Autor Masón: Herbert Oré Belsuzarri
Los “asesinos”, más exactamente los
hashishíes dieron mucho que hablar, y entraron en la leyenda. Nosotros hemos
optado por denominarlos Assessinos, palabra más acorde con su denominación de
origen y que según algunos estudiosos de este tema podría significar
"fumadores o comedores de hashish”. Los “asesinos” deban quizás este
erróneo apelativo a
la
involuntaria equivocación de Marco Polo al traducirlo de la palabra persa
"Ashashins". Fue Marco Polo el primer europeo que narró en occidente
las costumbres de esta sociedad secreta de los ashashins y su Jardín del
Paraíso.
Esta secta memorable nació a fines del
siglo XI como orden religiosa; el fundador de esos “ismaelitas del Este” fue el
célebre Hassan-Ben-Sabbah (también Hassan-E-Sabbah, Hassam-i-Sabbah), natural
de Jorasán (Persia). Estos assessinos o Guardianes de la Tierra Santa son o
fueron una Sociedad Secreta islámica casi idéntica a la Orden del Templo.
Los Assessinos fueron la facción más
extremista del grupo religioso ismaelita (chiitas), musulmanes gnósticos de
influencia zoroástrica que disputaron la herencia de Mahoma a los sunnitas
ortodoxos, defensores del califato de Bagdag como el legítimo líder del Islam.
La facción ismaelita apoyaba a los imanes como los legítimos herederos y
sucesores espirituales del profeta. Estos musulmanes de acentuada influencia
gnóstica defendían el sentido esotérico del Corán, igual que los cabalistas
judíos defienden el sentido esotérico de la Biblia. Estaban
convencidos de que los imanes poseían el conocimiento que emana la luz divina,
trasmitida desde Adán a través del profeta Mahoma.
La doctrina de los assessinos se
fundamentaba en el hermetismo, la cábala y la gnosis. Poseían en Alamont un
importante observatorio astronómico y una inmensa biblioteca de ciencia y
filosofía donde abundaban los tratados alquímicos, cabalísticos y gnósticos.
El primer Gran Maestre conocido de los
assessinos fue Hassan el Sabbah, conocido como el Viejo de la Montaña. Refugiado
con sus discípulos en el fuerte Alamont, en una zona casi inaccesible de las
montañas de Irán. Cuenta la leyenda que construyó junto a su castillo un jardín
semejante al Paraíso de Mahoma con sus correspondientes huríes de ojos rasgados
negros. Sus discípulos gozaban una especie de vacaciones en aquel paradisíaco
lugar como premio, entre misión y misión, tras haber cumplido sus órdenes de
asesinar a algún enemigo.
Hassan-Ben-Sabbah, después de apoderarse de
la fortaleza de Alamut, al norte de Persia, pretendió ser el hudshet, o
encarnación del último imán, y reclutó un buen número de adeptos. El “Viejo de la Montaña ” se apoderó de
numerosos castillos, tanto en Persia como en Siria, y su dominación se extendió
rápidamente, gracias a secuaces devotos, fanatizados por el hashish o cáñamo de
India, encargados de suprimir a cuantos obstaculizaban sus designios de
dominación.
La traición o ruptura del silencio que guardaban celosamente de sus secretos era duramente castigado. Aquel que divulgara la existencia del grupo era condenado a muerte. El conocimiento de esta secta generó una leyenda terrorífica que se extendió por todo el orbe, cargando sobre ellos todos los magnicidios que se sucedían por Asia y Europa.
La jerarquía iniciática, estrechamente
subordinada al Jeque o Gran Maestro, comprendió siete grados, como en el
ismaelismo clásico. Luego de la muerte de Hassam, en 1124, a la edad de noventa
años, el poder de los asesinos siguió ampliándose. Pero, en Siria, chocaron con
los Templarios, que poseían La jerarquía iniciática, estrechamente subordinada
al Jeque o Gran Maestro, comprendió siete grados, como en el ismaelismo
clásico. Luego de la muerte de Hassam, en 1124, a la edad de noventa
años, el poder de los asesinos siguió ampliándose. Pero, en Siria, chocaron con
los Templarios, que poseían numerosos castillos al sur de los montes Ansariyah
y les llevaron encarnizada guerra, hasta los obligaron a pagar tributo (se ha
pretendido, sin pruebas decisivas, que los templarios copiaron de los asesinos
sus doctrinas esotéricas).numerosos castillos al sur de los montes Ansariyah y
les llevaron encarnizada guerra, hasta los obligaron a pagar tributo (se ha
pretendido, sin pruebas decisivas, que los templarios copiaron de los asesinos
sus doctrinas esotéricas).
La estructura y graduación de los
assessinos era asombrosamente similar a la de la Orden del Templo. Los grados
de poder eran equivalentes, el Viejo de la Montaña se correspondía con el Gran Maestro, los
Dais a los Grandes Priores, los Refik a los caballeros, los Fidavi a los
escuderos y los Lassik a los simples hermanos sirvientes. Pero son la analogía
de sus indumentarias la que hace evidente el parecido entre ambas Órdenes,
ambos vestían capas blancas sobre las que portaban un distintivo rojo; la
pretina los assessinos y la cruz los templarios. Ambas órdenes estaban
relacionadas con la construcción, los edificios octogonales son patrimonio de
ambas órdenes iniciáticas.
Igual que los masones del medievo, en todos
los cultos evolucionados los hombres han tenido la necesidad de levantar
templos que inmortalizaran la presencia de la divinidad. Los que tallaban la
piedra levantaban monumentos sagrados, que utilizaron para la transmisión de su
arte una enseñanza iniciática de forma que ésta no pudiera ser emulada. La
ubicación, la orientación, su simbología, especialmente elegidas en relación
con antiguos cultos a las fuerzas telúricas son una constante que se repite en
las sociedades secretas iniciáticas desde la construcción del Templo de
Salomón, lo que nos lleva a “suponer” que todas ellas tienen algún tipo de
parentesco esotérico.
tomado de: LAS INICIACIONES ATRAVEZ DE LA HISTORIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario