Herbert Oré Belsuzarri.
EL TETRACTYS
1 + 2 + 3 + 4 = 10
El tetractys,
considerado sagrado por los
pitagóricos, contiene en sí mismo las claves de la armonía, que, a su vez, gobiernan
la creación.
4:3 = la cuarta
3:2 = la quinta
2:1 = la octava
Y la doble octava en la razón
cuádruple: 4:1
Aunque el tetractys, en
cuanto símbolo, parece ser peculiar de los pitagóricos, este mismo simbolismo numérico
constituye un fenómeno generalizado. La mitología hindú habla de las «nueve
cobras de Brahma», un equivalente de la Gran Enéada dispuesta en torno a Atum.
La Cabala se refiere a las nueve legiones de ángeles alrededor del trono del
Dios oculto, «Aquel cuyo nombre está oculto». El tetractys representa
la realidad metafísica, el «mundo ideal» de Platón, completo en el marco de un
sistema de cuatro términos.
La creación requiere cinco términos. El
pentactys representa el tetractys
puesto de manifiesto.
El triángulo interior es un símbolo de
la naturaleza trina inmanente en la unidad; representa la primera forma: la
forma requiere un sistema de tres términos; la forma es el resultado de la
interacción entre los polos positivo y negativo. El pentactys representa
la forma principal rodeada por doce «casas», que son las animadoras de la
forma. También esta interpretación es común a muchas civilizaciones antiguas.
El sistema fisiológico egipcio se basa en ella: «Estos canales, mediante el
flujo y el reflujo cósmicos, conducen la energía solar roja y blanca a las
zonas en las que los doce poderes permanecen dormidos en los órganos del
cuerpo. Una vez cada dos horas, noche y día, cada uno de ellos es activado por
el paso de Ra, el sol de la sangre, y luego vuelve a dormirse». La acupuntura
china se basa en los «doce meridianos del cuerpo». Cada dos horas, uno u otro
de estos meridianos alcanza su cota máxima de actividad. Las doce «casas» del
zodíaco astrológico expresan la misma interpretación de otro modo. El
significado de las «casas» se deriva de la interacción de los números; éstas
determinan la naturaleza del tiempo, la personalidad o el acontecimiento.
El eneagrama.
¿Se trata de mera «coincidencia»? Nadie
puede «demostrar» que no lo sea. Y, sin embargo, estos atributos armónicos
básicos parecen demasiado claramente pitagóricos para desecharlos.
Recuérdese que, en el antiguo sistema,
el «agua» es el cuarto elemento, la «sustancia» primera y principal, y analogía
del uno, como la octava es analogía del sonido fundamental. En el mundo físico,
el agua constituye el soporte de la vida. En el mundo metafísico de Egipto, Tum
se crea a sí mismo a partir de Nun, las aguas primordiales. La creación procede
armónicamente, la octava es el instrumento del proceso, o «vida», y la primera
nota de la octava es el tono. Para producir el tono perfecto la cuerda debe
tener una proporción de 8:1, precisamente la razón entre los El eneagrama es un
símbolo universal. Todo conocimiento se puede incluir en el eneagrama y se
puede interpretar con la ayuda del eneagrama. Y en esta conexión sólo lo que un
hombre puede introducir en el eneagrama es lo que realmente sabe, es decir, comprende.
Lo que no puede introducir en el eneagrama no lo comprende. Para el hombre
capaz de utilizarlo, el eneagrama hace los libros y las bibliotecas totalmente innecesarios.
Todo puede estar incluido y se puede leer en el eneagrama. Un hombre puede
estar completamente solo en el desierto, dibujar el eneagrama en la arena y
leer en él las leyes eternas del universo.
Y cada vez puede aprender algo nuevo,
algo que hasta entonces ignoraba.
Si dos hombres de distintas escuelas se
encuentran, dibujarán el eneagrama y, con su ayuda, podrán establecer de
inmediato cuál de los dos sabe más y cuál, en consecuencia, supera esta prueba,
es decir, cuál es el mayor, cuál es el maestro y cuál el pupilo. El eneagrama
es un diagrama esquemático del movimiento perpetuo...
Finalmente corresponde al individuo
elegir entre ambos bandos, es una decisión que no debe tomarse a la ligera: de
ella depende, en última instancia, toda la filosofía que uno adopte.
Esotéricamente, dado que hay que
considerar todos los números como divisiones de la unidad, la relación matemática
que un número muestra con la unidad es una clave de su naturaleza.
Tanto el tres como el siete son números
de «movimiento perpetuo». Al dividir la unidad entre estos números, ésta se
divide infinitamente:
1../ 3 = 0,3333333333333...
1 -/- 7 = 0,1428571428571...
Tres: el número de la relación, de «la
Palabra», de la trinidad mística, tres-en-uno.
Siete: el número del crecimiento, del
«proceso», de la armonía, da la misma secuencia repetitiva cuando se divide la
unidad. Obsérvese que el eneagrama sigue esta secuencia.
En cuestión de formas visuales sentimos
que la naturaleza tiene sus favoritas. Entre sus preferidas están las
espirales, los meandros, los patrones de ramificación y los ángulos de 120
grados. Estos patrones se repiten una y otra vez. La naturaleza actúa como un
director de teatro que utilizara cada noche a los mismos actores vestidos de
manera distinta y representando a personajes diferentes. Los actores tienen un repertorio
limitado: los pentágonos forman la mayoría de las flores, pero no los
cristales; los hexágonos manejan la mayoría de los patrones bidimensionales
repetitivos, pero nunca abarcan por sí solos el espacio tridimensional. Por
otra parte, la espiral representa el colmo de la versatilidad, ya que desempeña
un papel en la replicación de los virus más pequeños y en la disposición de la
materia en la mayor de las galaxias.
Átomos de oxígeno e hidrógeno por
volumen. Y la creación es volumen, el cual es espacio. En Egipto comprendía por
qué el mundo es como es; los símbolos que eligió, además de los incontables indicios
procedentes de sus textos científicos, matemáticos y médicos, demuestran que
también tenía unos conocimientos asombrosamente completos acerca de cómo es.
Obviamente, Egipto carecía de rayos láser, microscopios electrónicos o
aceleradores de partículas; puede que no tuviera un conocimiento concreto y
cuantitativo del mundo microscópico. Pero la curiosa coherencia que manifiestan
sus símbolos y sus textos deja claro que la tecnología no constituye el único
medio de penetrar en estos ámbitos.
En suma podemos decir que:
Todos los
números son conducidos a un desarrollo, a partir de la unidad, a partir del
origen y raíz de todas las cosas. El número tiene para el hombre hermético un
significado totalmente diferente al que tiene para el hombre dialéctico.
El número uno representa la unidad con el
Espíritu, con el Padre, con lo Absoluto, con el Logos, con lo Original.
Cualquier otra unidad, cualquier otro comienzo conduce a la muerte.
Cuando un
hombre ha regresado a la unidad, al uno e indivisible, es colocado ante el
número dos. Este número coloca a quien ha sido
unido con la unidad en una nueva relación con la sustancia original. Por ello,
la Gnosis hermética llama al número dos «la Madre».
El número tres establece la unión llena de amor
entre el uno, lo absoluto, y la sustancia original, entre el Padre y la Madre,
la unión de ambos.
El número cuatro lleva todo lo concebido a la
manifestación.
Cuando la
entidad que está unida al Padre se une con la sustancia original cósmica, algo
se engendra. La totalidad de lo que ha sido concebido es llevada a
manifestarse. La consecuencia de ello es el número cinco, la nueva conciencia, la conciencia
de Mercurio. Por ello, Mercurio siempre está asociado al número cinco.
El seis es el número de la rectitud. Junto a
la nueva fuerza de luz de la conciencia y por ella, todo el estado de ser del
candidato alcanza la justicia, en concordancia con el Logos. Por ello el número
siete es el de la santificación, al que sigue el número ocho que es el de la ascensión perfecta,
la entrada en la vida liberadora. Es la ancestral puerta de Saturno, que
siempre está unida al número ocho. En el número nueve se celebran la victoria del verdadero
devenir divino-humano. Un desarrollo nónuplo une a estos nueve números.
EN LA ANTIGUA
CULTURA EGIPCIA, CADA VEZ QUE NACIA UN BEBE SE BAUTIZABA CON EL NOMBRE DE UN
DIOS DE ACUERDO A SU REGENCIA. POR ESTA RAZON, LA MAYORIA DE LOS EGIPCIOS,
TENIAN NOMBRES DE DIOSES.
Por otra parte,
todos los aspectos del conocimiento egipcio parecen haber sido completos desde
sus mismos comienzos. Las ciencias, las técnicas artísticas y arquitectónicas y
el sistema de jeroglíficos no muestran prácticamente signo alguno de haber
pasado por un período de «desarrollo»; lejos de ello, muchos de los logros de
las primeras dinastías no fueron nunca superados, o siquiera igualados, posteriormente.
Los egiptólogos ortodoxos admiten fácilmente este asombroso hecho, pero la
magnitud del misterio que plantea es hábilmente minimizada, al tiempo que se
omiten sus numerosas implicaciones.
¿Cómo es posible
que una civilización compleja surja ya plenamente desarrollada?
Obsérvese un
automóvil o una computadora de hace 10 años, y compárese con uno actual: existe
un inequívoco proceso de «desarrollo». Sin embargo, en Egipto no hay nada
semejante. Todo esta allí ya desde el primer momento.
La respuesta a este
misterio resulta obvia, aunque, debido al hecho de que repugna a la forma de
pensamiento moderno dominante, apenas se considera de una manera seria: la civilización
egipcia no fue un «desarrollo», sino una herencia.
La Numerología, ya era usada en
Mesopotamia. Se asignaban valores numéricos a las letras del alfabeto, y se
calculaban los valores de los nombres, lo cual concuerda con la reverencia que
existía en Mesopotamia hacia los números, ya que pensaban que todos los dioses
tenían números. Esta y otras afirmaciones parecidas surgen a partir de la tesis
de que el hombre fue creado por extraterrestres en la antigua sumeria quienes
dejaron como herencia sus conocimientos que posteriormente fueron a parar a
Egipto.
Como ejemplo, Sargón en el 705 a.C. afirma
que el perímetro de su palacio en Khorsabad era igual a su nombre.
Del mismo modo en la Biblia existen algunas
partes en la que la explicación a hechos ocurridos tienen una base
numerológica.
Cabe citar algunos párrafos de los textos
del Génesis, en el Capitulo17, donde, encontramos esta curiosa conversación
entre Dios y Abram, éste asombrado recibe la noticia de que va a tener un hijo
a la edad de 100 años, con su mujer Sarai de 90.
Dijo Dios: “He aquí mi pacto contigo, serás
padre de una muchedumbre de pueblos y ya no te llamaras Abram, sino
Abraham....”
Dijo también Yahvé a Abraham: “Sarai tu
mujer, no se llamará ya Sarai, sino Sara, pues la bendeciré y te daré de ella
un hijo...”
Cayó Abraham sobre su rostro, y se reía,
diciéndose en su corazón: “Con que a un centenario le va a nacer un hijo, y
Sara, ya nonagenaria, va a parir...”
El hecho de que a partir de ese cambio de nombre
tanto Abraham como Sara pudieran engendrar un hijo, se basa en que en la
Biblia, la equivalencia numérica no es accidental, ya que el mundo fue creado
por Dios a través de la palabra, donde cada letra representa una fuerza
creativa. De esta forma la equivalencia numérica entre dos palabras revela una
conexión interna entre los potenciales creativos de cada una.
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