El G.A.D.U. como Símbolo
Supremo del R.E.A.A.
MIGUEL A. SÁNCHEZ MARTÍN
Desde sus
orígenes la Masonería está vinculada a un principio espiritual: EL GRAN
ARQUITECTO DEL UNIVERSO, símbolo de carácter indefinido y abierto, pero
imprescindible para el mantenimiento del carácter iniciático de la tradición
Masónica.
El GADU, es
en la tradición masónica mayoritaria, la fórmula simbólica del logos, y como
fórmula simbólica supone impregnaciones míticas de lectura y textura abierta: “
El logos es el fundamento mismo de todos los símbolos y de la acción simbólica;
el logos es el símbolo por antonomasia, el paradigma de los símbolos; el logos
es la reunión de los símbolos en su unidad, aquello por lo que hay símbolos, de
igual manera que las letras del libro están reunidas en ese mismo libro y desde
él narran y dicen las cosas del mundo”.
La idea del
GADU, desde el punto de vista del método masónico, no es una idea de algo, sino
una idea para algo. Es un símbolo hacia la transcendencia que llama a una libre
interpretación y no a ser tomado como una revelación. En el momento en el que
la logia diera una definición obligatoria de ese símbolo rompería el pacto
metodológico que el rito masónico impone y convertiría a la logia en una
entidad de tipo religioso.
Debe
observarse que ese método Masónico, no es sino un método, un catalizador, es la
piedra de toque que decanta lo que hay en cada uno de nosotros, es como una
TRAMA INCOMPLETA, que cada masón debe completar. La logia mediante el rito
actúa en el colectivo común, que permite el sentido de unión, de fraternidad,
de afecto, de intuitiva comprensión mutua, de solidaridad.
Algunos
autores masónicos han tratado de explicar el concepto de GADU mediante una
oposición entre deísmo y teísmo y, más específicamente, entre la
religión natural y la religión revelada. La corriente deísta, que surge a
principios del siglo XVII, alcanzó gran predicamento en el curso del mismo y
del siglo XVIII. Mientras el teísmo se basa en la creencia en Dios como Creador
y Supremo Rector del mundo, en el cual la presencia del mal es siempre
justificada como necesaria, el deísmo reconoce la existencia de Dios
como creador de la armonía y maravilla del universo, pero lo excluye de la
vida espiritual e histórica del hombre, sumergida en el mal y en el pecado.
Por otra
parte, la singularidad del concepto de GADU reside en las escasas notas que se
le adscriben; es decir, sus cualidades o atributos propios, mucho menos
explícitos que en la religión revelada e incluso natural: apenas una velada
alusión, también simbólica, a su carácter de Gran Arquitecto, herencia de y
concesión a una Orden de Constructores, o su intrínseca libertad.
Lo único que
no puede admitir la concepción escocista es el ateísmo. Las Constituciones de
1723, cuya redacción se debió esencialmente a los pastores Anderson y
Desaguiliers, y que constituyen la carta mayormente reconocida de la Masonería Especulativa, puntualizan en su
artículo primero:“Un masón tiene la obligación de obedecer la ley moral y,
si entiende bien el Arte (Real), no será jamás un ateo estúpido ni un libertino
irreligioso”.
Aceptando el
contenido del aserto, si bien no su forma despectiva, creemos lo siguiente:
1. En la línea del espíritu que caracteriza al escocismo, al designar a la
Divinidad con ese concepto fundamental de GADU, señalado por Anderson,
se evoca un Principio de Orden regulador del mundo
manifestado. Según la Tradición, constituye la clave del rito que trabaja para
glorificarle, lo que significa que el escocismo
rinde un homenaje de respeto y admiración al Ser Supremo, sin jamás tratar de
defi- nirlo, y dejando a cada Hermano adoptar su propia concepción al respecto;
siendo admitido que la práctica escrupulosa de los rituales, el estudio del
simbolismo, el trabajo y la intuición personal -fuera de todo dogma- son los
únicos medios de acceso al contenido iniciático de la Orden.
2. Para el masón escocista, el GADU es el Ser Supremo
por excelencia, pero ningún dogma teológico ni tendencia filosófica alguna debe
estarle adjudicado.
3. El símbolo del GADU – el más amplio y universal de los
símbolos masónicos no está unido a ninguna creencia colectiva, sea de la índole
que fuere, y expresa, por consiguiente, la fe o convicción individual del masón
y su adhesión a la total libertad conciencia, por más variadas, dispares
y aún opuestas, que dichas visiones sean entre sí.
Hay quienes
lo conciben como la ley que rige la materia, donde los hombres no pueden
percibir más que las manifestaciones sensibles; en este caso el universo
visible, donde él sería el Principio Conductor y Conservador, o la Divinidad en
estado de manifestación. Otros lo consideran como el Organizador, el
Geómetra, la fuerza ordenatriz que lucha contra el caos y lo substituye por la
armonía; es decir como un principio generador de orden.
Otros aún,
tal vez la mayoría, lo conciben como un Dios Creador, principio de
la existencia, ya sea el Dios de las religiones reveladas o el más elusivo y
abstracto Dios de los filósofos. Pero en todo caso, se lo sitúa de
una forma natural en el cuadro del ámbito iniciático, sobre un plano ideal, ya
sea trascendiendo al mundo o siendo de algún modo inmanente a él, pero siempre
como un símbolo que exalta los valores espirituales más altos, dando el tenor
de lo sagrado y conduciendo el viaje a lo invisible. Como decía Voltaire
en sus Diálogos Filosóficos: “Este Arquitecto del Universo, si es
visible a nuestro espíritu y al mismo tiempo incomprensible, ¿cuál es su
morada?; ¿desde qué cielo, desde qué refugio envía él sus eternos decretos a
toda naturaleza? Yo no sé ni entiendo nada, pero sé que toda la naturaleza le
obedece”
Desde un
ángulo similar, admite Descartes en sus Meditaciones: “Se encuentra en
Dios una infinidad de cosas que no puedo abarcar ni entender, pues su naturaleza
es infinita y la mía está cerrada y acotada, por lo que no puedo comprender…”
En lo que
atañe al Volumen de la Ley Sagrada, la postura del escocismo
es igualmente clara: este libro (las Sagradas Escrituras), constituye la
Primera de las Tres Grandes Luces del R.E.A.A.; no sólo como
expresión simbólica de la voluntad divina, sino como símbolo de la más alta
espiritualidad humana.
Este es,
asimismo, el mejor testimonio de la capacidad del Rito Escocés Antiguo y Aceptado de
practicar una verdadera tolerancia activa, también en el campo metafísico. Es
un regreso a las fuentes desde el punto de vista hermenéutico, y el funda-
mento de la Regularidad de los masones escocistas.
Cabe destacar
aquí otra recomendación del Convento de Lausana: “A los hombres para
los que la religión es la consolación suprema, la Masonería les dice:
cultivad sin obstáculo vuestra religión, seguid las aspiraciones de vuestra
conciencia; la Masonería no es una religión, no tiene un culto, su doctrina se
encierra completamente en esta bella prescripción: Ama a tu prójimo como a
ti mismo”. El mismo proverbio del Rabí Hilel y de Jesús de Nazaret.
Ahora bien,
en el Manifiesto, se declara: “Para revelar al hombre a sus propios
ojos, para hacerlo digno de su misión sobre la tierra, la Masonería postula el
principio de que el Creador Supremo ha dado al hombre, como bien más preciado,
la Libertad, patrimonio de la Humanidad entera, don que ningún poder tiene el derecho
de suprimir o coartar, y que es la fuente de sentimientos de honor y dignidad”.
Este concepto de libertad, es, a mi juicio, el principio básico de la filosofía
ecléctica masónica.
La
masonería ha llevado el concepto de libertad a la esencia espiritual y ha dado una forma accesible a la misma, al colocarla en el plano
de la virtud. Esa libertad, inherente al individuo, también es considerada por
la Orden como materia prima fundamental de su evolución. Por ello, no sólo
debemos hablar de una libertad institucional y política, o recordar el trilema
masónico “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, porque sería un enfoque
parcial. Debemos, a nuestro juicio, considerar a la libertad también desde un
punto de vista existencial y trascendental; y es allí donde la visión masónica
se vuelve sutil y subjetiva, porque, como se ha dicho, “la Masonería es
un estado del alma”.
