COSMOGRAFÍA BUDISTA TIBETANA
La cosmografía budista tibetana guarda relación con la enseñanza e interpretación brahmánica, pero incluye asimismo ciertos elementos únicos que probablemente procedan del culto crónico mágico del Tíbet anterior a la adopción del budismo. En Jlie Tibe-tan Book Of The Dead (Oxford University Press, 1985). W. Y. Evans Wentz da una descripción de la cosmografía tiberana, y el resumen que le sigue está basado en parte en dicha descripción.
Tanto la cosmografía budista como la hindú giran, literalmente en torno a una montaña sagrada, que actúa como eje para todos los mundos, para todos los universos. Conocida más extensamente como monte Meru, o Rirab en Tibetano, desempeña el mismo papel que el fresno Yggdrasil, que el roble-mundo finlandés o que el Árbol de la Vida. El monte Meru está rodeado de siete círculos concéntricos de aguas u océanos, separados a su vez por siete círculos concéntricos de montañas doradas. Más allá de los catorce círculos de aguas y montañas, se encuentra el círculo de los continentes o tierras firmes. Así, el universo, o más exactamente deberíamos decir el "multi-verso", ya que ocupa más de las dimensiones espaciales regulares, puede parecerse a quince círculos o esferas entrelazadas, a través de las cuales emerge la montaña sagrada. Esta definición nos da un modelo típico de las Direcciones Sagradas: Arriba, Abajo, Dentro, Este, Sur, Oeste y Norte.
El concepto de base y ápice se emplea para definir niveles o mundos de conciencia y energía; la cima de la montaña sagrada soporta varios niveles de paraíso, el más superior de los cuales es el cielo supremo, el penúltimo dominio de ser antes del vacío o nirvana. Este vacío coincide con la copa del Árbol de la Vida, la conciencia o mundo unificado primario del Ser espiritual. En los dominios inferiores debajo de la montaña, sin embargo, se encuentran los, distintos infiernos que tradicionalmente se encuentran en el budismo o en el hinduismo, mientras que entre los infiernos y el paraíso más alto hay grados o mundos graduados.
Dentro del monte Meru hay cuatro dominios o dimensiones, una encima de otra. La que está más arriba está ocupada por seres titánicos sobrenaturales (Asuras), expulsados de los cielos. Los tres dominios inferiores están ocupados a su vez por órdenes de espíritus o seres sobrenaturales inferiores. Esta jerarquía vertical cuádruple es similar a las que se encuentran en la angeología del misticismo y mitología judeocristianas, y ofrece una comparación interesante con la cosmografía herética descrita en la Vita Merlini medieval.
El anillo o esfera más exterior, el decimoquinto, tiene los continentes primarios flotando sobre el océano más exterior. La esfera desdoblada en quince está cercada por una muralla de hierro, que es la barrera o umbral entre los universos, y encierra y refleja la luz del sol. de la luna y de las estrellas. Son muchos los universos postulados. Dentro de cada universo, la alternancia del fluido sutil (agua, los océanos) y de la sustancia material (las montañas) crea la resonancia de balance y de interacción.
En el Bardo Tbódol, o Libro de los muertos (Book of The Dead) tibetano, los océanos más exteriores soportan cuatro continentes, cada uno de los cuales está localizado en una de las Cuatro Direcciones. Cada continente tiene un continente satélico diestro y siniestro, arrojando un total de doce continentes o direcciones primarias. Así. tenemos el modelo de un universo desdoblado en doce, basados en los conceptos de altitud, profundidad, y de las Cuatro Direcciones. Los continentes no son literalmente los de este planeta, sino que, de hecho, son mundos a un tiempo físicos y metafísicos. Representan, hasta un cierto punto, entidades planetarias tales como nuestra Tierra (el Continente del Sur), la Luna (el Continente Oriental), el Sol (el Continente Occidental), pero no deben confundirse con los planetas literales. Como en todas las mitologías de la creación, las direcciones y mundos representan potencialidades al igual que actualidades: el aire, el fuego, el agua y la tierra, elementos de la creación, que conducen a muchos mundos a través de su resonancia inherente, o potencialidad como puertas o formas de poder transformativo.
El propio monte Meru tiene Cuatro Rostros, cada uno de los cuales es de una sustancia y color sagrados; un patrón típico sería: Plata en el Este. Jaspe en el Sur, Rubí en el Oeste y Oro en el Norte, aunque las tradiciones pueden variar.
Las complejidades y armonías de mundos o universos entrelazados constituyen el rasgo principal del misticismo judaico y de la cosmología platónica y neoplatónica. Podemos ahora proceder a examinar algunos ejemplos típicos de estas escuelas o modos principales del Mito de la Creación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario