Nariño y la masonería: influencia de las Logias y las ideas de confraternidad en el Precursor
Por: Duque Gómez, Luis
El masón está obligado a obedecer la ley moral y por consiguiente sus actos deben ajustarse rigurosamente a su propia conciencia. Jamás podrá ser un ateo ni un dogmático o religioso. La tolerancia y el amor a sus semejantes deben estar presentes en todos los ángulos de su vida de relación. Debe ser hombre activo, estudioso, amante de la verdad y justo en sus conceptos y decisiones. El masón está, pues, obligado a mantenerse alejado de los vicios y a procurar su propio perfeccionamiento mediante el trabajo y la superación de sus defectos. A nadie puede estorbársele su ingreso a la masonería por razón del credo religioso que practique, ni a nadie, después de ser aceptado, se le obliga a cambiar de fe o a obrar en contra de las religiones establecidas [...] En el seno de esta institución se observa un culto ardiente por la libertad y por ello los masones luchan contra la esclavitud en todas sus formas".
Así resume los principios de la masonería Américo Camicelli, y tal fue el código de normas morales y políticas adoptado por la Gran Logia de Londres, establecida en el año de 1717, inspirado inicialmente en los principios mismos de la doctrina cristiana, algunos de cuyos postulados se remontan también hasta la doctrina estoica, de raíz socrática, que reforzó sus postulados filosóficos "con la afirmación de que todos los hombres son iguales, libres y capaces de alcanzar la virtud [...] argumentando que la única esclavitud era la ignorancia y la verdadera libertad, el saber", como señala Pedro Pablo Peña.
Antonio Nariño. Litografía, de Lemercier, sobre dibujo de José María Espinosa,
impreso en París por Lisveille. 46 x 31.5 cm. Museo Nacional, Bogotá. |
La masonería fue introducida en España por el duque Felipe de Wharton, Gran Maestro de la Gran Logia de Londres en 1722, nombrado ministro inglés ante el gobierno español, quien organizó el grupo en la ciudad de Madrid, en abril de 1728, con el nombre de "Matritense". Posteriormente se fundaron células similares en Cádiz, Sevilla y otras ciudades españolas, logrando infiltrar las altas esferas oficiales de la monarquía, como ocurrió con don Pedro Rodríguez, conde de Campomanes, miembro de una de las logias de Madrid, nombrado fiscal del Consejo de Castilla. Más tarde, en 1767, fue designado como jefe de la masonería española don Pablo Abarca y de Bolea, décimo conde de Aranda, exaltado por Carlos III al cargo de presidente del mismo Consejo y quien al parecer inspiró al monarca la Real Pragmática Sanción, que expulsó a los jesuítas de todos los dominios de España.
Las logias masónicas se extendieron rápidamente a través de la América anglosajona y sus postulados fueron abrazados por la mayoría de los protagonistas que lucharon y lograron la feliz culminación del movimiento libertario. Estos postulados y las doctrinas del cristianismo inspiraron a Thomas Jefferson, en 1786, el famoso texto de laDeclaración de Independencia. Tres años más tarde, la masonería francesa tomaba parte activa en el movimiento revolucionario, apoyando la lucha contra el feudalismo y respaldando la implantación de los "Derechos del Hombre", proclamados en agosto de 1789, acto que aseguró la instauración de un gobierno democrático. El 29 de agosto de 1793 se declaró la abolición de la esclavitud.
Tal era el mensaje político y filosófico que llegaba a las colonias de la América española, a través de publicaciones que se leían clandestinamente y de las sociedades secretas que empezaban a surgir en la capital del Virreinato, como la establecida por Nariño en asocio de su amigo el médico francés Luis de Rieux, masón, con el nombre de Arcano Sublime de la Filantropía, que simulaba ser sólo una sala de lectura que servia de tertulia a miembros distinguidos de la sociedad santafereña. De su seno surgió, seguramente, la idea de la traducción y publicación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Prueba masónica.