La libertad
es también del tenor de la existencia, es la palanca -para usar otro símbolo
masónico- con la cual se capta la trascendencia, tanto humana (libertad y
eternidad del alma), como divina: Dios es libre, y esta libertad dual, para mí,
es la que da sentido a la idea de la “imagen y semejanza”, la “imago
dei” del Libro del Génesis. Ya la filosofía medieval nos
advertía que, en el saber, todavía no somos libres; pero señalaba que sin
la perpetua búsqueda del conocimiento no hay libertad. De esta libertad, y
de una aplicación consciente del libre albedrío bajo el respeto de la ley, es
de donde emana el orden. Sin orden no hay libertad, sino caos y libertinaje; a
la vez, paradójicamente, el orden surge sólo donde hay libertad, tanto a nivel
humano como cósmico: Ordo ab Chao.
Muchas
personas confunden el Gran Arquitecto del Universo con cualquiera de las
individualidades demiúrgicas que han colaborado de forma activa como construc-
tores del Universo. Ángeles en sus diversas jerarquías, dioses, arcontes,
demians, eones, héroes, humanos…
Cuando
denominamos al supuesto Gran Arquitecto del Universo con
cualesquiera de los nombres con que la humanidad material lo ha conocido,
léanse Jehová, Alá, el Desconocido, Ishtar o Moloch, tan solo
mostramos lo poco o mucho que conocemos de él; siendo esto siempre, una porción
minúscula e infinitesimal; dado que El Gran Arquitecto del Universo lo
trasciende todo, que engloba a todos los Demiurgos
creadores, a todas las potencias constructoras y directoras así como a las
jerarquías arcangélicas o arcónticas; pero también a las partículas más
diminutas de la creación como los neutrinos, electrones, supuestos taquiones y
bosones de Higgs.
El
Gran Arquitecto, su esencia, está contenido en todo lo que existe,
desde las infinitesimales y caóticas partículas cuánticas hasta los inmensos
campos de Higgs, supuesto espacio vacío cargado de Éter,
que hay entre los diversos cúmulos este- lares.No podemos ni debemos caer en el
error de creer que el Gran Arquitecto, el Gran Diseñador no
lo olvidemos nunca, es uno de los simples constructores es- telares o un Administrador
de sus Leyes.
Es un error
creer que el Gran Arquitecto del Universo vive fuera de
nosotros y es un Ser extraño al Ser Humano. El Gran Arquitecto forma
parte de nuestra programación genética. Todo ha sido diseñado por él y nosotros
también; pero el está en la esencia de nuestro diseño. Somos parte de él como
los dedos forman parte de nuestras manos y nuestras manos son consustanciales
con el resto del cuerpo material que sustenta a nuestro espíritu. El
auténtico creador está en todo y lo es todo.
¿Cómo podemos
conocer que una supuesta divinidad no es el Gran Arquitecto del Universo? Dado
que el Gran Arquitecto del Universo es la Unidad de la cabeza del compás no
puede existir dualidad en él y por ello tampoco puede existir controversia u
error de duplicidad, triplicidad o multiplicidad.
El
Gran Arquitecto del Universo lo es
en tanto en cuanto imagina un entorno de creación multidimensional; pero deja
de serlo en cuanto entra en su propia creación y se disgrega en cuasi infinitas
partículas. Es entonces, al identificarse el Diseñador con su Creación, cuando
empiezan a tomar el relevo de la función, ahora constructora, losMaestros
Constructores, eones y demiurgos. El Gran Arquitecto lo es mientras su
manifestación no excede del Pleroma o unidad primordial de la
que surgen el resto de los elementos que existen, es decir, la plenitud,
mientras no excede de sí mismo; pero cuando se disgrega en partículas
previamente organizadas mentalmente, de algún modo, se transforma en sus
propias criaturas preprogramadas con anterioridad al Verbo creador.
El
Gran Arquitecto del Universo nunca
podrá dirigir un ejército para luchar contra ¿Quién? Contra sí mismo. Del Gran
Arquitecto del Universo, del Todo, del Pleroma es de donde todo ha emanado
y su esencia es Amor unificador nunca separador. Ninguna criatura de este
Universo o de otros de las múltiples dimensiones existentes podrá invocar jamás
su nombre para luchar por una determina da causa, dentro del plano material y
si así se hiciera, podemos estar seguros que ese Ser, esa Entidad solo es un
Dios menor, nunca el Ser Supremo, independientemente de que usemos el nombre
del Gran Arquitecto del Universo, Jehová, Alá u otros para
referirnos a él.
