MITHRA EN OCCIDENTE.
1.Aparición de los Misterios.
El
primer testimonio fiable que disponemos
para reconocer la presencia del culto de Mithra dentro de las fronteras
del Imperio, es el que aparece en la obra de un poeta romano,
Estacio (P. Papinius Statius), titulada
la Tebaida. Hay distintas opiniones sobre la fecha de composición, aunque los autores parecen inclinarse hacia el período comprendido entre 80-82 d.C. como el momento en que pudo aparecer el libro primero.1 Los dos versos que nos interesan dicen: Mithra, quien,
bajo las rocas del antro pérsico,
tuerce los cuernos del reacio toro. (I, 719 ss).2 Estacio hace referencia claramente al episodio central de los misterios mitraicos, el sacrificio del toro por parte de Mithra, dentro del contexto espacial
de una cueva o antro. Este testimonio se nos presenta
como la conexión
entre las prácticas que comentábamos en relación con los piratas cilicios y el momento
en que hacen su aparición
en Roma. El poeta se hace eco de un fenómeno
que está ya presente
en la sociedad romana del último
cuarto del siglo I d.C. Desconocemos el grado de implantación que en ese momento pudo haber tenido el culto al dios persa, ya que el primer testimonio arqueológico en relación con Mithra está datado en torno al año 102
d.C.3 Sin embargo, no
debemos despreciar
el poder
1 El propio autor confiesa que la obra fue escrita a razón de un libro por año (O mihi bissenos
multum vigilata per annos / Thebai. XII, 811s). Por lo que si el último libro apareció
en el año 92, la fecha propuesta de inicios de los ochenta, parece tener solidez. R. Turcan se hace eco de esta polémica
e introduce algunas de las opiniones divergentes en relación con esta fecha. Cfr. Turcan,
R. Mithras Platonicus. EPRO, 47, Leyden,
1975, 1.
2 Seu Persei
sub rupibus antri / indignata
sequi torquentem cornua Mithram. R. Turcan ha dedicado un apéndice
especial para estudiar
las implicaciones y su relación con el contexto
religioso en que
aparece. Cfr. Turcan, R. Mithra et le mithracisme,
Paris, 1993, 127-134.
3 Se trata de un relieve tauróctono consagrado por Alcimus,
esclavo de T. Cladius
Livianus, prefecto
de Trajano. Cfr. Turcan, R.
1993, 33.
propagador que pudo desempeñar esta referencia de Estacio. Sabemos que tuvo un cierto grado de acogida en los ambientes
literarios y populares
de la época flavia, tal y como nos cuenta Juvenal
en una de sus sátiras:
Vamos corriendo a la voz fascinante, al recital de la familiar
Tebaida, cuando
Estacio
ha llenado la ciudad de gozo prometiendo un día para su lectura. ¡Con tanta dulzura penetra
y cautiva los ánimos! ¡Tanto es el
gusto con que le oye el pueblo! (Sátiras, VII, 82 ss).
Podríamos pensar que estos dos versos de Estacio pudieron despertar en las conciencias de los ciudadanos que los oían, la atención hacia una nueva práctica religiosa
que se estaba instalando dentro del Imperio, y que no renunciaba a evidenciar su origen
pérsico.4
Debemos tener en cuenta cuál fue el contexto socio-religioso en el cual iba a instalarse el culto a Mithra. La práctica
de cultos mistéricos era conocida en Roma desde antiguo. El contacto
con el mundo helenístico (representado primero en la Magna Grecia y luego en la propia península
helénica) les había dado a conocer los cultos realizados en Eleusis. Desde fines del siglo III a. C. los romanos habían instalado
dentro de su ciudad
a la diosa frigia
Cibeles,5 construyéndole un templo, aunque limitando
enormemente las manifestaciones externas practicadas por sus sacerdotes orientales, los galli.
Las celebraciones en honor de Baco-Dionisos habían provocado una intervención directa del Estado en el año 186 a.C.6 También la diosa egipcia Isis, que había conocido la
4 El poeta Lactancio Plácido dedica una obra a glosar los versos de Estacio,
intentando dar algunas explicaciones. En lo referente
a los misterios mitraicos
hace mención del papel desempeñado por los frigios como vehículo
difusor hacia Roma: quae sacra primum Persae
habuerunt, a Persis Phryges, a Phrygibus romani. Cfr. Ad Statio.
Thebaida IV,717.
5 Son varios los autores clásicos que mencionan las condiciones particulares que llevaron a la diosa frigia hasta Roma durante la Segunda Guerra Púnica. Virgilio, Eneida III, 111; XI, 768; Ovidio, Fastos 4, 249-362; Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica,
34-35.33.2; Estrabón, Geografía, 12.5.3;
Apiano, Hannibal, 56; Amiano Marcelino, Historia. 22.9.5;
Catulo, Poesia
63.
