LA LEYENDA MASONICA DE HIRAM ABIFF (3 de 3)
Herbert Oré Belsuzarri.
Se habla de Iblis, pero no se ha
explicado con claridad quién es él. Es poco conocida aún por investigadores
especializados la filiación directa de los iniciados herméticos y masónicos a
su propia Tradición. Muchos de ellos conocen su origen cainita y la figura de
Tubalcaín sin que puedan fijar con claridad esta genealogía espiritual supra
cósmica y por lo tanto no humana[1].
Cuenta una vieja
historia que “al comienzo de los tiempos, hubo dos dioses que se
repartieron el universo, Adonaí, que era el amo de la materia y del elemento
tierra, e Iblis (Eblis, Samael, Lucifer, Prometeo, Baphomet) el amo del
espíritu y del fuego, dios de la luz. El primero crea al hombre a partir del
barro y lo anima. Iblis y los Elohim (dioses menores), que no quieren que el
hombre sea esclavo de Adonaí, despiertan su espíritu y le dan inteligencia y
capacidad de comprensión. Mientras Lilith se convertía en amante de Adán
(primer hombre) y le enseñaba el arte del pensamiento, Iblis seducía a Eva y la
fecunda y junto con el germen de Caín, deslizaba en su seno una chispa divina
(según las tradiciones talmúdicas, Caín nació de los amores de Eva e Iblis y
Abel de la unión de Eva y Adán).
En efecto Caín no es hijo como Abel de
Adán y Eva, sino del mensajero de la Luz, Eblis, o Lucifer en la tradición
bíblica, que fecundó a aquélla; así Abel hijo de la pareja humana es fruto de
la tierra, mientras que Caín es un ser espiritual nacido de la Luz y por lo
tanto engendrado por los efluvios celestes y sin padre terrenal conocido. Como
se ve claramente, la generación de Abel, que se corresponde por otra parte con
el nomadismo, el tiempo y el pastoreo, es distinta a la de Caín, que se vincula
con el espacio, la agricultura, el uso del intelecto de manera práctica en el
sentido del dominio de la naturaleza, en especial en lo que toca al arte y la
ciencia de la construcción. Bajo este aspecto, Caín es un
hijo "contranatura" con
respecto a la "naturalidad"
propia de la especie representada por Abel.
En el relato del génesis bíblico, es
fácil imaginar cómo tendría que terminar semejante irrupción cósmica, la
continuidad de la nada interrumpida por la presencia de un dios vanidoso y su
nefasta creación, un ser ingenuo y servil con un destino incierto, puesto
en un recién creado paraíso. Resultaba
ser una criatura sin lógica existencial, a menos que su meta haya sido servir a
su Dios eternamente, sin iniciativa propia, algo que claramente no ocurrió por
la intromisión de alguien.
Es una historia infantil sin precedentes,
Lucifer irrumpe en su paraíso de inocencia y la frágil criatura humana peca al
instante y es expulsada del Edén. Los miembros de la siguiente generación,
todavía en los arrabales del jardín, todavía en pañales, como se
dice, empiezan a matarse entre sí. Y para arreglar este entuerto, no satisfecho
con el dolor acontecido, ve como amenaza una tormenta en el horizonte del
porvenir, sabiendo que su creación y el destino de ésta, se le escapaba de sus
manos. A ese dios no se le ocurre otra solución que la de enviar a su propio
hijo a una muerte cruenta bajo el pretexto de redimir al hombre en la cruz,
nueva estrategia de chantaje emocional, pero ahora ampliada a escala
planetaria. Está claro que todo se algo salió fuera del plan inicial, el hombre
ahora razona y decide su destino, entonces entra el eterno oportunismo de
Adonaí, y le llama a esa acción humana “libre
albedrio”, algo que nunca supuso implementar, algo que no debió ocurrir,
por eso maldijo a quién rompió las cadenas de la ignorancia.
Toda historia siempre tiene dos puntos
de vista y está en nuestra tolerancia religiosa y recepción intuitiva aceptarla
o no, pero es curioso que en el seno de la contrariedad arquetípica, la iglesia
cristiana aún no encuentre una sana y convincente explicación para el origen
del mal, tampoco logra convencer, por qué era pecado el conocimiento para el
dios que rige la creación.
Ese pues es el pecado de Iblis: dar al
hombre conocimiento. Y el pecado de Adán y Eva, recibir el conocimiento. A
Iblis se le expulso del cielo y a Eva y Adán se les expulso del paraíso. Esa
pues es la historia de la serpiente y la manzana que comió Eva y Adán.
La humanidad ha vivido del fruto del
conocimiento, desde que fue expulsado Adán, hemos avanzados a través de los
siglos gracias a la inventiva y creatividad humana, algo que para el dios de
Lot era el pecado original, sin embargo el hombre aún arrastra una pesada
carga, se trata de todo ese miedo y el gran respeto impuesto originalmente a
Adán y su descendencia, temor que ha servido, en lo político y lo religioso,
para mantener al hombre en permanente sensación de falta con respecto a su “Creador”.
A lo largo de estos años, el hombre de
fe, vive postrado e hincado de rodillas, canta alabanzas a una autoridad pronta
a la ira y da gracias si los males que lo asolan no sobrepasan los inherentes a
la ya de por sí precaria condición humana, derivados de vivir en una frágil
morada temporal de carne corruptible, destinada inevitablemente, a la
enfermedad, la decrepitud, la soledad y la muerte, la propia o la aún más
dolorosa, la de sus seres amados.
Por igual mueren los justos y los
pecadores, los temerosos a la ira de dios y los que buscan su propio destino,
los ricos y los pobres, los niños o los ancianos, los ganadores y los
perdedores, en suma todos los humanos, y por esta razón desde época inmemorial
el hombre busca la inmortalidad que le es esquiva.
Eblis,
el Espíritu de Luz, es pues el antecedente de una gran dinastía, que se
reproduce de modo paralelo a las genealogías de los hombres comunes. Sin
embargo, este Espíritu de la Luz, o Lucifer, ha sido siempre odiado por estos
últimos, que sin poder comprenderlo se han vuelto contra él de modo radical, a
tal punto que en el Corán se lo equipara con el mismo Satán. Por eso es que
Caín corrió la misma suerte y sobre sus espaldas se descargó la furia no sólo
de Adán sino también de su madre Eva y su hermano Abel, es decir de toda su
familia meramente humana, y es por ese motivo que Caín tuvo que asesinar en
defensa de su auténtico linaje a su medio hermano Abel.
La
salida del jardín del Edén originó un cambio de ciclo, de recolector el hombre
cambió a agricultor y posteriormente a ganadero, gracias al conocimiento el
hombre ya no dependía para saciar su hambre de los avatares de la naturaleza,
podía ahora cultivar lo que necesitaba y guardar sus excedentes para cuando los
necesitara.
Eblis
o el Espíritu o Ángel de Luz, en el Corán, se dice que fue denigrado por dios por
no querer obedecer a Adán, un simple humano[2],
y por ese motivo expulsado del Paraíso constituyéndose en un espíritu que da
origen a la estrella Polar al desprenderse el brillante luminoso que tenía
sobre su frente y que esa misma condensación de la Luz, llamada Estrella Polar,
como se ha dicho, es también la residencia espiritual del auténtico Rey del
Mundo, el Agartha; estos últimos símbolos, o mejor realidades espirituales, son
los que han guiado a los auténticos iniciados de este Manvántara, a la
descendencia de Eblis, o Iblis, a la cual pertenecen tanto Enoch y Hermes, como
Hiram Abiff, constructor del Templo de Salomón.
La
Biblia nos cuenta también que la Reina de Saba, Balkis, quiso conocer Jerusalén; una vez allí la reina negra rechazó al más sabio de los
reyes y se enamoró del oscuro Hiram del que no conocía su ascendencia. En este
sentido debemos señalar dos puntos: uno, que en el libro de Salomón "El Cantar de los Cantares" se
menciona directamente a una amada negra, que se supone con toda razón es la
Sabiduría, y su relación con el color de la piel de Balkis, Reina de Saba, y en
segundo lugar, que de este último pueblo, primero judío, luego cristiano, y
posteriormente también con vínculos con el islam nace la secta de los sabeos
que tenía como inspirador al profeta Idris, identificado con el dios Hermes.
Igualmente, en el siglo XII, en el mismo Islam otra agrupación de fieles
importante se dice que tenían a Eblis como su patrono y deidad protectora por
el hecho de que este no había querido reverenciar a Adán, personaje
exclusivamente humano al que sentía inferior a su propia categoría. En
este caso se trata de la orden Adawiyah de la cual derivan los Yazidis o
Yezidis del islam Kurdo, todos ellos emparentados entre sí.
Como
se puede ver, se trata de una diferencia entre los iniciados, representados por
Eblis o Iblis, el Espíritu de la Luz, y los meros profanos, hijos terrenos de
Adán y Eva; de dos razas absolutamente diferentes, una de ellas intelectual y
la otra simplemente profana. Esta diferencia se encuentra impresa desde el
principio de este ciclo en la esencia misma del cosmos y que su pugna no podrá
cesar por la envidia nacida de la incomprensión de los simples mortales en
contra de los hijos del Espíritu, que no ha de terminar hasta el fin de este
gran ciclo, siendo los primeros múltiples y emparentados con la religión, y los
últimos -los hijos de la Luz- escasos y asociados con la metafísica. Es decir,
lo horizontal y lo vertical, o lo cuantitativo y lo cualitativo.
[1]
En las tradiciones
sumerias, de donde la biblia toma una serie de ellas, especialmente las que
están en el Génesis, nos dicen que había dos dioses sumerios enfrentados: Enlil
y Enki. Enki es el creador de adán y el salvador de Noé, es el dios que enseño
al hombre la ciencia, las artes y cuanto conocimiento tiene el hombre luego del
diluvio. Por otra parte Enlil es un dios que aborrecía al humano, el que quiso desaparecerlo
aprovechando el diluvio, es el dios de Abraham conocido también como Yahvhe, el
mismo que increpó a Enki después del diluvio por haber salvado a la familia de
Noé, y este al ser preguntado, porque lo hizo, respondió: Porque es mi hijo.
[2]
En el Coran Sura 38 Sad:
71. Cuando tu Señor dijo a los ángeles:
"Voy a crear a un mortal de arcilla
72. y, cuando lo
haya formado armoniosamente e infundido en él de Mi Espíritu, ¡caed
prosternados ante él!"
73. Los ángeles se
prosternaron, todos juntos,
74. salvo Iblis, que
se mostró altivo y fue de los infieles.
75. Dijo:
"¡Iblis! ¿Qué es lo que te ha impedido prosternarte ante lo que con Mis
manos he creado? ¿Ha sido la altivez, la arrogancia?"
76. Dijo: "Yo
soy mejor que él. A mí me creaste de fuego, mientras que a él le creaste de
arcilla".
77. Dijo: "¡Sal
de aquí! ¡Eres un maldito!
78. ¡Mi maldición te
perseguirá hasta el día del Juicio!"
79. Dijo:
"¡Señor, déjame esperar hasta el día de la Resurrección!"
80. Dijo:
"Entonces, serás de aquéllos a quienes se ha concedido una prórroga
81. hasta el día del
tiempo señalado".
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