Es por dicha
causa que aunque se utiliza el nombre del Gran Arquitecto del Universo como
sinónimo de cualquiera de las denominaciones del Dios monoteísta,
esto solo es cierto en unos ciertos niveles de consciencia. En cuanto el Ser
Humano despierta en sí mismo la consciencia espiritual divina, propia del Gran
Arquitecto del Universo, comienza a vislumbra la auténtica Verdad y es: Que
a todo aquello que anteriormente denominaba como Dios no eran más que imágenes
idolátricas, supuestamente objetivas, de algo mucho más abstracto, subjetivo y
de lo que jamás pudo entender por no estar investido de la metanoia o
transformación a través de la revelación divina.
El
Gran Arquitecto del Universo no
tiene hijos más queridos e hijos menos queridos, jamás tuvo un pueblo elegido y
no puede ser puesto como causa para declarar la guerra a nuestros vecinos
infieles o gentiles.
El Multiverso es
como un gigantesco holograma que contiene en sí los múltiples hologramas que
son los universos individuales y en sí, estos universos, contienen a todas y
cada una de sus partículas; pero lo curioso del asunto es que el conjunto del
Holograma se encuentra íntegro en el interior de la más diminuta de sus
partículas.
Teóricamente,
con la partícula cuántica más diminuta y aún no descubierta por los científicos
se podría reconstruir todo lo que existió o existe hasta llegar a la totalidad
del Universo conocido, delMultiverso desconocido, del propio e
inalcanzable Pleroma y del Propio Arquitecto del Universo. Es
decir, el Gran Arquitecto del Universo está pleno y latente en
nosotros mismos, independientemente de que se encuentre dormido o consciente y
en activo. Todas las cosas se encuentran en el Todo y el Todo se encuentra
contenido en lo más diminuto.
“El
Gran Arquitecto del Universo no pide para sí adoración sino simple Trabajo para
conseguir el cumplimiento de la Obra Total y de la cual, cada uno poseemos,
dentro de nosotros, una porción de ella y a la que venimos a denominar como
Destino”.
El Arquitecto
que diseñó el Escenario de la Vida acabó su trabajo con ese
simple acto de emitir su orden y al que se conoce como Verbo Creador. Una vez
que las fuerzas creadoras se disgregaron dentro de la creación y empezaron a
tomar su cometido en la función, el Arquitecto descansó; como cualquier
Arquitecto de nuestro mundo acabaría su trabajo con la entrega de los planos al
Maestro de Obra para que ponga a los albañiles a trabajar en la construcción del
Proyecto.
El Gran
Arquitecto funciona como una Luz interior dentro de los Maestros y operarios
diciéndoles qué es lo que ha podido salir mal y qué es lo que deberán de
corregir. Si los artesanos no están suficientemente instruidos no podrán
comprender esa voz interior que les indica lo que deben de hacer. De ahí la
importancia que se concede a “la instrucción” en nuestros talleres: sin ella el
masón no podrá trabajar para contribuir al cumplimiento de la Obra Total en la
porción que le corresponde, no podrá“cumplir su Destino”. Quizás al
finalizar el hombre el periodo vital asignado sin cumplir su destino no pueda
integrarse en la esencia del G.A.D.U. y… ¿necesite una nueva “oportunidad”?
¿Es la denominada “reencarnación” una vía de
perfeccionamiento?.
La Masonería
como tal carece de un discurso propio y específico sobre Dios, de una metafísica
o una teología particular, y de cualquier otra ideología al respecto. No porque
sea agnóstica, sino porque intenta no ser dogmática. Deja libre a cada masón
para introducir su concepción de la Divinidad o de la Naturaleza dentro de la
elástica fórmula de Gran Arquitecto del Universo.
Esto es
fundamental para una institución iniciática como la Masonería, donde sus
miembros se dedican a la búsqueda de la verdad y no creen en las verdades
reveladas. Los Masones tampoco se dedican a la contemplación pasiva del
bien, sino que combaten cotidianamente las cosas que creen equivocadas,
tarea que requiere de la plena libertad de conciencia del hombre.
El símbolo
del G.·.A.·.D.·.U.·.no está unido a ninguna creencia y expresa la
fe del masón en la total libertad de conciencia. Se sitúa, para el iniciado,
sobre un plano ideal trascendiendo al caos,exaltando los valores
espirituales más altos, dando el gusto por lo sagrado y conduciendo el
viaje hacia lo invisible.
El
Gran Arquitecto del Universo no es
la expresión de un dogma, es el símbolo donde convergen todas las creencias y
puede ser aceptado por todos los Masones, sin distinción de opiniones
filosóficas, o creencias religiosas. Lo importante no es creer en el símbolo,
sino comprenderlo. El símbolo es un vehículo de conocimiento y no un objeto
de culto. No hay que confundir el “Símbolo”con lo que simboliza.
La Masonería
pone a nuestra disposición ese conjunto de letras, cada una seguida de la
trilogía punteada y en un or- den bien determinado como una FORMULA DE
RESPETO, EQUIVALENCIA y UNIÓN de todas las ideas y creencias que cada
Masón tiene del ori- gen, del ser y del destino de lo existente.
Están
insertas en esa fórmula Universal todas las ideas y creencias de los humanos.
Esto es lo que encierra esa fórmula y símbolo iniciático que nuestra orden
guarda, alza, desarrolla y universaliza para quienes logran descifrar los
misterios que nos llaman del mediodía a medianoche a trabajar A
L.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.·.que sin ser un Dios los involucra a todos, como la
más elevada idea del Arte Real.
“ Es en la
formula G.·.A.·.D.·.U.·.que se reflejan esas ideas y creencias surgidas todas
ellas de una revisión de nuestro pasado profano, valoración y renacimiento de
nuestras ideas en el presente y de la concepción intima del origen del ser y
destino de todo lo existente, incluido lo que es y lo que no es. En este
espíritu, los masones podemos continuar, sin restricciones, trabajando A
L.·.G.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.”
Creo que la
masonería nos dice que Dios existe. Podrá ser como causa primera, como
principio generador, o como sea que lo percibamos o conceptualicemos. Podrá ser
de manera deista, teísta o panteísta. Sin embargo, creo que la masonería no
dice que Dios debe ser judío, cristiano o musulmán, simplemente nos dice que
hay Dios, y que cada cual debe tratar de descubrirlo a su modo y según sus
conceptos y maduración de conciencia.
Desde que la
oí por primera vez, en mi adolescencia, creo firmemente que la mejor definición
de Dios es la que Él da de sí mismo: “SOY EL QUE ES”. Es decir,
principio y fin de todas las cosas, alfa y omega, nada es extraño a su esencia
porque fuera de ella nada puede existir, es la palabra, el logos. Lo que
tomamos, en nuestra limita- ción por “infinito” y “eternidad” cuando
su realidad es la “indefinidad temporal” y la “indefinidad
espacial”. Sólo una parte de su esencia, la Creación, se desarrolla en el
infinito y en la eternidad. Nosotros confundimos la parte con el todo porque
éste no cabe en nuestra imaginación.
El lema de
los Supremos Consejos, “Deus Meumque Ius”, muestra la relación
reconocida por elRito Escocés Antiguo y Aceptado, entre Dios y el
Hombre, sin querer imponer este último, en su calidad de masón, ninguna otra
vía que la elegida por su conciencia, que es su límite.
La posición
oficial del Escocismo, está perfectamente definida. No ha variado
jamás, ofreciendo una concepción del G.·.A.·.D.·.U.·.a la vez más amplia y más
restringida que la del Dios de las diferentes religiones.
BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA
Espiritualidad
y Masonería, Jorge E. Sanguinetti, Ed. Kier, 2007
La Masonería,
Amando Hurtado, Editorial Nomos, 2002
Autor: Miguel
A. Sánchez
Príncipe del
Tabernaculo 24º
http://www.diariomasonico.com/planchas/el-gadu-como-simbolo-supremo-del-reaa
Revista Zenit N° 38
http://www.scg33esp.org/actualidad/descarga/n38-GADU_Simbolo.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario