Masonería: ¿secreto o discreción?
Todos los grupos humanos guardan para sí, para el corazón de su vida institucional, un número de discretos resguardos del mundo que los rodea. Se trata de ritos, señas, cargos, nombres y hasta nominaciones cuyo cuidado y resguardo del mundo externo se convierte en una norma de su propia seguridad y sobrevivencia. Mientras más complejos se vuelvan los ritos de iniciación o de paso, mientras más profundamente hundan sus raíces en la historia humana sus orígenes, mayor es el sigilo con el que sus asociados trabajarán.
Esa filosofía se encuentra en el corazón de una masonería que trabaja como dicta el rito, “a cubierto de los profanos en el templo”. Su condición misteriosa obedece tanto a su característica iniciática como a la profundidad de las raíces históricas que la vieron nacer.
De su condición iniciática resalta Aldo Lavagnini, sólo puede decirse que ella pretende arrancar ni más ni menos que el velo de la ignorancia en la que el hombre se encuentra en el mundo profano. El descubrimiento iniciático, no es más que un largo viaje de perfeccionamiento hacia el interior mismo del hombre. “Pretender revelar por completo ese secreto es una implícita confesión de ignorancia. Pretender agotarlo, sería como si un hombre quisiera vaciar el océano, sacando el agua con una cubeta.” (Lavagnini, 2008)
No en vano, “los iniciados recibían el título de epoptas, palabra que significa “el que ve las cosas tales como son”, es decir, sin velo, por contraposición al nombre con que antes se les denominaba: mystos (velado), que significa lo contrario.” (Ragón, 1957)
La herencia masónica es en esto tan profunda como antigua, pues ella bebe con intensidad de viejas tradiciones y costumbres como las del antiguo Egipto en el rito de los iniciados de Isis o del ejemplar silencio que la escuela Pitagórica imponía a sus aprendices por tres años. La esencia más prístina de ello quizás se devele parcialmente en la cita de Epicteto: “todo lo que en ellos está ordenado fue instituido por nuestros maestros, para instruir a los hombres y para corregir sus costumbres”. Los ritos de iniciación y por consiguiente los iniciados, son recogidos en el seno de las organizaciones masónicas para comenzar el largo camino de sus propios descubrimientos.
Sobre la misma condición mistérica, abrigada en el paso de la historia, abundan las herramientas que el masón reconoce y utiliza simbólicamente. Ellas le recuerdan que existe un conocimiento que debe ser guardado con discreción pues en una lectura mística, las ha despojado de su conocimiento y uso empírico, sacralizándolas en su condición como un proceso que da continuidad a la transición entre el maestro orfebre, herrero o constructor medieval y el masón moderno especulativo. Las explicaciones simbólicas que parecen claves para su continuidad histórica, se resguardan pues en el velo que solo está permitido descorrer al iniciado, pues de otro modo su lectura sería confundida con la superchería o el fetichismo.
Otro tanto ocurre con los grados, cuya secuencia es comprensiva sólo en el acto que transmuta el conocimiento en vida. De un modo similar a las herramientas del masón, el secreto de los grados se transmite para la transformación del hombre, para su perfeccionamiento. Y en ello, el ritual exige del sigilo, como en cualquier otra forma de auto perfeccionamiento, alejada de lo mundano. El ascendido, espera conocer un secreto que reservado sólo para quienes han cruzado el umbral, le permitirá transmutar su alma, dominar el impulso de la naturaleza, ser en definitiva un mejor ser humano.
En este punto, las razones de la discreción se topan con sus raíces históricas: los hombres libres -pocos pero fuertes- de la Edad Media que se convertían en maestros constructores, gozaban no sólo de movilidad geográfica sino de una posición y valoración social y económica que les daba su posición en el gremio. Un “secreto de profesión” transmitido por la pertenencia a un gremio, es sacralizado y es revestido de misterio para asegurar precisamente esa posición como única y exclusiva. Mircea Elíade describe esta como una conducta aún más antigua, observando que “en la Grecia arcaica algunos grupos de personajes míticos –Telkinos, Kabiros, Cu-retas, Dáctilos- constituyen a la vez cofradías secretas en relación con los misterios y hermandades de trabajadores de los metales…” (Eliade, 1956) las mismas que el autor asocia a actos misteriosos de iniciación a pesar de los avances en el plano de la cultura.
Al igual que en aquellos tiempos, el acto creador del masón operativo medieval está saturado de sacralidad y misterio, tal y como lo prueban los vestigios y signos que dejaron en las catedrales construidas por doquier. Los ritos secretos de las iniciaciones, son una consecuencia de tal saturación. En todas ellas, el acto de la muerte y posterior resurrección es un punto en común.
En la discreción del acto de la iniciación, el hombre muere para resucitar a la vida, se transmuta para ser un mejor hombre.
Es el mismo acto sagrado que se repite en los ritos de iniciación, se repite en cada tenida en la que el masón libre participa. Una parte de las energías que atraviesan el Templo transmutan su esencia para manifestarse en forma sacra aun cuando el mundo natural no haya cambiado su forma. La discreción es allí también un valor que en justicia parece esencial. El ordenamiento del propio Templo parece jugar un rol fundamental en la transmutación de los objetos. Las Luces que guían al masón libre, el centro del templo y el umbral (Elíade, 1981) de entrada resguardado por un “guardián” son una muestra de que quienes allí participan, desean “arrancar”-se del mundo profano, para ser envueltos mistérica y discretamente en un tiempo distinto del profano como quien atraviesa un umbral.
Aceptar que la privacidad impone un límite, que los actos maravillosos suponen ciertos misterios que obligan a la discreción para la protección de los iniciados, no parece fácil de entender en un mundo sin límites. La tarea del masón libre es comprender las razones profundas de la discreción, más que el morboso resguardo de un secreto.
Santiago, septiembre 2013 e.:v.:
Bibliografía
Eliade, M. (1956). Herreros y Alquimistas. Paris: Flamarion.
Elíade, M. (1981). Lo sagrado y lo profano. México D.F.: Guadarrama/ Punto Omega.
Lavagnini, A. (2008). El Secreto Masónico. Upasika Prometeo.
Ragón, J. M. (1957). Curso filosófico de las Iniciaciones. Buenos Aires: Glem.
https://segundotaller.wordpress.com/2013/10/21/masoneria-secreto-o-discrecion/
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