Theophraste Bombast von Hohenheim
Paracelso
CARNAP
Paracelso,
fue un gran médico, en la actualidad muchos lo consideran como el descubridor
de la Homeopatía; lo que no se conoce bien de Él, es que fue también un
excelente cirujano. Ciertamente tuvo y tiene todavía detractores, pero la
mayoría de ellos provienen de medios materialistas. Ahora bien, Paracelso era
profundamente espiritualista y practicaba la medicina esotérica, basada en los
conocimientos de las Leyes Naturales y Divinas creadas por Dios cuando creó al
Universo. A continuación y en concordancia con el presente Tra:. Les presento
un extracto de un libro titulado “Obras completas de Paracelso”:
“La síntesis paracelsiana constituye para el arte médico
una herencia inestimable ignorada o rechazada por la medicina oficial, pero
salvaguardada, transmitida y meditada por generaciones de profundos y
silenciosos admiradores de ese gran pensador occidental. El hombre apasionado
de la teosofía, consciente de las relaciones que existen entre Dios, el hombre
y el Universo, preocupado por el bienestar de sus semejantes, puede descubrir
en su obra los principios inmutables a través de los siglos de la Medicina
Sagrada. Su lenguaje médico es convincente e induce el respeto por el valor con
el cual defiende sus concepciones que a menudo van en contra de miles de
universitarios, tanto hace cinco siglos, como en la actualidad.
Primero Paracelso recuerda la importancia para la
medicina de vivir en la filosofía y comprender al hombre como un ser pensante,
viviendo y actuando en un mundo inteligente del cual depende y que hace uno con
él. El conocimiento del hombre pasa por el conocimiento de Dios, y para el sabio
alquimista, la enfermedad es un purgatorio, un proceso de purificación vuelto
necesario por una perturbación de nuestra manera de pensar. Paracelso afirma
continuamente: “Deben saber y recordar
que la operación de la voluntad es de gran importancia en la medicina, ya que
aquel que, en sí mismo, quiere el bien pero se detiene en el odio, puede hacer
que le ocurra a él mismo, lo que deseó de malo… y puede suceder que por ese
medio, los pensamientos sean convertidos maléficamente en enfermedades…”
Paracelso elabora el cuerpo de su doctrina alrededor de
esta afirmación fundamental según la cual “Allí
donde el espíritu sufre, el cuerpo sufre también…” En cuanto a la curación,
debe ser guiada según él por la Ley de los semejantes… Por lo tanto, se opone
al sistema curativo basado en los contrarios, defendido médicamente en nuestro
siglo XXI como el más sensato. No duda en revelar a los terapeutas que basar su
arte en los contrarios conduce a envenenar, atraer y provocar otros males.
Explica también que cada enfermedad tiene su anatomía y que el deber del médico
consiste en descubrir la misma anatomía en los productos de la naturaleza.”
Theophraste
Bombast von Hohenheim, llamado Paracelso, nació en 1493, en Einsidein, Suiza.
Es el hijo de Guillermo Hoheinheim descendiente de la familia noble de Bombast
de Souabe. Su madre servía en el convento de Nuestra Señora de las Ermitas. Se
crió en su casa paternal situada en el camino de los peregrinajes, en Etzel no
lejos del Puente del Diablo. Su padre, quien era médico, químico y alquimista,
lo inicia a temprana edad en sus conocimientos, comunicándole las bases de su
“Philosophia Adepta” Enseñanzas de los secretos de la naturaleza y de sus
fuerzas. En 1502, lleva a su hijo a Villach, en Carinthie, donde pone sus capacidades
de médico y químico al servicio de la familia Hugger.
Theophraste
hace sus estudios en el monasterio de San Pablo, en el valle de Levant. Allí es
donde adquiere su formación literaria y su conocimiento del latín. Por lo
demás, se sabe vagamente que frecuenta las academias alemanas, italianas,
francesas y allí estudia la medicina. Lo
que si es seguro es que permanece en la Universidad de Ferrare donde, algunos
años antes, enseño Copérnico. Allí,
tiene como maestros a Nicolo Leonicenus, gran conocedor de Hipócrates y de
Galileo; y a Johannes Manardus. En 1515, es en esa Universidad en la que recibe
su grado de Doctor en Medicina y cambia su nombre de Hohenheim al de Paracelso,
según la costumbre de los humanistas.
También
se sabe que recorrió Europa. Las investigaciones de B. de Telpnef probaron que
visitó Asia y África, y que permaneció en Egipto. Entre 1516 y 1524, realizó
viajes como cirujano militar. Esos viajes le permiten contactar, no solamente a
doctores, sino también a magos, alquimistas, monjes, nobles, plebeyos y gente
instruida.
En
1524, Paracelso regresa a Villach, con su padre. Al año siguiente se trasladada
a Salzburgo e intenta dedicarse a la práctica de su profesión y a la redacción
de sus obras. Es despedido de allí por haber estado mezclado en asuntos
confesionales. A partir de entonces, su existencia solo es una serie de huidas.
En 1526, se le encuentra como cirujano en Estrasburgo, y en 1527 y 1528 como
profesor en la Universidad de Basilea, en donde conoce al célebre impresor
Froben y a los humanistas Amerbach y Erasmo. Pero conflictos y con los médicos
y boticarios, suscitados por la novedad de sus métodos, lo obligan a escaparse.
Es así que en 1529, está en Colmar. En1531, va a Saint-Gall, luego a Appenzell,
a Esslingen, a Nuremberg y a Ambergen – Baviera. En 1534, está en Innsbruck, en
Sterzing y en Meran, donde cuida a los enfermos de peste. Después se dirige a
Ulm, a Augsburgo en Hungría, a Kronau cerca de Brunn, luego a Eferdin sobre el
Danubio. En 1537, está en Presseburgo, en Viena y en Villach. En 1540, está en
Klagenfurth, luego regresa a Salzburgo en 1541, donde muere el 21 de
septiembre, a la edad de 48 años. Sus restos reposan en el cementerio de la
Orden Medicante de San Sebastián.
Para
comprender a Paracelso, es necesario abarcar toda su obra, donde el corazón tiene tanta importancia como la mente. El interés
que suscitan sus investigaciones llevan sobre dos direcciones complementarias:
sus escritos relativos a la medicina por una parte, y sus tratados de alquimia,
magia y filosofía por la otra. Algunos autores consideran que no existe rama
del saber humano que no pueda en un punto valerse de él. De cualquier manera
que sea, “Es sintéticamente como hay que estudiar a Paracelso” dijo Strebel,
uno de sus comentadores. Esa parece una exigencia excesiva, para muchos que
están acostumbrados a considerar las cosas separadamente. Pero para Paracelso,
los diferentes campos del conocimiento son sólo uno. Nos perderíamos al aislar
al médico, al científico, al filósofo o al místico; él es todo eso a la vez.
Todo
el modo de proceder de Paracelso reposa en un sentimiento humanitario, su objetivo
es el de ir a la ayuda del hombre y remediar sus males. No cree que existe una
enfermedad que no tenga remedio natural, y busca en las fuerzas de la
naturaleza las esencias vivas de la vida, apoyándose en los arcanos que
descubrió: la virtud saludable oculta en cada elemento natural. Su confianza
absoluta en el poder curativo de la naturaleza no lo abandona nunca. La grandeza de su carácter reside
principalmente en su ideal moral y en una ética médica que le es propia, para él, el ejercicio de la medicina es una
misión, una vocación divina, lo que resume diciendo: “El amor es el principio
de la medicina”. Todos los esfuerzos tienden a un conocimiento del universo
en sus aspectos físico, teúrgico y cósmico. La idea a la vez cosmológica y
teológica que se hace del mundo abarca tanto el microcosmos como el
macrocosmos. Es en su relación en la que basa su física universal, su
filosofía, su vitalismo y su antropología. Dios,
la naturaleza y el hombre son el centro y el punto de partida de su doctrina.
Para él, la actividad del médico no es más que la reproducción microcósmica de
las Leyes Naturales Universales que obran en el macrocosmos.
La
convicción profunda de Paracelso es que toda ciencia verdadera debe ser vivida
con intensidad y que el hombre tiene por misión perfeccionar la Creación,
misión que está encargada de responsabilidad. Es una poderosa síntesis, asocia
la fe y el conocimiento, partiendo del principio de la ciencia, la filosofía y
la religión se complementan armoniosamente y constituyen aspectos diferentes de
una misma Verdad. Concuerda lo natural y lo sobrenatural, y basa toda su obra
en la facultad creadora del hombre, la cual es para él un don de Dios. Sin
ella, el filósofo, el médico, el sabio son impotentes; es en su calidad de
instrumentos de Dios como pueden llegar a la maestría de su arte. Según
Paracelso, el hombre tiene la capacidad de consumar la naturaleza y debe
utilizar para eso la alquimia. Para él, es más que una simple transmutación de
metales groseros en metales preciosos: Es una técnica y una filosofía de
metamorfosis. Es así que la “Philosophia adepta” – llave de la sabiduría paracelsiana
– trata la misteriosa metamorfosis que operan en la evolución de todo lo que
existe.
