LAS PUERTAS SOLSTICIALES
DEL INCA (1 de 3).
Antes de la llegada de los europeos
a Sudamérica, las culturas y pueblos que vivían en él se desarrollaron libres
de cualquier injerencia exógena, así las diferentes culturas que darán origen
posterior al imperio de los incas vivían su propia realidad, ideología y
religión. Todas ellas aportaron lo mejor de sí, en una amalgama socio cultural
producto de sus conflictos internos cuyo foco civilizatorio más antiguo es
Caral (3,000 a.C), seguido de otras culturas como: Chavín
(2,000 a.C.), Tiahuanaco (1,500 a.C.), Paracas (400 a.C.), Nazca (100 d.C.),
Moche (100 d.C.), Wari (600 d.C.), Sican (700 d.C.), Chimú (1,200 d.C.), y paralelo a este
desarrollo se fue difundiendo la religión de la deidad más importante de esta
parte del continente: Viracocha, el creador del mundo, creador del Sol y la
Luna.
Viracocha era conocido con distintos
nombres así tenemos: Wiracocha, Kon Ticsi Wiracocha, Pachayachachi, Qon Raya
Wiracochan y Pachacamac. Los españoles le denominaban: Padre del Sol, Verdadero
Sol, Nombre Honroso del Sol y Fuerza Vital.
Los incas absorbieron todo lo mejor
de sus antecesores y lo mejoraron más aún, no prohibieron el culto de los
dioses de las diferentes culturas del imperio, pero antepusieron al dios Viracocha
y el Sol de quienes decían ser descendientes. Y en verdad ninguna de estas
culturas puso mayor resistencia al dios Viracocha que ya lo conocían desde
Caral, así como tampoco al dios Sol que era el hijo de Viracocha. De manera tal
que si adoraban al Sol también lo hacían a Viracocha y de manera inversa si
adoraban a Viracocha lo hacían también al Sol, y en ambos casos por la fuerza o
por medios pacíficos aceptaban la divinidad del Inca. El prestigio de este
imperio era tal, que llegaron a él los guaranís en busca de “la tierra sin mal”, esperanzados
de encontrar la tierra prometida en el centro del imperio, en el ombligo del
mundo el Cuzco. Era asombroso como un imperio tan vasto podía administrar sus
recursos eficientemente (no había hambre, ni pobreza en el imperio), el imperio
en verdad era una especie de paraíso, y así es como lo conocieron a su llegada
los españoles.
Dentro de
los soldados europeos que llegaron en la conquista, había “masones operativos”[1], quienes pudieron observar
que los incas tenían sus propios “masones operativos”, y que en este imperio
había ritos iniciáticos asociados como en otras partes del mundo, a la religión
que practicaban, muchos de ellos eran realizados en forma pública y otros en
forma reservada. Las más notorias festividades eran las cuatro fiestas del
Raymi, dos de ellas coincidían con los solsticios y dos con los equinoccios,
igual al que ellos practicaban en Europa, e intentaron comprender las fiestas
solsticiales e equinocciales del nuevo mundo que los europeos practicaban, como
una herencia ancestral del paganismo cuyos orígenes se perdía en la noche del
tiempo.
En Europa y el Oriente se conocían
las Puertas Solsticiales, como las dos
puertas zodiacales que son respectivamente la entrada y la salida de la “caverna cósmica” que algunas tradiciones
designan como “la puerta de los hombres”
y “la puerta de los dioses” y que
corresponden a los dos solsticios. Debemos precisar que la primera corresponde
al solsticio de verano, es decir, al signo de Cáncer, y la segunda al solsticio
de invierno, es decir, al signo de Capricornio para el hemisferio norte del
globo terráqueo.
