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domingo, 25 de mayo de 2014

LAS PUERTAS SOLSTICIALES DEL INCA (1 de 3).

LAS PUERTAS SOLSTICIALES DEL INCA (1 de 3).

Antes de la llegada de los europeos a Sudamérica, las culturas y pueblos que vivían en él se desarrollaron libres de cualquier injerencia exógena, así las diferentes culturas que darán origen posterior al imperio de los incas vivían su propia realidad, ideología y religión. Todas ellas aportaron lo mejor de sí, en una amalgama socio cultural producto de sus conflictos internos cuyo foco civilizatorio más antiguo es Caral (3,000 a.C), seguido de otras culturas como: Chavín (2,000 a.C.), Tiahuanaco (1,500 a.C.), Paracas (400 a.C.), Nazca (100 d.C.), Moche (100 d.C.), Wari (600 d.C.), Sican (700 d.C.), Chimú (1,200 d.C.), y paralelo a este desarrollo se fue difundiendo la religión de la deidad más importante de esta parte del continente: Viracocha, el creador del mundo, creador del Sol y la Luna.

Viracocha era conocido con distintos nombres así tenemos: Wiracocha, Kon Ticsi Wiracocha, Pachayachachi, Qon Raya Wiracochan y Pachacamac. Los españoles le denominaban: Padre del Sol, Verdadero Sol, Nombre Honroso del Sol y Fuerza Vital.

Los incas absorbieron todo lo mejor de sus antecesores y lo mejoraron más aún, no prohibieron el culto de los dioses de las diferentes culturas del imperio, pero antepusieron al dios Viracocha y el Sol de quienes decían ser descendientes. Y en verdad ninguna de estas culturas puso mayor resistencia al dios Viracocha que ya lo conocían desde Caral, así como tampoco al dios Sol que era el hijo de Viracocha. De manera tal que si adoraban al Sol también lo hacían a Viracocha y de manera inversa si adoraban a Viracocha lo hacían también al Sol, y en ambos casos por la fuerza o por medios pacíficos aceptaban la divinidad del Inca. El prestigio de este imperio era tal, que llegaron a él los guaranís en busca de “la tierra sin mal”, esperanzados de encontrar la tierra prometida en el centro del imperio, en el ombligo del mundo el Cuzco. Era asombroso como un imperio tan vasto podía administrar sus recursos eficientemente (no había hambre, ni pobreza en el imperio), el imperio en verdad era una especie de paraíso, y así es como lo conocieron a su llegada los españoles.



Dentro de los soldados europeos que llegaron en la conquista, había “masones operativos”[1], quienes pudieron observar que los incas tenían sus propios “masones operativos”, y que en este imperio había ritos iniciáticos asociados como en otras partes del mundo, a la religión que practicaban, muchos de ellos eran realizados en forma pública y otros en forma reservada. Las más notorias festividades eran las cuatro fiestas del Raymi, dos de ellas coincidían con los solsticios y dos con los equinoccios, igual al que ellos practicaban en Europa, e intentaron comprender las fiestas solsticiales e equinocciales del nuevo mundo que los europeos practicaban, como una herencia ancestral del paganismo cuyos orígenes se perdía en la noche del tiempo.

