El incienso en el culto del Antiguo Testamento
KRUMM HELLER.
Es de todos
sabido que en el culto del antiguo testamento se empleaban mucho, ya fuera en
el Tabernáculo o en el templo de Jerusalén, las substancias aromáticas. En
Palestina son escasas tales esencias odoríferas; sin embargo, hasta hoy día vemos
graciosas y lozanas flores en la gran plaza frente al templo de Salomón. Sólo
el Líbano producía incienso, que en la lengua hebrea se denominaba “l’bhonah”,
palabra en cuyos sonidos hasta el más lego percibe cierta relación con el
nombre de la montaña.
Otra
denominación hebraica para la palabra “perfume”, en el sentido de “substancia
olorosa” es, en general, SAM.
Las mayores
y cualitativamente más valiosas cantidades de incienso, así como otras
substancias aromáticas destinadas al culto, eran adquiridas en el extranjero.
Oímos así hablar del incienso del país de Saba en el que los intérpretes de la
Biblia ven hoy una faja de la Arabia sudeste, en tanto que los teólogos de
antaño indicaban con ella a los etíopes o a los indios.
En otras
esencias que se han citado relacionadas con el referido incienso y allegadas a
él por cuanto se presta como perfume, hay que mencionar las flores de Chipre,
entre ellas el nardo, la mirra, el azafrán, el ámbar, el cálamo, el acíbar, el
polvo de especias y, además, ciertos preparados que ya estaban listos y que
Lutero en su traducción de la Biblia llamaba sucinta, pero erróneamente
ungüentos y que hoy, por falta de indicios ciertos, como muchas de las otras
substancias llamadas puras, no pueden identificar los especialistas.
Frecuentemente
encontramos también la palabra “besem” que en plural es “b’somím”, cuya
acepción general sirve para designar la balsamera y los productos aromáticos
que de ella se escurren.
Cuando con
la pérdida de la independencia política terminó el bien organizado culto del
pueblo judío, cesó también el estímulo para seguir con el uso de substancias
aromáticas en el servicio divino, limitándose desde entonces a hacer oraciones
en lugar de ofrendas.
Cabe decir,
todavía, que aun hoy día algunos devocionarios hebreos tienen por título la
vieja expresión “ofrenda”. Apenas si en sí todavía queda un solo empleo de las
esencias en el culto, el cual sin embargo se hace ocultamente hoy en día, y es en
la llamada “Habdalah”, que quiere decir “separación”. Ese uso, según la
tradición de los rabinos, debe remontar a cerca de medio siglo después de la consagración
del segundo templo (516 años antes de Jesucristo) , bajo Esra. Recuerda el arte
espagíríco de los Rosa-Cruz -medievales, aunque su significado es distinto,
principalmente en la fiesta de la “separación”, o sea del comienzo de la nueva semana,
al final de la noche del sábado (Sabat) . El utensilio más usado es un vaso
ajustado, metálico, cilíndrico o prismático, sostenido por un soporte como pie
de copa y, las más de las veces, con una torrecita aguda o una banderita
metálica en la tapa. El latón de ese utensilio contiene los metales de Venus y
de Júpiter, por partes iguales y el escritor Therión piensa que ese latón
envasado debe ser ilimitado respecto a su extensión, pues no se refiere a una
sola cosa, sino que es universal y simboliza el amor divino. En el vaso hay ‘varios
gramos de aromas frescos, también designados con el nombre de “b’somim” que,
como ya dijimos, se denominaba el vaso de bálsamo y de los productos que de él
se derivaban. También ese pequeño utensilio solía llamarse “vaso b’somim”.
Cumpliendo
con el prudente empleo que, según indiqué, se debe observar al salir del día
sábado, no sólo en las sinagogas de observancia estricta, sino especialmente en
las familias, el que hace la ofrenda, por ejemplo, el padre de familia lleva el
vaso en la mano y sobre su fragante contenido pronuncia la siguiente bendición:
“Alabado
seas, Señor, Dios nuestro, rey del mundo, que creaste todas las especies de
aromas.”
