San Juan Evangelista
Y El Apocalipsis
Preparado por: CARLOS NAPOLEON DEL CARPIO
Considero oportuno que para la lectura
del presente Tra:. Tengan a bien leer el Apocalipsis, último libro del Nuevo
Testamento del V:. de la L:.S:. Al hacerlo es natural tener en mente que este
Libro tiene un sentido esotérico. En otras palabras, no hay que interpretarlo
literalmente, pues sería completamente incomprensible, (para satisfacción
nuestra sabemos que el V:. de la L:. S:. es un Libro Sagrado considerado como simbólico
y alegórico). Lamentablemente es de esta manera que muchas personas lo leen, lo
interpretan y lo explican, dándole un carácter “apocalíptico” del “fin del mundo”.
Ahora bien, simboliza ante todo la conquista humana, tal como todo Mas:. Esta
destinado a vivirla en el curso de su evolución espiritual, con sus alegrías y
penas, sus periodos de esperanza y de duda, sus victorias y sus fracasos en el
plano interior.
Para ilustrar el
presente Tra:. Os presento un extracto de lo que dice el V:. de la L:.S:. Osty.
El
Apocalipsis de San Juan, último Libro del Nuevo Testamento, es un mensaje
profético de Jesús dirigido, por intermedio de Juan, a las siete Iglesias de
Asia Menor. Pero esta profecía poco se parece a los Oráculos de los grandes
profetas del Antiguo Testamento. Es una muestra de un género literario empleado
honorablemente por Daniel y muy desarrollado durante el primer siglo de la Era
Cristiana; el género apocalíptico, llamado así por transcripción de la primera
palabra de la obra, que significa “develar”, “Manifestación”, “revelación”. Ahí
encontramos sus objetivos, procedimientos y métodos. En efecto, Juan se propone
revelar los secretos del porvenir, que para él con el fin de los tiempos. De
completo acuerdo con una de las leyes del género apocalíptico, el lo declara
próximo y lo llama con ardiente deseo. Esta revelación le fue hecha a través de
visiones que, en el éxtasis, le fueron dadas del Cielo, a las puertas del Cielo
o en la Tierra. Un buen número de éstas imágenes son tradicionales y fueron
tomadas del Antiguo Testamento, de los Apocalipsis judíos, de las mitologías y
de las leyendas del Asia Menor; el papel desempeñado por los ángeles, el libro
sellado, el libro para creer ciegamente, las trompetas, las copas, los rayos y
las centellas, el gran combate de fin de los tiempos, Gog y Magog, el festín
escatológico, etc.
Las
Imágenes del Apocalipsis son menos descriptivas que simbólicas: expresa una idea,
sin preocuparse de la armonía y de la práctica. Así, la espada punzante que
sale de la boca de Jesús significa su omnipotencia de juez: el cordero de siete
cuernos y siete ojos, que él es todopoderoso y omnisciente; el largo, el ancho
y la altura de la Nueva Jerusalém son iguales, porque el cubo es una realidad
perfecta, etc. Las cifras y los colores también tiene un valor simbólico: el 7
expresa la perfección; el 4 es el número terrestre; el 12 Israel; el 1,000 la
multitud o un periodo largo; el 144,000 la plenitud; 3 días y medio, un tiempo
muy corto; 42 meses y 1,260 días, una duración bastante larga; el 666 puede ser
una imperfección radical y una malignidad a fondo (el 6 es la cifra de la
imperfección, repetida tres veces), etc.; el blanco sugiere alegría y victoria,
el rojo la sangre derramada, etc. La palma significa la victoria, la corona el
triunfo, etc. De todo esto, debemos acordarnos durante la interpretación del
texto.