Rene Guenón, matemático, filósofo y
esoterista francés, iniciado en la masonería nos dice: Para comprender la
razón, es menester referirse a la división del ciclo anual en dos mitades, una
“ascendente” y otra “descendente”: la primera es el período
del curso del sol hacia el norte (uttaràyana), que va del solsticio de
invierno al de verano; la segunda es la del curso del sol hacia el sur
(dakshinàyana), que va del solsticio de verano al de invierno. En la tradición
hindú, la fase “ascendente” está
puesta en relación con eldeva-yâna [“vía de los dioses”], y la fase
descendente con el pitr-yâna [“vía de los padres (o antepasados)”],
lo que coincide exactamente con las designaciones de las dos puertas que
acabamos de recordar: la “puerta de los
hombres” es la que da acceso al pitr-yâna, y la “puerta de los dioses” es la que da acceso
al deva-yâna; deben, pues, situarse respectivamente en el inicio de
las dos fases correspondientes, o sea la primera en el solsticio de verano y la
segunda en el solsticio de invierno.
El eje solsticial del Zodíaco,
relativamente vertical con respecto al eje de los equinoccios, debe
considerarse como la proyección, en el ciclo solar anual, del eje polar
norte-sur; según la correspondencia del simbolismo temporal con el simbolismo
espacial de los puntos cardinales, el solsticio de invierno es en cierto modo
el polo norte del año y el solsticio de verano su polo sur, mientras que los
dos equinoccios, el de primavera y el de otoño, corresponden respectivamente, y
de modo análogo, al este y al oeste. De acuerdo con el simbolismo cristiano, el
nacimiento del (Mesías) Avatâra ocurre no solamente en el solsticio de
invierno, sino también a medianoche; está así, pues, en doble correspondencia
con la “puerta de los dioses”.
Según el simbolismo masónico, el
trabajo iniciático se cumple “de mediodía
a medianoche”, lo que no es menos exacto si se considera el trabajo como
una marcha efectuada de la “puerta de los
hombres” a la “puerta de los dioses”;
la objeción que se podría estar tentado de hacer, en razón del carácter “descendente” de este período, se
resuelve por una aplicación del “sentido
inverso” de la analogía, como se verá más adelante. En el día, la mitad
ascendente es de medianoche a mediodía, la mitad descendente de mediodía a
medianoche: medianoche corresponde al invierno y al norte, mediodía al verano y
al sur; la mañana corresponde a la primavera y al este (lado de la salida del
sol), la tarde al otoño y al oeste (lado de la puesta del sol). Así, las fases
del día, como las del mes, pero en escala aún más reducida, representan
analógicamente las del año; ocurre lo mismo, de modo más general, para un ciclo
cualquiera, que, cualquiera fuere su extensión, se divide siempre naturalmente
según la misma ley cuaternaria.
Tal simbolismo se encuentra
igualmente entre los griegos. También entre los romanos, donde está
esencialmente vinculado con el simbolismo de Jano.
Jano, en el aspecto de que ahora se
trata, es apropiadamente el ianitor (“portero”) que abre y cierra las puertas
(ianuae) del ciclo anual, con las llaves que son uno de sus principales
atributos; y recordaremos a este respecto que la llave es un símbolo “axial”.
En efecto, Jano (Ianus) ha dado su nombre al mes de enero (ianuarius), que
es el primero, aquel por el cual se abre el año cuando comienza, normalmente,
en el solsticio de invierno; además, cosa aún más neta, la fiesta de Jano, en
Roma, era celebrada en los dos solsticios por los Collegia Fabrorum.
Como las puertas solsticiales dan
acceso a las dos mitades, ascendente y descendente, del ciclo zodiacal, que en
ellas tienen sus puntos de partida respectivos, Jano, a quien hemos visto
aparecer como el “Señor del triple tiempo”
(designación que se aplica también a Çiva en la tradición hindú), es
también, por lo dicho, el “Señor de las
dos vías”, esas dos vías, de derecha y de izquierda, que los pitagóricos
representaban con la letra Y, y que son, en el fondo, idénticas
al deva-yána y al pitr-yâna respectivamente. Por lo demás,
Jano presidía los Collegia Fabrorum, depositarios de las iniciaciones
que, como en todas las civilizaciones tradicionales, estaban vinculadas con el
ejercicio de las artesanías; y es muy notable que esto, lejos de desaparecer
con la antigua civilización romana, se haya continuado sin interrupción en el
propio cristianismo, y que de ello, por extraño que parezca a quienes ignoran
ciertas “transmisiones”, pueden aún encontrarse vestigios en nuestros mismos
días.
En el cristianismo, las fiestas
solsticiales paganas de Jano se han convertido en las de los dos San Juan, y
éstas se celebran siempre en las mismas épocas, es decir en los alrededores
inmediatos de los solsticios de invierno y verano. Señalemos aún, de paso y a
título de curiosidad, que la expresión popular francesa “Jean qui pleure et
Jean qui rit” (“Juan que ríe y Juan que llora”) es en realidad una
reminiscencia de los dos rostros opuestos de Jano. Y es también muy
significativo que el aspecto esotérico de la tradición cristiana haya sido
considerado siempre como “johannita”, lo cual confiere a ese hecho un sentido
que sobrepasa netamente, cualesquiera fueren las apariencias exteriores, el
dominio simplemente religioso y exotérico. La sucesión de los antiguos Collegia
Fabrorum, por lo demás, se transmitió regularmente a las corporaciones
que, a través de todo el Medioevo, mantuvieron el mismo carácter iniciático, y
en especial a la de los constructores; ésta, pues, tuvo naturalmente por
patronos a los dos San Juan, de donde proviene la conocida expresión de “Logia
de San Juan” que se ha conservado en la masonería, pues ésta no es sino la
continuación, por filiación directa, de las organizaciones a que acabamos de
referirnos.
Recordaremos que la “Logia de San Juan”, aunque no asimilada
simbólicamente a la caverna, no deja de ser, como ésta, una figura del “cosmos”; la descripción de sus “dimensiones” es particularmente neta a
este respecto: su longitud es “de oriente
a occidente”; su anchura, “de
mediodía a septentrión”; su altura, “de
la tierra al cielo”; y su profundidad, “de
la superficie al centro de la tierra”. Es de notar, como relación notable
en lo que concierne a la altura de la Logia, que, según la tradición islámica,
el sitio donde se levanta una mezquita se considera consagrado no solamente en
la superficie de la tierra, sino desde ésta hasta el “séptimo cielo”. Por otra parte, se dice que “en la Logia de San Juan se elevan templos a la virtud y se cavan
mazmorras para el vicio”; estas dos ideas de “elevar” y “excavar” se
refieren a las dos “dimensiones”
verticales, altura y profundidad, que se cuentan según las mitades de un mismo
eje que va “del cenit al nadir”, es
decir, a las dos tendencias del ser, hacia los Cielos (el templo) y hacia los Infiernos
(la mazmorra), tendencias que están aquí más bien “alegorizadas” que simbolizadas en sentido estricto, por las
nociones de “virtud” y “vicio”.
En el simbolismo masónico, dos
tangentes paralelas a un circulo se consideran, entre otras significaciones
diversas, como representación de los dos San Juan; si se ve al Círculo como una
figura del ciclo anual, los puntos de contacto de las dos tangentes,
diametralmente opuestos entre sí, corresponden entonces a los dos puntos
solsticiales.
La masonería operativa y especulativa,
ha conservado siempre, como uno de los testimonios más explícitos de su origen,
las fiestas solsticiales, consagradas a los dos San Juan después de haberlo
estado a los dos rostros de Jano; y así la doctrina tradicional de las dos puertas
solsticiales, con sus conexiones iniciáticas, se ha mantenido viva aún, por
mucho que sea generalmente incomprendida, hasta en el mundo occidental actual.
La Puerta de los Hombres,
que cruzamos conscientemente en el Solsticio de Verano, nos ha permitido el
viaje interior, el descenso a la caverna cósmica, lugar donde el Ser
se manifiesta en su Totalidad.
Ese viaje iniciático, los
pitagóricos consideran que se realiza de la Puerta de los Hombres (solsticio de
cáncer) a la Puerta de los Dioses (solsticio de Capricornio) develando
nuestra verdadera imagen desde el centro del mismo Cosmos.
