EL RETORNO DE MARDUK.
Como los augurios
habían predicho, Marduk volvía a Babilonia por segunda vez. Los 24 años
fatídicos, desde que Abraham dejara Jarán, desde que Shulgi fuera sustituido en
el trono, desde que comenzara el exilio de Marduk entre los hititas, habían
venido a converger en el Año del Juicio Final, 2024 a.C.
La tablilla de la
autobiografía de Marduk, relata su regreso a Babilonia después de 24 años de
estancia en la Tierra de Hatti:
En la tierra de Hatti pedí un oráculo [acerca] de mi
trono y mi Señorío; Allí en medio [pregunté]: «¿Hasta cuándo?» 24 años, allí en
medio, anidé.
Después, en aquel
vigésimo cuarto año, recibió un oráculo favorable:
Mis días [de exilio] terminaron;
a mi ciudad [me encaminé];
para mi templo Esagila como un monte
[elevar/reconstruir],
para [restablecer] mi imperecedera morada.
Levanté mis talones [hacia Babilonia]
a través... tierras [fui] a mi ciudad
su [¿futuro? ¿bienestar?] establecer,
para [instalar] un rey en Babilonia
en la casa de mi alianza...
en el montañoso Esagil...
creado por Anu...
en el Esagil...
elevar una plataforma...
en mi ciudad...
alegría...
La deteriorada
tablilla tiene una relación de ciudades a través de las cuales pasó Marduk en
su camino hacia Babilonia. Los pocos legibles nombres de las ciudades nos
indican que la ruta de Marduk desde Asia Menor hasta Mesopotamia le llevó en un
principio hacia el sur, hasta la ciudad de Hama (la bíblica Hamat); después, hacia
el este, a través de Mari. Y llegó a Mesopotamia -tal como habían predicho los augurios-
desde el oeste, acompañado por partidarios occidentales.
Su deseo, prosigue
Marduk, era llevar la paz y la prosperidad al país, pero todo se malogró: Contra
su ciudad Babilonia, un dios adversario su
ira ha traído. El nombre de este dios enemigo se cita al comienzo de una
nueva columna del texto; pero todo lo que ha quedado de él, es la primera
sílaba: Divino NIN. Sólo podía referirse
a Ninurta.
En la tercera
tablilla de los Textos de Codorlaomor. A pesar de su aspecto enigmático,
describe un cuadro de confusión total, donde los dioses enemigos marchan unos
contra otros a la cabeza de sus ejércitos humanos: los partidarios amoritas de Marduk se abalanzaban por el valle del
Eufrates hacia Nippur, y Ninurta organizó las tropas elamitas para combatirles.
A medida que leemos
las crónicas de aquellos difíciles años, encontramos que acusar al enemigo de
atrocidades, no es una tactica moderna. El texto babilónico escrito, no olvidemos,
por un adorador de Marduk, atribuye a las tropas elamitas, y sólo a ellas, la
profanación de templos, incluidos los santuarios de Shamash e Ishtar. El
cronista babilónico va aún más lejos: acusa a Ninurta de culpar falsamente a
los seguidores de Marduk, por la profanación del Santo de los Santos de Enlil
en Nippur, el cual provoca que Enlil tome partido contra Marduk y su hijo Nabu.
Sucedió, dice el
texto babilónico: Cuando los dos ejércitos enemigos se enfrentaron en Nippur.
Fue entonces cuando la ciudad santa fue saqueada, y cuando su santuario, el
Ekur, fue profanado. Ninurta acusaba a los seguidores de Marduk de esta mala
acción; pero no era así: ¡Fue Erra, su
aliado, el que lo hizo!
La repentina
aparición de Nergal/Erra en la crónica babilónica seguirá siendo un enigma;
pero de lo que no hay duda es lo que se cita de este dios en los Textos de
Codorlaomor, donde se le acusa de la profanación del Ekur:
Erra, el
inmisericorde,
entró en el
recinto sagrado.
Se
estableció en el sagrado recinto,
contempló el
Ekur.
Abrió la
boca, y dijo a sus jóvenes hombres:
«¡Llevaos el
botín del Ekur,
llevaos las
cosas valiosas,
destruid sus
cimientos,
echad abajo
el recinto del santuario!»
