EL SEÑOR DE WARI Y EL TESORO OCULTO DE PAITITI
Paco González
Un importante hallazgo arqueológico en el interior de la selva peruana ha devuelto a la actualidad uno de los enigmas más apasionantes de Suramérica. Se trata de la controvertida existencia de Paititi, la legendaria ciudad donde, supuestamente, se habrían refugiado los últimos incas resistentes al asedio español. AÑO/CERO ha recabado las opiniones de varios investigadores peruanos, quienes han mostrado su convencimiento de que en la espesura de la selva andina se ocultan riquezas de valor incalculable.
No es fácil arrebatarle sus secretos a la impenetrable selva del oriente peruano. Bien lo saben los arqueólogos del país andino, que no sólo deben franquear la indómita naturaleza que les rodea, sino también la escasa dotación de fondos, tanto públicos como privados, de los que disponen. Sin embargo, a finales de 2010, la suerte sonrío por un instante a estos tenaces investigadores.
Las excavaciones transcurrían sin novedades reseñables en Espíritu Pampa, en el distrito de Vilcabamba. Hasta que, cierto día, las prospecciones dieron un fruto inesperado y, como se supo más tarde, de valor incalculable. Nueve tumbas pertenecientes a individuos de la cultura wari –civilización preincaica que floreció entre el 600 y el 1200 a. C– surgieron bajo el lodo. Además, uno de los enterramientos dejó boquiabiertos a los arqueólogos. No en vano, en el nicho se halló la momia de un misterioso personaje, cuyo espectacular atuendo denotaba su elevado rango social.
Debido a la trascendencia del acontecimiento, muchos de sus detalles se mantuvieron en secreto. De hecho, transcurrieron meses hasta que las autoridades peruanas se decidieron a ofrecer los pormenores del mismo. Juan Julio García Rivas, director regional de Cultura de Cuzco, no ocultaba su entusiasmo: «Este hallazgo está a la altura del Señor de Sipán e incluso de Machu Picchu y obligará a reescribir la historia», declaró.
En concreto, Rivas estaba refiriéndose al «Señor de Wari», como finalmente decidieron bautizar al personaje central del enterramiento. Y, probablemente, nadie de entre quienes acudieron al acto de presentación dudaron de sus palabras. Frente a ellos, celosamente guardados tras una vitrina, se mostraban los asombrosos objetos que acompañaron al difunto en su postrero viaje. Un pectoral de plata en forma de «Y», una máscara del mismo metal y sendos brazaletes de oro macizo, constituían sólo una parte del legado póstumo del gobernante wari…
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