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jueves, 31 de enero de 2013

LA ANTIGUEDAD DE LA TIERRA ( II )


En el proceso desapareció el mar de Tetis, del cual el mar Mediterráneo, el mar Negro, el mar Caspio, el mar de Aral o el Lop Nor son sus restos. El océano Tetis o mar de Tetis (de la titánide griega Tetis) era un océano de la era Mesozoica que existió entre los continentes de Gondwana y Laurasia, previamente a la aparición del océano Índico. En 1893, utilizando registros fósiles hallados de los Alpes, África y el Himalaya, el geólogo Eduard Suess propuso la existencia de un mar interior entre los primitivos continentes de Laurasia y Gondwana. Los fósiles, hallados en zonas muy montañosas, eran de criaturas marinas, por lo que era necesaria la existencia de una gran masa de agua que el científico bautizó como mar de Tetis, aludiendo a la diosa griega del mar, Tetis. Más tarde, la teoría de la tectónica de placas refutó gran parte de las proposiciones de Suess. No obstante, determinó la existencia de una gran masa de agua, en época más temprana que la que calculó el científico, pero ocupando la misma zona. Esta extensión fue bautizada como océano Tetis en la moderna teoría de la tectónica de placas en honor a Suess, cuyos conceptos eran aproximados pero visionarios. Hace aproximadamente 250 millones de años, a finales del Pérmico, un nuevo océano comenzó a formarse en el extremo sur de otro océano anterior denominado Paleo-Tetis. Una falla se formó a lo largo del norte de la placa de Cimmeria, al sur de Pangea. A lo largo de los 60 millones de años, esa placa se fue desplazando hacia el norte, empujando el suelo del océano Paleo-Tetis debajo de la superficie de extremo este de Pangea (Laurasia). El resultado fue la formación del océano Tetis, directamente sobre el lugar que ocupaba su antecesor, el océano Paleo-Tetis.
 
Cimmeria es un antiguo continente que, antes de separarse, formaba parte del supercontinente Pangea. Fue una placa tectónica que comprendía partes de los actuales territorios de Turquía, Irán, Afganistán, Tíbet y de las regiones de Indochina y Malasia. Pangea era un supercontinente con forma de “C” mirando hacia el este y dentro de la “C” estaba el océano Paleo-Tetis. Dos microcontinentes, que forman parte de la actual China, radicaban en el noreste bordeando el océano Paleo-Tetis. Hace alrededor de 300 millones de años, se inició una dislocación en el este que separó un delgado arco de la parte interior del brazo sur de Pangea. El nuevo microcontinente, que se denominó Cimmeria, incluía lo que a día de hoy es Australia, Antártida, India y África-Arabia. Detrás de este nuevo microcontinente se comenzó a formar un nuevo océano, Tetis. Conforme el océano Tetis se fue ampliando, Cimmeria fue desplazándose al norte hacia Laurasia y el océano Paleo-Tetis disminuyendo. Durante el Jurásico, hace 150 millones de años, Cimmeria, finalmente colisionó con Laurasia. Como resultado, el suelo oceánico se combó bajo esta segunda placa (proceso de subducción) formando la fosa de Tetis. Al tiempo los niveles de agua subieron, cubriendo grandes partes de Europa con mares poco profundos.