A
pesar de las obscuridades del Apocalipsis, su sentido profundo está aquí. Y
este sentido es válido para todas las generaciones cristianas. El Apocalipsis
no describe el desarrollo de los siglos ni tampoco proporciona ningún
esclarecimiento sobre lo que debe permanecer oculto. Afirma solemnemente la
maestría del G:.A:.D:.U:. y de su Cristo, invita a los cristianos a la
constancia entre la pruebas y las precauciones, y les devela algunos de los
esplendores de un lugar por venir de restauración, de luz y de paz. La
tradición antigua en su conjunto, ha atribuido esta gran obra del Apóstol Juan
y no hay razón suficiente para descartar esto. Habría sido escrita en Patmos
durante los últimos años del Emperador Domiciano (Fin del siglo I)”
Apóstol
y evangelista a la vez, Juan es dentro de la tradición cristiana hijo del
pescador Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor. Habiendo seguido la
predicación de San Juan Bautista, fue escogido por el Cristo como uno de los
Doce y se convierte en su discípulo preferido. Numerosos pasajes Bíblicos
muestra la preferencia de Jesús por Juan, apóstol bien amado: él es uno de los
tres que lo acompaño al Monte Tabor para su transfiguración y lo asiste en el
Monte de los Olivos durante su agonía. Durante el último alimento, la Cena,
recibe la misión de cuidar a la madre del Cristo. A la muerte de María que él
acompañó a Éfeso, él es el encargado de llevar frente a su féretro la palma
cosechada por un ángel del paraíso. Además, en Roma donde se encontraba durante
las persecuciones de Domiciano, es sumergido en un caldero con aceite hirviente
que le produjo el efecto de un baño refrescante. A este propósito los textos
dicen: “El aceite hirviente se convirtió en rocío celeste y Juan salió de la
tina más sano de lo que entró, como el oro que se saca del horno…” Acusado de
magia, es exiliado a la isla de Patmos donde escribió el Apocalipsis.
A la muerte del emperador Domiciano,
San Juan regreso a Éfeso, a donde el gran sacerdote del Templo de Diana le hizo beber
una copa envenenada. Pero después de haber hecho el signo de la cruz, absorbió
su contenido sin experimentar ningún mal. Es también en Éfeso que escribió, a
la edad de 90 años, el cuarto evangelio. El relato de su muerte y su ascenso
presenta grandes similitudes con el que relata la muerte y la asunción de
María. Ambos fueron advertidos por un ángel de que se acercaba su fin, y como
sucedió con el Cristo, sus discípulos nunca encontraron el cuerpo de Juan en la
tumba que él mismo se había cavado y desde donde se habría elevado al cielo,
para regresar al Reino de los Cielos.
Mientras que San Pedro y
San Juan Bautista simbolizan el exoterismo cristiano, ya que Juan Bautista
anuncia la llegada del Mesías y San Pedro es designado para ser el jefe de la
iglesia visible, San Juan Evangelista al contrario, representa la iglesia esotérica
del Cristo. Discípulo preferido de Jesús, y por cierto el único de los cuatro
Evangelistas que realmente trató, aparece sin cesar como un personaje
misterioso. Su evangelio es considerado como el más místico de los cuatro. Si
tal es el caso, es por que describe la misión puramente divina del Cristo y que
hace de él la encarnación del Verbo Divino. Dicho de otro modo, presenta a
Jesús, no en su dimensión humana, sino en su dimensión divina y mesiánica. Este
esoterismo Crístico se encuentra de manera explícita en sus tres atributos
simbólicos: el águila, la copa envenenada y el Libro del Apocalipsis.
Si el águila es
atribuida a Juan Evangelista, es debido a las visiones de Ezequiel, donde el
Tetramorfo (hombre, toro, león águila) se distribuye así: el hombre que
simboliza la encarnación corresponde a Mateo; el toro, que simboliza la pasión,
corresponde a Lucas; el león que simboliza la resurrección, corresponde a
Marcos; el águila que simboliza el ascenso (otro simbolismo del águila bicéfala
del Supremo Consejo Grado 33), corresponde a Juan. En este contexto ¿cómo no
pensar en la gran Esfinge, representación simbólica del zodiaco en relación con
los cuatro elementos? En efecto, la Esfinge, Guardián de los Misterios egipcios
y de las iniciaciones que se daban allí, posee una cabeza de hombre que
corresponde a Acuario, signo del aire, un cuerpo de toro que corresponde a
Tauro, signo de tierra, las patas de león, signo de fuego y las alas de águila
que corresponden a Escorpión, signo de agua. Como iniciados, Juan no podía
ignorar la existencia de este simbolismo y de sus correspondencias.
