Personas que huelen bien y personas que huelen mal
KRUMM HELLER.
Hay un
dicho antiguo que dice: “Al villano no se le puede sentir el olor”. Ese dicho
encierra una profunda verdad. Existen personas cuyo olor no podemos soportar,
cuya cochambre nos repugna, cuyo encuentro tratamos siempre de evitar. No obstante,
estas personas tienen relaciones, amigos que las quieren, que se sienten
atraídos por ellas. Ante esto nos viene a la mente otro proverbio: “Lo que para
unos es un buho, para otros es un ruiseñor” ; y todavía un tercero: “Cuando dos
hacen lo mismo, es que no es lo mismo”.
En el curso
del célebre profesor Encause, de París, al que asistí en invierno de 1906, se
hizo la siguiente prueba:
En un banco
se sentaron 10 personas. Se habían bañado, puesto ropa limpia, y a nosotros,
los estudiantes, se nos invitó a oler esas personas. Debíamos anotar en un
cuaderno las observaciones y resultados que nos merecieran. Naturalmente que ya
no recuerdo las particularidades del hecho. Pero ello pasó más o menos así: me
agradó el olor del número 1, mientras el número 2 me repugnó. Encontré
agradable el olor del número 4, y en cambio los números 7 y 9 olían muy mal, a
mi parecer. Se compararon después las células y pudo verse que el olor que a
unos repugnaba, agradaba a los otros. El número g que para mí era insoportable,
otro le encontró olor a violetas.
Se hicieron
entonces nuevas investigaciones, se estudiaron las comparaciones en cuanto a
temperamento, carácter, raza y hasta analizamos la sangre; con tales
experiencias se dejó establecida la posibilidad científica de determinar por el
olor las simpatías o antipatías existentes entre las personas. Discípulos del
mismo profesor francés sentaron más tarde que no se debe entrar en negocios con
personas que no huelen bien, pues de ahí provienen muchas veces pérdidas
inexplicables. Con el apretón de manos con que nos saluda una persona, como es
costumbre establecida, no podemos recibir una impresión exacta de aquella
persona, conociendo su olor, en cambio, podremos saber en seguida si aquella
persona nos será simpática, indiferente o antipática.
Es
costumbre en España y en la América Latina el besarse las mujeres entre sí al
encontrarse; con esta costumbre tienen ocasión de percibir el olor, pues está
probado que en estos casos el papel principal corresponde no tanto a la fina
sensibilidad de los labios, sino al olfato.
En la
Biblia se citan casos en que un hombre se echa a la cama junto a otro para
curarlo por influjos vitales. ¡Así también, cuántas veces no sucede que un beso
materno, ardiente, de amor profundo, salva la vida del hijo!
La química
moderna debe encontrar todavía muchas esencias magníficas. Para mi olfato nada
hay más delicioso que los efluvios de una criatura; huelen a vida, a arrebato,
a amor inocente.
También las
razas, como hemos visto, están separadas o ligadas entre sí por el buen o mal
olor. Con la fina indagación racial de hoy el olor para nosotros extraño de
otras razas, constituye un importante momento psicológico. Para nosotros, blancos,
no hay nada más horripilante que el olor de una negra, y sólo quien vive en el
sur de los Estados Unidos puede comprender el justificado proceder americano que
reserva compartimientos especiales para los negros y otros separados para los
blancos.
Yo tengo
amigos negros, hombres de talento y de sociedad y me han confesado que ellos
sienten lo mismo al aproximarse a una blanca, que les huele a cadáver. A uno
que le recordé tantos matrimonios de blancas con negros, me contestó que eran
perversiones que no deberían existir.
En las
cabañas de los indios quetchuas sentí también un olor que se me quedó pegado
por mucho tiempo. No digo que fuera desagradable, sólo que era diferente al
olor de los indios mexicanos. En ambos casos, la emanación quedóme adherida por
mucho tiempo.
Es cierto
que podemos apartarnos de una persona que huele mal, pero existen casos en que
depende del olor nuestro y del de nuestros semejantes el éxito de un asunto.
Para eso está indicado el uso de un perfume especial que convenga a nuestra
personalidad, uso que debería convertirse en una verdadera necesidad.
Quien está
arrastrado por el torbellino de la vida, debiera imponerse como una necesidad
indispensable el hacerse preparar el perfume propio, individual, conveniente,
de la misma forma que lo hace para elegir sus vestidos, sus zapatos, su corbata.
Para muchos, y de esto estoy seguro, sería el camino del éxito, el acercamiento
a la meta que tratan de alcanzar.
Los niños,
todavía no alejados de la naturaleza ni embotados por el goce de la carne, del
alcohol y del tabaco, como nosotros los adultos, involuntariamente
contaminados, estiran sus bracitos hacia las personas que huelen bien, mientras
de las otras apartan la cabeza y lloran.
Es sabido
que las personas que ocupan su vida en trabajos espirituales o cerebrales y que
en su alimentación prescinden de todo condimento fuerte, sobre todo los
vegetarianos, no emiten ningún mal olor después de muertos.
Este hecho
ya lo hemos mencionado. Se ve comprobado al hablar del caso de algunos santos
que después de muertos desprendían un olor agradable, aún siglos después,
cuando sus restos eran transportados a otras sepulturas.
TOMADO DE: INCIENSO Y COSMOTERAPIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario