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domingo, 30 de agosto de 2015

LA MASONERÍA GADITANA Y LA INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA

LA MASONERÍA GADITANA Y
LA INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA


EL PROBLEMA AMERICANO

La independencia de las colonias americanas supuso para España una pérdida vital en su sistema económico, y para Cádiz su ruina, ya que prácticamente la ciudad había vivido del comercio con América.

Mucho se ha generalizado acerca de la poca incidencia que tuvo en la opinión pública esta pérdida, pues sólo una tibia indignación, cuando no indiferencia, presidieron a nivel de dicha opinión el suceso independentista. Aun así, como dato curioso, reproducimos estas palabras de Martínez de la Rosa, no suficientemente divulgadas, que reflejan su preocupante comprensión del problema.

"Conviene reflexionar sobre uno de los acontecimientos más asombrosos de la edad presente: la destrucción del antiguo sistema colonial y la emancipación de las colonias, acontecimiento de tanta magnitud que no alcanzamos a comprenderle" (1)

No obstante, estas consideraciones, es posible que sean válidas para lo que podríamos calificar como "opinión nacional", pues por lo que a Cádiz respecta, el impacto causado adquirió unas dimensiones muy distintas a la del resto de España. Fue a partir de 1808 cuando la crisis económica se agudizó en la ciudad, pues a la coyuntura desfavorable de la Guerra de la Independencia hay que unir la aparición de los movimientos independentistas en Hispanoamérica. Sin embargo, las Cortes de 1812, inmersas en su propia tarea, se vieron impotentes ante estos hechos adversos. Por si fuera poco, una intransigencia fuera de lugar se resistía a aceptar el carácter prácticamente irreversible de estos movimientos en Ultramar. Pues, al lado del deseo de mantener todavía sueños imperialistas, existía el afán de mantener los intereses creados en la península.

Es bien significativo que cuando la Regencia acordó la libertad de comercio con América, dicha medida provocó un verdadero pánico en el seno de la Junta de Cádiz, compuesta en su mayor parte por comerciantes relacionados con las colonias. En su respuesta, a través de dos manifiestos, estos comerciantes condenaron las medidas liberalizadoras. Basta el siguiente párrafo, extraído del primero de los manifiestos, para que nos hagamos cuenta de hasta que punto se hacía gala en Cádiz de esa intransigencia, ya apuntada, en las vísperas del desastre colonial que se avecinaba:

"El comercio exclusivo que hacemos en nuestras Américas y la prohibición absoluta para ellas tienen de ejecutarlo directa ni indirectamente con las naciones extrañas, son los polos sobre que ruedan y se afianzan la dependencia de aquellos vastos dominios, y la justa recompensa que merecemos por los sacrificios que nos cuestan su descubrimiento y conservación" (2).

Es evidente que esta profunda crisis dió al traste con las soluciones que hasta este momento se habían tenido en boga. Con un planteamiento así la burguesía gaditana no tuvo más remedio que buscar una nueva orientación a su política comercial, la solución, poco a poco atisbada, no iba a ser otra que la del liberalismo económico, que forzosamente debía ir acompañada del liberalismo político con la revolución de 1820.

Al borde de este año no se podía soportar por más tiempo la fuerte presión fiscal. Como hemos visto en el capítulo anterior, militares jóvenes y decididos, unidos a sectores del comercio, muy ligados a la economía colonial, decidieron con la ayuda de la masonería implantar de nuevo la Constitución de 1812. Sin embargo, la labor legislativa del Trienio Liberal se vió impotente ante la situación heredada y el foco insurreccional americano, independientemente de que se echara en falta una mayor imaginación por parte de las propias Cortes liberales.

Igualmente se creyó que dotando a las repúblicas americanas de una Constitución como la de 1812 el problema independentista desaparecería inmediatamente. Este convencimiento fue uno de los pilares básicos en los que se cimentó no sólo una supuesta labor masónica, sino ciertas actitudes de nuestros políticos liberales que, en principio, no ocultaron su simpatía por la causa independentista de los americanos.

En las páginas siguientes vamos a abordar pues, qué incidencias tuvo la masonería en todo este proceso emancipador. De un lado la propia labor de los agentes americanos, muy infiltrados en los acontecimientos de la Península. De otro, la vinculación de la propia masonería española, y más concretamente de la gaditana, sobre la que se ha insistido hasta la saciedad que la negativa de marchar a América del Ejército Expedicionario, fue la causa de la pérdida del antiguo Imperio Colonial. Quienes esto afirman parecen olvidar que la independencia hispanoamericana era algo inevitable que, tarde o temprano, debía producirse a lo largo del Siglo XIX.

CÁDIZ, CENTRO DE INICIACIÓN MASÓNICA: BOLÍVAR Y SAN MARTÍN

En contra de lo que se pueda creer, la masonería propiamente dicha no se introdujo en los países hispanoamericanos hasta bien entrado el siglo XIX. Con toda probabilidad este hecho aconteció después de que se consiguiera la independencia de España. Aun así, la presencia de logias en estos países a finales del siglo XVIII, sólo merece la consideración de casos aislados, nunca circunscritos a una organización debidamente establecida.

El precursor del movimiento independentista americano, Francisco Miranda, que recorrió buena parte de Europa defendiendo esta causa, tuvo vinculaciones con la masonería. Esto le sirvió para utilizar debidamente sus contactos e iniciar sucesivas conspiraciones. Fruto de esta actividad fue la fundación en Londres de una logia denominada la "Gran Reunión Americana", a la que no debieron de ser ajenos Simón Bolívar y Andrés Bello. Sin embargo, aunque sí se puede afirmar el carácter oculto de esta logia, no hay plena seguridad, en cambio, de que fuera una institución masónica en el más estricto sentido del término. De una forma muy parecida se establecieron logias de este tipo en París, Filadelfia, Caracas, Buenos Aires y Cádiz. Al principio estuvieron inconexas, pero, poco a poco, conforme el proyecto independentista fue afianzándose, pasaron a una acción más coordinada.

Simón Bolívar, caudillo de la Independencia hispanoamericana. Posiblemente afiliado a la masonería en Cádiz.


En este sentido, hemos de referirnos a dos de los máximos caudillos de la independencia hispanoamericana, San Martín y Bolívar, en tanto en cuanto tuvieron una estrecha vinculación con Cádiz. El primero de ellos, José de San Martín, arribó a esta ciudad varias veces llegando por última vez en 1802 con ocasión de la formación del batallón de voluntarios de Campo Mayor. Permaneció en Cádiz, salvo diversas expediciones, hasta el 24 de septiembre de 1811, año en que salió para Londres. Hemos de pensar que dentro de la vida que el joven San Martín llevó en Cádiz, debió de tener contacto forzosamente con la red de conspiraciones que empezaba a tejerse.

Es muy probable que San Martín hiciera amistad con Simón Bolívar, que llegó a Cádiz en Noviembre de 1803, para embarcar de nuevo cuatro meses más tarde, a finales de febrero de 1804. Igualmente debió conocer a Bernardo Riquelme, hijo de Don Ambrosio O'Higgins, Virrey del Perú. Pero el hecho fundamental se produjo en 1808, cuando Matías Zapiola, oficial criollo, comunicó a San Martín, en una de las tantas reuniones que debieron tener en Cádiz, la existencia de una logia de la que era secretario, y cuya actividad estaba destinada a conjugar voluntades en pro de la independencia de sus países de origen. Esta logia no era otra que los "Caballeros Racionales", algunos de cuyos componentes, Albear, Gurruchaga... habían tenido relación con la anteriormente citada de la "Gran Reunión Americana", y, a su vez, estaban en estrecho contacto con diversos "hermanos" bonaerenses, tales como Puyrredón, Lezica y Rodríguez Peña (3).

Dato a destacar es la presencia de 63 criollos como diputados en las Cortes de Cádiz, entre los que se encontraban nombres tan significativos como Olmedo, López Lisperguer, Velasco y Rodrigo; aunque entre todos sobresalía la singular personalidad de Mejía Lequerica, representante de Nueva Granada. En este sentido, no hemos de olvidar la mención que hemos hecho en anteriores capítulos sobre la calidad de masón de Mejía, ya apuntada por Alcalá Galiano, precisamente en los momentos en que éste se inició en la masonería (4).

Pero, no fue hasta 1812, cuando el propio San Martín no materializó su idea de formar un gran centro patriótico para canalizar la independencia frente a la Metrópoli. Para ello le sirvió como paradigma la logia gaditana en la que había visto como se iban sumando voluntades. Esta nueva logia recibió el nombre de "Lautaro", en honor de una famoso personaje de la conquista de Chile y que aparece en la Araucana como representante del pueblo nativo que lucha por la libertad de su patria oprimida. Aunque los procedimientos de esta logia estaban tomados de la masonería no parece que tuviera ninguna vinculación con ésta, sino simplemente que su organización era similar. Ello ha motivado un confusionismo consistente en su mayor parte en interpretar el término "logia" como sinónimo de masonería. El objetivo de la "Lautaro", como dejó escrito el general Bartolomé Mitre, no era otro que "trabajar con sistema y plan en la independencia de América y su felicidad, obrando con honor y procediendo con justicia" (5).

No se sabe con certeza que debió pasar en el seno de estas sesiones de la logia Lautaro. Ciertos datos y la propia imaginación de algunos historiadores nos señalan que estaba ubicada en Buenos Aires, en los sótanos de la casa Thompson y que los juramentos se hacían sobre un Evangelio atravesado por un puñal, no habiendo otro castigo que la muerte para los traidores. Según Estrada en sus "Lecciones", podríamos reproducir el siguiente diálogo entre iniciador e iniciado:

- ¿A quién debemos imitar nosotros?
- Al Valiente Lautaro

- ¿Que hizo Lautaro?
- Morir por la defensa de la Patria.

- ¿Cuál era su patria?
- La nuestra

- ¿Y sabéis que todos los caballeros que están aquí presentes se hallan dispuestos a imitarlo?
- No sólo los presentes, sino todos los que cubren la superficie de la tierra.

- ¿Por qué lo sabéis?
- Porque así lo han jurado y prometido

- Y si por una de aquellas casualidades que suceden en el mundo faltase alguno a su promesa, ¿Que haremos con él?
- Asesinarlo, después quemarlo y arrojar sus infames cenizas por el aire, para que no quede memoria de hombre tan infame. (6)

En definitiva, no se puede afirmar ni tampoco desmentir que San Martín, al fin y al cabo hombre de su tiempo, fuese masón. Lo más probable es que dotase a la logia Lautaro de una simbología masónica, sin que forzosamente su intencionalidad así lo fuera.

En cuanto a Simón Bolívar, la polémica ha sido, si cabe, más acentuada acerca de su supuesta filiación masónica. El masón William R. Denslow en su obra "10.000 masones famosos" apunta que el liberador ingresó en la masonería en Cádiz, recibiendo posteriormente los grados del Rito escocés en París. En cambio Michel Vaucaire mantiene la tesis de que una vez fallecida su esposa, María Teresa, a principios de 1803, en su viaje de retorno a Venezuela hizo ostentación de un diploma que le acreditaba como masón, obteniéndolo en una logia de Cádiz, "a la que acudió por curiosidad y no por convicción" (7).

Cada vez parece más probado que los términos Lautaro, Caballeros Racionales, o cualquier otra denominación, lo que en definitiva venían a significar eran sociedades secretas en pro de la independencia americana, pero que en ningún modo son de naturaleza masónica. Pero, al margen de esta consideración, sí se puede afirmar, frente a la gran duda sobre San Martín, que Bolívar perteneció a la auténtica masonería europea durante su estancia en París, comprendida ente los años de 1804 y 1805. Al menos así lo demuestra un manuscrito depositado actualmente en el Archivo del Supremo Consejo del Grado 33 para la República de Venezuela, del que se puede entresacar las siguientes líneas:

"Habiendo sido unánime la opinión de los hermanos para su admisión y el escrutinio favorable, el Hº. Bolívar ha sido introducido en el Templo, y tras las formalidades de rigor ha prestado al pie del Trono la obligación acostumbrada, situado entre los dos Vigilantes y ha sido proclamado Caballero Compañero Masón de la Respetable Logia Madre Escocesa de San Alejandro de Escocia" (8).

Al margen de todas estas consideraciones sobre San Martín y Bolívar, es cierto que la mayor parte de los prohombres de la independencia hispanoamericana figuraron en estas logias, "siendo -al decir de Eduardo García del Real- muchos los hechos de los mismos: nombramientos de gobernantes, cambios de generales, expediciones, renuncias y hasta revoluciones, han salido de aquellos ocultos y misteriosos talleres" (9).

LOS AGENTES AMERICANOS Y EL PRONUNCIAMIENTO DE 1820

La Historiografía del siglo XIX ha sido contumaz al adjudicar un gran protagonismo a los agentes americanos que participaron en el pronunciamiento de 1820. Para ello, lógicamente, encuentran su explicación en la necesidad imperiosa que tenían en evitar el embarque del Ejército Expedicionario hacia Ultramar.