Cuando Enlil, noblemente entronizado, supo que su
templo había sido destruido, que su santuario había sido profanado, que, en el santo de los santos, el velo había
sido rasgado, se apresuró a volver a Nippur.
Los versículos que
siguen en el texto babilónico muestran un paralelismo directo con el relato
bíblico de la destrucción de Sodoma y Gomorra:
Pero cuando
el hijo de Marduk
en el país
de la costa estaba,
El-de-el-Viento-Maligno
[Erra]
con calor la
tierra de la llanura hizo arder.
Ciertamente, estos
versículos deben haber tenido una fuente común con la descripción bíblica de la
lluvia de azufre y fuego que arrasó aquellas ciudades y toda la llanura.
Las referencias
bíblicas (por ejemplo, Deuteronomio 29:22-27), hablan que la maldad de las ciudades de la Llanura del
Jordán consistía en que habían abandonado
la alianza del Señor... e iban y servían a otros dioses. Como sabemos ahora
por el texto babilónico, las protestas
(acusaciones) contra ellas se basaban en que se habían pasado al bando de
Marduk y de Nabu en aquel último choque entre los dioses enfrentados. Pero,
mientras que el texto bíblico lo deja ahí, el texto babilónico añade otro
importante detalle: el ataque sobre las ciudades cananeas no sólo pretendía
destruir los centros de apoyo a Marduk, sino que también pretendía destruir al
propio Nabu, que había ido allí en busca de asilo. Sin embargo, este segundo
objetivo no se alcanzó, pues Nabu se las ingenió para escapar a tiempo a una
isla del Mediterráneo, donde la gente le aceptó, aunque no era su dios:
Él [Nabu]
entró en el gran mar,
se sentó en
un trono que no era suyo
[porque] el
Ezida, su legítima morada, había sido arrasada.
El cataclismo que
asoló el Oriente Próximo de los tiempos de Abraham está mucho más detallado en La
Epopeya de Erra. Texto asirio, recompuesto en un principio a partir de los
fragmentos encontrados en la biblioteca de Assurbanipal en Nínive.
La Epopeya
de Erra no sólo explica la naturaleza y las causas del
conflicto que llevó a la liberación del Arma Definitiva contra unas ciudades
habitadas y al intento de aniquilar a un dios (Nabu) del que se creía que se ocultaba
allí. También deja claro que las extremas medidas no se tomaron a la ligera.
Los grandes dioses,
en aquellos tiempos de aguda crisis, estaban reunidos en continua Asamblea de Guerra, en comunicación
constante con Anu: Anu a la Tierra las
palabras hablaba, la Tierra a Anu las palabras pronunciaba.
La Epopeya
de Erra aporta información de que, antes de que se utilizaran
tan terribles armas, tuvo lugar un enfrentamiento más entre Nergal/Erra y
Marduk, en el cual Nergal utilizó diversas amenazas para persuadir a su hermano
de que dejara Babilonia y cediera en sus pretensiones de Supremacía.
No consiguió
persuadirle; y, de regreso a la Asamblea de los Dioses, Nergal recomendó el uso
de la fuerza para expulsar a Marduk. Por los textos sabemos que las discusiones
fueron acaloradas y ásperas; durante un
día y una noche, sin cesar prosiguieron. Una discusión especialmente
violenta se desató entre Enki y su hijo Nergal, en la cual Enki se puso de
parte de su hijo primogénito: Ahora que
el Príncipe Marduk se ha elevado, ahora que el pueblo por segunda vez ha
elevado su imagen, ¿por qué Erra sigue oponiéndose?, preguntó Enki. Al
final, tras perder la paciencia, Enki le gritó a Nergal que se apartara de su
presencia.
Enojado, Nergal
volvió a sus dominios. Consultando
consigo mismo, se decidió a soltar las terroríficas armas: Las tierras destruiré, las convertiré en un
montón de polvo; arrasaré las ciudades, las convertiré en desolación; aplanaré
las montañas, haré desaparecer a los animales; agitaré los mares, lo que se
mueve en ellos diezmaré; haré que se desvanezca la gente, sus almas se
convertirán en vapor; nadie será perdonado...
El texto conocido
como CT-XVI-44/46 narra como fue alertado Marduk por Gibil, cuyos dominios en
África eran adyacentes a los de Nergal. Este refiere los planes que tramaban. Era de noche, y los
grandes dioses se habían retirado para descansar. Fue entonces cuando Gibil estas palabras dijo a Marduk respecto a las
siete terroríficas armas que por Anu
fueron creadas;... La maldad de estas siete contra ti se están poniendo, le
dijo a Marduk.
Alarmado, Marduk le
preguntó a Gibil dónde se guardaban las terribles armas. Oh, Gibil, le dijo, esas
siete, ¿dónde nacieron, dónde se crearon? Al cual Gibil reveló que estaban
ocultas bajo el suelo:
Esas siete,
en la montaña moran,
en una
cavidad dentro de la tierra habitan.
Desde este
lugar, con resplandor saldrán,
de la Tierra
al Cielo, vestirán de terror.
Pero, ¿Dónde
exactamente estaba este lugar? Marduk preguntó una y otra vez; y todo lo que Gibil
le pudo decir fue que hasta a los dioses
sabios les es desconocido.
Marduk acudió a su
padre, Enki, con la temible noticia. En
la casa de su padre Enki entró. Enki yacía sobre el diván, en la cámara a
la cual se retiraba por la noche. Padre
mío, le dijo Marduk, Gibil me ha
dicho esto: la llegada de las siete [armas] ha descubierto. Tras contarle a
su sapientísimo padre las malas noticias, le urgió: ¡Hay que buscar su lugar, date prisa!
Los dioses no tardaron en volverse a reunir, pues ni
siquiera Enki conocía el emplazamiento exacto en el que se ocultaban las Armas
Definitivas. Pero, para su sorpresa, no todos los demás dioses quedaron tan
impactados como él. Enki se pronunció con fuerza contra la idea, urgiendo a que
se tomaran medidas para detener a Nergal, pues la utilización de las armas,
señaló, «desolaría las tierras, a la gente haría perecer». Nannar y Utu
vacilaron ante las palabras de Enki; pero Enlil y Ninurta estaban por la acción
decidida. Y así, con la Asamblea de los Dioses sumida en el desconcierto, se le
dejó la decisión a Anu.
Cuando por fin Ninurta llegó al Mundo Inferior con el
mensaje de lo decidido por Anu, se encontró con que Nergal ya había ordenado
cebar «las siete terroríficas armas» con sus «venenos» -sus cabezas nucleares.
Aunque en la Epopeya de Erra se
siguen refiriendo a Ninurta por el epíteto lshum («El Abrasador»), también se cuenta con gran detalle que
Ninurta le aclaró a Nergal/Erra que las armas sólo se podían utilizar contra
objetivos específicamente aprobados; que, antes de que se utilizaran, había que
avisar a los dioses anunnaki que hubiera en los lugares seleccionados y a los
dioses igigi que tripulaban la plataforma espacial y la lanzadera; y que, por
último, pero no menos importante, la humanidad tenía que ser perdonada, pues
«Anu, señor de los dioses, se compadece del país».
Al principio, Nergal se resistió a la idea de advertir
previamente a nadie, y el antiguo texto se extiende en relatar las duras
palabras que se cruzaron ambos dioses. Al final, Nergal accedió a advertir con
antelación a los anunnaki y a los igigi que tripulaban las instalaciones
espaciales, pero no a Marduk ni a su hijo Nabu, ni a los seguidores humanos de
Marduk. Entonces, Ninurta, intentando disuadir a Nergal de una aniquilación
indiscriminada, utilizó una argumentación idéntica a la que, en la Biblia, se
le atribuye a Abraham, cuando intentó que se perdonara a Sodoma:
Valeroso Erra,
¿Destruirías a los justos con los injustos?
¿Destruirías a los que han pecado contra ti
junto con aquéllos que no han pecado contra ti?
A través de la adulación, las amenazas y la lógica,
los dos dioses argumentaron a favor y en contra sobre la extensión de la
destrucción. Más que Ninurta, era Nergal el que se consumía en un odio
personal: «¡Aniquilaré al hijo, y dejaré que el padre lo entierre; después,
mataré al padre, y no dejaré que nadie lo entierre!», gritó. Con mucha
diplomacia, indicando la injusticia de una destrucción indiscriminada -y los
méritos estratégicos de una selección de objetivos-, Ninurta consiguió por fin
convencer a Nergal. «Escuchó las palabras pronunciadas por lshum [Ninurta]; sus
palabras le atraían como aceite fino». Accediendo a dejar sólo los mares, a
dejar fuera del ataque a Mesopotamia, modificó al fin sus planes: la
destrucción sería selectiva; el objetivo táctico consistiría en destruir las
ciudades donde pudiera ocultarse Nabu; el objetivo estratégico sería denegarle
a Marduk su mayor trofeo -el Espaciopuerto, «el lugar desde donde los Grandes
ascienden»:
Enviaré un
emisario de ciudad en ciudad;
el hijo,
semilla de su padre, no escapará;
su madre
dejará de reír...
no habrá
acceso al lugar de los dioses:
el lugar
desde donde los Grandes ascienden
arrasaré.
Cuando Nergal acabó de exponer sus planes de
destrucción del Espaciopuerto, Ninurta se había quedado sin palabras. Pero,
como otros textos afirman, Enlil aprobó el plan cuando se le expuso para que
tomara una decisión; y, al parecer, también lo hizo Anu. Sin perder más tiempo,
Nergal instó a Ninurta a ponerse en marcha:
Después, el
héroe Erra se adelantó a lshum,
recordando
sus palabras;
lshum
también salió,
de acuerdo
con la palabra dada,
con el
corazón en un puño.
Su primer objetivo era el Espaciopuerto, su complejo
de mando oculto en el «Monte Más Supremo» y las pistas de aterrizaje que se
extendían en la gran llanura adyacente:
lshum se
dirigió al Monte Más Supremo;
las Siete
Terroríficas, [armas] sin par,
le siguieron
por detrás.
El héroe
llegó al Monte Más Supremo;
levantó la
manoel
monte fue
aplastado;
la llanura
junto al Monte Más Supremo
arrasó
después;
en sus
bosques, no quedó en pie ni el tallo de un árbol.
Las Siete Terroríficas, [armas] sin par.
Y así, con un ataque nuclear, fue arrasado el
Espaciopuerto, aplastado el monte en el cual se ocultaban sus controles y
asolada la llanura en donde estaban las pistas... Fue una hazaña de
destrucción, según atestiguan las crónicas, la que llevó a cabo Ninurta
(lshum).
Entonces, llegó el turno de Nergal (Erra), para dar
salida a sus ansias de venganza. Guiándose desde la península del Sinaí hasta
las ciudades cananeas por la Calzada del Rey, Erra las arrasó. Las expresiones
utilizadas en la Epopeya de Erra son
casi idénticas a las utilizadas en el relato bíblico de Sodoma y Gomorra:
Entonces,
imitando a lshum, Erra siguió la Calzada del Rey.
Acabó con
las ciudades,
en
desolación las convirtió.
A las
montañas llevó el hambre,
hizo perecer
a los animales.
Los versículos que siguen pueden estar describiendo la
formación de la nueva extensión del Mar Muerto, por la ruptura de la costa
meridional, y la eliminación de toda la vida marina que había en él:
Él cavó a
través del mar,
lo dividió
en su totalidad.
Todo lo que
vive en él,
hasta los
cocodrilos
lo marchitó.
Como con
fuego abrasó a los animales,
sus cereales
convirtió en polvo.
(Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses
y Los Hombres, Pág. 146-147).
La Epopeya
de Erra narra los tres aspectos del acontecimiento nuclear: la destrucción del Espacio puerto
del Sinaí; la aniquilación
(arrasamiento en la Biblia) de las ciudades de la llanura del Jordán; y la
brecha del Mar Muerto que trajo como consecuencia su extensión por el sur.