En Europa y el Oriente se conocían las Puertas Solsticiales, como las dos puertas zodiacales que son respectivamente la entrada y la salida de la “caverna cósmica” que algunas tradiciones designan como “la puerta de los hombres” y “la puerta de los dioses” y que corresponden a los dos solsticios. Debemos precisar que la primera corresponde al solsticio de verano, es decir, al signo de Cáncer, y la segunda al solsticio de invierno, es decir, al signo de Capricornio para el hemisferio norte del globo terráqueo.
Rene Guenón, matemático, filósofo y esoterista francés, iniciado en la masonería nos dice: Para comprender la razón, es menester referirse a la división del ciclo anual en dos mitades, una “ascendente” y otra “descendente”: la primera es el período del curso del sol hacia el norte (uttaràyana), que va del solsticio de invierno al de verano; la segunda es la del curso del sol hacia el sur (dakshinàyana), que va del solsticio de verano al de invierno. En la tradición hindú, la fase “ascendente” está puesta en relación con eldeva-yâna [“vía de los dioses”], y la fase descendente con el pitr-yâna [“vía de los padres (o antepasados)”], lo que coincide exactamente con las designaciones de las dos puertas que acabamos de recordar: la “puerta de los hombres” es la que da acceso al pitr-yâna, y la “puerta de los dioses” es la que da acceso al deva-yâna; deben, pues, situarse respectivamente en el inicio de las dos fases correspondientes, o sea la primera en el solsticio de verano y la segunda en el solsticio de invierno.

El eje solsticial del Zodíaco, relativamente vertical con respecto al eje de los equinoccios, debe considerarse como la proyección, en el ciclo solar anual, del eje polar norte-sur; según la correspondencia del simbolismo temporal con el simbolismo espacial de los puntos cardinales, el solsticio de invierno es en cierto modo el polo norte del año y el solsticio de verano su polo sur, mientras que los dos equinoccios, el de primavera y el de otoño, corresponden respectivamente, y de modo análogo, al este y al oeste. De acuerdo con el simbolismo cristiano, el nacimiento del (Mesías) Avatâra ocurre no solamente en el solsticio de invierno, sino también a medianoche; está así, pues, en doble correspondencia con la “puerta de los dioses”.

 

Según el simbolismo masónico, el trabajo iniciático se cumple “de mediodía a medianoche”, lo que no es menos exacto si se considera el trabajo como una marcha efectuada de la “puerta de los hombres” a la “puerta de los dioses”; la objeción que se podría estar tentado de hacer, en razón del carácter “descendente” de este período, se resuelve por una aplicación del “sentido inverso” de la analogía, como se verá más adelante. En el día, la mitad ascendente es de medianoche a mediodía, la mitad descendente de mediodía a medianoche: medianoche corresponde al invierno y al norte, mediodía al verano y al sur; la mañana corresponde a la primavera y al este (lado de la salida del sol), la tarde al otoño y al oeste (lado de la puesta del sol). Así, las fases del día, como las del mes, pero en escala aún más reducida, representan analógicamente las del año; ocurre lo mismo, de modo más general, para un ciclo cualquiera, que, cualquiera fuere su extensión, se divide siempre naturalmente según la misma ley cuaternaria.

Tal simbolismo se encuentra igualmente entre los griegos. También entre los romanos, donde está esencialmente vinculado con el simbolismo de Jano. 

Jano, en el aspecto de que ahora se trata, es apropiadamente el ianitor (“portero”) que abre y cierra las puertas (ianuae) del ciclo anual, con las llaves que son uno de sus principales atributos; y recordaremos a este respecto que la llave es un símbolo “axial”. En efecto, Jano (Ianus) ha dado su nombre al mes de enero (ianuarius), que es el primero, aquel por el cual se abre el año cuando comienza, normalmente, en el solsticio de invierno; además, cosa aún más neta, la fiesta de Jano, en Roma, era celebrada en los dos solsticios por los Collegia Fabrorum.

Como las puertas solsticiales dan acceso a las dos mitades, ascendente y descendente, del ciclo zodiacal, que en ellas tienen sus puntos de partida respectivos, Jano, a quien hemos visto aparecer como el “Señor del triple tiempo” (designación que se aplica también a Çiva en la tradición hindú), es también, por lo dicho, el “Señor de las dos vías”, esas dos vías, de derecha y de izquierda, que los pitagóricos representaban con la letra Y, y que son, en el fondo, idénticas al deva-yána y al pitr-yâna respectivamente. Por lo demás, Jano presidía los Collegia Fabrorum, depositarios de las iniciaciones que, como en todas las civilizaciones tradicionales, estaban vinculadas con el ejercicio de las artesanías; y es muy notable que esto, lejos de desaparecer con la antigua civilización romana, se haya continuado sin interrupción en el propio cristianismo, y que de ello, por extraño que parezca a quienes ignoran ciertas “transmisiones”, pueden aún encontrarse vestigios en nuestros mismos días.

