ABRAHAM SALE DE UR.
El elegido fué Abram,
entonces, un hombre maduro de 75 años. Era el año 2048 a.C., y marcó el
comienzo de 24 años dificultosos, los 18 años que abarcan los reinados,
repletos de guerras, de los dos sucesores inmediatos de Shulgi (Amar-Sin y
Shu-Sin) y los 6 años de Ibbi-Sin, el último rey de Ur. Toda esta información
escrita en las tablillas sumerias, que los expertos en esta materia, así como
los trabajos de diversas universidades han descifrado.
Indudablemente, es algo más que una coincidencia que
la muerte de Shulgi no sólo fuera la señal de partida para Abraham, sino
también del realineamiento entre los dioses de Oriente Próximo. El momento en
el que Abraham, acompañado (como veremos después) por un cuerpo militar de
élite, dejó Jarán -a las puertas de los dominios hititas- es exactamente el
mismo momento en el que el exilado Marduk apareció en “la tierra de Hatti”. Sin
embargo, la coincidencia más notable es que Marduk permaneció allí durante los
mismos 24 Años Fatídicos, los años que culminaron con el gran desastre.
Abram sale de Ur.
Las evidencias de los movimientos de Marduk están en
una tablilla encontrada en la biblioteca de Assurbanipal, en la cual un anciano
Marduk cuenta sus antiguas andanzas y su posterior retorno a Babilonia:
Oh, grandes dioses, sabed mis secretos.
Mientras me ciño la cintura, me asaltan los recuerdos:
Yo soy el divino Marduk, un gran dios.
Fui rechazado por mis pecados,
a las montañas fui.
En muchas tierras, he sido un vagabundo;
desde donde el sol nace hasta donde se pone fui.
A las alturas de la tierra de Hatti fui.
En la tierra de Hatti pedí un oráculo
[acerca] de mi trono y mi Señorío;
Allí en medio [pregunté]: «¿Hasta cuándo?»
24 años, allí en medio, anidé.
La aparición de Marduk en Asia Menor -lo cual implica
una inesperada alianza con Adad- fue, de este modo, la otra cara de la moneda
de la apresurada salida de Abraham hacia Canaán. Por el texto, sabemos que
Marduk envió, desde su nuevo lugar de exilio, emisarios y suministros (vía
Jarán) a sus seguidores en Babilonia, y a sus representantes comerciales en
Mari, abriéndose paso de este modo por ambas entradas -la de Nannar/Sin y la de
Inanna/Ishtar.
Como si se estuviera esperando una señal, con la
muerte de Shul-gi, todo el mundo antiguo se puso en movimiento. La Casa de
Nannar estaba desacreditada, y la Casa de Marduk veía aproximarse por fin la
hora de su supremacía. Aun cuando el mismo Marduk estaba todavía exiliado de
Mesopotamia, su primogénito, Nabu, estaba ganando conversos para la causa de su
padre. Su base de operaciones era su propio “centro de culto”, Borsippa; pero
sus esfuerzos alcanzaban a todos los países, incluido el Gran Canaán. (Zecharia Sitchin,
La Guerra de los Dioses y Los Hombres, Págs. 131-132).
Sobre este
trasfondo de rápidos cambios, se le ordena a Abram que vaya a Canaán. El
Antiguo Testamento, nada dice al respecto de la misión de Abram, es claro en lo
tocante a su destino: en su rápido traslado a Canaán, Abram y su esposa, su
sobrino Lot, y su séquito se encaminaron sin detenerse hacia el sur. Hubo una
parada en Siquem, donde el Señor le habló a Abraham. Desde allí se fue al Monte, y acampó al este de Betel; y construyó un
altar a Yahveh e invocó su nombre. Betel, significa “Casa de Dios” -lugar
al que Abraham volvería de nuevo- estaba en las cercanías de Jerusalén y de su
santo Monte, el Monte Moria (“Monte de la Dirección”), sobre cuya Roca Sagrada
se situaría posteriormente el Arca de la Alianza cuando el Rey Salomón construyera
el Templo de Yahveh en Jerusalén.