6 Tito Livio relata
este episodio: Ab Urbe Condita, XXXIX, 8,3-19,7. Bayet estudia este acontecimiento para destapar
los otros intereses
que estaban presentes en lo referente
a esta represión
sangrienta: el temor que producía en algunos grupos la presión que ejercía el proceso
evolución de su culto hacia la práctica
mistérica a partir de la conquista macedónica de Egipto,
se instaló en Roma, aunque tuvo que esperar un tiempo hasta integrarse plenamente dentro de las estructuras religiosas romanas.7
El fenómeno de la aparición y propagación de las religiones mistéricas es un acontecimiento cuya comprensión
se nos presenta, a
primera vista, difícil de resumir.8 Por una parte tenemos
la situación particular en la que se desarrollan las expectativas religiosas de la población (en este caso, romana o habitante del Imperio) y las respuestas que a éstas podían dar las prácticas religiosas tradicionales. La religión romana estaba basada en una rigurosa estructuración de los actos rituales, un vocabulario
preciso y una especificación clara entre lo que se da y lo que se espera.9 El ciudadano nacía dentro de esta religión de estado y ella misma se convertía en un marco referencial, en el cual los acontecimientos (cotidianos o excepcionales) recibían un fundamento religioso que integraba
a la comunidad
bajo un panteón común.
Sin
embargo, parece demostrado que en el tránsito de la República al Imperio (entendámoslo en un sentido amplio)
se produjo una importante
de helenización romana. Sin embargo el factor religioso materializado en el carácter
secreto de las ceremonias fue uno de los elementos
que más suspicacias despertó entre los gobernantes romanos. De tal manera
que se obligó una autorización senatorial previa para todo grupo o ceremonia báquica. Cfr. Bayet, J. La religión romana, Madrid, 1984,
165-9.
7
Las vicisitudes que experimentó el culto isíaco estuvieron muy relacionadas con la disposición de las autoridades romanas y los recelos de éstas; con la conquista
de Egipto por parte de Augusto,
el país del Nilo dejó de ser visto con suspicacia. Sin embargo,
todavía vemos a Tiberio con una política
represiva con respecto
a Isis. No obstante,
parece que fue Calígula
quien permitió construir un templo en el Campo de Marte, y el propio Domiciano no dudó en vestirse de seguidor
de Isis para escapar de una revuelta.
Sobre el papel de Isis en Roma, véase Takács,
S.A. 1994: Isis and
Serapis in the Roman World, EPRO 124, Leiden.
8 En este sentido
disponemos de una variada
bibliografía que ha tratado de ofrecer
una visión de conjunto
del fenómeno mistérico
dentro del marco religioso
del Imperio Romano.
Entre las obras de carácter general podemos citar el libro de F. Cumont, Las Religiones Orientales y el Paganismo romano, cuya primera edición data de 1906. También
R. Turcan ha querido presentar una visión
global de estos
cultos en su libro 1992: Les cultes
orientaux dans le monde romain. Paris,. Podemos hallar una recopilación de la bibliografía relacionada con este tema en el artículo de J. Beaujeu,
1985: Le Paganisme romain sous le Haut Empire, en ANRW II,16.1, 4-26, al menos
la publicada hasta 1985.
9 Cfr. Bayet, J. 1984: op. cit. 145. Más reciente
es el estudio de Scheid, J. 1991: La religión
de Roma. Madrid.