Si
consideramos la doctrina de Paracelso en su conjunto, se puede constatar que puede
reducirse a dos puntos esenciales: Dios
y el Hombre. Entre los dos se encuentra la naturaleza. En consecuencia, mientras más el hombre comprende y respeta
la naturaleza, más vive en Dios. Partiendo de esta observación básica, la
medicina paracelsiana tiende a curar al hombre por completo, tanto a su ser
físico como a su alma. Con Paracelso, la noción de salud y la de salvación van
de la mano, ya que busca llevar al hombre al lugar que Dios le dio, tanto en el
mundo material como el espiritual. De hecho, su medicina esta fundada en una
religiosidad profunda, es decir, sobre un conocimiento íntimo de las fuerzas
psíquicas en el hombre, siendo estas fuerzas un extensión del Principio Divino.
Por esa razón considera que la acción curativa de los remedios reside en las
fuerzas inmateriales que están en éstos y no en la sustancia material que les
constituye.
Para ilustrar
la manera en la cual Paracelso concibe la medicina, lo mejor es presentarles el
siguiente escrito: “Es necesario que
comprendan bien sobre qué principios fundamento la medicina, principios a los
cuales estoy unido y permaneceré fiel, a saber: la filosofía, la astronomía, la
alquimia y las virtudes. El primero de esos pilares, la filosofía, es una
ciencia total de la tierra y el agua. El segundo, la astronomía, que completa
la astrología, es el conocimiento completo del aire y del fuego. El tercero, la
alquimia, la verdadera, permite preparar, apropiarse y reproducir los cuatro elementos
en cuestión. El cuarto, la virtud, es la actitud que el médico debe observar
hasta la muerte, ya que completa los otros tres pilares.”
Para
Paracelso, la filosofía es otra cosa completamente diferente de lo que
entendemos hoy por eso; es más bien, como con Erigena, una especie de religión,
o como con Jacobo Boheme, una metafísica. Es lo que le hace decir: “La filosofía trata de Dios y enseña cómo
la naturaleza, los seres y los elementos están impregnados de Esencia Divina
(Dios). De la cual cada cosa tiene su origen”. Pero para Paracelso, la
filosofía es más todavía; es el amor de Dios, Ya que Él es la fuente de toda
sabiduría. Todo lo que no proviene de ese amor es vanidad y la nada. El hombre
debe despertar en él ese amor, a fin de ya no ver las cosas del exterior solamente,
sino del interior, a la imagen del jardinero que sabe de buenas a primeras que
planta va a brotar de la semilla que pone en la tierra.
El interés
otorgado por Paracelso a la astronomía y a la astrología reside en el hecho que
considera que cada criatura terrestre posee un cuerpo astral que está en
relación con un astro o una constelación. Según él: “Las influencias estelares, se repercuten en el cuerpo astral del
hombre y, por su intermedio, en el cuerpo físico. En consecuencia la virtud de
las plantas y de los remedios reside en su potencial astral y no en su
influencia química”. Para Paracelso, la filosofía es una religión de la
naturaleza, la astronomía una religión de los astros. El cielo visible sólo
está allí para elevarnos al cielo invisible. Por eso, los cuatro elementos,
expresión tangible de un Éter intangible, juegan un papel importante: es por
que el hombre está hecho de tierra que debe comer, de agua que debe beber, de
aire que debe respirar, de fuego por que precisa de calor. Por lo tanto, hay
una relación estrecha entre su salud y los cuatro elementos. Por esa razón el
médico debe conocer a profundidad sus propiedades para atender las
enfermedades. De una manera general, la salud no existe más que en una perfecta
armonía con el universo, la naturaleza y los elementos que la constituyen.
De la
alquimia, tercer pilar de la medicina paracelsiana, solo consideramos lo que se
refiere a los tratamientos de las enfermedades. Es la expresión superior de la
química y se relaciona como la filosofía, la astronomía y la astrología. La
química sólo se ocupa de la estructura del cuerpo, mientras que la alquimia da
la vida a los productos adquiridos. Según Paracelso, el cuerpo humano es una
especie de laboratorio alquímico en el cual las materias inorgánicas toman vida
bajo la influencia del alma y de sus atributos psíquicos. Son las fuerzas
alquímicas de la naturaleza las que, en los remedios actúan en el cuerpo
astral, después en el cuerpo físico, esto significa que es la quinta esencia de
los medicamentos la que constituye sus poderes terapéuticos. Para conocerlos y
emplearlos sabiamente, no es tanto un estudio, tan profundo como puede ser
éste, sino la intuición y la adivinación las que son necesarias.