El águila, considerada
en diversas tradiciones como el rey de las aves, es el símbolo universal de la
maestría de los aires y del poder de dominación que resulta de ello. Debido a
su modo de vida solitario también representa la fuerza de la independencia.
Finalmente, y tal vez, especialmente, es capaz de elevarse más allá de las
nubes y de mirar fijamente al sol sin ningún daño. Acaso no dicen los textos:
“El águila mira muy de frente al Sol sin temor, tal como el hombre contempla el
resplandor eterno si su corazón es puro…” Es por esto que esta ave majestuosa
representa la percepción directa de la Luz cósmica, es decir, la iluminación a
la cual todo H:. aspira. Pero el Sol mismo es la manifestación de la Divinidad
por diferentes razones:
·
Inmortal se levanta cada mañana y
desciende cada noche al “Reino de los Muertos”. Se supone que guía a las almas
a través de las regiones infernales y las lleva a la Luz Divina.
·
Fuente de luz, sus rayos simbolizan
las influencias celestes recibidas por la Tierra. Situado en el centro del
cielo, como el corazón se encuentra en el centro del hombre, representa
tradicionalmente el corazón del mundo.
·
Principio activo “Yang” con relación a
la Luna, asociado al principio pasivo del Ying, simboliza el conocimiento
adquirido, mientras que la Luna el conocimiento recibido
Después del águila,
examinemos ahora el segundo atributo simbólico de San Juan Evangelista; La copa
envenenada. La Tradición reporta que el gran sacerdote del Templo de Diana, en
Éfeso, dice a San Juan para probarlo: “si tu quieres que yo crea en tu Dios, te
daré de beber veneno, y si no te hace ningún mal, es que tu Dios es el
verdadero Dios”. Primero prueba el efecto del veneno en dos condenados a muerte
que sucumben enseguida. El Apóstol toma entonces la copa, hace el signo de la
cruz y bebe de un solo golpe el veneno sin experimentar ningún mal. Este relato
popularizado no es más que la explotación de dos pasajes del Evangelio, de los
cuales el primero esta en Mateo (20, 20-24): “La madre de los hijos de Zebedeo,
Juan y Santiago, se acercó a Jesús y le pidió para sus dos hijos el privilegio
de estar sentados a su derecha y a su izquierda en el Reino de los
Cielos”. Jesús le dice: “Usted no sabe
lo que pide. ¿Puede usted beber la copa que beberé pronto?” La segunda fuente
de la leyenda está en Marcos (16,18). El Cristo resucitado da la misión a sus
apóstoles de predicar el Evangelio por el mundo. Les promete, entre otros
privilegios, la inmunidad contra el veneno: “He aquí los milagros que
acompañarán a aquello que hayan creído; cuando hayan bebido algún brebaje
mortal, no les hará ningún mal”.
Aplicada a San Juan, la
copa reviste entonces un doble simbolismo: por
un lado el de la inmortalidad, por el otro, el del conocimiento. Por
extensión, puede ser equiparada a la copa eucarística que contiene la sangre de
Cristo, es decir, al Grial, cuya conquista constituye el fundamento de la
epopeya legendaria del rey Arturo y de los caballeros de la Mesa Redonda, pero la Inmortalidad y el
conocimiento sólo se obtienen muriendo a sí mismo y liberándose de la ignorancia.
Encontramos aquí el fundamento de la “Iniciación”,
en su expresión más elevada: El Hombre
Viejo debe morir para que el Hombre Nuevo renazca a la vida y se vuelva
realmente inmortal. Tal es precisamente el mensaje que se vislumbra a lo
largo del Evangelio de San Juan, pues evoca de una manera velada el simbolismo
del renacimiento espiritual y del sendero de la iluminación.
