Mitología mesopotámica. Demonios: La personificación, en la Tierra, del sufrimiento humano
Si bien es cierto que las actuales representaciones demoníacas, son inequívocamente de origen mesopotámico, no lo es menos que las presentes conceptualidades religiosas occidentales sobre su asignado papel, parecen distar mucho de ser compatibles con la esencia de sus primitivas atribuciones o significados. Ésta aparente incompatibilidad tiene visos de ser resuelta sobre las aportaciones realizadas por las teologías que acompañaron a las dinastías conquistadoras del Oriente Medio, a finales del I milenio a.c., siendo en éste periodo de la Historia, donde tal vez debemos de situar ese “punto de inflexión” divergente de unas creencias que durante más dos mil quinientos años se mantuvieron en su primordial estructura en la “Creciente Fértil”, prácticamente indelebles.
« (36) A la casa que no abandona quien entró en ella. Por el camino que no tiene regreso. Donde el polvo es su alimento y la arcilla su sustento; donde no ven la luz y viven en la oscuridad; donde visten plumas, como los pájaros; Donde el polvo y el silencio lo cubre todo…» Descripción del “Más Allá”· Pasaje de la “Epopeya de Gilgamesh”. Tablilla VII. 36-39. Versión de la Biblioteca de Ašurbanipal.
Ésta versión sobre recopilaciones de textos mucho más antiguos, probablemente sumerios, nos dibuja la percepción del “Inframundo” para las mesopotámicos – El “Kur-nu-gi-a” o “Ki-gal”. “El País del No Retorno” que estaba situado en la segunda contra-bóveda del Universo, rodeado de siete murallas, y por debajo del “Reino del Apzu” – . “Más Allá” que, como podría ser obvio para algunos, no contempla las actuales consideraciones judías y cristiano-musulmanas de un “Cielo” y un “Infierno”. Es más, aunque su diosa regente, “Ereshkigal”, dispusiera del consejero “Namtar” y sus “Petû” para guardar las “Siete Puertas del Inframundo” (Kramer-Botteró, 1989), sus atribuciones no son comparables, ya que el protagonismo de éstos se ceñía en exclusividad en evitar el regreso de las “almas” o “espíritus” al mundo de los vivos, evitando sus más que posibles tenebrosas secuelas, sin poseer atribuciones punitivas sobre los entes allí constreñidos – Caso similar lo constituía el dios Ningišzida en un papel de “guzalû”o “detentor” de las almas que conseguían traspasar esas puertas. En la tradición mesopotámica, semítica occidental (Isaías, 29,4) e hurrito-hittita, era posible, con la intermediación de hechiceros y brujas, invocar al espíritu de un fallecido – . En definitiva, hablamos de un “reino” donde únicamente la “parte divina” del hombre, fruto del sacrificio del dios Quingu, permanecería eterna – En determinadas versiones, Kingu era el cabecilla de los “Igigi”, dioses del Apzu, en la revuelta contra los dioses del Cielo, los “Anunnaki”, que los esclavizaban y en la que se convino, por mediación de Enki/Ea, la creación del hombre para sustituirlos – .Éste “espíritu” o “parte inmortal” , lo denominado en sumerio-acadio como “ekimmu” y que literalmente significa “lo que es arrebatado”, por lo que un epónimo de “demonio” en lengua acadia es el término “ekkimu[m]” y que puede traducirse como “El Arrebatador (de las almas)”.
Los sumerios reconocían tres tipos diferentes de “entes espirituales”, o “demonios”, según su fisiología y naturaleza: Los que podríamos definir como “fantasmas” o la “conciencia del difunto” tras su muerte y que , aunque supuestamente recluidos en el Kurnugia, tendrían la posibilidad de vagabundeaban por el mundo; Los naturalizados como mitad hombre y mitad demonio y que simbolizaban seres cuyos modos consistían en traer el miedo y la desazón; Y ya por último los “demonios-alados” que eran de descendencia divina o “(l)ilù lemnûtu” y cuya función respondía a la aplicación de los castigos de los dioses hacia los hombres como fruto de una indignidad hacia su culto o bien por la decisión caprichosa de los primeros .
Placa de terracota paleobabilónica, 1894- 1595 a.c., que podría corresponder a Lilîtu (Alternativa la diosa Ishtar como “Estrella de la Noche”..). Aparece flanqueada por dos búhos, símbolo de la noche, y coronada como diosa-demonio, sosteniendo los signos deíficos de la cuerda y la vara de medir. British Museum.
En el primer grupo de “fantasmas” aparecen los “utukku” o “espectros”. Se trata de almas recluidas en el inframundo que toman carta cata de presencia al ser invocados mediante la magia hechicera y que eran utilizados para prácticas prohibidas. – Caso extenso era la predicción del futuro, o bien, como en el caso de su epopeya y tras el permiso de Nergal, esposo de la diosa Ereshkigal, Gilgameš hablar con su amigo Ea-bani o Enkidu, ya fallecido (L.W. King) – La diferencia con los “ekimmu”, que ya comentaremos mas tarde, estribaba en que estuvieran o no esclavizados por los hechiceros o brujas. Su peligro radicaba en que estas prácticas mágicas podían incluir la posesión de una persona viva.