En cuanto al
cuarto pilar de la medicina paracelsiana, hemos visto que es la virtud. Esto
significa que el médico debe ser una personalidad de elevada moralidad. Su
valor no depende solamente de su habilidad para poner en práctica sus
conocimientos, sino de lo que es en el plano interior. Paracelso considera que
de eso depende en gran parte su poder de curación. La bondad, la tranquilidad,
el magnetismo que emana de él, sus aspiraciones espirituales, son otros tantos
elementos que lo vuelven eficaz en la práctica de su arte. Por eso, un
verdadero médico debe ser un hombre religioso, en toda la aceptación del
término. Dios es la fuente de su don de curación; es a Él a quien le debe todo
el bien que el médico puede hacer, de modo que es como un misionero enviado
para aliviar tanto las almas como los cuerpos. Esta colaboración con Dios no
debe tambalearse para nada, como tampoco por el fracaso y las burlas de los
incrédulos.
Paracelso
elogia el uso de la magia (desde el punto de vista místico y esotérico, no como
la concepción de magia que muchos tienen). Para el no tiene nada de
sobrenatural, sino, por el contrario, corresponde a la aplicación de las Leyes
Naturales creadas por Dios. Está basada en el conocimiento y tiene por
fundamento la idea que el hombre, aunque forma parte de la naturaleza, es
superior a ella. Tiene el poder de conocer las Leyes y aplicarlas para su
propio bienestar y la del prójimo. Por lo tanto, la magia verdadera es una
ciencia natural y estrictamente nada tiene que ver con las superstición. Toma
su eficacia en la fe, es decir, en Dios. Visto desde éste ángulo, la magia
puede ser considerada como una práctica fundamental del sistema Paracelsiana,
las otras disciplinas, tales como la filosofía, la astronomía las astrología y
la alquimia,, sólo son aplicaciones específicas. Gracias a la magia, lo
invisible se vuelve visible, la esencia se vuelve sustancia, ya que integran
todas las ciencias. A este respecto, Paracelso cree en una adivinación natural
(Intuición) que no podría inducir al error, siendo su exactitud matemática.
Se dijo de
Paracelso: “Por su manera tan amplia de
considerar todos los factores de un tratamiento, Paracelso merece ser
considerado como un precursor de la terapéutica
y de la farmacopea modernas. Concibió un método que está basado en la
observación de la naturaleza y que se remonta a la causa de la enfermedad, para
remediarla por medios científicamente apropiados”. Frente a una obra tan vasta, tan genial y tan
rica en repercusiones en la cultura de los siglos siguientes, da pena concebir
la opinión de un historiador de la medicina francesa, M Jules Guiart, quien se
expresó de la siguiente forma: “Para muchos autores, la medicina del Renacimiento
se resume en la obra de Paracelso, del cual los alemanes hacen promotor de la
medicina moderna, mientras que en realidad su obra no interesa en absoluto a la
medicina. Fue en efecto un vagabundo vendiendo de ciudad en ciudad unas
Biblias, al mismo tiempo que sus folletos y sus dibujos; fue un empírico
supersticioso, un alquimista y un astrólogo de plaza pública”.
En este tono
ya atacaban a Paracelso durante su estancia en Paris, en 1518. Apareció incluso
un decreto amenazando con el retiro del grado de Doctor a quien quiera que
empleara los métodos o los remedios que había preconizado. Sin embargo,
documentos incuestionables prueba que obtuvo curaciones extraordinarias en su
época. Escribió a propósito de la medicación que había aplicado en la circunstancia:
“Esta medicina es la tintura filosófica
cuyo efecto es parecido al del fuego que devora todo lo que toca. Debe
conglomerarse en un recipiente y emplearse en pequeñas dosis, si no destruye
todo”.
Tratado como
genio o charlatán, perseguido sin descanso por sus enemigos, eterno polémico y
combatiente encarnizado de las causas justas, se sacrificó para cuidar a los
enfermos, adepto incondicional de la meditación, fue acusado de locura. En
realidad, al igual que Nostradamus, su colega y contemporáneo francés, fue un
gran iniciado y tomo su inspiración en el “Lumen Luminum”, el “Sol de Soles”.
Carlos Napoleón del Carpio.
Tambien pueden leer sobre Paracelso y otros en : http://es.scribd.com/doc/92378391/Herbert-Ore-Masoneria-Origen-y-Desarrollo
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