En el cristianismo, las fiestas solsticiales paganas de Jano se han convertido en las de los dos San Juan, y éstas se celebran siempre en las mismas épocas, es decir en los alrededores inmediatos de los solsticios de invierno y verano. Señalemos aún, de paso y a título de curiosidad, que la expresión popular francesa “Jean qui pleure et Jean qui rit” (“Juan que ríe y Juan que llora”) es en realidad una reminiscencia de los dos rostros opuestos de Jano. Y es también muy significativo que el aspecto esotérico de la tradición cristiana haya sido considerado siempre como “johannita”, lo cual confiere a ese hecho un sentido que sobrepasa netamente, cualesquiera fueren las apariencias exteriores, el dominio simplemente religioso y exotérico. La sucesión de los antiguos Collegia Fabrorum, por lo demás, se transmitió regularmente a las corporaciones que, a través de todo el Medioevo, mantuvieron el mismo carácter iniciático, y en especial a la de los constructores; ésta, pues, tuvo naturalmente por patronos a los dos San Juan, de donde proviene la conocida expresión de “Logia de San Juan” que se ha conservado en la masonería, pues ésta no es sino la continuación, por filiación directa, de las organizaciones a que acabamos de referirnos.

Recordaremos que la “Logia de San Juan”, aunque no asimilada simbólicamente a la caverna, no deja de ser, como ésta, una figura del “cosmos”; la descripción de sus “dimensiones” es particularmente neta a este respecto: su longitud es “de oriente a occidente”; su anchura, “de mediodía a septentrión”; su altura, “de la tierra al cielo”; y su profundidad, “de la superficie al centro de la tierra”. Es de notar, como relación notable en lo que concierne a la altura de la Logia, que, según la tradición islámica, el sitio donde se levanta una mezquita se considera consagrado no solamente en la superficie de la tierra, sino desde ésta hasta el “séptimo cielo”. Por otra parte, se dice que “en la Logia de San Juan se elevan templos a la virtud y se cavan mazmorras para el vicio”; estas dos ideas de “elevar” y “excavar” se refieren a las dos “dimensiones” verticales, altura y profundidad, que se cuentan según las mitades de un mismo eje que va “del cenit al nadir”, es decir, a las dos tendencias del ser, hacia los Cielos (el templo) y hacia los Infiernos (la mazmorra), tendencias que están aquí más bien “alegorizadas” que simbolizadas en sentido estricto, por las nociones de “virtud” y “vicio”.

En el simbolismo masónico, dos tangentes paralelas a un circulo se consideran, entre otras significaciones diversas, como representación de los dos San Juan; si se ve al Círculo como una figura del ciclo anual, los puntos de contacto de las dos tangentes, diametralmente opuestos entre sí, corresponden entonces a los dos puntos solsticiales.

La masonería operativa y especulativa, ha conservado siempre, como uno de los testimonios más explícitos de su origen, las fiestas solsticiales, consagradas a los dos San Juan después de haberlo estado a los dos rostros de Jano; y así la doctrina tradicional de las dos puertas solsticiales, con sus conexiones iniciáticas, se ha mantenido viva aún, por mucho que sea generalmente incomprendida, hasta en el mundo occidental actual.

La Puerta de los Hombres, que cruzamos conscientemente en el Solsticio de Verano, nos ha permitido el viaje interior, el descenso a la caverna cósmica, lugar donde el Ser se manifiesta en su Totalidad.

Ese viaje iniciático, los pitagóricos consideran que se realiza de la Puerta de los Hombres (solsticio de cáncer) a la Puerta de los Dioses (solsticio de Capricornio) develando nuestra verdadera imagen desde el  centro del mismo Cosmos.

Los cambios interiores se han reflejado en el cielo haciéndonos comprender que la realidad relativa de lo manifestado (forma-materia) es un reflejo de la Realidad Absoluta de lo inmanifestado (Espíritu).

Mientras nos dirigimos al solsticio de Capricornio, reconocemos que observando y conociendo al hombre encontramos a Dios (en su interior), y somos capaces entonces del proceso alquímico y la manipulación del tiempo-espacio.

La Tríada de Eclipses y la Triple Cruz Cósmica que se han mostrado en el cielo, han revelado como nuestro trabajo meditativo ha ido rasgando los tres velos de la humanidad (capas alquímicas), que se manifestaban en la materia como limitaciones y que en el universo velaban los límites de un plano al otro. 

Esta rasgadura de los velos, gracias al trabajo individual y al servicio de todos los Hombres de Luz, ha ido atrayendo la comprensión del propósito, que como potente corriente energética ha impactado en nuestra mente, insinuándonos que la perfección, cuando se pretende se consigue.

Iluminando nuestros estados mentales somos capaces de iluminar la materia y regirla como parte del todo indivisible del que formamos parte.

Los meses (Signos zodiacales) y sus energías nos han mostrado desde el interior de la caverna cósmica la triplicidad humana y universal, este conocimiento ilumina la  triple función planetaria de todos los hombres: “El Camino, La Verdad y la Vida” en su vehículo materia y su cualidad en su vehículo emocional “lo Bueno, lo Verdadero y lo Bello.”

Mediante la meditación en los plenilunios, aprendemos a utilizar las energías y a derramarlas para que el propósito sea cumplido en armonía por y para todos.

Durante el Festival de Géminis iniciamos el descenso hacia el auto-conocimiento verdadero “La Puerta de los Hombres”.

El plenilunio de Cáncer nos nutre con las energías necesarias para que los nuevos descubrimientos sobre la completa e indivisible Entidad que encarnamos fuesen anexionados y empezásemos a trabajar en perfecta sintonía y síntesis con el vehículo físico y el etérico. Entendemos que son partes indivisibles del Ser Humano y fuentes de sabiduría de nuestro Ser. Construimos así “una casa iluminada donde morar”.

Leo desde el centro etérico de nuestro Ser (la casa iluminada o vehículos vibraciones etéricos), nos hace reconocer y percibir que somos Materia y Espíritu. Aceptamos y celebramos que “Yo soy aquello y aquello soy Yo”.

La Luna de Virgo impregna la forma y la materia de los conocimientos anteriores y asienta en nuestra conciencia, sin fricción ni resistencia de los velos alquímicos: “Soy la Madre y el Niño. Soy Materia. Soy Dios”.

Es durante este equinoccio que recogemos los frutos de este potente trabajo evolutivo que hemos realizado.

Actuamos. Hacemos ya, conscientes de nuestra Presencia física etérica y espiritual. Conocernos a nosotros mismos nos muestra la cualidad del Ser, la Existencia, y es reconociendo todo el potencial que reside en nuestro interior, que seremos capaces de trascender la materia para enfocarnos en las virtudes y dones que darán lugar al libre juego de la existencia (salir-hacia).

Mostrarnos, la grandeza multidimensional que ha permanecido dormido durante tanto tiempo y empezar el camino verdadero de la existencia, revelar la Esencia, el propósito, la vía, el sendero del Nuevo Tiempo. 

Cuando decidamos salir-hacia, seremos plenamente conscientes de lo que significa Existir y dejaremos de “vivir simplemente”, para entregarnos a la eterna exploración y creación del Todo del que formamos parte.

La Esencia como energía integradora (Alma) manifestará los escenarios perfectos para la Ascensión y su Presencia de Amor nos permitirá plasmar el Todo tríadico y unitario  que creará un Nuevo Movimiento.

Ese Nuevo Movimiento abstracto, vibrante y sensible, permitirá la Existencia en un plano espacio-tiempo totalmente distinto al que hemos percibido hasta el momento. Todo lo oculto, será revelado y la verdad nos hará libres de existir en una Tierra Nueva.

Esta filosofía, producto del estudio de la ciencia en un espacio y tiempo, cuyas evidencias más remotas están escritas en las tablillas sumerias y de allí difundidas por el mundo antiguo a través de las escuelas de misterios o sociedades iniciáticas, que guardaron celosamente todo entre sus adeptos. De él, trasciende a otras culturas, así los egipcios, hindúes, griegos y romanos en su tiempo, también lo fueron difundiendo en un secretismo iniciático entre los constructores, más conocidos como masones y lo mantuvieron hasta llegar a nuestros días. Sin embargo en el nuevo mundo y a partir de Caral, conocimientos similares se usaban entre los iniciados de esta parte del mundo en un conocimiento iniciático, que resume todo ello en un concepto: PACHA.

En nuestro libro “Los Dioses Incas[2] decíamos que “para entender la historia mítica o legendaria del mundo andino (período de hechos heroicos, donde los humanos, dioses y demonios conviven en el mismo mundo), es necesario entender su concepto de espacio-tiempo, que es definido como “PACHA”, que es “tiempo” en su connotación andina. PACHA, según la traducción de los lingüistas, hace referencia a tiempo y espacio, pero para el andino más bien, esta palabra va más allá del tiempo y el espacio, implica superar el tiempo y el espacio; una forma de vida, una forma de entender el universo”.

 
Los caralinos  con su “espiral representaban la noción del “tiempo” como la unión de lo cíclico con lo infinito”. Los incas hablaban de la Pacha, como concepto de tiempo en tres ciclos:

NAYRA PACHA el pasado.
JICHHA PACHA el presente, ahora y aquí.
QHIPA PACHA el futuro.

Pero la Pacha como concepto de espacio también dividía en tres el universo:

Hanan Pacha                  : El mundo de arriba (Cielo)
Kay Pacha                      : Nuestro mundo (Tierra)
Uku Pacha                      : El inframundo (El infierno)

El Imperio Inca se halla ubicado en el hemisferio sur del globo terráqueo, y el mundo iniciático inca, al igual que las otras culturas antiguas del mundo tenía una puerta de ingreso para el hombre, que se apertura en el solsticio de verano zodiaco de capricornio, marcado con la fiesta del Qapac Raymi, la fiesta del hombre, la fiesta del huarachico. Y la puerta de salida, por donde emergían los dioses se habría en el solsticio de invierno, zodiaco de cáncer, con la fiesta del Inti Raymi, la fiesta del Dios Inti.

El Capac Raymi (Qapac Raymi) fue documentado por Guillermo Prescott, quién compara esta festividad al rito iniciático de los caballeros medievales europeos, orden militar que fue muy connotada en Europa, siendo el más célebre la Orden de los Caballeros Templarios.

Otro de los cronistas españoles que recabo información de primera mano es el Bernabé Cobo, quién narra aún con mayor detalle este rito de iniciación guerrera inca que se hacía en la puerta de entrada solsticial del hombre.

CAPITULO XXV

De la fiesta llamada Capac-Raymi, que hacían los Incas el primer mes del año.

Tenían los Incas dos maneras de fiestas y solemnidades, unas ordinarias y otras extraordinarias; las primeras estaban estatuidas en ciertos tiempos del ano, cada mes la suya, por su orden, para diversos efectos y con particulares ritos y sacrificios; y las segundas no tenían tiempo determinado, porque solo se hacían por causas ocurrentes: como cuando faltaban las aguas, cuando se comenzaba alguna guerra de importancia, en la coronación del rey, y en otras ocasiones semejantes.

La fiesta más solemne de las ordinarias se llamaba Capac-Raymi, que quiere decir “Fiesta rica o principal”; y era entre ellos como la Pascua entre nosotros.