Del segundo tipo son los “Alû” o “súcubos”. Demonios que se escondían en las esquinas oscuras de los poblamientos y que también recorrían los lugares solitarios al anochecer. Se trata de una horrible aparición que carece de boca, miembros y orejas. Eran reconocidos como entes mitad humanos, mitad demonio, y que acechan a los hombres incautos “envolviéndolos como si de un ropaje se tratara” o bien procedían entrando por las noches en las habitaciones en espera del cierre de los ojos de sus víctimas, para poseerlos sexualmente . Ésta aparición, muy posiblemente, tenga relación con otros “entes demoníacos” como “Lilîtu” o “Ardat(u) Lilit” – “Lilith”en hebreo, la primera esposa de Adam, “La que incita a la lujuria para luego no satisfacerla”, “El Pájaro de la noche” (Isaías, 34:13-15), “La que no conoce marido” – que son súcubos que poseen a los hombres para engendrar nuevos demonios. En definitiva, los súcubos, nos hablan de la “Infertilidad” con castigo al hombre, evitando conseguir descedencia. Tales aseveraciones vendrían soportadas en textos posteriores del “Midrash rabínico”, siglo II d.c. y que darían interpretación bíblica a la costumbre semítica de colgar del cuello de los niños un amuleto con la representación de “tres entes angelicales” denominados Senoy, Sansenoy y Semangelof para proteger a los infantes de la primera esposa de Adam y que son comparables al uso mesopotámico de amuletos contra demonios “Lamashtu”.
También del primer grupo son “ekimmu“, y que representan a los espíritus de los fallecidos que según las costumbres mesopotámicas han sido “olvidados” por sus allegados vivos – Es decir, no recibían las atenciones debidas en forma libaciones y ofrendas destinadas a su manutención en el “Mas Allá”. Presentes que eran pagados y presentados el templo –, por lo que se ven abocados, tras escapar, a buscar su sustento merodeando por la región de los vivos.
« El espíritu-demonio, el demonio demoníaco, el demonio-fantasma. De la lejana tierra han venido; Del lejano “Más Allá” bajo el mundo, ellos han venido. Para el Cielo ellos son desconocidos; En la Tierra ellos son incomprendidos. Ellos no están ni de pie ni sentados; Ellos no comen ni beben » Pasaje de las”Series Utukkû Lemnûtu”. Tablila “C”. Vol. II.
Una variante de éstos “espíritus perdidos” son las mujeres que murieron durante el parto, o mientras amamantaban a sus hijos, que “vuelven a la Tierra” en busca de su desamparado infante. También entran dentro de ésta categoría de “almas sin descanso”, los espíritus de la “hieródulas” o sacerdotisas de los templos, muertas o fallecidas – Recordar que el dios Enki dispuso que las mujeres infértiles se dedicaran a éstas labores, según el Poema de Enki y Ninmah -, o de hombres que han “rechazado casarse”, homosexuales (¿?) , en edad de matrimonio y que mueren sin cumplir su “destino”. Su peligro estribaba en que si un “ekimmu”, el cual hubiera sido desatendido o hubiera sufrido las anteriores circunstancias, vuelve a la Tierra, éste espectro podría intentar unirse de nuevo a su cadáver o bien poseer un nuevo cuerpo vivo con el que hubiera tenido conexión en su vida terrenal. Un cuarto demonio son los “Gallu” y que pueden tener la figuración de un toro, los llamados ” cabeza de toro” o “grandes demonios”. Como los demonios Alû acechan en la noche, pero indistintamente sus víctimas son tanto hombres como mujeres. Su posesión no tiene una vertiente sexual, sino que responden a la personificación de la “Enfermedad” , o la “Desgracia Ecónómica”, que pueden acarrear incluso la muerte. Dos espíritus-demonio “Gallú” fueron los que acompañaron tanto a diosa Inanna/Ištar, como a Gilgameš, en su “descenso al inframundo”. El rey asirio Senaquerib los describía como “gallû lemnûtu” o “demonios entre los demonios”.
« (5′) “Tú, ser hechizado quien le ha tocado”. “Tu, hechizada, hija de Anu”. “Tú, indeseable”. “Tu, tamarisco”. “Yo te he sometido, te expuso”. “Ea lo permitió , Ea lo ha desautorizado” (12′) “diabólica maldición en forma de “demonio-Gallu” » Pasaje de las “Series Šurpu” Tablilla I. Versión babilónico-kassita. (E. Reiner)
Amuleto contra demonios Lamashtu del periodo neo-asirio, 800 a.c. aprox.. Aparece amamantando a un cerdo y un perro, símbolos de lo impuro y del vagabundeo. British Museum.