Grabado de Ricardo Moros Urbina. Museo del Siglo XIX, Bogotá. |
De estas convicciones hace confesión Nariño a sus fiscales cuando, en 1794, se le inició proceso por la edición en su imprenta, sin licencia previa, del referido "papel". En su encendida declaración de descargos de las acusaciones que se le imputaban, Nariño hizo la apología de tales principios y doctrinas, lo que causó más sorpresa y escándalo que la misma publicación, entre los oidores del Tribunal de la Real Audiencia, ignorantes por completo de las corrientes nuevas del pensamiento filosófico y político, a pesar de que éstas aireaban ya los círculos intelectuales allegados a la Corona.
Cámara del Gran Elegido y Perfecto Masón, Grado 14.
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En memorial dirigido a Su Majestad a propósito de la supuesta gravedad de las escandalosas declaraciones del reo, hicieron, entre otras, las siguientes consideraciones, que ponen bien a las claras su ignorancia total de la evolución de las ideas políticas y de la ciencia impulsada en el "siglo de las luces" desde los claustros universitarios y a través de los enciclopedistas, cuyos mensajes habían llegado ya al Nuevo Reino de Granada con Mutis y con los últimos virreyes, como fue el caso de Caballero y Góngora y de Ezpeleta.
Collarín y joya de Gran Comendador masónico.
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"La Audiencia -decían- que conoce el carácter y conducta de este reo, infiere otras consecuencias, creyendo firmemente que por la impresión del papel procuró cuanto pudo de su parte propagar otras ideas para que a imitación de los franceses se sembrase en este Reino la discordia, la insubordinación, la independencia, la libertad. Si en el concepto de Nariño el papel no es malo, por eso quería que estos naturales se imbuyesen en su doctrina por medio de la impresión. Es malísimo el papel por todos los respectos, pero muy bueno y acomodado a los de Nariño [...] En el papel se describen los derechos del hombre; esto es lo que le corresponde en la sociedad unido con los demás, y en fuerza de que éste es su título deduce Nariño que no cometió delito en la impresión. Esta sería buena consecuencia para un francés; mala y perjudicial en un español. Recurra a los principios de nuestra constitución. Examine los que corresponden al Gobierno Monárquico y comprenderá el delito que echa de menos. Los derechos del hombre conforme al papel están detallados por su sistema constitucional; y como el nuestro sea enteramente opuesto a aquél, es preciso que no sean unos mismos los derechos de los hombres que viven en dos diferentes sociedades. No sería delito imprimir una obra en que se dignasen los derechos del hombre, cuando éstos se acomodasen a los que se permiten y conceden por nuestra legislación [...] En el comentario de su proposición quiere apoyarla con opinión de Santo Tomás. Si hubiera meditado sus obras no haría a el Santo tal injuria. Sus documentos, su doctrina, su sentir son tan opuestos a lo que se figura que antes bien persuaden lo contrario [...]
"¿Dónde ha adquirido Nariño la facultad de investigar los arcanos del Gobierno? [...] ¿Qué prueba mejor de que este hombre es fiel sectario de aquellas máximas? Contrayéndose en esta segunda proposición a los principios del papel comparados con los que recuerda de los autores, explica individualmente los más impíos y detestables. Que el hombre nace libre y su sujeción a un jefe es para mejorar su suerte. Que los hombres son iguales y todos deben gozar de las delicias de la libertad. Que la sociedad de Filadelfia se juntó para promover la abolición de la esclavitud y tiranías. Que ningún hombre recibió de la naturaleza el derecho de mandar a los otros. Que la autoridad de los Reyes dimana de los pueblos. Que el Príncipe recibe de sus súbditos la autoridad. Que no puede disponer de ella sin el consentimiento de la Nación. Que la Corona, el Gobierno, la pública autoridad son bienes de la nación. Que ésta es la propietaria y los Príncipes usufructuarios. Que a ninguno se puede inquietar en sus opiniones, aunque sean Religiosas, como su manifestación no turbe el orden público. Con éstas y otras máximas se pinta la libertad: se describe la igualdad de los hombres, se engrandece, se ensalza la autoridad del pueblo, se deprime, se disminuye la de los soberanos; y se prueba finalmente la moderación del papel con las doctrinas y opiniones que se estampan y deberían haberse sepultado en el olvido [...]
