Un constructor masón de la
independencia peruana.
M.·.R.·.H.·. Ángel Jorge Clavero
Gran Maestro de la Gran Logia Argentina de
Libres y Aceptados Masones
Hace algunos meses me visitó un profesor de historia en el despacho de la Gran
Maestría de Buenos Aires. Conversamos durante dos horas, le abrimos las
puertas de nuestro edificio histórico que data de 1872 y de nuestro Gran Templo
bajo cuyo baldaquino se sentaron figuras señeras de la Argentina como Domingo
Faustino Sarmiento, Leandro Alem y Bartolomé Mitre, entre otros Grandes Maestres de la Masonería Argentina.
Cuando nos despedíamos, el visitante me dijo que a esa altura experimentaba un
sentimiento dual. Por un lado, de respeto y admiración por la obra masónica, pero
por otro de cierto enojo, porque gran parte de la historia transcurrió
puertas
adentro de la Masonería y no la damos a conocer para que los procesos se entiendan mejor a ojos de los profanos.
He regresado
varias
veces a ese concepto de aquel visitante.
Y hoy, Queridos Hermanos, queridos amigos, bajo este cielo masónico de la Gran
Logia del Perú, quiero poner de resalto la gran contribución que la Masonería del siglo 19 hizo para la independencia de nuestros pueblos hermanos y para ello he
elegido un nombre que muchas veces pasa inadvertido entre masones y
no masones.
Celebramos un nuevo aniversario de la Independencia peruana, podría repetir la historia muchas veces narrada del Libertador San Martín, su condición de
hermano masón, su actitud de desprendimiento, las virtudes que ornamentaron su vida, el valor del plan estratégico que barrió al Imperio español de sur a norte asegurando así la independencia americana, confluyendo con Simón Bolívar, otro
querido hermano.
Pero siguiendo los dictados de esa conversación nacida por azar, hoy me propongo
una suerte de rescate dentro de
la historia
mayor, ya
plenamente
conocida. He pensado en diferentes nombres y circunstancias que nos unen a peruanos y argentinos, por ejemplo Ignacio Álvarez Thomas, Toribio de Luzuriaga, José Darregueira, pero finalmente me he detenido en la figura de un hermano que nuestra historia común conserva con respeto, pero que corre el riesgo de una
creciente opacidad por el mero
transcurso del tiempo.
Permítanme entonces, que el homenaje de la Masonería Argentina a este nuevo aniversario de la independencia peruana se convierta en una breve actualización de
un hombre, Mariano Necochea.
En Argentina lleva su nombre una ciudad costera del Océano Atlántico, quinientos
kilómetros al sur de Buenos Aires. Sin embargo, pocos saben quien fue y por qué
se lo recuerda.
Mariano Necochea nació en Buenos Aires el 7 de septiembre de 1792, hijo de
padres españoles. Estudió matemáticas, humanidades e idiomas en Sevilla. Regresó a Buenos Aires en 1809, para hacerse cargo de los negocios familiares. No participó en la Revolución de Mayo, y se mantuvo ligado al comercio exterior, mi oficio profano.
Hombre de cultura exquisita, de manera sorpresiva se incorporó en 1812 al Regimiento de Granaderos a Caballo que acababa de fundar José de San Martín, participó en la batalla de San Lorenzo, y fue el redactor de parte oficial de la victoria.
Casi sin solución de continuidad, se incorporó a la expedición al Alto Perú comandada por Rondeau, fue el único que se salvó de la sorpresa de El Tejar, peleó en la batalla de Venta y Media y en la derrota de Sipe Sipe. Allí fue herido de gravedad, pero aún así logró reunir a Granaderos y soldados del ejército que se dispersaba.
Llegó en
camilla a Chuquisaca y fue
trasladado a Tucumán.
Necochea reaparece luego en Buenos Aires como jefe de la escolta del recién
nombrado Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón.
San Martín lo
vuelve a convocar como granadero, se traslada a Mendoza
e ingresa al Ejército de los Andes en el que se aboca
a la educación de los oficiales. Tras el cruce de la Cordillera de los Andes, obtiene la victoria en el combate de
Las Coimas al frente de su escuadrón.
Pasa a órdenes del general Las Heras, participa en la batalla de Chacabuco, y de la campaña del sur de Chile, pelea en Gavilán, en el asalto a Talcahuano y en Cancha Rayada donde resulta con una herida que le impide combatir en la batalla de
Maipú.