Entonces
abre la tapa o torrecilla del vaso y aspira el vapor de los granos de especias.
Este es el
único resto del culto de las esencias aromáticas en el judaísmo de hoy día.
Según la explicación de los judíos ortodoxos, ese rito proviene de una
bendición hecha sobre una copa de vino en el que se apagaba una vela encendida.
Era un acto de gracias a los dioses del fuego, poderoso auxiliar del hombre en
todas las formas y creaciones, al comienzo del trabajo semanal, en que el
espíritu sabatino, metafóricamente representado por las especias, sería
transportado a los días hábiles.
No
erraremos tal vez ante esa interpretación, creyendo que ese vapor de las
especias, trasladado a la esfera religiosa, puede curar, a su vez, la vuelta
del espíritu sabatino en el curso de la nueva semana.
Los judíos
jamás tuvieron misterios o usos culturales propios. Su aptitud y aplicación
espiritual descansaban en lo material, en el negocio. El estímulo que los
judíos dieron al empleo de las esencias y defumatorios en el culto, no era otra
cosa que el deseo de activar el comercio para sacar de esas cosas algún
provecho lucrativo. Indagaciones hechas en la literatura judaica, proporcionan
amplios informes sobre cosas secretas, sobre todo el conocimiento de escritos
antiguos de los judíos españoles, anteriores a la expulsión (1492, después de
Jesucristo) , y que constituyen un interesantísimo material de investigación.
Supe en
Rodas y Palestina que hay familias judías que para ciertos exorcismos usan
hasta hoy día olores relacionados con las constelaciones siderales.
Sabemos que dentro de
él, bullen todos estos metales totalmente diluidos y que están en nosotros en
más o menos auge según la constelación de nuestro nacimiento. Así podemos
afirmar que la Alquimia y la Astrología son dos hermanas gemelas que se
deslizan de la mano. Si confeccionamos un amuleto puede hacerse la misma
comprobación y por iguales métodos observando la sangre y las figuras que
surjan en las constelaciones de los metales en correspondencia con sus astros
respectivos. De este modo probaremos si existe antagonismo o bien armonía entre
la sangre y los metales combinados.
Hacer estas
experiencias, significa tanto como unir nuestra Filosofía con las Ciencias
Exactas que es el único, el verdadero camino para llegar a altas conclusiones
mediante una sincera comprobación.
Pero del mismo modo
que a cada planeta corresponde un metal determinado, de igual manera
corresponde también un árbol especial.
Képler ha escrito una
obra cuyos apuntes he debido tomar de manuscritos antiguos, pues concuerdan con
los que posee nuestra Fraternidad, en al que figura cada uno de los planetas
representado por un árbol.
De este modo,
Mercurio está representado por el Olmo en el que se han encontrado cantidades,
aunque pequeñas, de azogue. Venus, por el Abedul, que contiene mucho sílice. El
Sol, por el Fresno, donde los químicos expertos han encontrado el oro. Marte,
por el Roble, que contiene grandes porciones de hierro. Júpiter por el Arce o
Plátano Falso donde se encuentra el zinc. Saturno, por el Pino o el Ciprés,
donde hay plomo y la Luna, por el Cerezo, donde existe vestigios de plata.
Todas estas Plantas,
se consideran sagradas y corresponden, en Medicina Oculta, a los distintos
órganos de nuestro cuerpo que están relacionados con los signos zodiacales. Por
eso en la Iglesia Gnóstica, invitamos a los fieles a tomar de estas Plantas
sobre las manos, según el día en que se celebra. Tan sólo cuando no pueden
encontrarse estos árboles, se utilizan ramas de Acacia [2] que es el árbol que
brota en todas partes y es de todas las épocas.
TOMADO DE: INCIENSO Y COSMOTERAPIA
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