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miércoles, 10 de octubre de 2012

HERBERT ORE: LOS CONSTRUCTORES ROMANOS


Escribe: Herbert Oré Belsuzarri.

Es a Numa, el segundo Rey de Roma a quien los historiadores, en seguida de Plutarco, atribuyen la primera organización de los Colegios Romanos; aunque según algunas conjeturas razonables, es probable que una organización semejante existiera anteriormente entre los habitantes albaneses, comprendiendo así a los artífices toscanos residentes. Pero es de admitirse que Numa les proporcionó esa forma que han conservado sucesivamente.

Numa, al ascender al trono, encontró a los ciudadanos divididos en varias nacionalidades, las que provenían de los romanos, los sabinos y los habitantes de los pueblos y lugares inmediatos de poca importancia, quienes, por un acto de preferencia o por la fuerza, se les hizo cambiar de residencia a las riberas del Tíber. Esto dio origen a una separación de ideas y opiniones y a una idea constante de desunión. Pero el objeto de Numa era el de destruir por completo estos elementos rivales, y de establecer una identidad perfecta de sentimiento popular, de tal manera que podríamos usar las frases de Plutarco, que son alusivas, "la distribución de los pueblos puede constituir una mezcla armoniosa de todos y para todos".

Con este objeto estableció una religión común, y dividió a los ciudadanos en curias y tribus, cada curia y tribu consistiendo de un cuerpo mezclado indiferentemente de romanos, sabinos, y de otros extranjeros naturalizados de Roma.

Conducido por la misma sagacidad política, distribuyó a los artesanos en varios gremios o corporaciones, bajo el nombre de Collegia o "Colegios". A cada colegio le fueron asignados los artesanos de una profesión particular, y cada uno tenía sus reglamentos locales, seculares y religiosos. Estos colegios se desarrollaron con la misma rapidez que la República, estableciendo Numa también desde su origen nueve Colegios, siendo éstos el Colegio de Músicos, de Orífices, de Carpinteros, de Tintoreros, de Zapateros, de Curtidores, de Forjadores, de Alfareros, y el noveno compuesto de todos los artesanos que no eran aptos en estos oficios, y que por lo mismo no estaban comprendidos en los títulos anteriores, y que posteriormente aumentaron en gran número. Es cierto que fueron abolidos, o trataron de abolirlos ochenta años antes de la Era cristiana, por un Decreto del Senado quien observó con celo su influencia política, pero fueron revividos veinte años después, estableciéndose de nuevo por la ley del tribuno Clodio, que revocó el senado Consultor. Continuaron activos bajo el imperio, extendiéndose en las provincias, y aun sobrevivieron hasta la decadencia y caída del Imperio Romano.

Ahora bien, investiguemos la forma y organización de estos colegios, y al mismo tiempo tratemos de determinar la analogía que existe entre ellos y las Logias masónicas.

La primera reglamentación, que era indispensable, consistía en que ningún Colegio podía formarse de menos de tres miembros. Tan indispensable era esta regla que la expresión tres faciunt collegium "tres forman un colegio", llegó a ser una máxima de la ley civil. Era del mismo modo tan rígida la aplicación de esta regla, que el cuerpo de cónsules no obstante que se nombraban "colegas", y que poseían y ejercían todos los derechos colegiados, nunca fueron reconocidos legalmente como Colegio, por la razón de que consistían de dos miembros solamente. Se sorprenderá fácilmente el lector con la identidad de este reglamento de los Colegios y el de la Francmasonería, el que con igual rigor requería tres Masones para construir la Logia. El Colegio y la Logia requieren igualmente tres miembros para ser legales. Un número mayor puede proporcionarle más eficiencia, pero no puede hacerla más legítima. Esto, entonces, es la primera analogía que existe entre las Logias de los francmasones y los Colegios Romanos.

Estos colegios tenían sus oficiales respectivos, quienes se asemejaban muy singularmente en condiciones y deberes a los oficiales de la Logia masónica. Cada Colegio lo presidía un jefe o presidente, cuyo título de Magister se traduce exactamente por la palabra inglesa "Master". Los oficiales inmediatos eran los Decuriones. Eran análogos a los "Vigilantes" masónicos, pues cada Decurio presidía una sección o división del Colegio del mismo modo en que encontramos en la mayor parte de los rituales ingleses antiguos y continentales, la Logia dividida en dos secciones o "columnas", en cada una de las cuales presidía uno de los Vigilantes, por cuyo conducto se transmitían las órdenes del Maestro a "los hermanos de su columna". Había también en los Colegios un Escriba, o "secretario", quien llevaba el registro de sus procedimientos; un Thesaurensis, o "Tesorero", quien tenía a su cargo el fondo de la comunidad; un Tabularius, o guardador de los archivos, equivalente al "Archivero" moderno; y finalmente, como estos Colegios combinaban la adoración religiosa y singular con sus labores ordinarias, había a cada uno de ellos un SACERDOS, o sacerdote, quien dirigía las ceremonias religiosas, y era exactamente equivalente al "capellán" de la logia masónica. En todo esto, encontramos otra analogía entre estas instituciones antiguas y nuestros cuerpos masónicos.