Mariano Necochea se queda en Chile y
cuando comienza la campaña al Perú
está entre los primeros firmantes del Acta de Rancagua, en la que los oficiales del ejército ratificaron la comandancia de San Martín.
En Paracas ya es el segundo del general Arenales en las dos campañas de la
Sierra, y participa en las batallas de Nazca y Cerro de Pasco. Obtiene el grado de
general durante el sitio del Callao, y asume la jefatura del Regimiento de
Granaderos a Caballo.
San Martín se va en 1823, después
de la entrevista de Guayaquil en julio de 1822, cuyo transcurso y resultados quedaron amparados bajo el secreto masónico. Necochea pasa entonces a órdenes de Simón Bolívar, quien lo designa gobernador de Lima. Vuelve a empuñar las armas como jefe de la caballería argentina en la batalla de Junín donde recibe heridas de consideración que le
impedirían estar presente en la decisiva batalla de Ayacucho.
Poco después, Bolívar
lo designa director de la Casa de
Moneda, pero tras intrigas
propias de la gestión
administrativa que lo alejan de su cargo y hasta lo someten a prisión, regresa a Buenos Aires en 1826.
El primer presidente argentino, nuestro hermano Bernardino Rivadavia, lo nombra
entonces jefe de todas las reservas de Buenos Aires y le niega la autorización para participar de la Guerra del Brasil. Entonces vuelve a Perú, participa en la
Guerra Gran Colombo Peruana al frente de la caballería peruana en la Batalla del
Portete de Tarqui y regresa a Buenos
Aires tras la
caída del gobierno
de
Rivadavia en 1827.
El gobernador Manuel Dorrego lo sanciona porque pretende volcar una elección
en favor de los unitarios votando con todo su regimiento. Apoya a Juan Lavalle en la revolución de diciembre de 1828, pero se abstiene de participar en la inmediata guerra civil y se va de Buenos Aires tras la caída de Lavalle.
Se instala
sucesivamente en Montevideo y en Chile, pero vuelve
al Perú en 1831
y recupera su puesto al frente de la Casa de Moneda.
El gobierno peruano lo asciende al grado de mariscal en 1834, pero debe exiliarse en
Chile durante la Confederación Peruano Boliviana que encabeza Andrés de Santa Cruz. Tras la derrota de Santa Cruz en la batalla de Yungay viaja a
Montevideo.
Allí el presidente uruguayo Fructuoso
Rivera lo manda a Entre Ríos en 1840 para buscar
alimento destinado a su ejército. Permanece poco tiempo en Montevideo y regresa al Perú donde encabeza
la Casa de Moneda
por
tercera vez.
Mariano Necochea, sentado tal vez en la segunda fila de la historia, detrás de San Martín y Bolívar, es un fiel testimonio de la fraternidad argentino peruana. Muere
en Miraflores, Perú, el 5 de abril de 1849. Es un héroe de la independencia americana, aquí reconocido como Gran Mariscal del Perú.
Este querido hermano se inició en Buenos Aires, integró la Logia del Ejército de los Andes, la Logia Perfecta
Unión y el Capítulo Regeneración de la Ciudad de Lima.
Mariano Necochea fue un constructor, él está presente esta noche entre nosotros con las enseñanzas que nos da su vida, Supo hacer suyas las ideas progresistas
de su época, fue un masón a carta cabal. Con San Martín y otros hermanos
representaron intensamente los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad que ya
habían dado frutos con la Independencia de los Estados Unidos de América, la Revolución Francesa y la Constitución liberal de Cádiz dictada
en 1812.
Desafiando al absolutismo y a la ausencia del pueblo en las decisiones de los gobiernos, los próceres que hoy evocamos ataron sus vidas al carro triunfal del
iluminismo, lo entendieron e interpretaron para liberar a nuestros pueblos y convertir sus destinos. Con el paso del tiempo y con mucho sacrificio, hoy
gozamos de la democracia representativa como sistema de vida y de la república
como
razón última de nuestra existencia como naciones.
Muy respetable Gran Maestre, queridos hermanos todos, señoras y señores:
La Masonería Universal se expresa a través de sus hombres. En este Centésimo
Nonagésimo Primer aniversario de la Independencia peruana me cabe el honor de
representar a la Masonería Argentina por decisión de mis queridos hermanos
peruanos.
He tratado de sintetizar nuestros profundos lazos de afecto masónico y ciudadano a través de una figura que integra nuestra Cadena de Unión y que muchas veces, como tantos otros, pasa inadvertido en
el vértigo de la historia.
Por la Independencia del Perú, ¡SALUD! Muchas gracias.
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