transformación en lo referente a las inquietudes religiosas de los individuos. Situación en parte provocada por la vaciedad
hallada en el ritualismo excesivo y la búsqueda de respuestas más ciertas a una serie de preguntas últimas, entre las que se encuentra
la tan difícil y transcendente cuestión de cuál será el destino del alma humana tras la muerte. El estado de escepticismo respecto a las ideas tradicionales sobre el Hades o el Otro Mundo, tal y como lo narraban los autores tradicionales, es un elemento
que debemos tener en cuenta.10 Es en esta situación cuando, por medio de los vehículos de
comunicación que se iban creando a través de las conquistas romanas, los habitantes del Imperio entran en contacto
con otras formas de prácticas religiosas, procedentes principalmente de las regiones orientales y cuyas características podían dar respuesta al proceso
de búsqueda en el cual
se encontraban. Estos cultos procedentes de fuera del Imperio tenían la particularidad de dirigirse principalmente a la inteligencia y los sentidos,
despertando en el creyente una identificación inmediata
con la divinidad
que presidía el culto.11
La nueva modalidad religiosa que experimenta un importante auge a partir
de la implantación del Imperio, va a encontrar
su manifestación en la oferta variada
que hacen los diferentes grupos religiosos vinculados a los dioses Cibeles-Atis, Isis y Mithra.12 Varios son los elementos que en el ámbito
10
Un pasaje
de Juvenal resumía esta situación: que haya Manes, un reino subterráneo, un Caronte
armado de una pértiga y las ranas negras en las simas de la Estigia,
y que tantos millares
de hombres puedan atravesar
la onda en una sola barca, eso no se lo creen ni los niños. (Juvenal, II ). Mucho más sutil en su crítica
a la religión tradicional fue Luciano
de Samósata quien en sus Diálogos de los Muertos
banaliza las ideas tradicionales sobre la otra vida. Cayo Petronio ofrece una imagen más desoladora aún sobre la decadencia de la religiosidad tradicional: ahora nadie cree en las divinidades, no se ayuna, no se hace caso de Júpiter,
ni piensa nadie más que en el oro (Satiricón, XLIV). De ahí que pensemos
que los intentos
de Virgilio por presentarnos el clásico mundo de los muertos como un lugar idílico y justa recompensa para las almas no pasaron de ser un recurso
literario que probablemente no impresionara más que a la población escasamente instruida y deseosa
de recibir respuestas tranquilizantes. Cfr.
Virgilio, Eneida, VI.
11
Aristóteles describía
de esta forma a los cultos mistéricos: estos cultos buscaban
producir en los iniciados
algún cambio psicológico importante, para hacer que ellos no aprendieran algo, sino que experimentaran algo y ser un grupo recto. Cfr. Smith, M. Studies
in the cult of Yahveh,
vol 2. EPRO, 132.
Leiden, 1996, p.122.
12
Optamos aquí por estos tres dioses principalmente, por ser aquellos
cuyo origen y vinculación con Oriente parecen
más evidentes. Además, sus prácticas
cultuales van a estar más en relación con los elementos que definen
las Religiones Orientales. Para desarrollar esta
general podrían resumir las características que definen a estos cultos.
En primer lugar tendríamos que hablar de cuál fue su carácter
religioso; es decir, si pueden ser considerados como religiones en sí mismas o, simplemente, presentarlas como cultos mistéricos integrados dentro de un marco religioso mayor, como sería el panteón romano. En este sentido se nos presenta la tesis de J. Alvar en la que
propone varios niveles
temáticos que actúan como definidores del carácter de “religión” que puede ser conferido
a una práctica religiosa
cualquiera. Él propone que un sistema religioso debe abarcar a través de su mito
y sus prácticas los siguientes campos: a) el ordenamiento del cosmos; b) el ordenamiento del mundo; c) el ordenamiento del más allá; d) establecer un modelo de comportamiento; e) ofertar una liturgia y unos ritos.13 En su opinión, las prácticas
mistéricas que estamos estudiando, responden a estos requisitos, constituyendo algo más
que meros cultos.14 W. Burkert se cuestiona la posibilidad de aplicar
el concepto de religión
a estos cultos, ya que la iniciación en cada
uno de ellos no
lleva emparejada una adhesión
como es el caso de las religiones excluyentes (cristianismo, judaísmo o islamismo).15 Sin embargo, si llevamos esta condición a su extremo, nos encontramos con que sólo podríamos
hablar de religión en aquellos casos que hubiera un claro monoteísmo, pues el propio politeísmo implica que la sensibilidad religiosa está abierta
a la devoción
que puede inspirar
tal o cual divinidad.
El otro aspecto sobre el que debemos detener nuestra atención es el relacionado con el carácter mistérico que confiere la especificidad de estas nuevas formas religiosas con respecto a las otras que ya estaban presentes o
opción nos remitimos a la comunicación presentada por R. Sierra
del Molino, 2000: Superación del miedo a la muerte en los misterios
orientales: actus amoris, en el IV Simposio
Internacional de la S.E.C.R., titulado
Milenio: miedo y religión. La
Laguna, febrero.
(en prensa)
13
Cfr. Alvar, J. Marginalidad e Integración en los Cultos Mistéricos, en Gascó, F. et Alvar, J. (eds).
Heterodoxos, reformadores
y marginados en la Antigüedad Clásica. Sevilla,
1991, 76.
14
Ibidem, 77.
15
Cfr. Burkert, W. Antichi Culti Misterici, Roma, 1989, 8-9. Este autor concluye con la idea siguiente: I misteri erano troppo
fragili per sopravivere como <religioni> autonome. Essi erano opzioni
entro la molteplicitá del politeismo pagano. (150)
que fueron apareciendo.16 El significado de la palabra “misterio” (mysterium o teletay) ha sido definido
por diferentes autores en relación con las prácticas
y el contenido
de cada una de estas formas religiosas.17 En ellas se repiten continuamente las referencias a la iniciación, al secretismo, esoterismo, la identificación personal con la hazaña realizada por el dios, etc. Las religiones mistéricas de origen oriental presentan como elemento central y común en todas ellas, la oferta
religiosa basada en la esperanza en una salvación o promesa de vida eterna, (soteria) a la cual puede acceder
el creyente, por medio de una iniciación que le permite participar en los conocimientos y prácticas
rituales específicas para lograrlo; todo ello, a partir
de una identificación personal
con la hazaña o vicisitud experimentada por la divinidad correspondiente. A pesar de que el acceso a este tipo de culto parece responder a una vocación personal,18 el modo en que se concreta el seguimiento es generalmente en grupo, formando comunidades en mayor o menor medida organizadas, pero unidas en torno a un interés
común. El término de cofradía, en la manera que se conoce
para el mundo latino, no parece que sea suficiente para designar a estas comunidades religiosas.19 Creemos más acertado escoger thiasos, aunque también haya que establecer
16 No debemos
olvidar que dentro del Imperio Romano siguieron floreciendo nuevos cultos y nuevos dioses, debido, principalmente, a la práctica de la emulatio y al proceso de integración de las poblaciones indígenas de los
nuevos territorios que iban
siendo conquistados.
17 Para Burkert los misterios
erano ceremonie di iniziazione, culti nei quali l’ammissione e la partecipazione dipendono da qualche rituale personale da celebrare
sull’iniziando. La segretezza e, nella maggior
parti dei casi, un’ambientazione notturna sono elementi concomitanti di questa esclusivitá. Cfr. Burkert, W. 1989,
op. cit. 13. U. Bianchi
centra su definición del carácter mistérico destacando la presencia
de un ritual iniciático, graduado y esotérico. Cfr. Bianchi, U. 1982:
Lo Studio della
Religioni di Misterio, en S.C.O.
5. Por último, Sfameni
Gasparro dirige su atención sobre el carácter de muerte y resurrección que deben estar presentes
en la noción de religión de misterios. Cfr. Sfameni-Gasparro, G. 1979: Il Mitraismo nell’ambito della fenomenologia misterica, en M.M, 302.
18
Como es el caso del asno Lucio, en la novela de Apuleyo,
quien recibe la visita en sueños de la diosa Isis y le da a conocer
el plan de salvación
que tiene pensado para él, una vez que
recupere su forma humana. Cfr. Apuleyo, El asno de Oro, XI, 5. Véase también Cumont, F. 19871906: Las Religiones Orientales y el Paganismo romano. Madrid, 36. Un caso parecido
lo podemos encontrar en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles
(9,3-9) en el que se describe
la
llamada del apóstol Pablo. La vocación
le viene por una inspiración directa de la divinidad
que irrumpe en su vida cotidiana.
19 A. Loisy generaliza este concepto
para hablar tanto del culto a Isis como a Mithra. Sin embargo,
existen diferencias entre las cofradías
tradicionales romanas y los cultos mistéricos, entre otras, las señaladas arriba en relación con el
carácter iniciático y soteriológico.
Cfr. Loisy,
A. 19901912: Los
Misterios Paganos, el Misterio
Cristiano. Madrid, 121.
algunas salvedades para poder aplicarlo a todos los cultos.20 La presencia de una comunidad de creyentes se convierte en un elemento importante a la hora de entender
las manifestaciones externas que algunos de estos cultos mistéricos desarrollaron. En su proceso de integración dentro del entramado socio- religioso romano, estos sistemas
religiosos practicaron diversas formas de dar a conocer al exterior algunas pinceladas de su mensaje soteriológico; hasta
el punto que llegaron a incorporarse al calendario festivo oficial,21 además de adecuarse a las exigencias mínimas que pedía el Estado
para permitir su culto.22
Todas estas características generales se manifiestan en el culto particular dedicado al dios iranio Mithra,
presente
en Roma a fines del siglo I de nuestra Era. El carácter mistérico del Mitraismo ha sido presentado por algunos investigadores como el elemento más significativo de este sistema religioso, por cuanto presenta
la particularidad de haber sido el único que mantuvo el secretismo y ocultación que hemos indicado
como propio de estas religiones.23 Sin embargo, el carácter
fundamental de todo culto
mistérico debe
20 Con respecto a los modos de organización, R.L. Fox hace una distinción inicial
que nos parece bastante interesante. Diferencia dos tipos de asociaciones religiosas en función
del marco geográfico. Así, en las Asociaciones realizadas en Oriente,
según Fox,
sería muy extraño poder
encontrar bajo un mismo grupo a los hombres
libres y a los esclavos. Sin embargo, en Occidente, estas barreras
parece que no existieron, y encontramos juntos (aunque esto no quiere significar que estuviesen igualados) a libres
y esclavos. Cfr. Fox, R.L. 1997: Paiëns et Chrétiens. La religion et la vie religieuse dans l’Empire
Romain de la mort de Commode au Concile de Nicée. Toulousse, 91. Burkert también hace referencia a tres tipos de organización
religiosa: por un lado habla
de los grupos de carácter carismático, aquellos
que no llegaban a crear vínculos estables
con los grupos con los que contactaban (tenemos
el ejemplo de los sacerdotes
de la Dea Siria que describe
Apuleyo, VIII,24-30).
