DIOSES
Y SEMIDIOSES EN TODO EL MUNDO ANTIGUO.
En los documentos sumerios antes indicados
se encuentra un personaje: Gilgamesh que según la epopeya del mismo nombre era
un semi dios: Dos tercios de él son dios.
La forma de su cuerpo como un buey salvaje altivo; El empuje de sus armas no
tiene par.
Según Eupolemo (siglo V a.C) arquitecto griego, la ciudad de Babilonia debe su origen a los hombres que se salvaron del Diluvio. Los reyes de Sumer estaban considerados como los descendientes de éstos, y enviados por los «dioses» para reeducar a la raza humana. El primero de tales reyes divinos era Dungi, hijo de la diosa Ninsun.
El historiador griego, Heródoto
indica claramente que Egipto fue gobernado por “dioses” que vivían entre los
hombres. Según él, Horus, que venció a Tifón, fue el último dios que ocupó el
trono de Egipto.
El papiro de Turín afirma que el
establecimiento de una dinastía de semidioses en Egipto se produjo en el año 9.850
a. de JC.
La
lista de reyes del Canon Real de Turín comienza con los dioses que según las
creencias de los antiguos egipcios gobernaron Egipto al principio. Y aquí es
donde radica el problema para los egiptólogos, pues aseguran que esto es
mitología y sólo dan por cierta la cronología a partir de la Dinastía I.
¿Por
qué los dioses nunca gobernaron Egipto según los arqueólogos? No se sabe, o tal
vez sí, ya que ello repercutiría en que se debiera admitir la presencia de unos
dioses en la antigüedad, o tomados como tales, y ello implicaría dar por cierta
la teoría de que esos seres divinos no eran precisamente de este mundo.
Al
comienzo de la lista se encuentra el dios Ptah que, según la cosmogonía de
Menfis, creó el mundo con el corazón y la palabra. Le sucede Ra, el dios sol
creador de la vida, y después su hijo Shu, el aire, que separó el cielo (Nut)
de la tierra (Geb) interponiéndose entre ambos. A Shu le sucede Geb, y después
el hijo de éste, Osiris, que es asesinado por su hermano Seth.
Luego
aparece Horus, el hijo póstumo de Osiris, que luchó contra Seth por el trono de
Egipto. Después, el Canon Real de Turín da los nombres de otros tres dioses:
Thot, Maat y un Horus cuyo nombre se ha perdido. Aquí hay que tener en cuenta
el papel de Maat, que es la diosa del orden, la justicia, y la verdad, y al
mismo tiempo un concepto abstracto de difícil definición en la actualidad.
Horus.
Concluyendo con la posibilidad de que estos dioses y
semidioses hubieran gobernando Egipto mucho antes de las dinastías conocidas, ¿Quiénes
eran estos dioses? ¿De dónde llegaron? ¿Fueron ellos los constructores de los
más grandes monumentos de la antigüedad? Esa es la pregunta que deberíamos
hacernos ante las evidencias de las transcripciones de los textos del Canon
Real de Turín, la Piedra de Palermo, o las Crónicas de Manetón, en lugar de intentar
negar su existencia, achacándolas de fantasías de sus autores o mitologías
heredadas, sólo porque no encajan en las cronologías del tiempo.
Para el hombre desde entonces ha
quedado aún sin respuesta: ¿Qué son, en definitiva, todos esos reinos de Devas
(indios), o de Peris (persas), o esos reinos de las leyendas chinas: esos
Tien-Hoang o reyes de los Cielos, completamente distintos de los Ti-Hoang, o
reyes de la Tierra, y los Gin-hoang, hombres reyes, distinciones que concuerdan
a la perfección con las de griegos y egipcios en sus enumeraciones de las
dinastías de dioses, semi-dioses y mortales?
Las tradiciones concernientes a los dioses y los semidioses tienen un carácter universal y permanente; aunque con frecuencia acompañadas de superstición, deben ser consideradas como vagas evocaciones de tiempos antiguos en que hombres representantes de una elevada civilización precedente sirvieron de guías a los supervivientes del cataclismo.
Existe en el Libro de los Muertos una
evocación de Thot, dios de las Letras y las Ciencias.
Había nacido en un lejano país del
Oeste, en una ciudad situada a orillas del mar -con dos volcanes activos en sus
proximidades- un día, algo extraordinario tuvo lugar en el país de Thot. El sol
se oscureció, y los propios dioses se sintieron aterrorizados; pero el sabio
Thot les ayudó a escapar de los lugares amenazados en dirección a un país
oriental, al que llegaron atravesando las aguas.
El dios Thot estaba ligado al signo zodiacal de Cáncer, y la llegada a Egipto de este portador de la civilización debió de producirse cuando el equinoccio vernal estaba en Cáncer, o sea, hacia 7.256 a.C.
Según la mitología griega
los semidioses eran hijos de un mortal y un dios, o humanos divinizados, Entre
ellos tenemos: Las
Musas: hijas de Zeus, quienes inspiraban a los poetas, Las Gracias: quienes
personificaban la feminidad, Nereo: semidios
del mar, Caronte: barquero
del infierno, Las Bacantes: sacerdotisas
de Dionisio. Heracles: semidiós
de la fuerza e hijo de Zeus, las
Parcas: semidiosas de la muerte (Cloto, Láquesis, Atropo), Perseo: Hijo de Júpiter, fue
ayudado por los dioses para recuperar su trono. Minerva le dio su escudo;
Hades, su casco para ser invisible y Hermes, sus alas y su espada.
Mató a la Gorgona Medusa, de cuya sangre nació Pegaso.
Orfeo, hijo de Apolo, fue otro ser divino que llevó a los antiguos griegos la antorcha de la cultura. Era un gran vidente, músico, mago y filósofo. Enseñaba que la materia existía desde toda la eternidad y contenía el principio de todo lo existente. Sorprende encontrar en el alba de la Historia concepciones tan profundas. Pero el asombro es aún mayor cuando se oye a Orfeo hablar de otros mundos. Se dice, de hecho, que fue el primero en considerar la probabilidad de vida en las estrellas. No se puede comprender cómo habría podido concebir Orfeo esta inmensa idea de planetas habitados, a menos que se admita la realidad de una herencia cultural transmitida de otras anteriores.
Es muy probable que los antiguos misterios sirvieran de guardianes a esta ciencia secreta. Los misterios aseguraban tener el conocimiento de “seres celestes”. En su cuarta égloga, Virgilio evoca una profecía relativa a su regreso del reino de los cielos.
En la India existe el recuerdo de una Edad en que los hombres podían hablar con los dioses. Tal vez fuera en esa época cuando unos visitantes divinos mencionaron ante los brahmanes la vida en el cosmos. Si no, ¿cómo habrían podido escribir los sabios, que escribieron los Vedas, que “existe vida en otros cuerpos celestes muy distantes de la Tierra”.
Resulta difícil explicar el espectacular acceso de los súmerios, tras milenios de vida bárbara, a una época brillante si se rechaza el mito que nos habla de misteriosos seres llegados para implantar la civilización.
La tradición de Babilonia evoca visitas regulares efectuadas por los dioses para enseñar a los hombres las ciencias y las artes. Uno de esos misteriosos seres era Oanes, el dios-pez sumerio, instructor de la humanidad.
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