En realidad, no está todavía bien determinado el papel que estos agentes jugaron en estos acontecimientos, así como su relación con la masonería. Marcelino Menéndez Pelayo se apresura a decir que la labor de estos agentes americanos llegó, incluso, a estar financiada "con su dinero y aún el de los ingleses y judíos gibraltareños" (10). A su vez, Cesáreo Fernández Duro, afirma que el director supremo de los agentes americanos, Puyrredón, "había enviado dinero a los masones de España que conspiraban contra el poder absoluto de Fernando VII" (11).

Lo cierto es que por estos años, residía en Cádiz un potentado comerciante bonaerense, Andrés Argibel, quien, partidario de la independencia de la provincia del Río de la Plata, logró establecer contactos con el conde de la Bisbal. En relación con la fingida sorpresa que se llevó el conde cuando los sucesos de El Palmar del Puerto, fueron detenidos y desterrados de Cádiz, dos americanos, acusados de actividades conspiratorias relacionadas con el movimiento independentista. Posteriormente por medio de una orden judicial fue registrada la casa de un rico comerciante peruano, Nicolás Achaval, a fin de aclararse una importante suma de dinero que éste había recibido procedente de Gibraltar. No obstante, hechas las oportunas aclaraciones, todas estas sospechas resultaron infundadas (12).

En cambio, no se tomaron medidas algunas contra Argibel, lo cual pone de relieve o bien la discreción de este comerciante o tal vez el tremendo despiste de las autoridades españolas. Después se supo que con ocasión del pronunciamiento de Riego, tanto Argibel como Lezica, contribuyeron al mismo con mil pares de zapatos y doce mil duros, "hecho que puso muy al descubierto la protección de los americanos al alzamiento de las tropas y que hizo perder a su causa más simpatías que socorro había éste recibido" (13).

En una línea muy parecida se expresan otros historiadores hispanoamericanos. Así, Santiago Arcos apunta que un verdadero pánico se apoderó de la ciudad de Buenos Aires cuando se supo que una fuerza expedicionaria se estaba preparando para salir desde España. Si bien este temor quedó apaciguado al saberse que Puyrredón había enviado una considerable cantidad de dinero a los masones españoles. También León Suárez viene a confirmar la vital actuación de Puyrredón, resaltando su audacia e inteligencia al realizar una activa propaganda para evitar un embarque que les podía resultar funesto. Añade que tanto Argibel como Lezica, desde Cádiz, se movieron clandestinamente con mucha eficacia, dando sin límite alguno cuanto dinero estimaron conveniente (14).

Años más tarde, cuando el Presidente de los Estado Unidos, John Quincy Adams, envió como embajador a España a Alexander Hill Everett, éste acusó a Puyrredón de connivencias con la metrópoli. En contra de esta descalificación, el bonaerense esgrimió, como argumento capital, el haber sido uno de los máximos instigadores de la revolución de 1820 en España. Para ello no dudó incluso en remitirse a una Memoria escrita y publicada por el general Quiroga (15).

INDEPENDENCIA Y DESENCANTO

Hacia 1820 el problema americano prácticamente se le había escapado de las manos al Gobierno español. Bien es verdad que hasta el último momento se esperó conseguir un acuerdo. En este sentido, repetimos una vez más, incidimos en la ingenuidad de nuestros gobernantes liberales, muchos de ellos masones, al creer que este problema quedaría zanjado con la simple aplicación de la Constitución de 1812. Hasta tal punto esto fue así, que por una real orden de 31 de marzo, se dispuso que una vez jurada la Constitución, cesasen las hostilidades. Pero, como señala Jerónimo Bécker, "la soberanía del conflicto hispanoamericano no estribaba en un mero cambio de régimen, sino en un cambio de soberanía (16). Por su parte, Menchor Fernández Almagro, redundando en lo anteriormente expuesto, afirma que si sólo se hubiera tratado de un cambio de sistema de gobierno, "el conflicto no habría sido de mucho aliento y se hubiera resuelto sin grandes dificultades a favor del Gobierno liberal" (17).

Incluso, una vez admitida la pérdida de las colonias, se pensó en un intento de aproximación en la forma de una posible confederación, sobre la que una pluma crítica como la de Monseñor Pradt se mostró pesimista desde el primer momento. Encontró poca viabilidad en un proyecto que nada aclaraba en puntos tan importantes como las condiciones de igualdad, mutua soberanía, legislación, hacienda... (18). Ante este proyecto de discreta reconciliación, aludido por Pradt, y del que no poseemos informaciones más precisas, hubo en Cádiz quien temió que esta posibilidad supusiera una vuelta a "los tiempos de la botija y de enriquecer si trabajar". Y más de una queja se dejó oír ante el tradicional poco tacto de nuestros diplomáticos a la hora de establecer acuerdos, "prueba es las ventajas que por ellos han obtenido los extranjeros en perjuicio nuestro" (19).

No acabaron aquí sin embargo las andanzas de los elementos revolucionarios en Cádiz que luchaban por la definitiva independencia de las colonias americanas. Con ocasión de la revuelta urbana del otoño de 1821, que abordaremos más adelante y en la que Cádiz actuó con una postura claramente desafiante frente al gobierno de Madrid, los elementos más exaltados, como Moreno de Guerra, se rodearon de agentes americanos. En principio, dado el estado de agitación que en Cádiz se vivió por aquellos meses, poco se reparó en la presencia de estos activistas, pero conforme el moderantismo fue imponiéndose en la ciudad, la opinión pública reaccionó volviéndose contra los americanos.

Como consecuencia de todo ello, fueron detenidos, entre otros, Francisco Carabaño que ya participó muy activamente en el pronunciamiento de 1820, llegando a ser en las Cortes diputado suplente por Venezuela, y un tal Mariño, general de Santa Fe. Teniendo en cuenta que Moreno de Guerra representaba no sólo ya el ala más radical de la masonería gaditana, sino que virtualmente podemos considerarlo el artífice de los recientes comuneros, es de suponer que estos agentes americanos detenidos, y posteriormente deportados a Gibraltar, se sumaron a este movimiento con la idea de desestabilizar la vida política española en provecho de su propia causa (20).

(1) cfr. El Espíritu del Siglo. Cap. XVIII, lib. VIII, C.VI. Madrid 1843, pag. 294

(2) cfr. Reflexiones sobre lo ruinoso que infaliblemente sería a la nación española el comercio libre de sus indias con el extranjero. Por C.L.S., Cádiz en la oficina de D. Nicolás Gómez de Requena, impresor del Gobierno, 1811. En parecidos términos se expresaba también el informe dirigido a S.M. por el Consulado y comercio de esta plaza en 24 de julio sobre los perjuicios que se originarían de la concesión del comercio libro de los extranjeros con nuestras Américas. Cádiz, Imprenta Real, año de 1811.

(3) Los propositos de esta logia estaban dirigidos fundamentalmente a la emancipación del Río de la Plata y regiones vecinas. cfr. Ricardo ROJAS, el Santo de la Espada (vida de San Martín) Buenos Aires, edic. 1970, pag. 31.

(4) Emilio de la CRUZ HERMOSILLA, San Martín en Cádiz. San Martín en España. I.E.S. Madrid 1981, pag. 325.

(5) cfr. Samuel W. MEDRANO. El Libertador José de San Martín, pag. 55, Madrid 1967 3¦ edición.

(6) cfr, Ricardo ROJAS, ob. cit. pag. 56

(7) cfr. José Antonio FERRER BENIMELI,. ¨Bolívar Masón?. Revista de Historia 16, num. 96, pag. 109.

(8) cfr. José Antonio FERRER BENIMELI, ob. cit., pag. 113.

(9) Asimismo este autor apunta el dato de que la logia filial de Cádiz contaba con cuarenta americanos afiliados. cfr. José de San Martín, Madrid 1932, pag. 56.

(10) cfr, Historia de los Heterodoxos españoles, t.VII; Madrid 1948, pag. 108.

(11) cfr. La Armada Española, t.IX, Madrid 1973, pag. 214.

(12) El resultado de la diligencia judicial puso de relieve que "Achaval no había recibido cantidades para sublevar al ejército, sino sólo de su hermano, residente en Londres..." cfr. Adolfo DE CASTRO, Cádiz y su provincia, Cádiz edic. de 1982, t.II pag. 54.

(13) cfr. Ibidem, pag. 116

(14) cfr. El carácter de la Revolución Americana, pag. 52.

(15) cfr. Pío ZABALA, Historia de España y de la civilización española. Edad Cª. t.V, vol.I, Barcelona 1930, pag. 109.

(16) La Independencia de América (su reconocimiento por España) Madrid 1922, pag. 68.

(17) cfr. La Emancipación de América y su refeljo en la conciencia española. I.E.P. Madrid 1944, pag. 42.

(18) cfr. De la revolución actual de España y de sus consecuencias. Valencia 1820, pag. 216.

(19) cfr. Carta de un comerciante gaditano a la Sociedad Económica. Interpolada en la colección de D.M.C. nums. 1458 y 1459.

(20) Antonio ALCALÁ GALIANO, Memorías, pag. 141.

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