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viernes, 22 de junio de 2018

La masonería, un punto sombrío en la trayectoria de Francisco de Miranda 2 DE 2

La masonería, un punto sombrío en la trayectoria de Francisco de Miranda 2 DE 2
Masonry, a Shady Spot in the Path of Francisco de Miranda

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En relación con las autoridades eclesiásticas y sus mecanismos de coerción, es necesario recordar que Miranda salió de los ámbitos hispanos desde 1783. Incluso la Inquisición, que había ordenado su apresamiento desde un año antes por causas que se explicarán en este propio trabajo, no pudo detenerlo y enjuiciarlo como era su propósito.

Sus diarios de viaje,30 elaborados durante su recorrido por Estados Unidos de Norteamérica y Europa, en el lapso de 1783 a 1792, reúnen sus opiniones personales, en un amplio abanico que va desde sus juicios sobre primeros ministros, monarcas y militares de alto rango hasta los detalles más comunes de las posadas de camino y sus amores ocasionales.

En virtud de ello, resulta inexplicable que Francisco de Miranda no haya registrado indicios de su afiliación a la masonería y de las actividades realizadas en su seno. Máxime cuando estos escritos fueron concebidos como anotaciones íntimas, cual crónicas de su quehacer cotidiano.

Otros documentos presentes en su archivo permiten conocer y valorar su trayectoria personal y las acciones independentistas que desplegara a favor de Hispanoamérica, una parte de las cuales guarda estrecha relación con el tema abordado en el presente trabajo.

Un ejemplo de ello se encuentra en la significación conferida al encuentro, que bajo la dirección de Miranda, agrupó a los suramericanos José del Pozo y Sucre y Manuel de Salas en la ciudad de París, en diciembre de 1797. Para algunos defensores de la filiación masónica mirandina, como Jorge Pacheco Quintero, José Grigulevich Lavretski y Manuel Lucena Giraldo31 esta reunión se celebró en Londres y en ella vio la luz la “Gran Reunión Americana” o “Gran Logia Americana”, centro masónico con sedes en Europa e Hispanoamérica y devenido agente catalizador de los movimientos sociales que sacudieron la región a partir de 1808.

Esta última afirmación no se corresponde con la trayectoria de Miranda, quien radicó en Francia desde marzo de 1792 hasta enero de 1798. En el periodo intermedio no tuvo vínculo con Gran Bretaña y por lo tanto no pudo instituir una logia en su ciudad capital. Es además una inadecuada interpretación de los objetivos propuestos en la reunión parisina celebrada en ese propio año, donde se rubricó un importante documento que tuvo como propósito elevar a planos superiores la lucha por la independencia de Hispanoamérica. Para ello recogió el contenido de las fuerzas militares, alianzas políticas, relaciones comerciales y económicas, y otros aspectos esenciales del proyecto para lograr la independencia hispanoamericana, y el posterior afianzamiento de una sólida unidad política y estatal en la región. Con este paso, Miranda logró conducir sus ideales por un cauce colectivo con el propósito de redoblar sus gestiones ante las autoridades políticas británicas, esta vez como “Agente de las Colonias Hispanoamericanas”.32

Es discutible, de igual modo, la afirmación que atribuye a la influencia de Miranda la postura asumida en 1808 por una representación de los criollos hispanoamericanos, opuestos a la dominación francesa instaurada en la Península ibérica, y protagonistas de un proceso de creación de juntas locales que devinieron en piedra angular del movimiento independentista de la región. Al respecto, las declaraciones mirandinas, recogidas en una carta que le enviara a su agente Francisco Febles en 1809, permiten esclarecer los hechos:

No sé si fue en virtud de mi consejo, o por espontánea opinión suya que los Ayuntamientos y Cabildos de América han tomado las resoluciones que aquí corren por ciertas (muy semejantes a las de la ciudad de Caracas) de oponerse a la Proclamación de Madrid, que declara a don José Bonaparte I Rey de España y de las Indias; mas será siempre una satisfacción para mí el hallarme unido en dictamen y sentimientos con mis amados Compatriotas, o que estos se reúnan hoy a mi constante opinión.33

Una segunda situación que necesita ser reevaluada es la concerniente a los hispanoamericanos que se afirma fueron iniciados en la masonería en Londres, bajo la guía de Francisco de Miranda.