Celebraban la el primer mes del año, llamado Raymi, y en ella se dedicaban los muchachos Incas y armaban caballeros; los cuales eran deudos y descendientes por línea recta de los reyes Incas, hasta el príncipe que había de suceder en la corona y sus hermanos; si los tenia; y no se daba esta insignia de nobleza a otros. Donde principalmente y con más concurso y aparato se hacia esta fiesta y ceremonia, era en la ciudad del Cuzco; porque el número de los que se armaban caballeros era grande.

Hacianla también al mismo tiempo todos los gobernadores de la sangre real que estaban en el gobierno de las provincias, cada uno donde se hallaba, armando caballeros a sus hijos y demás mancebos nobles de su generación. Recibían este grado y orden de caballeros los muchachos de edad de doce a quince años, y las ceremonias sustanciales con que se les daba eran horadarles las orejas y ponerles las guaras y panetes que usaban por zaragüelles o calzones. Empezabanse a hacer mucho antes grandes prevenciones de vestidos, galas y lo demás necesario para tan solemne fiesta. Ante todas cosas cogían un buen número de doncellas nobles desde doce hasta trece o catorce años, que, vestidas ricamente, sirviesen en ella; las cuales, algunos días antes, se estaban en el cerro de Chacaguanacauri hilando el hilo para los rapacejos de las guaras que se habían de poner los muchachos que se armaban orejones o caballeros; y ellos también iban al dicho cerro por cierta paja que habían de llevar en los bordones; y la que sobraba de la que traían, repartían sus parientes entre sí; y todo el tiempo que las dichas doncellas gastaban en esta ocupación en aquel cerro, estaba puesta en el la guaca o ídolo de Guanacauri. Lo demás que para esta solemnidad era menester prevenían los padres y parientes de los mancebos, como era el sacrificio que habían de ofrecer, los dones que les habían de presentar, la chicha para los bailes y regocijos, y los vestidos e insignias con que habían de salir, que eran desta suerte; por calzado unas ojotas hechas de cierta paja muy delgada y de color de oro, llamada coya; las camisetas eran cortas, de lana leonada fina, con rapacejos negros, largos palmo y medio, de lana también, que parecía seda; mantas blancas de dos palmas de ancho y largas hasta las espinillas; estas ataban al cuello con un nudo, y de allí salía un cordón grueso de lana con una borla colorada al cabo; llautos negros en las cabezas, y unas hondas en las manos, de cabuya y nervios de carneros; porque decían, que sus antepasados, cuando salieron de la cueva de Pacaritampu, las traían de aquella manera. También sus padres y parientes salían de particular traje y librea, con mantas leonadas y plumajes negros.

Llegado el primer día del mes, se juntaban todos los principales Incas en el templo del sol, y allí concertaban la fiesta y todo lo que se había de hacer  ella.

Mandaban salir fuera de la ciudad todos los forasteros, y ninguno entraba en ella hasta el fin de la fiesta. Señalabaseles, así a los que salían como a los que venían a la Corte, cierto lugar en la entrada del camino que estaba diputado para esto, y en cada uno de aquestos lugares estaba la gente de aquel suyu para donde iba el dicho camino. Allí se iban juntando y recogiendo los tributos y hacienda de la Religión, que en esta sazón traían de todas las provincias del reino, esperando los que las traían hasta que los ministros del rey y de las guacas los iban a recibir. Este mismo día traía cada uno de los nobles los muchachos que tenía para hacer orejones, y presentabanlos en el templo del sol; en cuya plaza se ponían las estatuas del Viracocha, sol, luna y trueno en unos escaños bajos adornados con muchas plumas, los cuales afirman algunos que eran de oro. Sacaban asimismo a la dicha plaza todos los cuerpos embalsamados de los señores muertos los que los tenían a cargo; y esto de poner en público los dichos ídolos y cuerpos embalsamados hacían todos los días solemnes así deste como de los otros meses. El fin para que sacaban estos cuerpos muertos, era para beber con ellos sus descendientes como si estuvieran vivos; y en esta ocasión particularmente, para que los que se armaban caballeros les pidiesen que los hiciesen tan valientes y venturosos como ellos habían sido.