En segundo lugar, el clero adepto a un santuario
concreto. Por último, nombra los thiasos, grupos de personas
que invierten
el tiempo, energía
y dinero en atender las necesidades del dios, formando
para ello un club. Cfr. Burkert, W. 1989: op. cit. 46-65. Dentro de algunas de estas religiones también se crearon asociaciones relacionadas con una parte específica del culto y bajo el carácter de colegia. Por ejemplo,
los dendróforos, en el caso de Cibeles.
21
En los Fasti de Ovidio,
(IV) tenemos relatado
los días del mes de abril en los cuales se celebraban unos festivales en honor de Cibeles
y Atis, realizados en distintas partes
de la ciudad y donde la población
se implicaba abiertamente.
22
Se han encontrado referencias pro salute del Emperador
tanto en contextos
mitraicos (una inscripción hallada en el Mitreo
Planta Pedis en
Ostia) como metróacos (el taurobolio en honor de Antonino Pío descrito por
Prudencio)
23 Es de esta opinión U. Bianchi, quien sostiene que the mystic cult of Mithra in Roman age,
or to speak like the ancients, the Mithra’s Mysteries, faces us perhaps with the only true case of
ser la presentación y promesa
de una salvación
para el alma humana; para lo cual se ofertan paralelamente una serie de mecanismos que van disponiendo al individuo a ser partícipe lo antes posible de este beneficio. En la raíz de estas religiones orientales se encuentra
la práctica de un culto ctónico o de fertilidad vinculado con la renovación anual que experimentaba la creación y que se manifestaba en la producción agraria surgida de las entrañas de la tierra.
El carácter de muerte y resurrección, es decir, el episodio
agónico que está presente en el mito de estos dioses, ha sido interpretado como una evolución dentro del ambiente helénico-oriental.24 La salvación dentro del Mitraismo presentaba sus propias peculiaridades. En primer lugar, hay autores que cuestionan en cierta
medida el carácter mistérico
en relación con Mithra
puesto que según el mito de éste, nunca pasó por la condición de “muerto y resucitado” lo que se ha querido
presentar como fundamental para la definición de religión
mistérica. Estamos de acuerdo con J. Alvar25 en lo que se refiere a poner en cuarentena los rigorismos a la hora de hacer clasificaciones, puesto que podemos
caer en contradicciones de este tipo. La propia especificidad de Mithra se encuentra
precisamente en eso: él no ha conocido el fracaso, al contrario, es invictus. De ahí que la salvación
en el Mitraismo no resida en
(Oriental) “mysteries” in the Hellenistic-Roman age, if we consider their most articulated initiatic and esoteric character
and the fact that they owe nothing to the forms of public cults such as were typical
for Osiris, Adonis and especially for Atis and the Magna Mater in the Roman World. Cfr. Bianchi, U. 1979: Prolegomena. The
religio-historical question of the
Mysteries
of Mithra. I. en MM.
10.
24
Existen teorías como la presentada por Petazzoni que establecen una línea directa entre los antiguos
cultos de fertilidad y los misterios
helénico-orientales. Cfr. Sfameni-Gasparro, G. 1979: art. cit. en M.M. 304. No podemos olvidar que los elementos que hacen referencia a la naturaleza y a la creación están fuertemente presentes en los rituales de estos cultos mistéricos. Desde Eleusis hasta Mithra, la salvación
implica también
la regeneración de toda la creación,
que ha sido restituida por el acto de sacrificio.