El análisis del itinerario seguido por las figuras incluidas en este grupo, muestra que una parte de ellos no coincidió con Miranda en la capital londinense. Éste es el caso, por ejemplo, de Mariano Moreno, quien murió en 1811 durante la travesía que seguía de Buenos Aires a Inglaterra; también la de Servando Teresa de Mier, José de San Martín, Carlos Alvear y Matías Zapiola, que arribaron a Londres en 1811, fecha en la que el precursor ya se encontraba en Venezuela. Bolívar, por su parte, ya se había iniciado en la masonería en 1805, en París, en la logia San Alejandro de Escocia.

Una interesante información que ofrecen los diarios de Francisco de Miranda y que guardan relación con la masonería, es la referida a su visita a varias “casas de los francmasones” en Oslo (Noruega), Gotemburgo (Suecia) y Amberes (Bélgica). Con anterioridad, durante su estancia en Jamaica a fines de 1781 como parlamentario español, había comprado dos libros: Constituciones de la Francmasonería e Ilustraciones de la Masonería. Otros textos similares pudieran estar entre sus pertenencias bibliográficas.

Ambos hechos, sin embargo, no deben asumirse como pruebas de su filiación masónica, como lo sostiene Jorge Carvajal Muñoz.34 En su largo e intenso periplo universal, Francisco de Miranda visitó cárceles, escuelas, palacios, fortificaciones y campos militares, donde se habían desarrollado importantes batallas de la historia norteamericana y europea. De igual forma, compró cientos de libros que abarcaban las más diversas temáticas: poesía, teatro, historia, religión, filosofía, viajes, agricultura, novela, ingeniería, lingüística, arte militar, medicina, ciencias naturales, enciclopedias y diccionarios.

Esta actitud, más allá de responder a un marcado interés por alguna temática específica, revelan el propósito de elevar su cultura. Así lo había declarado tempranamente a su amigo, el criollo cubano Juan Manuel Cagigal, en una carta que le enviara el 16 de abril de 1783:

La experiencia y conocimiento que el hombre adquiere, visitando y examinando personalmente con inteligencia prolija el gran libro del Universo, las sociedades más sabias y virtuosas que lo componen; sus leyes; gobierno; agricultura; policía; comercio; arte militar; navegación; ciencias; artes; etc., es lo que únicamente puede zazonar [sic] el fruto y completar en algún modo la obra magna de formar un hombre sólido y de provecho.35

Finalmente, es muy significativo que Miranda no fuera acusado por la Iglesia católica de pertenecer a la masonería, práctica que, sobre bases ciertas o no, se utilizó para incriminar, enjuiciar y condenar a personas que se separaban u oponían a los cánones eclesiásticos de la época.36

En el caso mirandino, el proceso que le siguió el Santo Oficio debió originarse en la segunda mitad de la década de 1770, cuando el Tribunal de Sevilla y el Consejo de la Inquisición le acusaran por los: “[…] delitos de proposiciones, retención de libros prohibidos y pinturas obscenas”.37

En adelante sería observado de cerca por más de diez años,38 facilitado por su pertenencia al ejército español. Finalmente, el 5 febrero de 1782 se ordenaría su arresto, disponiendo que: “[…] se le apresara con embargo de bienes. Se le siguiera su causa hasta la definitiva, y al mismo tiempo de su prisión, se reconocieran las pinturas, libros y papeles que tuviese, recogiéndole los prohibidos.”39

Mas, Miranda al encontrarse sirviendo en el Caribe insular al momento en que se ordenó su apresamiento, exigió que su caso fuera trasladado del Tribunal de Sevilla al de Cartagena de Indias. Finalmente, cuando la orden llegó a La Habana, en los primeros meses de 1783, los agentes inquisitoriales en esta ciudad informaron que el venezolano ya no se encontraba en la Isla. Una situación inexplicable, pues Miranda aún estaba y estaría en la capital cubana hasta junio de ese año, aunque ya inmerso en un proceso de distanciamiento del ejército español que lo llevaría a trasladarse subrepticiamente hacia su próximo destino: Estados Unidos de Norteamérica.
Notas finales

La información disponible hasta la fecha y los análisis realizados por una amplia gama de analistas de las ciencias sociales y humanísticas, no permite aseverar la pertenencia de Francisco de Miranda a la masonería.