Otra analogía se encontrará en la distribución o división de clases que existía en los Colegios Romanos. Así como las Logias masónicas tienen sus Maestros masones, sus Compañeros masones y sus Aprendices, del mismo modo los Colegios tenían sus Seniores, "superiores", o directores del oficio, y sus jornaleros y Aprendices. Los miembros no se nombraban, de igual manera que los francmasones "hermanos", porque este término fue adoptado primeramente en los gremios o corporaciones de la Edad Media, y en realidad es la descendencia del sentimiento cristiano; pero, como hace observar Krause, estos Colegios, por lo general, se dirigían bajo el sistema o costumbre de una familia, de donde proviene la apelación de hermano que se encuentra de vez en cuando entre las apelaciones de familia.

El carácter parcialmente religioso de los Colegios Romanos de Artífices, constituye una analogía muy singular entre ellos y las Logias masónicas. La historia de estos Colegios demuestra que se había otorgado un carácter eclesiástico a estos Colegios al tiempo de su organización por Numa. Muchos de los talleres de estos artífices se erigieron en la proximidad de los templos, y su curia, o lugar de reunión, se comunicaba generalmente con el templo. La deidad a la que se consagraba dicho templo la adoraban peculiarmente los miembros del Colegio adyacente, y se constituía en el dios protector de su arte u oficio. En el transcurso del tiempo, habiendo sido abolida la religión pagana y modificado el carácter religioso de estos Colegios, los dioses paganos acogieron, mediante las influencias de la nueva religión, a los Santos cristianos, uno de los cuales se adoptaba siempre como el protector de los gremios modernos, el que, en la Edad Media, tomó el lugar de los Colegios Romanos, y de este origen proviene entre los Francmasones la dedicación de sus logias a San Juan de la costumbre semejante que existía en las Corporaciones de Arquitectos.

Estos Colegios verificaban juntas secretas en las que transaban los negocios que consistían de iniciaciones de neófitos en su Fraternidad, y de instrucciones místicas y esotéricas a sus Aprendices y jornaleros. Eran, en este concepto, sociedades secretas semejantes a las logias masónicas.

Acostumbraban contribuciones periódicas o mensuales, las que donaban los miembros para el sostenimiento del Colegio, por cuyos medios se acumulaban un fondo común para la ayuda de los miembros indigentes o el auxilio de extraños destituidos pertenecientes a la misma sociedad.      El gobierno les permitía que fundasen su constitución y que decretasen estatutos y reglamentos para su propio gobierno. Estos privilegios se engrandecieron paulatinamente ampliando sus reglamentos, de tal modo que en los últimos días del imperio, los Colegios de Arquitectos especialmente se encontraban investidos con poderes extraordinarios referentes a la vigilancia y dirección de los constructores. Aun la distinción tan popular que se encuentra en jurisprudencia masónica, entre "legalmente constituidas" y “logias clandestinas", parece encontrar una similitud o analogía en este caso; porque los Colegios que habían sido establecidos por autoridad legal, y que por lo mismo, tenían derecho al goce de los privilegios de acuerdo con las Instituciones, se decían collegia licita, o "colegios legales", mientras que aquellos que formaban asociaciones voluntarias, no autorizadas por el decreto expreso del senado o el emperador, se llamaban collegia ilicita, o "colegios ilegales", los términos LICITA e ilicita equivalían exactamente en su importancia a las logias constituidas y clandestinas de la francmasonería.