25 Frecuentemente encontramos en autores que se acercan
al transfondo teórico del Mitraismo la decepción que experimentan al no poder enmarcar el mito de Mithra dentro de la categoría que estableció Frazer respecto
a los “dying and rising gods”, (véase Sfameni-Gasparro, ibidem. 302), Sin embargo,
hay que tener presente las limitaciones que tenemos para poder conocer el relato mítico relacionado con Mithra, pues se ha tenido que partir de la interpretación de las imágenes presentes
en los mitreos.
Alvar sugiere la posibilidad de tomar la inscripción “et nos servasti eternali sanguine
fuso” aparecida en el mitreo de Sta. Prisca, como una muestra de que la salvación
en el Mitraismo implicó
un acontecimiento cruento,
que no es
otro
que
el sacrificio del toro. Ya sea el animal una alegoría
del propio dios, o, simplemente una víctima propiciatoria
necesaria, pensamos que no se debe potenciar una línea interpretativa hipercrítica, como sugiere Alvar, para tratar de demostrar
la homogeneización que afectó
a estos cultos
mistéricos. Cfr. Alvar, J. 1995: El misterio de Mitra, en Alvar, J., Blázquez,
J.Mª et alii,
Cristianismo Primitivo y Religiones Mistéricas, Madrid. 500-1
repetir en su iniciación la muerte del dios, sino que el mystai recibe la salvación
al participar de la acción salvífica que hizo Mithra en el sacrificio del toro y que afecta a toda la Creación
en su conjunto, que se ve liberada de las tinieblas
y la muerte.26 El iniciado en los misterios
de Mithra comprendía así que su vida (o su nueva vida tras la iniciación) se encontraba justificada (por utilizar
un lenguaje teológico
que permita dar mayor precisión
a las ideas) por la “hazaña” hecha por el dios en un momento atemporal,27 pero que tenía implicaciones en el tiempo y en el espacio. En el aquí y ahora de cada creyente y cada comunidad.
2.Mecanismos de difusión.
Debemos volver a la región anatólica
para poder plantear las diferentes hipótesis que existen
con relación al modo y momento en que un culto mistérico de Mithra pudo
instalarse dentro del territorio
romano. En el capítulo anterior habíamos hecho referencia a los piratas instalados en la costa de Cilicia
y su práctica religiosa relatada por Plutarco
(Pompeyo, 29). Cuando Pompeyo completó
su campaña de limpieza de las flotas piratas que operaban en el Mediterráneo Oriental, envió a millares
de estos piratas como esclavos a la Campania
itálica. Este hecho ha sido presentado como un posible factor importante para plantear
la llegada de Mithra a Italia;
sin embargo, si este desplazamiento debió ocurrir en los años 60 a.C., no existe ningún documento que acredite
la presencia del dios durante el siglo I a.C. También
se ha planteado la posibilidad de que las tropas que tuvieron
que combatir en Grecia
26 Bultmann ha querido poner en cuestión la posibilidad de que Mithra fuese entendido
como un dios que
concedía la salvación. Sin embargo, R. Turcan
matiza bastante cuál era
el concepto de salud que estaba presente en los misterios y cómo se manifestaba en el Mitraismo. Cfr. Turcan,
R. 1982: Salut Mithriaque et Sotériologie néoplatonicienne, en
S.C.O.
176-191.
También es esclarecedor el artículo
de Le Glay, M. 1982: Remarques
sur la notion de salus
dans la Religion Romaine, en S.C.O. 427-38.
En él, el autor aclara que el concepto de “salus”
utilizado en los misterios
no implicaba únicamente la salvación póstuma, sino que tenía aparejado
la identificación con el dios del misterio.
27 Cerutti señala que esta “hazaña” de Mithra no puede situarse
en un lugar y tiempo para los hombres.
Se sitúa en un lugar y tiempo en algún modo sobrehumano o prehumano
o cósmico. Cfr. Cerutti, M.V. 1979: Mithra ‘dio mistico’ e dio “in
vicenda”? en M.M. 393.
y Asia Menor durante
las Guerras Mitrádicas, pudieran haber conocido la práctica de este culto,
aunque volvemos a encontrarnos con el mismo vacío documental. La teoría
de F. Cumont da por sentado que fue durante este momento cuando se produjo
la instalación de una comunidad
mitraica en Roma,28 ya que hace coincidir
a estos grupos de poblaciones de origen iranio (entre los que se habrían
encontrado algunos magos), con la llegada de las primeras
comunidades judías a Roma. Otra postura diferente es la que sostiene Beskow quien sugiere que el culto se desarrolló en el Ponto y en la región de Crimea, cruzó Moesia, donde fue romanizado, y que luego se bifurcó en dos corrientes: una se desarrolló en la zona del Danubio y Panonia;
la otra bajó hasta Siria; así, el Mitraismo
de Roma, habría sido una mezcla de ambas corrientes.29 Ciertamente, no deja de ser sugestiva esta hipótesis, por cuanto confirma
el origen de los misterios en la región
anatólica, pero las zonas por las que hace discurrir
la difusión del culto, habrían
supuesto una mayor demora
en el tiempo, con lo que no podría
explicar los testimonios mitraicos que aparecen en Roma desde finales
del siglo I. d.C.