"Si Nariño discurre por su escrito como él manifiesta, ¿qué se hablaría en su casa por los concurrentes a ella? ¿Cómo trataría estos asuntos en aquel cuarto fabricado al intento? ¿En aquel retrete, que ellos mismos llaman el santuario? [...] La Audiencia, Señor, espera que sus providencias merezcan la aprobación de V.M. por lo que produce el testimonio que acompaña comprensivo el escrito de Nariño y las diligencias practicadas en su virtud. Nuestro Señor que L.C.R.P. de V.M. los Ms As que la Monarquía necesita. Santafé, 19 de septiembre de 1795. Señor (siguen cuatro firmas). Luis de Chaves - Joaquín Inclán - Juan Hernández de Alba -Francisco Javier Ezterrifra".
Escudo de armas de la Gran Logia Unida de Colón e Isla de Cuba.
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Los testimonios citados retratan la mentalidad de estos altos funcionarios reales del Nuevo Reino de Granada y la forma inquisidora como combatían y perseguían las ideas revolucionarias de la juventud de entonces. Por ello ésta encontró en las logias, disimuladas bajo el supuesto propósito de simples reuniones sociales, encaminadas a fomentar la lectura, el medio clandestino para saciar su curiosidad intelectual y para alentar sus anhelos revolucionarios y su interés por el progreso de la ciencia y de la cultura. Los vínculos secretos que a través de éstas se establecían eran estrechos y perdurables, y su alcance llegaba hasta los núcleos similares que ejercían su influencia en los diferentes países de Europa y la zona antillana, a los cuales acudió Nariño para sus frustrados planes de movilizarlos en favor de la independencia de las colonias de la América española, en especial de las provincias del Nuevo Reino de Granada. Su gestión de varios años, durante los cuales anduvo errante y fugitivo, estuvo animada por sus hermanos masones de España, Inglaterra y Francia, a los cuales acudió en sus momentos más difíciles, aun para escapar furtivamente de sus empecinados perseguidores y carcelarios.
Templarios masónicos y sus símbolos más usuales en Estados Unidos. Lorenzo Frau Abriens, Diccionario Enciclopédico de la Masonería.
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La masonería en las Antillas
Al promediar la centuria del XVIII, España había perdido buena parte de las islas antillanas, que dominaron entonces Inglaterra, Francia y Holanda. Desde el año de 1739, se había establecido en Jamaica, cabecera de puente del comercio clandestino inglés en el Caribe y en la América española, una logia masónica, con sede en la ciudad de Kingston. Posteriormente se fundó otra en Port Royal, en 1742, teniendo en cuenta la importancia de esta plaza como puerto naval, que servía como centro principal de operaciones contra la Corona española. "En 1806 -escribe Américo Carnicelli- se encontraban bajo jurisdicción de la Gran Logia de Jamaica diez y nueve logias, de las cuales algunas subsisten. La isla de Jamaica fue un gran centro masónico en América y allí iban a parar todos los latinoamericanos de las distintas colonias españolas [...] Muchos de los criollos de Nueva Granada, Venezuela, Ecuador, Chile, Centro América y México, por los acontecimientos políticos de Europa y por la influencia y efectos de la Revolución francesa, deseaban la independencia de las colonias de América de la Corona de España. Durante sus viajes de negocios unos y otros con fines de estudio, a los países de Europa, a su paso por las islas antillanas hicieron contacto con los miembros de las Logias existentes en dichas islas y se iniciaron muchos en ellas ingresando a dichas logias masónicas, por estar acordes con sus ideales de libertad y sus principios democráticos, además de su franca oposición a los gobiernos absolutistas y despóticos. Los miembros de las logias patrióticas del general Miranda, tenían especial interés en controlar la llegada al puerto de Cádiz, entrada principal, y a las ciudades de Madrid y de Londres de los individuos que procedían de las colonias hispanoamericanas, con el fin de estudiarlos y atraerlos a la causa de la emancipación americana, haciéndolos miembros de las logias "mirandistas", las cuales tenían por fin lograr la realización de la independencia de las colonias españolas".
Diploma masónico de la Logia Simbólica.