Tal afirmación se sustenta en la ausencia de pruebas documentales y en la carencia de análisis que respalden con suficiencia los hechos y actitudes presentadas como pruebas de la pertenencia de Miranda a la referida organización y de la actividad desplegada en su seno.

Esta realidad, sin embargo, no debe asumirse como definitoria, sino como una situación que demanda mayor profundización e intercambio sobre el tema en los ámbitos académicos, investigativos, docentes y sociales.

Un paso importante en este empeño debe estar encaminado a incrementar el examen de los archivos mirandinos, fiel reflejo del proceso de formación y desarrollo de su personalidad, su labor por la emancipación del ser humano y la independencia de su región natal.

Al mismo tiempo, es necesario continuar estudiando el rico acervo cultural atesorado por la masonería, fuente de alto valor para la comprensión de su naturaleza como asociación filosófica y fraternal, comprometida con el ascenso moral de la sociedad. Una labor que no sólo tributará a arrojar luz sobre su posible vínculo con Francisco de Miranda, sino que contribuirá a valorar el papel desempeñado por aquellos hombres que supieron conjugar su fe en el Gran Arquitecto del Universo, con la decisión de ofrendar sus esfuerzos, patrimonios y hasta sus vidas por la Independencia de Hispanoamérica.

Notas.

1 Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez Ravelo y Espinosa nació el 28 de marzo de 1750, en Caracas, Venezuela. Murió en la Carraca, Cádiz, España, el 14 de julio de 1816.

2 Wilfredo Padrón Iglesias, “Francisco de Miranda en la Guerra de Independencia de las Trece Colonias: ¿Realidad o leyenda?”, en Cuadernos Americanos, Nueva Época, vol. 1, año xxiii, núm. 127, México, unam, enero-marzo de 2009, pp. 47-65. 
3 Además de las obras mencionadas en el presente texto, pueden consultarse: Frederic W. Seal-Coon, “La mítica masonería de Francisco de Miranda”, en José Antonio Ferrer Benimeli [coord.], La masonería española entre Europa y América, Zaragoza, CEHME, 1995; Robert Arapé, “¿Fue masón Miranda?”, en Luis Cañón [coord.], Miranda. El visionario, Maracaibo, 2008; y José Pascual Mora García, “Los comuneros, Francisco de Miranda y la francmasonería en Venezuela (1779-1810)”, en Heurística, núm. 11, Mérida, enero-junio 2009, pp. 74-92. Para un balance general de la temática hispanoamericana véase José Antonio Ferrer Benimeli, “Aproximación a la historiografía de la masonería latinoamericana”, en REHMLAC, núm. 1, Costa Rica, mayo-noviembre de 2012. En rehmlac.com/recursos/vols/v4/n1/rehmlac.vol4.n1-jferrer.pdf (fecha de consulta: 20 de diciembre, 2014).
4 José Grigulevich Lavretski, Miranda, Caracas, Ediciones de la Contraloría, 1974; Mariano Picón Salas, Miranda, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1972; Josefina Rodríguez de Alonso, El siglo de las luces visto por Francisco de Miranda, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1978; Mario Briceño Perozo, Los masones y la independencia, Caracas, Centro de Historia del Estado Falcón, 1988.
5 Manuel Gálvez, Biografías completas, Buenos Aires, Emecé Editores, 1962; Caracciolo Parra-Pérez, Páginas de historia y de polémica, Caracas, Litografía del Comercio, 1943.
6 Ibid., p. 301.
7 Manuel Aparicio y Suárez, Francisco de Miranda masón: en el año de su segundo centenario, La Habana, Resp. Logia “Habana”, 1950; Jorge Carvajal Muñoz, “Realidad y mito de las vinculaciones de Miranda con la masonería”, en Carmen L. Bohórquez y Christian Ghymers [coords.], El papel de Miranda y su generación en la emancipación latinoamericana: identidad, integración regional y gobernabilidad, Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, 2006, pp. 396-404; Jorge Pacheco Quintero, Influencia de la masonería en la emancipación de América, Bogotá, Editorial Gran Colombia, 1943.
8 Rodríguez de Alonso, op. cit., p. 27.
9 Benjamín Oviedo Martínez, “Estudio sobre la Logia Lautarina”, en Boletín de la ANH, núm. 48, Caracas, octubre de 1920, pp. 75-92; Teodoro de Szigethy, “¿Fue Masón San Martín?”, en Revista masónica de Chile, núm. 4, Santiago de Chile, junio de 1944, pp. 48-62; Rafael Castillo Gil, Francisco de Miranda. Ideas independentistas, Caracas, Oficina de Conservación del Patrimonio Histórico y Documental del Municipio Chacao, s/f.
10 Jules Mancini, Bolívar y la emancipación de las colonias españolas, desde sus orígenes hasta 1815, París, Librería de la vda. de C. Bounet, 1914; Mario Briceño Perozo, Don Francisco de Miranda, maestro de Libertadores, Caracas, Imprenta oficial del Estado Trujillo, 1950; Manuel Lucena Giraldo, Francisco de Miranda, precursor de la independencia de Venezuela, Madrid, Ediciones Araya S. A., 1988; Pacheco Quintero, op. cit.
11 Cesáreo González Navedo, Fundación e independencia de la masonería americana, La Habana, Cuadernos de Cultura Masónica, 1943, p. 5.
12 Antonio Egea López, El pensamiento filosófico de Miranda, Caracas, Biblioteca de la anh, 1983.
13 Jules Mancini, op. cit.; González Navedo, op. cit.; Carvajal Muñoz, op. cit., y Briceño Perozo, op. cit.
14 Mancini, op. cit., p. 271.
15 Caracciolo, op. cit., p. 278.
16 Bohórquez, op. cit., p. 220.
17 Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1859, t. ii, p. 274.
18 Sobre este hecho, el alto oficial chileno declaró: “Cuando yo oí aquellas revelaciones y me posesioné del cuadro de aquellas operaciones, me arrojé en los brazos de Miranda, bañado en lágrimas y le besé las manos”. A lo que el veterano luchador venezolano respondió: “Sí, hijo mío, la Providencia Divina querrá que se cumplan nuestros votos por la libertad de nuestra patria común. Así está decretado en el libro de los destinos. Mucho secreto, valor y constancia son la égidas que os escudarán de los lazos de los tiranos.” Benjamín Vicuña Mackenna, El ostracismo del General D. Bernardo O’Higgins. Escrito sobre documentos inéditos y noticias auténticas, Valparaíso, Librería del Mercurio, 1860, p. 59.