Hecho esto, salía el Inca de su casa muy acompañado, y llegando adonde las estatuas estaban, se asentaba junto a la del sol y cerca de los grandes señores y caballeros que se hallaban en la corte, puestos en rueda y muy cerrados. Luego traían con gran solemnidad cien carneros grandes escogidos entre todos los que se habían recogido aquel año, que fuesen sanos y sin lesión alguna y tuviesen la lana larga y las colas muy empinadas y derechas. Levantabase a este tiempo el sacerdote principal del sol, y haciendo reverencia primero al Viracocha y luego a las demás estatuas, hacia dar con los carneros cuatro vueltas alrededor de ellas, y tras esto, los ofrecía de parte del sol al Viracocha, y ofrecidos, los entregaba a treinta indios que estaban diputados para esto, y cada día sacrificaban tres; de manera que al cabo del mes se venían a consumir todos, sacrificando algunos días a cuatro; y hacianse el sacrificio desta manera: encendían una gran hoguera de leña de quínoa, muy limpia y labrada, y partido el carnero en cuatro cuartos, sin perderse nada de la sangre ni de otra cosa, lo echaban en el fuego y esperaban a que se quemase muy bien; los huesos que quedaban por quemar los molían muy bien y tomaba cada uno un poco de aquel polvo y lo soplaba diciendo ciertas palabras, y lo que sobraba lo llevaban a un buhio, que estaba en el barrio de Pomachupa, donde estaba el deposito desto muchos anos guardado con gran veneración; y al tiempo que se quemaba el dicho carnero, echaban en el fuego maíz blanco, ají molido y coca.




[1] Los constructores o albañiles medievales, denominados masones, disponían de lugares de reunión y cobijo, denominados logias, situados habitualmente en las inmediaciones de las obras. Era común a los gremios profesionales de la época el dotarse de reglamentos y normas de conducta de régimen interior. Solían también seguir un modelo ritualizado para dar a sus miembros acceso a ciertos conocimientos o al ejercicio de determinadas funciones. Los masones destacaron especialmente en estos aspectos.
Los gremios de constructores, albañiles y arquitectos son mencionados en varios de los más antiguos códigos de leyes, incluido el de Hammurabi (1,692 a.C.). Pero suele considerarse que el primer código regulador específicamente masónico fue el que el rey Athelstan de Inglaterra dio a estas corporaciones en el año 926, denominado Constituciones de York. Este manuscrito se perdió en el siglo XV y fue reescrito de memoria por los que lo conocían. Por este motivo, la Carta o Estatutos de Bolonia, redactados en 1,248, son el documento masónico original más antiguo que se conoce. Trata de aspectos jurídicos, administrativos y de usos y costumbres del gremio. Le siguen en antigüedad otros documentos, como el Poema Regius o Manuscrito Halliwell (1,390), el Manuscrito Cooke (1,410), el Manuscrito de Estrasburgo (1,459), los Estatutos de Ratisbona (1,459), los de Schaw (1,598), el Manuscrito Iñigo Jones (1,607), los de Absolin (1,668) y elSloane (1,700). Todos estos manuscritos se refieren a la “masonería operativa" o gremial, de la que especifican sobre todo las reglas del "oficio", y los historiadores suelen referirse a ellas en un sentido genérico como "constituciones góticas".

[2] El libro “Los Dioses Incas”, puede ser adquirido en http://www.lulu.com/shop/herbert-harlon-ore-belsuzarri/los-dioses-incas/ebook/product-21246910.html donde se analiza en detalle todo el misticismo de las diferentes culturas previas e inca.






TOMADO DEL LIBRO: SOLSTICIOS Y CALENDARIOS INCA del autor y escritor masón Herbert Oré Belsuzarri de la República del Perú.

El distinguido escritor es autor de libros de variados temas y otros de interés masónico.









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