Tal vez sea conveniente dirigir nuestra mirada hacia los que pudieron ser los protagonistas tanto
de la llegada como la posterior propagación del culto a Mithra. Tradicionalmente se ha querido dar un protagonismo muy marcado
al papel que pudieron
ejercer las legiones romanas dentro de este proceso.30 Las propias características del culto van a encontrar
una aceptación especial
dentro del estamento militar romano y, frecuentemente, serán los testimonios epigráficos dejados por muchos
de estos soldados
los que nos den algún tipo de información relacionada con el dios. Muy probablemente las tropas que tuvieron que combatir
contra los piratas cilicios
pudieron conocer algo sobre
28
La propagación repentina en Occidente de los misterios
persas de Mitra data de la fecha de estas anexiones y conquistas de Asia Menor y Siria. Porque si bien es cierto que
una comunidad de sus adeptos parece haber existido
ya en Roma en la época de
Pompeyo, también
lo es que su auténtica
difusión no comenzó más que a partir de los flavios.
Cfr. Cumont, F. 19871906: op. cit. 124-5.
29
Beskow, P. 1978: The routes of
early Mithraism, en E.M. 7-18
las prácticas religiosas que éstos hacían en relación con el dios que consideraban su patrono en dicho enfrentamiento. Sin embargo, parece que fueron los veteranos que regresaron
a Roma tras las campañas orientales de los Flavios,
quienes, después de haber convivido con soldados
reclutados en la zona, pudieron
haber traído consigo el culto al dios.31 El papel de las legiones romanas como fuente difusora del Mitraismo hacia diferentes zonas del Imperio se ha confirmado por la presencia de mitreos
y referencias a Mithra en los campamentos del Limes y en asentamientos de claro carácter
militar. Son las legiones romanas las que acompañan
la expansión del Mitraismo a zonas como Tracia y Crimea,32 norte de Africa,33 Gran Bretaña,34 Dacia,35 etc.
El
desarrollo del Mitraismo en entornos
militares nos habla de la especial interrelación que se produjo
entre este dios y las legiones
romanas. Por una parte, Mithra seguía haciendo
referencia a su origen persa (actual
enemigo de Roma); sin embargo,
las características generales que acompañaban a su culto
30
La contribución más
reciente a este tema la tenemos en el artículo de Liebeschuetz, W. 1994: The expansion
of Mithraism among the religious
cults of the second century, en Hinnells,
J.R. Studies in Mithraism,
Rome. 195-216.
31
R. Turcan destaca
el traslado de la XV Legio Apollinaris al Danubio tras la campaña
judía del año 71-72 d.C. Esta legión pudo haber representado un papel activo en difusión
del Mitraismo en el centro
de Europa. Cfr.
Turcan, R. 1992: op. cit. 202.
32
Cfr. Blawatsy, W. et Kochelenko, G. 1966: Le Culte de Mithra sur la côte septentrionale de la mer noire, EPRO 8, Leiden,
29-30. La I Legio italica
y la XI Legio Claudia, habrían
consolidado el culto mitraico
en Crimea, Dacia y Panonia. Los autores
sugieren que estas legiones contactaron con el Mitraismo tras sus campañas
partas con Trajano y que luego, en sus
acantonamientos lo difundieron.
33
El mitreo de Setif en Mauritania fue construido por la III Legio Herculia. Cfr. Lissi Carona,
E. 1979: Rilevanza storico-religiosa del materiale
mitraico de S. Stefano
Rotondo. en MM.
208. Las inscripciones relacionadas con este mitreo están recopiladas por Vermasaren, CIMRM I, nn.148-180.
34 El Muro de Adriano
constituía una frontera artificial
que obligaba la existencia de campamentos militares permanentes. En muchos de ellos se han encontrado mitreos e inscripciones votivas por parte de algunos soldados y oficiales. En el mitreo de Carrawburgh (Brocolitia) se ha hallado una inscripción dedicada por un prefecto de la 1ª Cohorte
de Batavianos. Cfr. Salway,
P. 1989: Roman Britain,
Oxford, 711.