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Jamaica fue, además, al igual que la isla Trinidad, el centro ideal para los refugiados políticos, perseguidos por los oficiales reales, por razón de sus propósitos independentistas, y que para su seguridad personal se acogían al pabellón inglés, al tiempo que ahí eran recibidos con gran solicitud y encontraban estímulo permanente para sus ideas libertarias. De su amparo gozó Pedro Fermín de Vargas, el economista revolucionario, neogranadino, entrañable amigo y compañero de aventuras políticas de Antonio Nariño, el prófugo más buscado por los oficiales reales en estos años. AHÍ encontraron asilo los reos de la fracasada revolución de "Los Cerrillos de San Blas", en España, prófugos del puerto de La Guaira. Allí buscaron amparo Bolívar y los proceres cartageneros que lograron escapar de los horrores de la reconquista, y desde allí enviaron mensajes de aliento para aquellos que persistían ser libres en el continente.
Mandil masónico de segundo grado del siglo pasado. Museo del Siglo XIX, Bogotá.
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La influencia masónica desde este centro de irradiación del Caribe tuvo profundas repercusiones en las ideas y en el sentimiento patriótico de nuestros próceres. A las logias se afiliaron, con fervor y entusiasmo, Antonio Nariño, el Precursor; Francisco de Paula Santander, José María García de Toledo, Juan Salvador de Narváez, José Fernández Madrid, Antonio Morales y Galaviz, Manuel Rodríguez Torices, José Ignacio París, Francisco Javier de Uricoechea, Domingo Caycedo, Francisco Montoya, Pedro Acevedo, Vicente Azuero, Florentino González, para no mencionar sino algunos. A ellos se sumaron también destacados miembros del clero secular y regular, como el obispo Juan Fernández de Sotomayor, fray Antonio Chaves, fray Antonio María Gutiérrez, Francisco Javier Guerra de Mier, el fraile coronel Ignacio Marino y los presbíteros Juan Nepomuceno Azuero y Manuel Fernández, entre otros, como también prestantes miembros del foro, como Luis Eduardo Azuola, José Ignacio de Márquez, Diego Fernando Gómez y Duran, Alejandro Osorio Uribe, Joaquín de Villamil. Francisco Soto y Montes de Oca, Policarpo de Uricoechea, José María Castillo y Rada, José Duque Gómez, y aun capitanes y soldados de los mismos ejércitos del rey, como el coronel derrotado en Boyacá, José María Barreiro y Monjón, acerca de cuya ejecución, con treinta y ocho oficiales más, escribe el historiador José Manuel Groot: "Barreiro quiso hablar con el general Santander; pero éste se denegó. Entonces le envió un diploma e insignias de masón de alto grado, sabiendo que el general Santander era su hermano; pero éste dijo que primero estaba la patria que la masonería. Hemos tenido en nuestras manos el diploma e insignias de Barreiro, así como sus libros masónicos".
Rafael del Riego y Núñez, también masón, fue jefe de la revolución liberal de 1820 contra el rey Fernando VII, durante la cual Nariño fue liberado de su prisión en Cádiz por sus hermanos masones, lo que le permitió regresar definitivamente a su patria.
El ataque a las logias masónicas de Bogotá se inició en el año de 1823 y éste estuvo encabezado por los presbíteros Francisco Margallo y José Luis de Azuola, quienes, desde el pulpito y a través de artículos de prensa, se trenzaron en encendida polémica con Vicente Azuero y otras prestantes figuras radicales de las primeras décadas de la república. Para entonces, Antonio Nariño gozaba ya de su apacible retiro en la Villa de Leiva, en donde murió cristianamente, reconciliado con los hombres y con la fe de sus mayores.
Fuentes:
CARNICELLI, AMERICO. La masonería en la Independencia de América. Bogotá. 1970.
PEÑAMOTTA, PEDRO PABLO. "Los Derechos del Hombre". En: Don Antonio Nariño, el Precursor. Bogotá. Universidad Militar Nueva Granada. 1993.
PEREZ SARMIENTO. JOSE MANUEL. Causas célebres de los precursores. Biblioteca de Historia Nacional, Vol. LIX. Bogotá. 1939. pp. 84-93.
Título: Nariño y la masonería: influencia de las Logias y las ideas de confraternidad en el Precursor
Autor: Duque Gómez, Luis
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