En aquella época también se produjo la división de las dos masas de tierra que formaban Pangea, Laurasia y Gondwana, formándose el océano. Distribución de los continentes hace 90 millones de años durante el Cretácico Superior. El océano Atlántico continúa abriéndose. La India se aleja de África y conforme se desplaza al norte va cerrando el océano Tetis y abriendo el océano Índico. Hace unos 100 millones de años, Gondwana comenzó a romperse, empujando África e India hacia el norte, a través de Tetis. Como resultado, el océano se empequeñece, por lo que su denominación para este período es mar de Tetis. Éste existió hasta hace 15 millones de años. Actualmente, India, Indonesia y el océano Índico cubren la mayor parte de la superficie que ocupó este mar y Turquía, Irak y el Tíbet se asientan en Cimmeria. El mar Negro, el Caspio y el Aral son vestigios del mismo. La mayor parte del fondo del océano Tetis desapareció bajo Cimmeria y Laurasia. A medida que la teoría de la deriva continental ha ido siendo ampliada y mejorada, se ha extendido el nombre de Tetis a otros océanos que le precedieron. El Paleo-Tetis, mencionado arriba, existió desde el Silúrico, hace 440 millones de años, hasta el Jurásico. A este le precedió el océano Proto-Tetis, formado hace 600 millones de años.
Las primera evidencias que tenemos de glaciaciones en los continentes primitivos datan del período huroniano, en la transición del Arqueozoico al Proterozoico, entre hace unos 2.700 y 2.300 millones de años. Para algunos, esta glaciación —o glaciaciones, pues al parecer hubo al menos tres fases muy frías—, fue tremenda. Afectó a gran parte de la Tierra y se habría debido al efecto depredador del oxígeno —creado por las cianobacterias— sobre el metano, que por su alta concentración habría sido hasta entonces el principal gas invernadero. Curiosamente, el metano es lo que domina en el satélite de Saturno, Titán. Según Kasting, la concentración de metano en la atmósfera hace 2.300 millones de años pudo ser 1.000 veces superior a la actual. Hay señales geológicas de la glaciación huroniana especialmente en estratos rocosos de la región del Lago Hurón, en Canadá, y también en Sudáfrica. De aquella época se han encontrado tillitas, rocas sedimentarias que agrupan materiales de tamaño muy diferente y que proceden de la cementación de antiguas morrenas glaciales. También han aparecido en estratos geológicos huronianos superficies con estrías, provocadas por la abrasión de la enorme masa de hielo que se movía por encima. Tras las glaciaciones huronianas el clima pasó de nuevo a ser muy cálido, sin que se sepa aún cómo explicar la razón del cambio. Por encima de los estratos glaciales canadienses aparecen algunos tipos de roca, como la caolinita, que se forman en ambientes tropicales. Y durante un largo intervalo de casi mil quinientos millones de años, es decir, durante casi todo el eón Proterozoico, no se encuentran indicios de más glaciaciones.
Veamos qué nos dice Doctrina Secreta al respecto: “… los periodos glaciales se deben a la perturbación del eje”. Asociando esta última afirmación con esta otra: “…acarreado todo por revoluciones geológicas terminando por un cambio final en el eje de la Tierra”, observamos que esta perturbación del eje que se dice ocurrir al final de los grandes movimientos sería la causa de que, al acabar el proceso, sucediera una glaciación. Se supone que previamente a un levantamiento orogénico se producen rupturas, hundimientos, movimientos de las placas, etc. Es decir, el preludio está compuesto de fuertes cataclismos y rupturas que cicatrizan posteriormente. Al final de los trabajos y esfuerzos de la crisis geológica, un silencio de hielo se extiende por el planeta, que reposa. ¿Existe algún dato aportado por la ciencia actual que permita asociar el movimiento del eje con las glaciaciones? La respuesta es afirmativa. De las tres primeras glaciaciones sabemos poco debido a su enorme antigüedad. Se considera que las tres sucedieron en el hemisferio Sur. Sus restos están repartidos por Sudáfrica, Brasil, Australia, India y la Antártida. De la que podemos hablar es de la última conocida, la cuarta, que por su proximidad nos puede aportar mayores datos. Durante un periodo de más de millón y medio de años, los hielos manifestaron un ritmo regular de avances y retrocesos. Esto sugirió la idea al yugoslavo Milutin Milankovich, en 1920, de relacionar los ciclos de la última glaciación con ciertos movimientos de la Tierra, construyendo una teoría matemática de dichos ciclos.  
Según esta teoría, el movimiento de precesión del eje terrestre, que tiene un periodo de entre 19 y 23 mil años, alternadamente, se debe al cabeceo del eje que, como si fuera una peonza, describe un círculo sobre el polo, de manera que el norte geográfico va cambiando sucesivamente hasta volver de nuevo a la posición primitiva. En realidad, debido a este movimiento, la estrella polar va cambiando con el largo periodo del ciclo. Dentro de catorce mil años, por ejemplo, la polar será la estrella Vega, de la constelación de Lira. La velocidad de rotación del eje influiría directamente en la duración del ciclo de precesión. Si disminuye esta velocidad, el cabeceo aumenta. Por otro lado, se produce el movimiento de inclinación del eje respecto a la eclíptica, con un ritmo calculado de cuarenta y un mil años, donde cambia la inclinación de 22º a 24,5º. Se entiende por eclíptica el plano por el que la Tierra se mueve alrededor del Sol, es decir, el plano de la órbita terrestre. El eje de rotación, está más o menos vertical respecto a este plano. Actualmente describe un ángulo de 23,5º. Otro elemento a considerar es la excentricidad de la órbita terrestre, es decir, cambio de la órbita terrestre de más circular a más elíptica con ciclos de entre noventa y cien mil años. Parece que nuestro planeta cambia periódicamente la forma de su órbita. Tal vez también lo hagan los demás planetas. Esto repercute en la mayor o menor cercanía al Sol durante el ciclo anual. Milankovich concluyó que la combinación de estos tres movimientos habría producido los periodos de avances y retrocesos de los hielos en la cuarta glaciación. Tiempo después, el descubrimiento de las pruebas del oxígeno isotópico, permitió descubrir en los fósiles unos ritmos glaciales muy semejantes: cien mil, cuarenta y tres mil y diecinueve mil años; ritmos en que los hielos se extendían para volver a disminuir produciendo etapas de deshielo interglacial, más cálidas, aun dentro de la misma glaciación. Nos resulta evidente la característica cíclica del fenómeno; no sólo en cuanto a la ritmicidad de los grandes periodos glaciales, sino también dentro de los mismos, donde se establecen otros pequeños ritmos.
Como el último deshielo se produjo hace más o menos entre doce y diez mil años, nos encontramos actualmente en una época interglacial. Pero no sabemos si acabó la cuarta glaciación o nos encontramos sólo en uno de sus periodos cálidos. Esta ignorancia resulta del desconocimiento del comportamiento  de una glaciación, ya que no sabemos cuántos periodos interglaciales contendría y de qué tipo sería cada uno. Sea como fuere, existen bastantes evidencias de la relación de las etapas glaciales con los movimientos del eje terrestre, por lo que otra vez hemos de dar la razón a lo que dice la Doctrina Secreta. No obstante, quedan sin explicar las razones que desencadenaron las grandes glaciaciones. Pero siguiendo las sugerencias de las enseñanzas antiguas, tal vez deberíamos indagar en otros movimientos más significativos del eje terrestre. Tal vez haya ciclos mayores en los movimientos del eje que desencadenen los grandes periodos glaciales. Como no puede descartarse la existencia de estos otros ritmos mayores, desconocidos aún para nosotros, es mucho lo que no sabemos pero, respecto a los pequeños ciclos dentro de una glaciación, tenemos una constatación bastante evidente de que la Tierra pasa por etapas sucesivas periódicamente y que este aspecto de su vida repercute significativamente en los cambios y periodos geológicos. La Teoría de la Tectónica de Placas y la deriva continental, dan explicación sobre el por qué la persistencia de los hielos en el hemisferio sur en las tres glaciaciones anteriores. Aunque más bien parte de estos datos para deducir que los continentes se situaban bastante más hacia el sur, de manera que los territorios de la futura Norteamérica, Europa y el norte de Asia eran ecuatoriales. Sólo después de la deriva hacia el norte, estos continentes pudieron helarse. Y esta sería la razón de que los hielos sólo estuvieran presentes en el hemisferio norte desde hace unos diez millones de años.
TOMADO DE: http://oldcivilizations.wordpress.com/2011/12/08/que-sabemos-realmente-sobre-la-antiguedad-de-la-tierra-y-de-los-seres-humanos/

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