35
Todas las guarniciones de la región presentan testimonios epigráficos
mitraicos, especialmente por parte de sus oficiales. El papel de la X Legio Gemina, V Legio Macedonica, XXII Legio Primigenia, II Ala Pannoniorum, V Cohors Gallorum
en el desarrollo del Mitraismo
en Dacia no ofrece ninguna duda. Cfr. Servan, I et Bâlutâ, L. 1979:
On Mithraism in the army of Dacia Superior, en M.M. 573-8.
Véase también Jiménez de Furundarena, A.
ofertaban suficientes condiciones como para resultar sumamente
atractivo al soldado romano.36
Si bien el protagonismo del estamento
militar en la difusión
del Mitraismo
en determinados lugares del Imperio parece innegable, sin embargo, debemos
abrir nuestra mirada hacia la actuación
de otros factores que también estuvieron
presentes. En muchos
medios urbanos (ya
que la presencia del culto a Mithra fue escasa en las zonas rurales,
a excepción de algún mitreo que se construyese en alguna villa) la presencia
de mitreos y de inscripciones particulares, nos hacen ver que otros grupos sociales
también pudieron intervenir tanto en el culto, como en la propagación hacia otras zonas. En este sentido,
debemos tener en cuenta el papel que pudieron
desempeñar los comerciantes que procedían
de la región de Asia Menor, ya que su propia movilidad pudo potenciar la expansión
del Mitraismo a partir del siglo II d.C.
Esta hipótesis
se apoya en la abundancia de testimonios epigráficos donde la procedencia greco-oriental37 de los dedicantes es evidente. Esto ha llevado a pensar que en muchas ocasiones, pudieron ser estos comerciantes de origen oriental quienes trajeran consigo la práctica del culto y la introdujeran en aquellas
zonas donde se instalaron para ejercer su actividad
económica.38 Así se podría explicar la presencia de mitreos en zonas donde el elemento militar
1997: La Religión
del Ejército romano en Hispania, Germania Inferior y Panonia
Superior a través de
la X Legio Gemina (ss. I-III), en Historia Antigua,
XXI. Valladolid. 273 ss.
36 No vamos a entrar ahora en las características generales
del Mitraismo, baste adelantar
que rasgos como la estructuración por grados,
el carácter militar de Mithra,
el modelo moral, la ausencia de mujeres,
el combate dualista... resultaban atrayentes para el legionario romano. Podemos ampliar esta visión, conociendo el papel que desempeñaba la religión dentro del ejército romano, cfr. Helgeland, J. 1986: Roman Army Religion, en ANRW II, 16.2 1470- 1505.
37
Con respecto a esta procedencia greco-oriental, debemos ampliar el horizonte
y reconocer que en regiones
como Asia Menor, la presencia del griego (y, por tanto, el uso de nombres griegos) estaba más que asimilada; de tal modo, que muchos de estos testimonios podrían estar haciendo
referencia a personajes de procedencia minorasiática.
38 Con respecto al modelo teórico que describiría el modo como se difundía
el Mitraismo y las demás religiones orientales mistéricas, seguimos la propuesta hecha por J. Alvar, quien habla del préstamo inducido, como definición del proceso de difusión de estas religiones. Cfr. Alvar,
J. Problemas
metodológicos sobre el préstamo
religioso, en Alvar, J, Blanquez,
C. et G.Wagner,
C. (eds) 1993: Formas de
difusión de las Religiones Antiguas. Madrid,
5
fue bastante débil o prácticamente nula.39 Por último, tampoco podemos olvidar
la presencia abundante de libertos y esclavos,
y el papel que éstos pudieron
ejercer también en la propagación del culto,
39
La conclusión a la que llega R. Sierra del Molino es que
la introducción
del culto a Mithra en la región gala del Bajo Ródano se debió a la instalación de comerciantes y libertos
de origen oriental,
quienes habrían importado
el culto directamente desde oriente, sin mediación
itálica. Cfr. Sierra,
R. 1993: Cultos Mistéricos en la Galia Narbonense. Mecanismos de difusión
e implantación social e ideológica. Tesis
doctoral, U.L.P.G.C. (en prensa).
También V. Walters
destaca el papel representado por estos comerciantes de origen oriental en relación con el resto de la Galia. Cfr. Walters, V. 1974: The Cult of Mithras in the Provinces of Gaul. EPRO 41, Leiden, 32 ss. Con respecto
a la Península Ibérica, Alvar ha querido matizar
el protagonismo dado por A. García y Bellido a las tropas legionarias como propagadoras del culto. Cfr. Alvar,
J. 1981: El Culto de Mitra en Hispania, en Memorias de Historia
Antigua. V. Madrid. 51-72.
No hay comentarios:
Publicar un comentario