicos de los antiguos y dado que es imposible apreciar a simple vista las características de los cuerpos celestes, abrigamos la sospecha de que tenían que disponer de alguna especie de telescopio. Según Plutarco, Arquímedes utilizó algunos instrumentos ópticos «...para... calcular el tamaño del Sol». Pero, aunque no disponemos de ninguna prueba que corrobore esta tesis, sí disponemos de algunos pequeños artefactos, descubiertos recientemente, que demuestran el conocimiento de los antiguos de las lentes ópticas.
En efecto, en 1853, el gran arqueólogo británico sir David Brewster presentó un extraño objeto en el Instituto para el Avance de las Ciencias, de Londres. Este objeto, después de ser examinado minuciosamente, resultó ser una lente óptica, una lente perfecta teniendo en cuenta las que existían en aquella época. Pero lo más asombroso de esta lente es que había sido descubierta durante unas excavaciones efectuadas en las ruinas de Nínive, capital del Imperio asirio; ruinas cuya antigüedad se remontaba al año 600 a. C. Hecho asombroso ya que está comprobado que las lentes no se conocieron hasta diecinueve siglos más tarde.
Aunque no se dudó de su autenticidad en aquella época, se pensó que no habría sido utilizada como lente, sino como una joya; y, aunque realmente era una lente, no fue usada como tal por los antiguos asirios. Resumiendo, la presencia de una lente óptica en las ruinas de Nínive fue considerada simplemente como algo sin explicación y, al final, la lente, joya, o lo que fuese, acabó en algún lugar del Museo Británico.
Desde entonces, otras muchas lentes han sido descubiertas en distintos lugares del mundo, incluyendo Libia, Irak, México, Ecuador e incluso en Australia central.
Una lente cóncava de obsidiana fue descubierta en el fondo del mar de Esmeraldas (Ecuador), y minúsculos espejos cóncavos, pulidos mediante un proceso que aún se desconoce, se encontraron en unas excavaciones efectuadas en La Venta (México).
Estos extraños espejos se cree que pertenecieron a la civilización olmeca, siendo considerados como los más antiguos descubiertos en México.
Esta misteriosa técnica de los antiguos puede proporcionar una explicación a esos maravillosos trabajos en metal y piedras semipreciosas pertenecientes a las civilizaciones de la América precolombina. A este respecto, Hyatt Verill, el gran arqueólogo americano comenta lo siguiente: «...¿Cómo pudieron las antiguas razas civilizadas de América llevar a cabo sus asombrosas proezas y sus portentosos trabajos en metal y en las piedras más duras? ¿Cómo pudieron construir sus diminutos rosarios de oro cuyas cuentas no eran más grandes que la cabeza de un alfiler? ¿Cómo pudieron cortar, pulir, perforar y tallar el topacio, la amatista, el granate, el ágata, el cristal y otras piedras preciosas? ¿Cómo pudieron trabajar la quebradiza obsidiana hasta convertirla en delgados y pulimentados anillos...?»
Resumen tomado de: MISTERIOS DE LOS MUNDOS OLVIDADOS - CHARLES BERLITZ.
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