El Libro del
Apocalipsis, tercer atributo simbólico de Juan, es ciertamente uno de los
textos más misteriosos de toda la enseñanza cristiana. Para el que aprende la
personalidad excepcional de Juan, no cabe duda que este Libro es el más
esotérico del Nuevo Testamento. Su contenido simbólico, que algunos afirman ser
cabalístico, encierra conocimientos que se refieren tanto a la historia del
hombre como a su naturaleza espiritual. Este Libro no solo es profético, pues
también explica claramente el sendero que el discípulo debe seguir para
alcanzar el estado Crístico. En el plano etimológico, es interesante notar que
el término “Apocalipsis” se deriva del término griego “Apocalupsis”, que
significa “desnudo”, “develado” y por extensión “revelación”. Dios devela a
Juan el texto del Apocalipsis, a fin de que lo revele a su vez a aquellos que
son capaces de comprender su verdadero sentido.
En el apocalipsis,
estamos frente a una obra de arte donde el lirismo y la poesía están lado a
lado con un poderoso simbolismo. Tenemos antes que nada el taumaturgo en blanco
y oro, rodeado de sus ángeles y acechado por los demonios. El simbolismo de los
números, está por todos lados. El Uno, símbolo de la Unidad del mundo y de la
unidad de Dios. El Dos, símbolo de la dualidad, de los contrastes: del bien y
del mal, del ángel y del demonio, del blanco y del negro, de la luz y las
tinieblas. El Tres, símbolo de la Trinidad Divina, de la Creación, signo de
Yahvé. El Cuatro, símbolo del mundo material, de los puntos cardinales, de los
Caballeros del Apocalipsis, Mensajeros de Dios montados en cuatro caballos de
diferentes colores, blanco, rojo, negro y verdoso, para la Conquista, la
Guerra, la Hambruna y la Peste. También tenemos el Cinco, el Seis y sobre todo
el Siete, el gran número bíblico: las siete visiones, los siete ángeles del
Señor están provistos de siete trompetas, los siete sello, las siete copas
fatales que derraman el veneno y la muerte, las siete cabezas de la Bestia, las
siete Estrellas (Del Ort:.), los siete candelabros de siete ramas.
Marcos ve en los siete
actos del Apocalipsis las siete etapas de la iniciación Crística: la
concepción, la Gestación, el Nacimiento, el Crecimiento, el Trabajo, la Batalla
y las Nupcias. Precisa que el Apocalipsis es la “Iniciación al Cristianismo
Esotérico”. Esto confirma el pensamiento de Eliphas Levi cuando nota que “el Apocalipsis de San Juan, bajo los
emblemas de la Santa Cábala, esconde los secretos más profundos de la teología
cristiana” En su estudio magistral del Apocalipsis, declara igualmente: “¿Cómo comprender el Apocalipsis si no se
tiene las claves de la Santa Cábala?”. Así San Juan parece progresar en el
Sendero místico por medio del número siete, yendo del finito al infinito y del
mortal al inmortal. Primero que nada, el mundo espiritual le es revelado en una
visión poética por medio de los siete sellos. Enseguida, se eleva hasta el
poder del Verbo, siendo representada esta última elevación por las siete
trompetas. Paralelamente, percibe lo infinito del Divino, siendo representada
esta sublime percepción por las siete copas. Esta progresión iniciática esta
simbolizada por las epístolas a las siete Iglesias del Asia: Éfeso, Smyrna,
Pergamo, Thyatira, Sardias, Filadelfia y Laodicéa.
Como acabo de precisar,
las epístolas a las siete iglesias ilustran perfectamente la séptuple
progresión que Juan describe en el Apocalipsis para simbolizar el progreso
iniciático que conduce al estado Crístico. En efecto, cada una de ellas parece
haber fallado y fracasado en su misión. Sin embargo, se le promete una
recompensa si hacen el esfuerzo de purificarse
y elevarse hacia la Perfección Divina. Ahora bien, esta recompensa sólo
puede ser obtenida a través de un proceso iniciático, y es lo que se deduce del
Apocalipsis. Aplicada al hombre, esta alegoría significa que es a través de las
siete etapas que el discípulo se torna en un Iniciado, en un “Cristo”, y
termina por conocer la inefable experiencia de ser Uno con Dios, Por otra
parte, se puede establecer un paralelo con las siete etapas del progreso de
Jesús: el nacimiento, el bautismo, las transfiguración, la crucifixión, la
resurrección, el ascenso y su regreso a la derecha del Padre.