Abram fue aún más
lejos, hacia el Negev. El Negev, la árida región en donde se funden Canaán y el
Sinaí, era con toda claridad, el destino de Abram. ¿Qué tenía que hacer Abram en
el Negev, cuyo nombre “La Sequedad” habla de su aridez? ¿Qué sucedía en aquel
lugar que requería la precipitada llegada del patriarca, su presencia allí tras
un largo viaje desde Jarán, para plantarse en medio de kilómetros y kilómetros
de tierra estéril?
El Monte Moria -primer punto de interés de Abraham-
era importante en aquéllos días porque servía, junto con sus montes hermanos,
el Monte Sofim («Monte de los Observadores») y el Monte Sión («Monte de la
Señal»), como emplazamiento del Centro de Control de Misiones de los anunnaki.
Y el Negev era importante, simplemente, porque era la puerta de entrada al
Espaciopuerto del Sinaí.
Más adelante, se nos dice que Abraham tenía aliados
militares en la región, y que entre su séquito había varios centenares de
soldados Pertenecientes a un cuerpo de élite. El término bíblico de éstos -Naar- se ha traducido como «criado»
o, simplemente, como «hombre joven»; pero los estudios han demostrado que, en
hurrita, se designaba con esta palabra a los jinetes u hombres a caballo. De
hecho, en recientes estudios de textos mesopotámicos que tratan de Movimientos
militares, se habla, entre los hombres de los carros y la caballería, de los
LU.NAR («hombres-Nar»), que hacían las veces de una caballería ligera. Nos
encontramos con un término idéntico en la Biblia (I Samuel 30:17): tras el
ataque del rey David sobre un campamento amalecita, los únicos que escaparon
fueron «cuatrocientos Ish-Naar» -literalmente,
«hombres-Nar» o LU.NAR- «que cabalgaban camellos».
Al decirnos que los soldados de Abraham eran hombres Naar, el Antiguo Testamento nos hace
ver que llevaba con él un cuerpo de caballería, probablemente jinetes de
camellos más que de caballos. Es posible que tomara la idea de esta fuerza de
combate rápida de los hititas, en cuya frontera estaba ubicada Jarán, pues para
las áridas regiones del Negev y del Sinaí resultaban más adecuados los camellos
que los caballos.
La imagen de Abraham que se nos va conformando, no
como un pastor nómada, sino como un comandante militar innovador de ascendencia
real, puede que no encaje con la habitual imagen de este patriarca hebreo, pero
está más de acuerdo con los antiguos recuerdos de Abraham. Así, citando fuentes
antiguas relativas a éste, Flavio Josefo (siglo I d.C.) dijo de él: «Abraham
reinó en Damasco, donde era un extranjero, tras llegar con un ejército de las
tierras que hay por encima de Babilonia», desde donde, «tras un tiempo
prolongado, el Señor lo había levantado y lo había sacado del país junto con
sus hombres, para llevarlo a la tierra que entonces llamaban Canaán, pero que
ahora llaman Judea».
La misión de Abraham era una misión militar: ¡proteger
las instalaciones espaciales de los anunnaki -el Centro de Control de Misiones
y el Espaciopuerto!
(Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses y Los Hombres, Pág. 132).
Tras su estancia en
el Negev, Abraham atravesó la península del Sinaí y llegó a Egipto.
Evidentemente, no eran unos vulgares nómadas, cuando a Abraham y a Sara se les
llevó al palacio real del Faraón. Según cálculos, debió ser hacia el 2047 a.C,
cuando los faraones que gobernaban entonces el Bajo Egipto (al norte) -que no
eran seguidores de Amén (“El Dios Oculto” Ra/Marduk)-, se enfrentaban al fuerte
desafío que representaba el príncipe de Tebas, en el sur, en donde se
consideraba a Amén como dios supremo. Tan solo podemos suponer los asuntos de
estado -alianzas, defensas conjuntas, órdenes divinas- que debieron tratar el
asediado faraón y el Ibri, el general nippuriano. La Biblia no dice nada de
esto, así como tampoco dice nada del tiempo que estuvieron allí.
El Libro de
los Jubileos afirma que estuvieron en Egipto cinco años. Cuando
llegó el momento de regresar al Negev, Abram fue acompañado por un gran séquito
de hombres del faraón.