Otro tipo de demonio es el llamado “Lamaštu“, “Labartû” o “Dimme”. Hablamos de un demonio del género femenino e hija del dios Anu. Los niños pequeños, sus madres y las embarazadas eran las personas más expuestas a sus ataques. Culpable de los abortos, de la mortandad y enfermedades infantiles, así como de la incapacidades maternales de las mujeres, son numerosos los ritos que ofrecen remedios contra ésta criatura. Ritos que están acompañados de la existencia de amuletos, de común utilización, y donde aparece su esposo, el rey de los demonios alados, “Pazuzu“. Se la representa en los textos y amuletos como un ser con cabeza de león, los dientes de un asno, senos desnudos – senos que en algunos amuletos aparecen amamantando a dos cerdos o a un cerdo y un perro. Recordar que para los semitas el cerdo es un animal “impuro” como competidor del hombre, ya que come lo mismo que éste – en un cuerpo cubierto de pelo, garras en las manos, además de extremidades inferiores de águila, y que en algunos talismanes parece sobre un asno, su animal representativo, y éste a su vez sobre una barca con la que recorre la Tierra.
Un caso aparte lo constituye Pazuzu, rey de los demonios y esposo de Lamashtu y que tiene una súbita aparición durante la Edad del Hierro como necesidad de una incipiente liturgia mágica en Mesopotamia. La naturaleza de Pazuzu se dispone en dos vertientes: Una como “espíritu benigno doméstico” y otra como “demonio alado” . Como “espíritu benigno” toma la atribuciones de un ente de la anterior Edad del Bronce, “Huwawa”, y de éste adopta los mismos rasgos faciales monstruosos que tiene como misión ahuyentar a los espíritus y visitas no deseadas. La importancia de la cabeza, y así aparece en los textos rituales, es trascendente al resultar crucial en las exorcizaciones contra una gran variedad de demonios – De ahí que en los anales arqueológicos se conserven más de éstos elementos que de cuerpo entero –. La principal diferencia entre Pazuzu y Huwawa estriba en su especial protección contra demonios alados o “Lilû”, y especial contra su esposa, el demonio femenino Lamaštu. Como “Rey de los Demonios Alados“, y siendo él uno de ellos, su fortaleza estriba en la dominación hacia sus súbitos y en su orden de retirarse sin causar perjuicio. La segunda personalidad de Pazuzu está definida por los rituales de hechicería y sus invocaciones. En este contexto, el “Rey de los Demonios” es dibujado como un ser estremecedor e itinerante por las ciudades y pueblo, donde busca un sustento que a su vez agradece protegiendo los hogares contra espíritus y el resto de los demás demonios, presentándose como: «Yo soy Pazuzu, hijo de Hanpu, rey de todos los lilû» y que tras ser aceptado a traspasar el umbral, añade: « Yo, el que conjura a los demonios y expulsa la maldad, (donde) yo entro, Dolor y Quebranto no son bienvenidos y (son) rechazados »
Después de ésta breve exposición parece evidente que no existe en el elenco demoníaco mesopotámico ninguna relación con las actuales concepciones infernales del “Inframundo”, es más, exceptuando tal vez Lilîtu – Aunque hemos de enmarcarla dentro de las tradiciones semíticas en contra de la “polución nocturna” – no parecen poseer tampoco ninguna faceta de “demonios tentadores”, en post de la pérdida de una supuesta virtud espiritual – aunque todos ellos parezcan representados en los textos rabínicos hebreos, así como del Antiguo Testamento -, que los asocie con su harto probada relación con las actuales consideraciones definitorias de “fantasmas”, “espíritus”, “almas en pena” y “demonios”, tanto en el folclore popular como en la liturgia religiosa. Por otro lado, si aparecen , estos seres fantásticos, como representativos de las desgracias, enfermedades y padeces generales del ser humano mesopotámico antiguo y, en extensión similar, los de una genérica humanidad fuera de tiempo. Dicho esto, se plantea un pregunta: ¿Donde en el tiempo debe situarse esa “bifurcación teológica” que modifica las anteriores percepciones semítico-mesopotámicas de la vida y muerte ..? Una posible respuesta:
« El Levante meridional mediterráneo pasó a formar parte del sector occidental del imperio macedonio, regido por Seleuco (Seleuco I, Nicator, 358?-280 a.c.) y es durante éste periodo cuando se documenta el resurgir en la literatura religiosa judía de un nuevo género: El llamado Apocalíptico. Estos escritos postrimeros están cargados de huellas inequívocas de las principales doctrinas del zoroastrismo sobre el Cielo y el Infierno…» Escatología zoroástrica y Apocalipsis judío. Paralelismos.
Referencias:
“Devils and Spirits of Babylonia” (Series Utukkû Lemnûtu) R. Campbell Thompson (1903)
“The Four wings and the origin of Pazuzu” in “Das gesitige erfassen der welt in Alten Orient” Frans A.M. Wiggermann (2007)
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