Durante seis días y seis noches soplo la “tormenta-sur”.
Se había hecho la voluntad de Enlil y de la
Asamblea de los Dioses. Pero, sin saberlo ellos, el plan de Enki había funcionado.
Flotando en las turbulentas aguas, había una embarcación que llevaba hombres,
mujeres, niños y otras criaturas vivas.
Finalizada la tormenta, Utnapistim dice: “Abri
una ventanilla; la luz cayo sobre mi rostro”. Miro alrededor; “El paisaje era
tan liso como un tejado plano”. Y, agachándose, se sentó y sollozo, “las lagrimas
corrían por mi cara”. Busco una costa en la inmensidad del mar, pero no vio
nada.
Durante seis días, Utnapistim estuvo vigilando
desde el arca inmóvil, cautiva en los picos del Monte de la Salvación -los
picos bíblicos de Ararat-.
Al igual que Noé, Utnapistim soltó a todas las
aves y animales que estaban con el, y salió el también. Construyo un altar y
ofrendo un sacrificio, lo mismo que hizo Noé.
La versión sumeria
y la bíblica tienen diferencias en cuanto el primero habla de los dioses
mientras que la biblia habla de un solo dios, entre Deidad-múltiple y Deidad-única.
Cuando Noé ofreció los
holocaustos en el altar, Yahveh aspiro el tentador aroma; pero en la narración
de Ziuzudra (Utnapistim) que ofrece el sacrificio ocurre lo siguiente: Vertí una libación en la cima del monte.
Siete y siete vasijas cultuales preparé, Sobre sus trípodes amontoné caña,
cedro y mirto. Los dioses olieron el dulce sabor, Los dioses se apiñaron como
moscas en torno al sacrificante.
En la Epopeya de
Gilgamesh fue la Gran Diosa la que prometió no destruir más a la humanidad: "Dioses, tan cierto como este
lapislázuli está En mi cuello, no olvidaré, Recordaré estos días, sin jamás
olvidarlos. Vengan los dioses a la ofrenda; (Pero) no acuda Enlil a la ofrenda,
Porque, sin razón, causó el diluvio Y a mi pueblo condenó a la
destrucción".
¿Que el Arca quede varada en el Monte Ararat
fue casual?
La versión del Diluvio de Beroso, según la cuenta
el griego Abideno, dice: “Cronos le revelo a Sisithros que iba a haber un
Diluvio en el decimoquinto día de Daisios [el segundo mes], y le ordeno que
ocultase en Sippar, la ciudad de Shamash, todos los escritos que pudiera.
Sisithros llevo a cabo lo que se le dijo, inmediatamente después salió
navegando en dirección a Armenia y, acto seguido, sucedió lo que el dios había
anunciado”.
Beroso repite los detalles referentes a la
liberación de las aves. Cuando Sisithros (que es atra-asis al revés) iba a ser llevado por los dioses a su morada, explico al resto de
la gente del arca que se encontraban en ese momento “en Armenia” y que tenían
que volver (a pie) a Babilonia. En esta versión, no solo nos encontramos con la
relación con Sippar, el espacio puerto, sino también con la confirmación de que
Sisithros recibió instrucciones para “navegar inmediatamente hasta Armenia”, al
país del Ararat.
Las versiones sumerias
antiguas parecen dar a entender que, simplemente, el arca fue llevada hasta la región
del Ararat por las aguas torrenciales, que la “tormenta-sur” habría llevado al
barco hacia el norte. Pero los textos mesopotámicos reiteran que
Atra Hasis/Utnapistim llevo consigo un “Barquero” llamado Puzur-Amurri
(“occidental que conoce los secretos”).
El Noé mesopotámico
“le cedió la estructura, junto con su contenido” en cuanto se desato la
tormenta, así se narra en la Epopeya de Gilgamesh: Contemplé la apariencia del tiempo. El tiempo era espantoso de
contemplar. Subí al barco y clavé la entrada. Para clavar (todo) el barco, a
Puzur-Amurri, el barquero, Cedí la estructura con su contenido.
¿Para que se necesitaba
a un experimentado navegante? Sugieren que fue para llevar el arca hasta un
destino concreto.
Como ya hemos
visto, los nefilim utilizaban los picos de Ararat como puntos de referencia
desde el principio. Siendo las cumbres más altas en esa parte del globo, esperarían
que fuera lo primero en reaparecer sobre el manto de agua. Y, dado que Enki, “El
Sabio, el Omnisciente”, podía suponer esto, conjeturan que dio instrucciones a
su sirviente para llevar el arca hacia el Ararat, planeando el encuentro desde
un principio.
Otro popular escritor, Erich Von Daniken,
tratando este mismo tema dice:
Cuando la nave espacial materna gigante de
los extraterrestres llegó a nuestro sistema solar, los extraterrestres que iban
a bordo ya habían oído hablar desde hacía mucho tiempo de la tierra. Sólo en
este planeta azul se cumplían todas las condiciones para la vida. Gran
abundancia de formas de vida, entre las cuales se contaban nuestros antepasados
primitivos. Aunque eran mudos y torpes, eran por entonces la forma más elevada
de vida en la Tierra. Los
alienígenas tomaron, por lo tanto, a una de las criaturas y la alteraron
genéticamente: una idea que ya no es tan inconcebible en nuestros tiempos.
Pero yo no quiero infravalorar las
posibilidades de la imaginación humana. El poeta griego Homero (h. 800 a . C.) describió en las
aventuras de Odiseo a las sirenas, cuyo canto era tan seductor que hacían
perder la voluntad y la memoria a los marinos. Aunque Homero no describe con
detalle a estas sirenas, la imaginación de otros autores posteriores las
representó como mujeres aladas con patas de ave. Otro griego, Hesíodo (h. 700 a . C.) imaginó a la
monstruosa Medusa, de cuya cabeza salían serpientes que se retorcían y se
agitaban y cuyo aspecto era tan terrorífico que convertía a las personas en
piedra. Naturalmente, Hesíodo no vio nunca a una Medusa. También conocemos las
leyendas del caballo volador Pegaso y del ave fénix que resurge de sus cenizas.
Todo esto y mucho más es fruto de la imaginación humana, de la que dependen
todos los cuentos populares. Pero la imaginación no surge de la nada: necesita
puntos de referencia para arrancar. Aunque nuestra razón lógica se siga resistiendo
a la idea de un parque zoológico lleno de monstruos que habría existido hace
mucho, mucho tiempo.
El escritor R.A Boulay en su libro “Serpientes y Dragones Voladores, La Historia del pasado
Reptiliano de la Humanidad ”
nos dice:
En la tradición Judía y Etíope, Nefilim
quiere decir "Gente del Cielo".
Había 200 astronautas que descendieron en
los días de Jared sobre el Monte Hermon al noroeste de Palestina cerca del
Líbano.
En los registros babilónicos de la
creación, el Enuma Elish, un grupo enorme de seres divinos descendieron a la
tierra. La tablilla VI del poema revela que los Anunnakis estaban absolutamente
agitados e intranquilos en su vehículo espacial.
Habiendo alcanzado la libertad del trabajo
con la creación del hombre, se volvieron cada vez más aburridos e intranquilos.
Entonces se decidió restablecer parte de ellos en la tierra. Por consiguiente,
300 de ellos descendieron a la tierra mientras que otros 300 permanecían en la
nave espacial. Llamados los "Igigi", ellos eran probablemente los que
tenían funciones especializadas, los técnicos de la nave espacial.
Los planes bien intencionados de los
Nefilim o Anunnakis parecen haber cambiado para mal, porque pronto comenzaron a
desempeñar una variedad de actividades que levantaron la ira de Dios y el
hombre. El Libro Etíope de Enoc sugiere que su descendencia fue un secreto y
una acción desautorizada de un grupo de "ángeles rebeldes".
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