Y Abraham se fue de Egipto, él y su mujer y Lot con
él, hasta el Negev. Él era rico en rebaños de ovejas y ganado vacuno
para comer y vestir, así como de asnos y camellos para sus rápidos jinetes. Una
vez más, fue a Betel, a invocar el nombre de Yahveh, a la espera de
instrucciones. Después, Lot y él se separaron; Lot decidió quedarse a vivir,
con sus rebaños en la Llanura del Jordán, que
era de regadío, como el Jardín del Señor, antes de que Yahveh destruyera Sodoma
y Gomorra. Abraham siguió hasta las montañas, instalándose en la cumbre más
alta, cerca de Hebrón, desde donde podía observar en todas las direcciones; y
el Señor le dijo: Ve, recorre el país a
lo largo y a lo ancho, pues a ti te lo he de dar. Y, poco después, en los
días de Amrafel, rey de Senaar, fue cuando tuvo lugar la expedición militar de
la alianza oriental.
«Doce años sirvieron [los reyes cananeos] a
Codorlaomor, en el año décimo tercero se rebelaron; y en el décimo cuarto
vinieron Codorlaomor y los reyes que estaban con él» (Génesis 14: 4-5).
Los expertos buscan
confirmación arqueológica de los acontecimientos que se habla en la Biblia;
pero el esfuerzo han sido vano debido a que han estado buscando a Abram en una
época equivocada.
En 1875, al
comparar la lectura tradicional del nombre con su deletreo en las antiguas
traducciones bíblicas, F. Lenormant (La Langue Primitive de la Chaldée) propuso
que la lectura correcta debía ser «Amar-pal», tal como se plasmó
fonéticamente en la Septuaginta (la traducción que se hizo del Antiguo
Testamento, del hebreo al griego). Dos años más tarde, D. H. Haigh (Zeitschrift
für Ágyptische Sprache und Altertumskun.de), adoptó también la lectura de “Amar-pal”,
afirmando que el segundo elemento (del nombre del rey) es uno de los nombres
del dios Luna (Sin), y declaró: Hace
tiempo que estoy convencido de que Amar-pal fue uno de los reyes de Ur.
La identificación
del Amarphal del Génesis 14 con
Amar-Sin, tercer rey de la III Dinastía de Ur, encaja a la perfección con las
cronologías bíblica y sumeria. El relato bíblico de la Guerra de los Reyes
sitúa el acontecimiento poco después del regreso de Abram al Negev proveniente
de Egipto, pero antes del décimo aniversario de su llegada a Canaán; es decir,
entre 2042 y 2039 a.C. El reinado de Amar-Sin/Amar-Pal fue de 2047 a 2039 a.C;
así pues, la guerra debió tener lugar en la última parte de su reinado.
Los anales del
reinado de Amar-Sin indican que su séptimo año -2041 a.C- fue el de su
principal expedición militar a las provincias occidentales. Los datos bíblicos
(Génesis 14:4-5) afirman que esto sucedió catorce años después de que los
elamitas a las órdenes de Codorlaomor sometieran a los reyes cananeos; y el año
2041 fue de hecho el décimo cuarto después de que Shulgi, tras recibir los
oráculos de Nannar, lanzara una expedición militar elamita sobre Canaán (2055
a.C).
Zecharia Sitchin, sincroniza fechas, acontecimientos bíblicos y sumerios, y obtiene la
siguiente secuencia que apoya cada factor de tiempo relatado en la Biblia:
-
2123 a.C. Abraham nace en Nippur, hijo de Téraj.
-
2113 a.C. Ur-Nammu entronizado en Ur, se le da la custodia de Nippur. Téraj
y su familia se trasladan a Ur.
-
2095 a.C. Shulgi asciende al trono tras la muerte de Ur-Nammu. Téraj y su
familia se van de Ur a Jarán.
-
2055 a.C. Shulgi recibe los oráculos de Nannar, envía tropas elamitas a
Canaán.
-
2048 a.C. Muerte de Shulgi, ordenada por Anu y Enlil. A Abraham, con 75
años de edad, se le ordena partir hacia Canaán.
-
2047 a.C. Amar-Sin («Amarpal») asciende al trono de Ur. Abraham sale del
Negev hacia Egipto. 2042 a.C. «Los reyes cananeos derivan su fidelidad a «otros
dioses». Abraham vuelve de Egipto con un cuerpo de élite.
-
2041 a.C. Amar-Sin lanza la Guerra de los Reyes.
(Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses
y Los Hombres, Pág. 133).
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