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lunes, 18 de enero de 2016

Libertad, Igualdad, Fraternidad – La construcción de un triángulo (de una sociedad).

Libertad, Igualdad, Fraternidad – La construcción de un triángulo (de una sociedad).
 Escrito por Masoneria Mixta



El lema de «Libertad, Igualdad y Fraternidad», asociado con la masonería desde sus inicios (siglo XVIII), también con la Revolución Francesa, muestra claramente que este es un tema que se remonta a un pasado temporalmente distante, pero que insiste en mantenerse al día y sin terminar en las sociedades llamadas desarrolladas, en desarrollo o subdesarrolladas, porque es transversal a todas, y que se manifiesta, independientemente de su nivel de desarrollo, en la interacción que existe entre sociedades y la relación de cada uno consigo mismo.

Rápidamente la masonería y los masones se dieron cuenta de que este su lema, «Libertad, Igualdad y Fraternidad», llevaría a las sociedades hacia una dimensión de relaciones sociales, convirtiéndose en la piedra angular de la construcción de una sociedad mejor, con verdadera calidad de vida y bienestar.

La Libertad significaba para miles de personas no estar sometido a una nobleza feudal, o una aristocracia terrateniente, que llevaba a capas enteras de la sociedad a un nivel de inferioridad humana. La Fraternidad significaba la voluntad y el deseo de una mayor reciprocidad en las relaciones sociales, con el fin de lograr una mayor cohesión social y una mayor armonía en la sociedad. Para fortalecer y consolidar los vectores de la Libertad y la Fraternidad, los masones, y el mundo, necesitan asegurar el correcto funcionamiento de la sociedad mediante el tercer vértice del triángulo en construcción, el vértice de la Igualdad, que es el que lo cierra.

Los masones saben que una sociedad basada en el modelo de construcción del triángulo de «Libertad, Igualdad, Fraternidad», sigue una regla de la geometría que requiere una relación de equilibrio, que se caracteriza por una perfecta y justa medida entre los lados de ese triángulo, a saber: (a > b – c | a < b + c).

Se trata de decir en un lenguaje profano que se debe encontrar la cantidad correcta de cada uno de esos valores, evitando caer en el riesgo de lo absoluto o de su opuesto, lo que inevitablemente nos llevaría a un resultado imposible o, si se prefiere, a una sociedad donde los signos de chaos (falta de cohesión social, la participación comunitaria, la participación ciudadana, la solidaridad, la amistad, y la creciente existencia de profundas desigualdades sociales, los brotes de violencia, problemas psicológicos) son el origen.

En los últimos tres siglos y a principios del siglo XXI las sociedades, hoy llamadas desarrolladas, evolucionaron para alcanzar niveles de progreso material y técnico nunca antes vistos, permitiendo a las poblaciones significativas mejoras en las condiciones de vida y de bienestar. Sin embargo la historia actualmente nos muestra que podemos estar llegando al final de un ciclo basado en un modelo de crecimiento económico (es decir, basado en mejorar el nivel de vida material), por otro lado la historia más reciente, nos hace recordar que los valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que a menudo creemos consolidados, vuelven a estar latentes en la vida cotidiana de las sociedades y las personas.

Vivimos en una sociedad a menudo desmovilizada, donde un gran colectivo de ciudadanos ha perdido la esperanza de encontrar en el horizonte el camino hacia una sociedad mejor. Construimos una sociedad en la que el esfuerzo de cada uno se centra principalmente en solo mejorar su propia posición individual, sin importar el precio que hay que pagar por ello.

Vivimos en una sociedad en la que un gran número de los que nos gobiernan, hace mucho que no nos movilizan ni nos motivan con una visión participativa de la construcción. El bien común parece ser algo en peligro de extinción, fuera de moda. Por otra parte, gobernar masas de poblaciones anestesiadas, parece ser un objetivo largo tiempo predeterminado y que, poco a poco, va conquistando su espacio.

Vivimos con los paradigmas de la codicia y de la avaricia, creo que incluso si se trata de aquellos que siempre han acompañado a la humanidad desde sus orígenes: la obsesión por la optimización de procesos y la maximización del beneficio, que permiten la reubicación del modelo de persona humana, el centro del eje de desarrollo de la sociedad, poniendo en su lugar una entidad sin rostro, que a veces llamamos empresa, a veces mercados, como si no reconociéramos que detrás de cualquier input, tanto en los negocios como en los mercados, está la voluntad, «nuestras» decisiones y acciones. Todo esto produce una gran liberación de Mano de Obra que hace aumentar el índice de desempleo, el resultado de una economía que no puede absorber.