El conocido K.5001,
publicado en Oxford Editions of Cuneiform Texts, vol. VI, resulta
valioso, debido a que está en original sumerio y, además, es un texto bilingüe
en el cual el sumerio va acompañado por una traducción, línea por línea, en
acadio. Indudablemente, es uno de los textos más antiguos sobre este tema; y,
por sus términos, da la impresión que sea éste u otro original sumerio similar
el que sirvió como fuente para el relato bíblico. Dirigido a un dios cuya
identidad no queda claro. El fragmento, dice:
Señor,
portador del Abrasador
que quema al
adversario;
que aniquiló
al país desobediente;
que marchitó
la vida de los seguidores de la Palabra Malvada;
que hizo
llover piedras y fuego sobre los adversarios.
El Texto de
Codorlaomor, que identifica a los dos dioses por sus epítetos como Ninurta
y Nergal, cuenta así:
Enlil, entronizado en la nobleza,
se consumía de furia.
Los devastadores sugirieron el mal de nuevo;
el que abrasa con fuego [Ishum/Ninurta]
y el del viento maligno [Erra/Nergal]
llevaron a cabo juntos su mal.
Los dos hicieron huir a los dioses,
les hicieron huir del abrasador.
El objetivo, de
donde hicieron huir a los dioses guardianes, era el Lugar de Lanzamiento:
Lo que se elevó hacia Anu
para lanzar hicieron que se marchitara;
hicieron desvanecerse su superficie,
su lugar desolaron.
Y así, el Espacio puerto,
el trofeo por el cual se habían llevado a cabo la Guerras de los Dioses, quedó arrasado;
el Monte en el que estaban alojadas las instalaciones de control fue aplastado;
las plataformas de lanzamiento se desvanecieron de la faz de la Tierra; y la
llanura cuyo duro suelo habían utilizado las lanzaderas como pista, fue arrasada,
no quedando ni un solo árbol en pie. Ya no se volvería a ver aquel gran lugar
nunca más... Pero la cicatriz que se hiciera sobre la faz de la Tierra aquel
terrible día ¡aun se puede ver en nuestros días!
Pero la cicatriz sobre la faz de la Tierra ¡aun se puede ver en nuestros
días!
Esta inmensa
cicatriz, sólo se pueden ver desde los cielos. Se reveló hace pocos años,
cuando los satélites comenzaron a fotografiar la Tierra. Es una cicatriz que
los científicos aún no han encontrado una explicación.
Desde esta gran
llanura de la península del Sinaí, cuyo duro suelo sirvió de escenario para
algunas batallas de tanques en la
historia reciente, se pueden ver en la distancia las montañas que la rodean y
le dan su forma ovalada. Las montañas de caliza se ciernen blanquecinas sobre
el horizonte, pero allá donde la gran llanura central se une con la inmensa
cicatriz del Sinaí, el tono de la llanura -negro- crea un fuerte contraste con
la blancura de los alrededores.
El negro no es un
tono natural en la península del Sinaí, donde la blancura de la caliza y el
tono rojizo de la arenisca se combinan para fascinar la mirada con tonos que
van del amarillo brillante al gris claro y el marrón oscuro, pero no el negro,
que llega a la naturaleza a través del basalto.
Sin embargo, aquí,
en la llanura central, al nor-noreste de la enigmática y gigantesca cicatriz,
el color del suelo es negro, a causa de millones y millones de pedazos de roca
ennegrecida, esparcidas como por una mano gigante por toda la región.
No se ha dado
ninguna explicación para tan colosal cicatriz sobre la superficie de la
península del Sinaí, desde que fuera observada desde los cielos y fotografiada
por los satélites de la NASA. No se ha dado ninguna explicación para los
pedazos de roca ennegrecida que se esparcen por esta zona en la llanura
central. Ninguna explicación, a menos que uno lea los versículos de los textos
antiguos y acepten la conclusión de Zecharia que, en tiempos de Abraham, Nergal
y Ninurta barrieron el Espacio puerto que había allí con sus armas nucleares: Lo que se elevó hacia Anu para lanzar,
hicieron que se marchitara; hicieron desvanecerse su superficie, su lugar
desolaron.
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