Los cambios interiores se
han reflejado en el cielo haciéndonos comprender que la realidad relativa
de lo manifestado (forma-materia) es un reflejo de la Realidad Absoluta de lo inmanifestado
(Espíritu).
Mientras nos
dirigimos al solsticio de Capricornio, reconocemos que observando y
conociendo al hombre encontramos a Dios (en su interior), y somos capaces
entonces del proceso alquímico y la manipulación del tiempo-espacio.
La Tríada de Eclipses y la
Triple Cruz Cósmica que se han mostrado en el cielo, han revelado como
nuestro trabajo meditativo ha ido rasgando los tres velos de la
humanidad (capas alquímicas), que se manifestaban en la materia como
limitaciones y que en el universo velaban los límites de un plano al
otro.
Esta rasgadura de los velos,
gracias al trabajo individual y al servicio de todos los Hombres de Luz, ha ido atrayendo la comprensión del
propósito, que como potente corriente energética ha impactado en nuestra
mente, insinuándonos que la perfección, cuando se pretende se consigue.
Iluminando nuestros estados
mentales somos capaces de iluminar la materia y regirla como parte del todo
indivisible del que formamos parte.
Los meses (Signos
zodiacales) y sus energías nos han mostrado desde el interior de la caverna
cósmica la triplicidad humana y universal, este conocimiento ilumina
la triple función planetaria de todos los hombres: “El Camino, La
Verdad y la Vida” en su vehículo materia y su cualidad en su vehículo emocional
“lo Bueno, lo Verdadero y lo Bello.”
Mediante la meditación en
los plenilunios, aprendemos a utilizar las energías y a derramarlas para
que el propósito sea cumplido en armonía por y para todos.
Durante el Festival de
Géminis iniciamos el descenso hacia el auto-conocimiento verdadero “La
Puerta de los Hombres”.
El plenilunio de
Cáncer nos nutre con las energías necesarias para que los nuevos
descubrimientos sobre la completa e indivisible Entidad que encarnamos fuesen
anexionados y empezásemos a trabajar en perfecta sintonía y síntesis con el
vehículo físico y el etérico. Entendemos que son partes indivisibles del Ser
Humano y fuentes de sabiduría de nuestro Ser. Construimos así “una casa iluminada donde morar”.
Leo desde el centro
etérico de nuestro Ser (la casa iluminada o vehículos vibraciones etéricos),
nos hace reconocer y percibir que somos Materia y Espíritu. Aceptamos
y celebramos que “Yo soy aquello y
aquello soy Yo”.
La Luna de
Virgo impregna la forma y la materia de los conocimientos anteriores
y asienta en nuestra conciencia, sin fricción ni resistencia de los velos
alquímicos: “Soy la Madre y el Niño. Soy
Materia. Soy Dios”.
Es durante este equinoccio
que recogemos los frutos de este potente trabajo evolutivo que hemos
realizado.
Actuamos. Hacemos ya,
conscientes de nuestra Presencia física etérica y espiritual. Conocernos a
nosotros mismos nos muestra la cualidad del Ser, la
Existencia, y es reconociendo todo el potencial que reside en nuestro
interior, que seremos capaces de trascender la materia para enfocarnos en
las virtudes y dones que darán lugar al libre juego de la existencia
(salir-hacia).
Mostrarnos, la grandeza multidimensional
que ha permanecido dormido durante tanto tiempo y empezar el camino verdadero
de la existencia, revelar la Esencia, el propósito, la vía, el
sendero del Nuevo Tiempo.
Cuando decidamos salir-hacia, seremos plenamente
conscientes de lo que significa Existir y dejaremos de “vivir simplemente”, para entregarnos a
la eterna exploración y creación del Todo del que formamos parte.
La Esencia como
energía integradora (Alma) manifestará los escenarios perfectos
para la Ascensión y su Presencia de Amor nos permitirá plasmar el Todo
tríadico y unitario que creará un Nuevo Movimiento.
Ese Nuevo Movimiento
abstracto, vibrante y sensible, permitirá la Existencia en un plano espacio-tiempo totalmente
distinto al que hemos percibido hasta el momento. Todo lo oculto, será revelado
y la verdad nos hará libres de existir en una Tierra Nueva.
