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miércoles, 27 de enero de 2016

JUICIO EN SUMERIA A UNA MUJER… ¿FATAL?

JUICIO EN SUMERIA A UNA MUJER… ¿FATAL?

Los procesos legales sumerios se celebraban ante una asamblea de ancianos. La asamblea era dirigida por uno de ellos al que por regla general se nombraba como “juez”, aunque no tenemos noticias de que fuera un oficio como tal. Se cree que un juez en Sumeria debía ser un anciano que hubiera demostrado gran conocimiento de las leyes de la ciudad. Estas asambleas legales eran una reminiscencia de los tiempos arcaicos, en los que las ciudades sumerias primitivas eran gobernadas por esas mismas asambleas, antes de que alguien muy avispado, y posiblemente con el apoyo de unos cuantos soldados, descubriera el significado de la palabra “mandamás” y su relación con “gobernante“.

Entre los miles de tablillas encontradas en las excavaciones en Mesopotamia, pocas veces han aparecido actas completas de juicios. En tres tablillas descubiertas en la ciudad de Larsa, se pudo obtener la resolución judicial, las declaraciones del defensor e incluso las reflexiones de los jueces. Todo un ejemplo de cómo funcionaba el sistema legal sumerio, y más interesante cuando, además, el proceso legal fue contra una mujer. En el caso que nos ocupa, Ninkanda, que así se llamaba esta tabernera, estaba acusada de complicidad en el asesinato de su marido. Y aquí comienza lo rocambolesco de la historia. Por lo visto, dos hombres habían matado al esposo de un par de golpes en la cabeza a la puerta de su hogar. Según las actas, ambos asesinos habían sido enjuiciados, condenados y ejecutados en una plaza pública ante la cama de su víctima. Esto de colocar un objeto cotidiano del difunto ante el asesino al que se iba a ejecutar era una costumbre sumeria que, tal vez, indicaba que los cabezas negras pensaban que de esa forma el muerto estaba presente y asistía a la ejecución desde el Mundo del Otro Lado.

El problema es que las lenguas viperinas, las comadres, los vecinos desocupados… y gente de ese pelaje, murmuraban que la buena de Ninkanda había tenido algo que ver con la muerte de su media naranja. Ya lo dijo Alejandro Dumas: “Cherchez la femme”.


Ante la asamblea de ancianos, el defensor (no tenemos ni idea de qué era un defensor en Sumeria ni cómo actuaba) alegó que Ninkanda no conocía a esos hombres de nada, y presentó a dos testigos que lo corroboraron. El punto más peligroso de la acusación contra ella consistía en que los vecinos no la habían visto triste por la muerte del marido. El defensor alegó que era una mujer muy circunspecta y también presentó testigos de su carácter. Finalmente, como una especie de Cicerón de los dos ríos, se acogió al hecho de que ella no ganaba nada con la muerte del marido, pues la taberna era de Ninkanda y la “rica” de la pareja era ella. Esto nos resulta muy moderno, y nos recuerda el actual principio jurídico del “cui bono” (¿a quién beneficia?) tomado del Derecho Romano. Finalmente, el juez, en representación de la asamblea, decidió declararla inocente.Gracias a esto se libró de ser llevada a una plaza pública y que le rasurasen el pubis mientras un pregonero leía la sentencia, para después ser empalada. Y es que en Sumeria, cómo no, asesinar al marido se pagaba con la vida, mientras que llevarse por delante a la mujer se arreglaba con un multa elevada… pero multa al fin y al cabo.

Sin embargo, repasando las actas, el asunto no queda claro del todo. Porque en ningún sitio se dice por qué lo asesinaron. Los testimonios de los testigos nos resultan hoy día un poco infantiles, pues no prueban nada de lo que afirman acerca de que Ninkanda no conociera a los asesinos. Su testimonio se acepta tras un simple juramento sagrado. Tampoco queda claro por qué le dio tan poca pena la muerte de su marido, y tenemos el agravante de que en las ciudades sumerias negarse a practicar sexo con el marido podía ser un eximente para el asesinato de la esposa. Las actas, a pesar de estar completas, se nos quedan cortas y despiertan nuestra morbosa curiosidad 3.700 años después. ¿Era el marido un maltratador? ¿Cherchez la femme? ¿Ignorados y sabrosos secretos de alcoba? ¡Quién sabe…! No hay duda de que de aquí saldría una jugosa novela.

Colaboración de Joshua BedwyR autor de En un mundo azul oscuro

http://historiasdelahistoria.com/2015/04/20/juicio-en-sumeria-a-una-mujer-fatal

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