La ENCÍCLICA “ECCLESIAM” del Papa
Pío VII dado el 13 de Septiembre de 1821 ratifica las dos encíclicas
anteriores y comprende también a los “carbonarios” como enemigos de la Iglesia
Católica.
El Papa León XII el 13 de marzo de 1826 da la CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
“QUO GRAVIORA” que dice: “Nosotros
condenamos particularmente y declaramos nulos los juramentos impíos y culpables
por los cuales aquéllos que ingresando en esas sociedades, se obligan a no
revelar a ninguna persona lo que ellos tratan en las sectas y a condenar a
muerte los miembros de la sociedad que llegan a revelarlo a los superiores
eclesiásticos o laicos. ¿Acaso no es, en efecto, un crimen el
tener como un lazo obligatorio un juramento, es decir un acto debido en
estricta justicia, que lleva a cometer un asesinato, y a despreciar la
autoridad de aquellos que, teniéndola carga del poder eclesiástico o civil,
deben conocer todo lo que importa a la religión o a la sociedad, y aquello que
puede significar un atentado a la tranquilidad? Los Padres del Concilio de Letrán han
dicho con mucha sabiduría: “que
no puede considerarse como juramento, sino como perjurio, en todo aquel que ha
realizado una promesa en perjuicio de la Iglesia y con las reglas de la
traición”...”.
Además exhorta: “En
fin, Nos dirigimos con afecto a aquellos que, a pesar de las luces recibidas y
la parte que ellos han tenido como don
celestial y por gracia del Espíritu Santo, han tenido la desgracia de dejarse
seducir y de entrar en estas asociaciones, sea en los grados inferiores, sean
en los grados mas elevados. Nosotros que ocupamos el lugar de Aquél que ha
dicho que no ha venido para llamar a los justos sino a los pecadores, y que se
comparó al pastor que, abandonando el resto del rebaño, busca con inquietud la
oveja que se había perdido, y los apresuramos y rogamos para retornar a
Jesucristo. Sin duda, ellos han cometido un gran crimen; sin embargo no deben
desesperar de la misericordia y de la clemencia de Dios y de su Hijo
Jesucristo; que vuelvan a los caminos del Señor. El no los rechazará, sino que
a semejanza del padre del hijo pródigo, abrirá sus brazos para recibirlos con
ternura. Para hacer todo lo que esta en nuestro poder, y para hacerles más
fácil el camino de la penitencia, suspendemos, durante el término de un año, a
partir de la publicación de estas Letras Apostólicas, la obligación de
denunciar a sus hermanos, y declaramos que pueden ser absueltos de las censuras
sin igualmente denunciar sus cómplices, por cualquier confesor aprobado por los
Ordinarios”.
El Papa Pío VIII el 24 de mayo de 1829 da la ENCÍCLICA “TRADITI” en ocasión de la toma de posesión del
Pontificado, en la que renueva los anatemas pronunciados por sus predecesores
contra las sociedades secretas. En el presente caso, la indignación de Pío
VIII, lo fuerza a usar vehementes términos contra la sociedad secreta que
expresamente condena, la llamada Universitaria, por la cual, “maestros infames,
depravaban a la juventud italiana”.
“Entre esas sociedades secretas hemos
de hablaros de una constituida recientemente, cuyo objeto es corromper las
almas de los jóvenes que estudian en las escuelas y en los liceos. Como es
sabido que los que estudian en las escuelas y en los liceos. Como es sabido que
los preceptos de los maestros sirven en gran manera para formar el corazón y el
entendimiento de los discípulos, se procura por toda clase de medios y de
amaños dar a la juventud maestros depravados que los conduzcan a los caminos de
Baal, por medio de doctrinas contrarias a las de Dios, y con cuidado asiduo y
pérfido, contaminen por sus enseñanzas, las inteligencias y los corazones de
aquellos a quienes instruyen.
De ello resulta que estos jóvenes caen
en una licencia tan lamentable que llegan a perder todo respeto por la
religión, abandonan toda regla de conducta, menosprecian la santidad de la
doctrina, violan todas las leyes divinas y humanas, y se entregan sin pudor a
toda clase de desórdenes, a todos los errores, a toda clase de audacias; de
modo que bien puede decirse de ellos con San León el Grande: “Su ley es la mentira; su Dios el
demonio, y su culto el libertinaje”.
Alejad, Venerables Hermanos, de
vuestras diócesis todos estos males, y procurad por todos los medios que estén
en vuestra mano, y empleando la autoridad y la dulzura, que los hombres distinguidos
tanto en las ciencias y letras, como por su pureza de costumbres y por sus
religiosos sentimientos, se encarguen de la educación de la juventud.