19 Al respecto, Mitre aseveró: “Cuando ahora quince años hicimos proyectar la primera luz sobre este punto oscuro de nuestra historia, no se conocían aún los documentos con que después lo ha ilustrado el brillante y bien informado historiador Vicuña Mackenna”. Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, Buenos Aires, Félix Lanjouane Editor, 1890, p. 114.
20 El testimonio de Zapiola está recogido en una carta fechada el 28 de octubre de 1811 que éste le enviara a Rafael Diego Mérida, miembro de la logia núm. 4 de Caracas y que fuera interceptada por las autoridades españolas. En ella le informa de los miembros de las logias núm. 3 y núm. 7, asentadas en Cádiz y Londres respectivamente, entre otros asuntos de importancia.
21 Mitre, Historia de Belgrano…, p. 239.
22 Bohórquez, op. cit., p. 219.
23 En el artículo “La masonería en México, entre las sociedades secretas y patrióticas, 1813-1830” se ofrecen valiosas definiciones como sociedades secretas, sociedades masónicas, sociedades paramasónicas, sociedades patrióticas y centros de acción política. María Eugenia Vázquez Semadeni, “La masonería en México, entre las sociedades secretas y patrióticas, 1813-1830”, en rehmlac, núm. 2, diciembre 2010-abril 2011. En rehmlac.com/recursos/vols/v2/n2/rehmlac. vol2.n2-mvazquez.pdf (fecha de consulta: 12 de agosto, 2015).
24 José A. Ferrer Benimeli, Aproximación a las llamadas Logias Lautaro, Santa Cruz de Tenerife, Caja General de Ahorros, 1990, p. 175. También de este autor Masonería, Iglesia e Ilustración, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1983.
25 Eloy Enrique Reverón García, “El fantasma de Bolívar en la masonería venezolana”, en Anuario de Estudios Bolivarianos, núm. 4, 1995, pp. 261-335. También Ricardo Martínez Esquivel, “El fantasma de Bolívar en la masonería venezolana de Eloy Enrique Reverón García”, en REHMLAC, núm. 1, mayo-noviembre de 2011. En rehmlac.com/recursos/vols/v3/n1/rehmlac.vol3.n1-543rich.pdf (fecha de consulta: 12 de agosto, 2015).
26 Pilar González Bernaldo, “Masonería y revolución de independencia en el Río de la Plata: 130 años de historiografía”, en José Antonio Ferrer Benimeli [coord.], Masonería, revolución y reacción, Alicante, Instituto Alicantino Juan Gil-Albert, 1990, pp. 1035-1054. Felipe del Solar, “La francmasonería y la Independencia de América: un balance historiográfico”, en Primeras Jornadas de Estudios Históricos de la Francmasonería Chilena, Santiago, 2006, pp. 229-240.
27 Gloria Henríquez-Uzcátegui, Los papeles de Francisco de Miranda, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1984, p. 135.
28 La segunda edición se denominó Colombeia, denominación original que Miranda le otorgó a su archivo.En ella se prima el orden cronológico y los documentos son presentados en idioma español, pero su impresión sólo es hasta 1793, y llega hasta el volumen XIII.
29 Carvajal Muñoz, op. cit., p. 399.
30 Por el valor de estos diarios, la historiadora Josefina Rodríguez de Alonso califica a su autor como: “[…] el memorialista más completo de la Europa de su época”. Josefina Rodríguez de Alonso, Prólogo a Colombeia, en Francisco de Miranda, Colombeia, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1978, t. III, p. 12.
31 Pacheco Quintero, op. cit.; Grigulevich, op. cit., y Lucena, op. cit.
32 El nombre original del documento es Instrucción, pero ha sido conocido por su lugar de origen como Acta de París. Puede consultarse en Francisco de Miranda, Archivos, La Habana, Editorial Lex, 1950, t. xv, p. 198.
33 Ibid., t. XXII, p. 289.
34 Carvajal Muñoz, op. cit., p. 399.
35 Francisco de Miranda, Colombeia…, t. II, p. 423.
36 Para ampliar sobre el tema puede verse: José Antonio Ferrer Benimeli, Masonería y religión: convergencias, oposición, ¿incompatibilidad?, Madrid, Editorial Complutense, 1996.
37 A pesar de la búsqueda que han realizado varios historiadores en los archivos de la inquisición, no se ha podido encontrar la instrucción original que abrió el proceso contra Miranda. Por documentos posteriores se ha determinado el periodo aquí declarado. J. S. Laútico García, Francisco de Miranda y el antiguo régimen español, Caracas, anh, 1961. p. 443.
38 De este proceso se conocen, además de los mencionados documentos, las sumarias enviadas por el Tribunal de Sevilla al Consejo de la Inquisición, fechadas el 11 de noviembre de 1778 y el 17 de diciembre de 1781.
39 Ibid., p. 445.

https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1665857415000289

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