Vivimos en una sociedad que nos lleva día a día, poco a poco, a la destrucción de uno de los puntos fundamentales del triángulo, la Igualdad, y que observa permisivamente como se reemplaza con el otro lado de la misma moneda, la Desigualdad, que muy posiblemente traerá consigo la pérdida de la libertad y la disminución de la Hermandad, en dirección hacia una sociedad disfuncional o enferma.

Estas situaciones generalmente están muy presentes en nuestra sociedad. Compruébelo haciendo el siguiente ejercicio.

Si obtuvimos los niveles de riqueza y bienestar más altos registrados en la historia de la humanidad, es porque estamos insatisfechos la mayor parte del tiempo, con déficit de realización personal, y registramos mayormente las relaciones sociales de menor calidad.

Los estudios indican que un aspecto clave de este hecho es la existencia de una diferencia cada vez mayor en la escala de ingresos. Se sabe que, en general, la calidad de las relaciones sociales dentro de un grupo humano se sustenta en bases materiales… «Todo ser humano, pobre o rico, está satisfecho de la misma manera», cita de Electra de Eurípides sobre el gran poder de la riqueza. De hecho, la diferencia en los niveles de ingresos tiene un efecto muy fuerte y poderoso en cómo nos relacionamos con los demás, y que se acentúa aún más marcadamente en el mercado de una sociedad en gran medida consumista.

Los masones siempre supieron, por el funcionamiento en Logia, que una sociedad menos desigual, se traduce en una sociedad mejor desde el punto de vista funcional de los derechos, las obligaciones, las libertades y las garantías. La pregunta es si su construcción es todavía posible, si los ciudadanos siguen creyendo en su realización, si los líderes quieren.

La respuesta requiere de objetividad, pragmatismo y realismo tanto como de utopía; la perfectibilidad humana es, al menos, de difícil acceso.

Es necesario que todos nosotros, los ciudadanos, ricos o pobres, seamos capaces de darnos cuenta e interiorizar que las sociedades menos desiguales se benefician de un mejor rendimiento, tanto a nivel mundial como de forma individual, por lo que debemos avanzar hacia sociedades más inclusivas, más solidarias, más amigas.

Esto requiere la respuesta de un primer pilar: la voluntad política, que va más allá de los discursos meramente circunstanciales y electoralistas. Las acciones concretas son necesarias para el desempeño de la empresa en sus distintos niveles, legislativo, económico, y educativo, que son capaces de cambiar poco a poco la mentalidad.

Un segundo pilar sería deshacerse de que el crecimiento económico sea el único parámetro por el cual todo debe ser juzgado y medido. El crecimiento económico no puede ser el objetivo final de una sociedad. Más bien, es sólo una imagen de la actuación de esta sociedad en un momento dado. El objetivo de una sociedad debe ser el progreso de la humanidad, y esto va mucho más allá del PIB, la deuda y los intereses, se revela en los niveles de bienestar social, salud, justicia, equidad, ética, moral, libertad y empleo (tal vez esto sea uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la sociedad contemporánea a corto, medio y largo plazo) .

Un tercer pilar sería la necesidad, en el mundo de los negocios, de gestionar un combate dinámico contra la excesiva desigualdad salarial, y de recomendar la continuidad de los llamados contratos colectivos de trabajo y la existencia de un salario mínimo, así como de un cierto nivel de contención del salario en los niveles más altos de dirección. Hay que crear modelos de gestión más dinámicos que fomenten la participación de los empleados en las decisiones y en la gestión haciendo negocios más inclusivos, empresas de la comunidad.

También hay que fomentar el desarrollo de organizaciones no lucrativas de mayor escala que minimicen la excesiva concentración de las empresas en obtener cada vez mayores beneficios para los titulares del capital financiero.

El problema real es definir qué tipo de sociedad pretendemos construir, y asumir una actitud y un compromiso con este modelo, haciendo uso de los recursos institucionales, tecnológicos y humanos que tenemos.

Una sociedad mejor no sucederá automáticamente, podremos fallar, podremos no ser nunca capaces de contrarrestar a aquellos que se sienten amenazados por una sociedad más democrática e igualitaria que siempre tendrá obstáculos y desacuerdos, pero sólo imbuidos de un amplia visión del camino por delante, seremos capaces de implementar los cambios necesarios.

Martin Luther King dijo una vez: «El arco moral del universo es largo, pero se inclina hacia la justicia». Concluiría añadiendo que la construcción de una sociedad más igualitaria es un acto urgente de justicia pura.

P. G.

http://masoneriamixta.es/libertad-igualdad-fraternidad-la-construccion-de-un-triangulo-de-una-sociedad/#.VpJdoPnhCM8

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