Velad acerca de los dicho,
especialmente en los seminarios, cuya inspección os concedieron los Padres del
concilio de Trento (Sesión XXV, capítulo VIII, de Reformat), puesto que de
ellos han de salir los que perfectamente instruidos en la disciplina cristiana
y eclesiástica y en los principios de la sana doctrina, han de demostrar con el
tiempo hallarse animados de tan grande espíritu religioso en el cumplimiento de
su divino ministerio, poseer tan grandes conocimientos en la instrucción de los
pueblos, y tanta austeridad de costumbres, que han de hacerse agradables a los
ojos del que esta allá arriba, y atraer por medio de la palabra divina a los
que se aparten de los senderos de la justicia.
Esperamos de vuestro celo por el bien
de la Iglesia que procuréis obrar con acierto en la elección de las personas
destinadas a cuidar de la salvación de las almas. En efecto, de la buena
elección de los párrocos depende principalmente la salvación del pueblo, y nada
contribuye tanto a la perdición de las almas como confiarlas a los que
anteponen su interés al de Jesucristo, o a personas faltas de prudencia, las
cuales, mal instruidas en la verdadera ciencia, siguen todos los vientos y no
conducen a sus rebaños a los saludables pastos que no conocen o desprecian.
Como aumenta día a día de un modo
prodigioso el número de esos contagiosos libros, con cuyo auxilio las doctrinas
impías se propagan como la gangrena en todo el cuerpo de la Iglesia, es preciso
que veléis por vuestro rebaño, y que hagáis todo lo posible para librarlos del
contagio de esos malos libros, que de todos el más funesto. Recordad a menudo a
las ovejas de Jesucristo que os están confiadas, las máximas de nuestro santo
predecesor y bienhechor Pío VII, a saber: “que sólo deben tener por saludables
los pastos adonde los guíen la voz y la autoridad de Pedro, que solo han de
alimentarse de ellos, que miren como perjudicial y contagioso lo que dicha voz
les indique como tal, que se aparten de ello con horror, y que no se dejen
halagar por las apariencias ni engañar por atractivos...”
ENCÍCLICA
QUI PLURIBUS
del Papa Pío IX, dado el 9 de setiembre de 1826: “Sabemos, Venerables Hermanos, que en
los tiempos calamitosos que vivimos, hombres unidos en perversa sociedad e
imbuidos de malsana doctrina, cerrando sus oídos a la verdad, han desencadenado
una guerra cruel y temible contra todo lo católico, han esparcido y diseminado
entre el pueblo toda clase de errores, brotados de la falsía y de las
tinieblas. Nos horroriza y nos duele en el alma considerar los monstruosos
errores y los artificios varios que inventan para dañar; la insidias y
maquinaciones con que estos enemigos de la luz, estos artífices astutos de la
mentira se empeñan en apagar toda piedad, justicia y honestidad; en corromper
las costumbres; en conculcar los derechos divinos y humanos, en perturbar la
Religión católica v la sociedad civil, hasta, si pudieran arrancarlos de raíz.
Porque sabéis, Venerables Hermanos, que
estos enemigos del hombre cristiano, arrebatados de un ímpetu ciego de alocada
impiedad, llegan en su temeridad hasta a enseñar en público, sin sentir
vergüenza, con audacia inaudita abriendo
su boca y blasfemando contra Dios, que son cuentos inventados por los
hombres los misterios de nuestra Religión sacrosanta, que la Iglesia va contra
el bienestar de la sociedad humana, y que aún se atreven a insultar al mismo
Cristo y Señor. Y para reírse con mayor facilidad de los pueblos, engañar a los
incautos y arrastrarlos con ellos al error, imaginándose estar ellos solos en
el secreto de la prosperidad, se arrogan
el nombre de filósofos, como si la filosofía, puesta para investigar la
verdad natural, debiera rechazar todo lo que el supremo y clementísimo Autor de
la naturaleza, Dios, se dignó, por singular beneficio y misericordia,
manifestar a los hombres para que consigan la verdadera felicidad”.
El
Papa Pío
IX a través del QUIBUS QUANTISQUE... (Pronunciada en Gaeta el 20 de abril de 1849) dice: “Nadie desconoce cuántas Sociedades
Secretas, cuántas Sectas crearon, establecieron y designaron bajo diversos
nombres y en distintas épocas, estos propagadores de dogmas perversos, deseando
así insinuar con más eficacia en las inteligencias, sus extravagancias, sus
sistemas y el furor de sus pensamientos, corromper los corazones sin defensa, y
abrir a todos los crímenes el camino ancho de la inmunidad.
Estas Sectas abominables de perdición,
tan fatales para la salvación de las almas como para el bien y la tranquilidad
de la sociedad temporal, fueron condenadas por los Pontífices Romanos Nuestros
antecesores. A Nos mismo nos han causado constantemente horror estas Sectas.
Nos las hemos condenado con Nuestra Carta Encíclica del 9 de noviembre de 1946,
dirigida a todos los Obispos de la Iglesia Católica, y hoy, una vez más, en virtud de Nuestra Suprema Autoridad Apostólica,
las condenamos, las prohibimos y las proscribimos... “
Posteriormente Pío IX en su ALOCUCIÓN
CONSISTORIAL (Pronunciada
el 9 de diciembre de 1854, al día siguiente de la solemne definición del dogma
de la Inmaculada Concepción), manifiesta: “Nos,
hemos siempre de gemir sobre la existencia de una raza impía de incrédulos que
quisieron exterminar el culto religioso, si ello les fuese posible; y hay que
sumar a éstos, sobre todo a aquellos
afiliados de las Sociedades Secretas, quienes, ligados entre sí por un pacto
criminal, no descuidan ningún medio para trastornar a la Iglesia y al Estado por
la violación de todos los derechos. Sobre ellos recaen por cierto estas
palabras del Divino Reparador: «Sois los hijos del demonio y queréis hacer las
obras de vuestro padre»...”
Nuevamente Pío IX en su ALOCUCIÓN CONSISTORIAL, pronunciada en Roma, el 25 de septiembre de 1865, argumenta
que: “La Secta masónica de la que
hablamos no fue ni vencida ni derribada: por el contrario, se ha desarrollado
hasta que, en estos días difíciles, se muestra por todas partes con impunidad y
levanta la frente más audazmente que nunca. Por tanto hemos juzgado necesario
volver sobre este tema, puesto que en razón de la ignorancia en que tal vez se
está de los culpables designios que se agitan en estas reuniones clandestinas,
se podría pensar equivocadamente que la naturaleza de esta sociedad es
inofensiva, que esta institución no tiene otra meta que la de socorrer a los
hombres y ayudarlos en la adversidad; por fin, que no hay nada que temer de
ella en relación a la Iglesia de Dios.
Sin embargo, ¿quién no advierte cuánto
se aleja semejante idea de la verdad? ¿Qué pretende pues esta asociación de
hombres de toda religión y de toda creencia? ¿Por qué estas reuniones
clandestinas y este juramento tan riguroso exigido a los iniciados, los cuáles
se comprometen a no revelar nada de lo que a ellas se refiera? ¿Y por qué esta
espantosa severidad de los castigos a los cuales se someten los iniciados, en
el caso de que falten a la fe del juramento?
Por
cierto tiene que ser impía y criminal una sociedad que huye así del día y de la
luz; pues el que actúa mal, dice el Apóstol, odia la luz.”
Y en esta alocución nuevamente condena a la
masonería: “por Nuestra autoridad apostólica, reprobamos y condenamos
esta Sociedad masónica y las demás del mismo tipo que, aunque
difieran en apariencia se forman todos los días con la misma meta , y
conspiran, ya abiertamente, ya clandestinamente, contra la Iglesia o los
poderes legítimos; y ordenamos a todos los Cristianos, de toda condición, de
todo rango, de toda dignidad y de todo país, bajo las mismas penas
especificadas en las Constituciones anteriores de Nuestros antecesores,
considerar estas mismas Sociedades como proscriptas y reprobadas por Nos.
Ahora, para satisfacer los votos y la solicitud de Nuestro corazón paternal, no
Nos queda más que advertir y exhortar a los fieles que se hubieran asociado a
Sectas de este tipo, que obedezcan a inspiraciones más sabias y abandonen estos
conciliábulos funestos para que no sean arrastrados al abismo de la ruina
eterna”.
tomado de: http://es.scribd.com/doc/92378391/Herbert-Ore-Masoneria-Origen-y-Desarrollo
(*) Herbert Oré Belsuzarri, es un destacado escritor masón de la República del Perú. Tiene publicado muchos trabajos de interés masónico.
tomado de: http://es.scribd.com/doc/92378391/Herbert-Ore-Masoneria-Origen-y-Desarrollo
(*) Herbert Oré Belsuzarri, es un destacado escritor masón de la República del Perú. Tiene publicado muchos trabajos de interés masónico.
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