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martes, 26 de febrero de 2019

La influencia masónica en la guerra de independencia latinoamericana

La influencia masónica en la guerra de independencia latinoamericana
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Transcurría el año 1820 y la guerra junto con el río del tiempo parecían estar pausados, estancados, dormidos. Los soldados no hacían mas que solo esperar y esperar escondidos entre la vegetación densa de lo que ahora es el oriente de Venezuela, donde la tropa republicana cedía poco a poco a la impaciencia, el desánimo y el hambre, un hambre atroz que no padecían las tropas españolas, cuyos soldados mostraban clara ventaja al verse mejor alimentados, armados y motivados con la causa realista.

La preocupación de Bolívar había llegado a un tamaño tan desmoralizante que escribió una carta al colombiano Santander donde expresaba:

“Casi todos los soldados se han ido a sus casas; las provisiones de boca se han reducido; los hombres están cansados de comer plátano: plátano en mañana, plátano en tarde y plátano en noche… Los enfermos se mueren de hambre… Nos vamos a ver en un conflicto del demonio” .

Entonces. con la desesperación de una madre que ve a sus críos hambrientos, Bolívar, hace acopio admirable de humildad para batallar esta vez contra el orgullo y pedir limosna. Él, siendo heredero de varias haciendas, ostentando la Presidencia de dos naciones, héroe admirable de grandes batallas que le dieron fama de “libertador” de pueblos, se ve en la penosa tarea de recurrir a la caridad de los bondadosos pobladores, para intentar mantener alimentados a sus soldados. Y entonces, como lo dijo siglos antes Sun Tzu:

“Porque este general considera a sus hombres como a sus hijos y éstos le acompañan hasta los valles más profundos. Los tiene como a sus hijos predilectos y ellos se hallan dispuesto a morir por él”

Allí quedó demostrado que Bolívar mantenía la fidelidad patriótica con su humanidad, que inflamaba de motivación y compromiso los corazones de los patriotas que no podían mas que mostrarse comprometidos con su nación y con aquel que sería recordado como el padre de la libertad, en una misión que consistía en: bloquear el paso a las tropas de realistas españoles lideradas por el general Don Pablo Morillo, quien tenía instrucciones claras de dirigirse a la capital de la Nueva Granada.

Pablo Morrillo

Don Pablo Morillo, natural de Fuentesecas de la Provincia de León en España, se hizo merecedor del grado de Mariscal de Campo por haber luchado y ganado contra Napoleón por lo que también se le otorgaron distinciones militares famosas como la del Duque de Wellington, vencedor de Waterloo.

Morillo, con la valentía pétrea y la astucia aguda de un centauro bien instruido en las artes militares, discernía las intenciones de la contraparte donde se encontraba Bolívar quien a su vez conocía muy bien la inteligencia de su adversario español.

Y así fue como durante cuatro meses se mantuvieron en espera mutua, expectantes y analíticos, pero sin tomar, ni el uno ni el otro, la iniciativa de la acción. Pero, como una bendición de la providencia, el rey Fernando VII de España fue obligado por la revolución liberal a jurar la Constitución de 1812 que permitía la convergencia de la democracia con la monarquía, lo cual puso fin al absolutismo de la corona, lo que conllevó a que una orden le fuera enviada a Morillo: “… se le ordena lograr una tregua con los insurgentes patriotas”.

Morillo sorprendido e indignado, envió una respuesta donde expresó su inconformidad con la noticia y culmina diciendo:“¿quieren que pase por la humillación de negociar con el enemigo..? Entraré porque mi profesión es la subordinación y la obediencia”

Entonces pues, decepcionado con los resientes acontecimientos políticos de España acepta —a regañadientes— reunirse con el mayor de sus enemigos y el 17 de junio de 1820 le envió a Bolívar un Manifiesto donde se acuerda suspender las hostilidades temporalmente, y a partir de allí, el héroe caraqueño mantiene una comunicación epistolar constante con el general Pablo Morillo y en conjunto desarrollan ideas relacionadas a lo que llamaron “Tratado de Regularización de la Guerra” por el interés de limpiar la clara connotación de barbarie y pasar a “combatir como las naciones civilizadas”.

Desde el 25 de noviembre de 1820 se estaba gestando la firma del tratado de armisticio, pero las expectativas alcanzaron su más alta expresión a la llegada de aquel 27 de noviembre de 1820, fecha en que Bolívar y Morillo se citaron ya que curiosa e interesantemente, nuestros dos héroes, nunca se habían visto en persona, por lo que se dispuso como lugar de encuentro el pueblo de Santa Ana (un pequeño pueblo en la región hoy día conocida como el estado Trujillo) para que por fin se materializara el cara a cara entre ambos generales.

Llegado el día, esperaba impaciente pues el general Morillo montado en su imponente caballo de gran estampa y rodeado además de su Estado Mayor, mientras que, a la distancia, se observa llegar montado sobre la humildad de una mula parda y sin escolta al gran Bolívar.

Simón Bolívar

Se alcanza por fin el crucial momento, y ambos líderes se acercan el uno al otro con la cautela de quienes aun están contagiados del nerviosismo y la desconfianza alimentada por la enemistad y el odio de tantas batallas, pero aun así los dos titanes estrechan sus manos. Pero el suspenso se apoderó de ambos cuando al unir las manos y observar la forma en la que los dedos se entrecruzaban daban la clara señal de una hermandad que los obliga a mantener una sublime confraternidad que va por encima de las pasiones y los intereses egoístas y particulares.

Fue de esa manera que, Bolívar y Morillo en un apretón de manos descubren que, además de tener ambos fuertes liderazgos sobre bandos y ejércitos adversos que desde siglos atrás venían tiñendo de sangre los campos de batalla entre la América hispana y el viejo continente, son además hermanos masones.

Todos quedaron estupefactos cuando inmediatamente después de estrechar las manos, los líderes se abrazaron fuertemente como grandes hermanos de sangre que se reconciliaban después de haber permanecido en oposición durante mucho tiempo. En cuanto a esto, el Coronel realista Vicente Bausá aseguró en sus memorias que:

“Morillo y Bolívar comieron juntos todo el día y juraron una fraternidad y filantropía interminable… la comida fue dispuesta por el General Morillo y fue tan alegre y animada, que no parecía sino que eran antiguos amigos… el General Morillo con toda la sinceridad de su corazón y hasta saltársele las lágrimas de placer, brindó por la concordia y la fraternidad mutua… todo fue abrazos y besos. El General Morillo y Bolívar se subieron en pie sobre la mesa a brindar por la paz y los valientes de ambos ejércitos” 

De esta manera, la masonería implementa su escuadra y compás para trazar un camino recto de hermandad y unión entre estos dos antagónicos colosos que honran la buena fe del humanismo al optar por los valores de confraternidad ante las pasiones sanguinarias de la hostilidad.

Monumento conmemorativo del abrazo entre Bolívar y Morillo. Inaugurado el 24 de julio de 1912 en la Plaza Armisticio de Santa Ana de Trujillo,

Al caer la noche, después de celebrar la concilio fraterno, los guerreros se dirigen juntos a una habitación para dormir no sin antes intercambiar acuerdos relevantes para ambos bandos. Entre lo que se acordó la construcción de una pirámide como símbolo de la hermandad. Por eso al día siguiente pudo verse como soldados de ambos lados arrastraban la primera piedra que demarcaría el punto del encuentro, tal y como le describió Bolívar a Santander:

“El General Morillo propuso que se levantase una pirámide en el lugar donde él me recibió y nos abrazamos, que fuese un monumento para recordar el primer día de la amistad de españoles y colombianos, la cual se respetase eternamente; ha destinado un oficial de ingenieros y yo debo mandar otro para que sigan la obra. Nosotros mismos la comenzamos poniendo la primera piedra que servirá en su base”

A lo que el general O´Leary narra en sus Memorias: “un soldado republicano y otro realista llevaron una piedra cuadrada al lugar donde se encontraron los generales… El general Morillo mandó a que se edificara una pirámide en el lugar del encuentro”…

Por ello, Bolívar en el periódico que el mismo fundó el “Correo del Orinoco“, en su edición Nº 91 de fecha 30 de diciembre de 1820 ordenó publicar la siguiente nota:

“A la heroica firmeza de los combatientes de uno y otro ejército los felicito por: su constancia, sufrimiento y valor sin ejemplo. A los hombres dignos, que a través de males horrorosos sostienen y defienden su libertad. A los que han muerto gloriosamente en defensa de su patria o de su gobierno. A los heridos de ambos ejércitos, que han manifestado su intrepidez, su dignidad y su carácter… Pero con la misma intensidad declaro odio eterno a los que deseen sangre y la derramen injustamente”

Fue entonces cuando terminado el encuentro entre los hermanos líderes, pactaron una tregua en las acciones bélicas de aquel entonces al que llamaron: “Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra” y planificaron que terminaría con una “batalla final“, tomando como referente las grandes batallas decisorias desarrolladas en europeas como la batalla de Waterloo del 18 de junio de 1815. De acuerdo a lo planeado esta batalla se daría en el campo de Carabobo en fecha 24 de junio de 1821, fecha fue escogida para conmemorar el día internacional de la masonería ya que el 24 de junio de 1717 fue fundada la Gran Logia de Inglaterra.

Se pudo ver entonces a dos gallardos corazones, uno español y otro venezolano, bombeando al compás de la hermandad la sangre valiente, libertadora y sapiente que ha de mantener eterno aquel recuerdo en la fibra dorada de la historia.

http://www.ocesaronada.net/masoneria-en-la-independencia-latinoamericana/

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