Esta filosofía, producto del
estudio de la ciencia en un espacio y tiempo, cuyas evidencias más remotas están
escritas en las tablillas sumerias y de allí difundidas por el mundo antiguo a
través de las escuelas de misterios o sociedades iniciáticas, que guardaron
celosamente todo entre sus adeptos. De él, trasciende a otras culturas, así los
egipcios, hindúes, griegos y romanos en su tiempo, también lo fueron
difundiendo en un secretismo iniciático entre los constructores, más conocidos
como masones y lo mantuvieron hasta llegar a nuestros días. Sin embargo en el
nuevo mundo y a partir de Caral, conocimientos similares se usaban entre los
iniciados de esta parte del mundo en un conocimiento iniciático, que resume
todo ello en un concepto: PACHA.
En nuestro libro “Los Dioses Incas”[2] decíamos
que “para
entender la historia mítica o legendaria del mundo andino (período de hechos
heroicos, donde los humanos, dioses y demonios conviven en el mismo mundo), es necesario
entender su concepto de espacio-tiempo, que es definido como “PACHA”, que es
“tiempo” en su connotación andina. PACHA, según la traducción de los
lingüistas, hace referencia a tiempo y espacio, pero para el andino más bien,
esta palabra va más allá del tiempo y el espacio, implica superar el tiempo y
el espacio; una forma de vida, una forma de entender el universo”.
Los caralinos con su “espiral representaban la noción del “tiempo” como la unión de lo cíclico con lo infinito”. Los incas hablaban de la Pacha, como concepto de tiempo en
tres ciclos:
NAYRA PACHA el pasado.
JICHHA PACHA el presente, ahora y
aquí.
QHIPA PACHA el futuro.
Pero la
Pacha como concepto de espacio también dividía en tres el universo:
Hanan Pacha : El mundo de arriba (Cielo)
Kay Pacha : Nuestro mundo (Tierra)
Uku Pacha : El inframundo (El
infierno)
El Imperio Inca se halla ubicado en el hemisferio sur
del globo terráqueo, y el mundo iniciático inca, al igual que las otras
culturas antiguas del mundo tenía una puerta de ingreso para el hombre, que se
apertura en el solsticio de verano zodiaco de capricornio, marcado con la
fiesta del Qapac Raymi, la fiesta del hombre, la fiesta del huarachico. Y la
puerta de salida, por donde emergían los dioses se habría en el solsticio de
invierno, zodiaco de cáncer, con la fiesta del Inti Raymi, la fiesta del Dios
Inti.
El Capac Raymi (Qapac Raymi) fue documentado por
Guillermo Prescott, quién compara esta festividad al rito iniciático de los
caballeros medievales europeos, orden militar que fue muy connotada en Europa,
siendo el más célebre la Orden de los Caballeros Templarios.
Otro de los cronistas españoles que recabo información
de primera mano es el Bernabé Cobo, quién narra aún con mayor detalle este rito
de iniciación guerrera inca que se hacía en la puerta de entrada solsticial del
hombre.
CAPITULO XXV
De la fiesta
llamada Capac-Raymi, que hacían los Incas el primer mes del año.
Tenían los
Incas dos maneras de fiestas y solemnidades, unas ordinarias y otras
extraordinarias; las primeras estaban estatuidas en ciertos tiempos del ano,
cada mes la suya, por su orden, para diversos efectos y con particulares ritos
y sacrificios; y las segundas no tenían tiempo determinado, porque solo se
hacían por causas ocurrentes: como cuando faltaban las aguas, cuando se
comenzaba alguna guerra de importancia, en la coronación del rey, y en otras
ocasiones semejantes.
La fiesta más
solemne de las ordinarias se llamaba Capac-Raymi, que quiere decir “Fiesta rica
o principal”; y era entre ellos como la Pascua entre nosotros.