En los Colegios los candidatos para admisión se elegían del mismo modo que en las logias masónicas, por la votación de los miembros. En relación con este asunto, la palabra latina que se usaba para expresar el arte de admisión o recepción es digna de consideración. Siempre que alguna persona era admitida en la Fraternidad del Colegio, se le consideraba cooptatus in collegium. Además, el verbo cooptare, empleado casi exclusivamente por los romanos para significar la elección en el Colegio, proviene de la palabra griega optomai, "ver, contemplar". Esta misma palabra da origen, en el griego, a la palabra epoptes, espectador u observador, o aquel que ha adquirido el último grado en los misterios Eleusianos; en otras palabras, iniciado. Así es que, sin exagerar mucho la ingenuidad etimológica, podríamos decir que cooptatus in collegium significaba "ser iniciado en el Colegio". Esto es al menos singular, pues la interpretación más general, de cooptatus es "admitido o aceptado en la Fraternidad", o lo que es lo mismo "libre de todos los privilegios del gremio o corporación"; y resulta que la idea es la misma tal como se transmite entre los Masones por el título de "Libres y Aceptados".

Sabemos por Krause que estos Colegios de obreros hacían uso de los implementos de su arte o profesión en forma simbólica en otras palabras que cultivaban la ciencia del simbolismo; y en este sentido, en efecto, más que a ningún otro se encuentra una analogía sorprendente entre los colegiados y las instituciones masónicas. Lo que hemos manifestado no puede negarse; pues como la organización de los Colegios participaba, como ya se ha demostrado, del carácter religioso, y, tal como se admite que toda la religión del paganismo era eminentemente y del caso todo simbólica, en consecuencia toda asociación que estaba basada o cultivada bajo el sentimiento mitológico o religioso, debe cultivar también el principio del simbolismo.

En la organización, el modo de gobierno, y las prácticas de los Colegios Romanos, existe una analogía entre ellos y las Logias masónicas modernas que es evidentemente más que accidental. Es de suponerse que mucho después de la disolución de los Colegios, la Francmasonería, en el establecimiento de sus logias, intencionalmente adoptó la organización colegiada como un modelo por el cual estableciera su propio sistema, o puede suceder que dicha semejanza ha sido el resultado de una sucesión de asociaciones originadas entre sí, en las que figuran en primer término los Colegios Romanos. Pero aún no se ha logrado determinar si las logias deben su origen a los Colegios sólo por su forma, o por la forma y substancia.

En el tiempo de Numa, los Colegios Romanos eran únicamente nueve. En los años subsiguientes de la república el número aumentó gradualmente, y casi todos los grados o profesiones tenían su colegio particular. Con el progreso del imperio, su número fue mucho mayor y sus privilegios se extendieron notablemente, al grado de constituir un elemento importante en los cuerpos políticos.

Los romanos se distinguieron desde un principio por el espíritu de colonización. Tan luego como sus armas victoriosas habían subyugado a un pueblo, antes que todo se designaba a una parte del ejército a que formase una colonia. Entonces el barbarismo e ignorancia de los habitantes nativos se reemplazaba por la civilización y el progreso de sus conquistadores romanos.

Los Colegios de Arquitectos, ocupados en la construcción de edificios seculares y religiosos, se esparcieron desde la gran ciudad a las municipalidades y provincias. Siempre que se construía una nueva ciudad, un templo o palacio, los miembros de estas corporaciones eran convocados por el Emperador desde los puntos más distantes, para que en la comunidad de labores tomasen parte en la construcción. Los jornaleros podían emplearse, lo mismo que los "peones de cargo" del templo judaico en las labores más burdas y humillantes, pero la vigilancia y dirección de las obras se confiaba únicamente a los "miembros aceptados" -los cooptati- de los Colegios.

Las colonizaciones del Imperio Romano fueron dirigidas por soldados legionarios del ejército. A cada legión se agregaba un Colegio o corporación de artífices, que se unía con la legión en Roma, a la que acompañaba en las campañas, acampando en donde la legión acampaba, y marchando siempre a su lado, y cuando colonizaba permanecía en la colonia para plantar la semilla de la civilización romana y enseñar los principios del arte romano. Los miembros del Colegio construían fortificaciones para la legión en tiempo de guerra, y en tiempo de paz, o cuando la legión permanecía estacionaria, construían templos, casas e infraestructura de riego.


Al igual que en grecia, los artesanos en roma ocupaban un lugar bajo en la sociedad romana. Pero los colegios eran muy diversos asi tenemos a los COLLEGIA PONTIFICUM con fines religiosos, COLLEGIA MUNICIPIUM con fines gubernamentales y COLLEGIA FABRORUM integrado por profesionales y artesanos, que incluían a los constructores y otros oficios humildes como los basureros, pescadores, zapateros, cocineros, etc. El COLLEGIA FUNERARIUM se dedicaba a dar sepultura digna a los cuerpos.


TOMADO DE:



Herbert Ore - Masoneria Origen y Desarrollo

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