Es interesante observar
lo que se promete a las siete Iglesias, por que es aquí donde residen las
claves más importantes del Apocalipsis. A los HH:. Que llegaron al grado del
Real Arco; que han estudiado la Santa Cábala y la Alquimia, es importante tomar
mucho énfasis en lo que continúa ya que guarda mucha relación con los estudios
mencionados:
Primer
mensaje A la Iglesia de Éfeso: se le promete “…Al
vencedor, le daré de comer el fruto del Árbol de la Vida que se encuentra en el
Paraíso de Dios” …
Segundo
mensaje a la Iglesia Smyrna: se le promete “… al que sea fiel
hasta la muerte, le daré la Corona de la Vida. Y el vencedor no sufrirá ningún
daño de la segunda muerte”.
Tercer
mensaje a la Iglesia de Pérgamo: se le promete “… Al
vencedor le daré una Piedra Blanca en la cual está escrito un nuevo nombre que
ninguno conoce, salvo aquel que lo recibe”.
Cuarto
mensaje a la Iglesia de Thyatira: Se le promete”…Al
vencedor que practique mis obras hasta el final, le daré el poder sobre las
naciones así como yo recibí el poder de mi Padre. Y le daré la estrella de la
mañana”.
Quinto
mensaje a la Iglesia de Sardis: Se le promete “… De
aquel quesea vencedor, jamás borrare su nombre en el Libro de la Vida, y lo
citaré delante de mi Padre y delante de sus ángeles”.
Sexto
mensaje a la Iglesia de Filadelfia: Se le promete “…Del
vencedor, haré una columna del templo de mi Dios, y ya nunca jamás saldrá. Y
escribiré sobre él el nombre de Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios, y mi
propio nombre, el nuevo”.
Séptimo
mensaje a la Iglesia de Laodicéa: Se le promete “Al
vencedor, le concedo residir en mi trono, como yo mismo me senté cerca de mi
Padre después de mi victoria, en su trono”.
Sin duda alguna, los
siete mensajes dirigidos a las Siete Iglesias aclaran un profundo simbolismo
que podemos aprender únicamente a través de meditaciones sostenidas.
Conforme a lo
anteriormente expuesto, podemos descubrir las siete etapas que el Iniciable
debe atravesar para alcanzar el estado de iniciado perfecto, es decir, El
estado Crístico en la tradición Cristiana. Desde este punto de vista, estos
siete mensajes no son “Apocalípticos” en el sentido que los “profanos” le dan a
esta palabra.
Dicho de otro modo, no
tienen nada de horroroso y no comunican ninguna idea de muerte o de destrucción.
Al contrario, están cargadas de esperanza y de vida puesto que describen en
forma alegórica el camino que conducirá al H:. a alcanzar la Perfección y por
tal la Paz Profunda que se deriva de ello.
Podemos entender que
Juan Evangelista sea considerado como el Padre de la Iglesia del Cristianismo
esotérico. Su fiesta litúrgica situada en el solsticio de invierno, es
diametralmente opuesto a la de Juan Bautista, situada en el solsticio de
verano. Este último, el anunciador y el último profeta de los cristianos, es
festejado en el instante en el que el Sol culmina, pero que comienza a
decrecer. Al contrario, el evangelista es celebrado en el momento más oscuro
del año, pues es la promesa de la Luz por venir.
Es de alguna manera el
hermano espiritual del Cristo. En el Evangelio, Jesús mismo le dice a Juan que
es el “hijo de María”. Igualmente podemos meditar en esta celebre respuesta del
Cristo a Pedro que lo interrogaba sobre el destino de Juan: “Quiero que
permanezca hasta el final de los siglos. Tu, Pedro, ven y sígueme”. Esta frase
expresa toda la diferencia entre la obra secular y exotérica de las Iglesias
cristianas, de las cuales Pedro es el prototipo, y la Iglesia esotérica del
Cristo, que permanecerá para siempre.
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