Celebraban la
el primer mes del año, llamado Raymi, y en ella se dedicaban los muchachos
Incas y armaban caballeros; los cuales eran deudos y descendientes por línea
recta de los reyes Incas, hasta el príncipe que había de suceder en la corona y
sus hermanos; si los tenia; y no se daba esta insignia de nobleza a otros.
Donde principalmente y con más concurso y aparato se hacia esta fiesta y
ceremonia, era en la ciudad del Cuzco; porque el número de los que se armaban
caballeros era grande.
Hacianla
también al mismo tiempo todos los gobernadores de la sangre real que estaban en
el gobierno de las provincias, cada uno donde se hallaba, armando caballeros a
sus hijos y demás mancebos nobles de su generación. Recibían este grado y orden
de caballeros los muchachos de edad de doce a quince años, y las ceremonias
sustanciales con que se les daba eran horadarles las orejas y ponerles las guaras
y panetes que usaban por zaragüelles o calzones. Empezabanse a hacer mucho
antes grandes prevenciones de vestidos, galas y lo demás necesario para tan
solemne fiesta. Ante todas cosas cogían un buen número de doncellas nobles
desde doce hasta trece o catorce años, que, vestidas ricamente, sirviesen en
ella; las cuales, algunos días antes, se estaban en el cerro de Chacaguanacauri
hilando el hilo para los rapacejos de las guaras que se habían de poner los
muchachos que se armaban orejones o caballeros; y ellos también iban al dicho
cerro por cierta paja que habían de llevar en los bordones; y la que sobraba de
la que traían, repartían sus parientes entre sí; y todo el tiempo que las
dichas doncellas gastaban en esta ocupación en aquel cerro, estaba puesta en el
la guaca o ídolo de Guanacauri. Lo demás que para esta solemnidad era menester
prevenían los padres y parientes de los mancebos, como era el sacrificio que
habían de ofrecer, los dones que les habían de presentar, la chicha para los
bailes y regocijos, y los vestidos e insignias con que habían de salir, que
eran desta suerte; por calzado unas ojotas hechas de cierta paja muy delgada y
de color de oro, llamada coya; las camisetas eran cortas, de lana leonada fina,
con rapacejos negros, largos palmo y medio, de lana también, que parecía seda;
mantas blancas de dos palmas de ancho y largas hasta las espinillas; estas
ataban al cuello con un nudo, y de allí salía un cordón grueso de lana con una
borla colorada al cabo; llautos negros en las cabezas, y unas hondas en las
manos, de cabuya y nervios de carneros; porque decían, que sus antepasados,
cuando salieron de la cueva de Pacaritampu, las traían de aquella manera.
También sus padres y parientes salían de particular traje y librea, con mantas
leonadas y plumajes negros.
Llegado el
primer día del mes, se juntaban todos los principales Incas en el templo del
sol, y allí concertaban la fiesta y todo lo que se había de hacer ella.
Mandaban salir
fuera de la ciudad todos los forasteros, y ninguno entraba en ella hasta el fin
de la fiesta. Señalabaseles, así a los que salían como a los que venían a la
Corte, cierto lugar en la entrada del camino que estaba diputado para esto, y
en cada uno de aquestos lugares estaba la gente de aquel suyu para donde iba el
dicho camino. Allí se iban juntando y recogiendo los tributos y hacienda de la
Religión, que en esta sazón traían de todas las provincias del reino, esperando
los que las traían hasta que los ministros del rey y de las guacas los iban a
recibir. Este mismo día traía cada uno de los nobles los muchachos que tenía
para hacer orejones, y presentabanlos en el templo del sol; en cuya plaza se
ponían las estatuas del Viracocha, sol, luna y trueno en unos escaños bajos
adornados con muchas plumas, los cuales afirman algunos que eran de oro.
Sacaban asimismo a la dicha plaza todos los cuerpos embalsamados de los señores
muertos los que los tenían a cargo; y esto de poner en público los dichos
ídolos y cuerpos embalsamados hacían todos los días solemnes así deste como de
los otros meses. El fin para que sacaban estos cuerpos muertos, era para beber
con ellos sus descendientes como si estuvieran vivos; y en esta ocasión
particularmente, para que los que se armaban caballeros les pidiesen que los
hiciesen tan valientes y venturosos como ellos habían sido.
Hecho esto,
salía el Inca de su casa muy acompañado, y llegando adonde las estatuas
estaban, se asentaba junto a la del sol y cerca de los grandes señores y
caballeros que se hallaban en la corte, puestos en rueda y muy cerrados. Luego
traían con gran solemnidad cien carneros grandes escogidos entre todos los que
se habían recogido aquel año, que fuesen sanos y sin lesión alguna y tuviesen
la lana larga y las colas muy empinadas y derechas. Levantabase a este tiempo
el sacerdote principal del sol, y haciendo reverencia primero al Viracocha y
luego a las demás estatuas, hacia dar con los carneros cuatro vueltas alrededor
de ellas, y tras esto, los ofrecía de parte del sol al Viracocha, y ofrecidos,
los entregaba a treinta indios que estaban diputados para esto, y cada día
sacrificaban tres; de manera que al cabo del mes se venían a consumir todos,
sacrificando algunos días a cuatro; y hacianse el sacrificio desta manera:
encendían una gran hoguera de leña de quínoa, muy limpia y labrada, y partido
el carnero en cuatro cuartos, sin perderse nada de la sangre ni de otra cosa,
lo echaban en el fuego y esperaban a que se quemase muy bien; los huesos que
quedaban por quemar los molían muy bien y tomaba cada uno un poco de aquel
polvo y lo soplaba diciendo ciertas palabras, y lo que sobraba lo llevaban a un
buhio, que estaba en el barrio de Pomachupa, donde estaba el deposito desto
muchos anos guardado con gran veneración; y al tiempo que se quemaba el dicho
carnero, echaban en el fuego maíz blanco, ají molido y coca.
[1] Los
constructores o albañiles medievales, denominados masones, disponían de lugares
de reunión y cobijo, denominados logias, situados habitualmente en las
inmediaciones de las obras. Era común a los gremios profesionales de la época
el dotarse de reglamentos y normas de conducta de régimen interior. Solían
también seguir un modelo ritualizado para dar a sus miembros acceso a ciertos
conocimientos o al ejercicio de determinadas funciones. Los masones destacaron
especialmente en estos aspectos.
Los gremios de
constructores, albañiles y arquitectos son mencionados en varios de los más
antiguos códigos de leyes, incluido el de Hammurabi (1,692 a.C.).
Pero suele considerarse que el primer código regulador específicamente masónico
fue el que el rey Athelstan de Inglaterra dio a estas
corporaciones en el año 926, denominado Constituciones de York. Este manuscrito
se perdió en el siglo XV y fue reescrito de memoria por los que lo
conocían. Por este motivo, la Carta o Estatutos de Bolonia, redactados en 1,248,
son el documento masónico original más antiguo que se conoce. Trata de aspectos
jurídicos, administrativos y de usos y costumbres del gremio. Le siguen en
antigüedad otros documentos, como el Poema Regius o Manuscrito
Halliwell (1,390), el Manuscrito Cooke (1,410), el
Manuscrito de Estrasburgo (1,459), los Estatutos de Ratisbona (1,459), los
de Schaw (1,598), el Manuscrito Iñigo Jones (1,607), los
de Absolin (1,668) y elSloane (1,700).
Todos estos manuscritos se refieren a la “masonería operativa" o gremial,
de la que especifican sobre todo las reglas del "oficio", y los
historiadores suelen referirse a ellas en un sentido genérico como
"constituciones góticas".
[2] El libro “Los
Dioses Incas”, puede ser adquirido en
http://www.lulu.com/shop/herbert-harlon-ore-belsuzarri/los-dioses-incas/ebook/product-21246910.html
donde se analiza en detalle todo el misticismo de las diferentes culturas
previas e inca.
TOMADO DEL LIBRO: SOLSTICIOS Y CALENDARIOS INCA del autor y escritor masón Herbert Oré Belsuzarri de la República del Perú.
El distinguido escritor es autor de libros de variados temas y otros de interés masónico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario