El aspirante a aprendiz
MANLY HALL
Hay tres grandes pasos en la evolución del alma humana, antes que alcance a terminar la morada de su espíritu. Dichos pasos han sido llamados, respectivamente, juventud, madurez y ancianidad, o, como diría un Francmasón: tiempos de Aprendiz, de Compañero y de Maestro Constructor. Toda vida pasa por estas tres etapas de la conciencia humana. Podrán ser consideradas también como el hombre exterior mirando hacia adentro, yendo hacia adentro y estando adentro (o en su interior). La ruta de la vida humana, como todas las cosas, está dirigida por las leyes de la analogía, y así como partiendo desde el nacimiento, empezamos nuestra peregrinación a través de la juventud, la madurez y la ancianidad, así la conciencia espiritual del hombre en su evolución cósmica, pasa de la inconsciencia a la conciencia perfecta dentro de la Gran Logia del Universo. Antes que la iniciación en el grado de Aprendiz pueda ser propiamente entendida y apreciada, deben considerarse ciertos requisitos, no meramente los relacionados con el mundo material, sino también con el espiritual.
El Francmasón debe darse cuenta que la verdadera iniciación es un rito espiritual y no material, y que su iniciación en el templo vivo de la jerarquía espiritual que regula la Francmasonería puede no ocurrir sino hasta años después de que él tome su grado material, o que, espiritualmente, puede muy bien ser un Gran Maestro antes de venir al mundo. Hay, probablemente, pocos ejemplos en la historia de la Francmasonería en que la ordenación espiritual del aspirante se produzca al mismo tiempo que su iniciación material, porque la verdadera iniciación depende del cultivo de ciertas cualidades del alma: un asunto individual y personal que se ha dejado enteramente a la voluntad del Masón místico y que debe conservar en silencio y a solas.
El recinto del tabernáculo entre los antiguos judíos fue dividido en tres partes: el recinto exterior, el lugar sagrado y el Sancta Sanctórum. Esas tres divisiones representan las tres grandes divisiones de la conciencia humana. El grado de Aprendiz es adquirido cuando el estudiante manifiesta su intención de trabajar la ruda arcilla que extrae de la cantera y prepara para el Gremio de Compañeros. En otras palabras, el primer grado es de preparación, realmente; es un paso material que se relaciona con cosas materiales porque la vida espiritual debe descansar sobre cimientos materiales.
El siete es el número del Aprendiz, porque se refiere a las siete artes liberales y ciencias, y éstos son los poderes con que el Aprendiz debe trabajar antes de merecer la distinción de avanzar a grados más altos. Hay muchos equivocados que creen que pueden alcanzar los planos espirituales de la Naturaleza sin pasar primero a través de aquéllos y sin modelar la materia convirtiéndola en expresión del poder espiritual; porque el primer grado, avance de la maestría, consiste en dominar las condiciones concretas de la vida y en desarrollar los centros sensoriales, que luego deben convertirse en canales para expresar las verdades del espíritu.
Todo progreso es un proceso gradual realizado ordenadamente, tal como debe practicarse en una logia en consciente trabajo. El universo está dividido en planos, y esos planos están divididos por cierto número de vibraciones que los atraviesan. La conciencia espiritual evoluciona gradual, lentamente, aunque en progresión constante, y sus estados inferiores pierden toda conexión con los más elevados cuando ha conseguido un nivel de superación en el que sólo pueden sesionar los Grandes Maestros. Este estado de supraconciencia, región desconocida incluso para el Maestro Francmasón, finalmente retorna de nuevo a la jerarquía espiritual que le es peculiar.
Acción es la palabra de orden del Aprendiz de una logia. Todo adelanto es el resultado de su ejercicio y su aplicación para aumentar su salario. El cuerpo humano se fortifica mediante ejercicios musculares; por medio de las siete ciencias y artes liberales, la mente humana recibe cierto impulso que, a su vez, estimula ciertos núcleos internos de la conciencia. Estos centros de conciencia, gracias a un mayor desarrollo, darán después una más amplia expresión a aquellos poderes internos; pero el Aprendiz tiene como primer deber el despertar tales poderes y, a la manera de la juventud de la cual es un símbolo, sus ideales y trabajos deben circunscribirse estrictamente a lo concreto.
Para él, el compás se encuentra bajo la escuadra; para él, las razones que se manifiestan por medio del corazón y de la mente, los dos polos de la expresión, se hallan oscurecidas y ocultas bajo la escuadra que sirve para medir la densidad de la materia. Aunque él no conoce el porqué, su trabajo consiste en seguir las directivas de aquellos de mayor sabiduría que la suya; pero, como resultado de la aplicación de energía, por medio de acciones y reacciones, lentamente construye y desenvuelve los poderes de discriminación y el vigor de carácter que caracteriza el grado de Compañero.
Es obvio que la ruda arcilla simboliza al cuerpo. También representa la cósmica raíz sustancial que se saca de la cantera del universo por las primeras expresiones de la inteligencia, y que es moldeada por éstas en siempre más firmes y más perfectas líneas hasta que, finalmente, se convierte en la piedra perfecta del templo del Constructor.
¿Cómo puede manifestarse auténticamente la emoción a través de la forma? ¿Cómo puede la mente manifestarse hasta que las arduamente evolucionadas células del cerebro, hechas de materia, lleguen a alcanzar su calidad orgánica para formar el campo de trabajo sobre el cual puedan basarse las demás cosas? Todos los estudiosos de la materia humana se dan cuenta de que cada expresión del hombre depende de la calidad orgánica; de que en cada cosa viviente ésta es diferente; y que la creciente perfección de esta materia es indicio cierto de adelanto mental, físico o espiritual.
Gracias a las reglas del oficio, el Aprendiz debe hermosear su templo. Debe construir en sí mismo, por sus pensamientos, por sus actos, por el poder de sus manos y las herramientas que le han sido dadas, ciertas cualidades que hacen posible su admisión en los más altos grados de la logia espiritual.
Sabemos que el bloque rectangular inanimado es símbolo de la tumba. También es bien sabido que el Aprendiz es incapaz de mover la piedra o de transformarla en una cosa más alta o más grande; pero es un privilegio que le pertenece el purificar y glorificar esa materia y comenzar la gran tarea de prepararla para una más alta misión.
Pocos se dan cuenta de que, estando el universo hecho a base de individualidades en diversos estados de evolución, la responsabilidad es, consecuentemente, individual, y que cada una de las cosas que el hombre desea obtener, debe él mismo elaborarlas y mantenerlas.
Si la individualidad tiene que emplear sus mejores cuerpos con el fin que se ha propuesto, debe tratarlos como es debido, y, por tanto, esos cuerpos deben ser buenos y leales servidores de la gran tarea para la que la individualidad se prepara.
La cantera simboliza el ilimitado poder de la naturaleza. Representa prácticamente el infinito campo de la oportunidad humana; simboliza las sustancias cósmicas de las que el hombre debe escoger las piedras para su templo. En esta etapa de su evolución, el Aprendiz obtiene el privilegio de escoger las piedras que él desea pulimentar durante sus progresos en la logia, ya que, en tal momento, él representa a la juventud escogiendo su propia tarea. Representa al humano ego que, en la aurora de los tiempos, seleccionó muchos bloques y cubos y rajadas piedras de la Gran Cantera. Esas rudas y quebradas piedras que no llegan a calzar en nada, son los poderes parcialmente evolucionados y dúctiles, con los cuales él labora. En el primer periodo, debe escoger los materiales. Los que no los escogieron, nunca podrán pulimentarlos. Durante la involuntaria etapa de la conciencia humana, el Aprendiz era el hombre, que tuvo que trabajar con aquellos rudos bloques buscando las herramientas y el poder suficiente para pulirlas. A medida que evoluciona a través de los tiempos, obtiene las herramientas y cósmicamente pasa al grado de Compañero, en que trabaja su arcilla de acuerdo con los planes trazados con un fin determinado. De aquella ruda e informe arcilla, obtiene sólo tres dimensiones, que representan a los tres malvados de la leyenda que, en aquella etapa, resultan los destructores de la cuarta vida dimensional, oculta dentro de la fea y mal moldeada piedra.
La última clave del Aprendiz es la de servicio. El no puede preguntar el porqué; él no sabe el cómo. Su obligación es hacer, actuar, expresarse a sí mismo de alguna manera, constructivamente si es posible, pero aun infructuosamente y hasta en forma negativa, si precisa, todo antes que no hacer nada. Sin acción, su gran tarea se pierde; sin herramientas, simbolizadas por el cuerpo, no puede actuar en ninguna forma organizada. Consecuentemente, es necesario dominar las artes y ciencias que colocan en sus manos herramientas inteligentes para expresar la energía. La belleza debe ser la nota dominante de su ideal. Con sus ideales concretos, debe tender siempre a hermosear todo lo que está en contacto con él y de lo que él forma parte, de modo que el trabajo de su mano pueda ser aceptable a los ojos de su ideal de perfección, el Gran Arquitecto del Universo.
Su vida cotidiana, en el hogar, en la oficina, en sociedad, junto con la compenetración de la unidad fundamental de cada uno con el todo, forma la base sobre la cual el candidato aspirante puede elevar una más grande estructura. En verdad, él debe vivir la vida, resultado de lo cual es la purificación de su cuerpo, de suerte que las más sutiles fuerzas de los más altos grados puedan expresarse a través de la más exquisita sensibilidad del polo receptor que hay en sí mismo. Cuando alcanza este grado de sutileza, puede considerarse espiritualmente capaz de avanzar hacia otros más elevados. Tal avance no es resultado de selección o elección sino un proceso automático de evolución en el cual, por haber sensibilizado su conciencia por la corrección de su vida, se pone en consonancia con superiores planos de expresión. Toda iniciación es el resultado de ajustes de la vida evolutiva con los planos físicos, emotivos y mentales de la conciencia, a través de los cuales el alma pasa.
Ahora podemos considerar los requisitos espirituales de aquel que se siente místicamente atraído por la gran fraternidad espiritual que, oculta tras un rito esotérico, constituye el poder vivo de una Logia de Aprendices:
1° Es esencial que el Aprendiz haya estudiado suficientemente temas de anatomía para que tenga al menos una idea general del cuerpo físico, ya que todo ese grado se basa en el misterio de la forma. El cuerpo humano es la más alta manifestación de la forma que él es capaz de analizar. Consecuentemente, debe consagrarse al estudio de su propio ser y a sus misterios y complejidades.
2° El Aprendiz debe darse cuenta de que su cuerpo es un templo vivo en que la Divinidad ejerce y tratarlo de acuerdo con ello; porque cuando abusa de él o lo maltrata, quebranta las sagradas obligaciones que debe asumir antes de que pueda esperar entender los verdaderos misterios que encierra la Orden. La ruptura de este pacto con la más alta Vida que se desenvuelve dentro de él, inevitablemente provoca la sanción de la Naturaleza por quebranto de un equilibrio que ya no puede ignorar.
3° Debe estudiar el problema de la manutención del cuerpo por medio del alimento, el vestido, la respiración y otras necesidades, porque todas ellas son pasos importantes en un proceso de aprendizaje. Los que comen sin moderación, visten impropiamente y usan sólo un tercio de su capacidad pulmonar, nunca pueden llegar a tener la eficiencia física necesaria para una total expresión de la Vida de acción a que aspiran.
4° Debe crecer físicamente y en la expresión de cosas concretas. Las relaciones humanas deben ser idealizadas entonces, y debe buscar el desarrollo de cualidades de modestia que son necesarias para el trabajo armónico del Francmasón y sus compañeros en el plano material de la Naturaleza.
5° Debe tratar de abolir las desigualdades todas. Lo puede hacer mejor mediante el equilibrio entre sus organismos físico y mental, dedicándose al estudio de las siete ciencias y artes liberales.
Hasta que no sea relativamente dueño de estos principios en el más alto plano dentro de su propio ser, no puede esperar alcanzar, espiritualmente, por medio de las cualidades de su propio carácter, los rayos vitalizadores del Compañero. Cuando alcanza este punto, puede espiritualmente esperar ser miembro de un más alto grado puesto que de hecho solamente entonces lo será.
El Francmasón debe darse cuenta de que sus más íntimas aspiraciones son el índice de su auténtico yo. Quienes disfrutan de posición social y financiera o lugar preponderante en los negocios y hacen de ellos una culminación de sus egoísmos u ostentación en el seno de la Orden, pierden su tiempo y, en esencia, nunca han pertenecido a ella. Con su afiliación poco daño harán a la Francmasonería, puesto que de sus valores nada captará. Agazapados en sus Templos, no serán más que aburridos espectadores de una función que jamás entenderán por no tener el alma puesta en ella ni el espíritu en condiciones de recibir su sutil beneficio. Las insignias en los relojes o en las solapas no hacen Francmasones; ni tampoco la observancia de un ritual. Los Francmasones deben evolucionar a través de un esfuerzo de su propia conciencia hacia superiores ideales personificados dentro de sí mismos; sus vidas son la única insignia de su rango, más grandes que cualquiera de las credenciales visibles y tangibles.
Llevando esto en la mente, es posible que un alma desinteresada y esforzada se manifieste espiritual y liberalmente mancomunada en la conciencia de un Aprendiz. Significa que ha dado el paso mayor en el camino de su liberación personal. Ahora, su símbolo es el de un niño sonriente, porque con la sencillez de un niño se coloca bajo la protección de una tutoría espiritual, ganoso y alegre de obedecer sus insinuaciones. Al llegar a este punto y habiendo hecho lo mejor a su alcance en lo íntimo de su conciencia, se halla en condiciones de que los poderes supremos, por ley de reciprocidad y actuando a su misteriosa guisa, acaben hallándolo apto de recibir el segundo grado de la liberación espiritual.
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