Maravillas del Mundo Antiguo VI: El Santuario de Olimpia y los Juegos de Zeus Olímpico.
Vista área del Santuario de Olimpia.
Los santuarios griegos eran grandes complejos donde se celebraban festivales religiosos o cívicos, como los célebres Juegos Olímpicos. Dichas celebraciones contaban con un papel unificador al congregar en un lugar a representantes procedentes de todas las Polis. Unos juegos que se celebraban cada cuatro años en el santuario de Zeus en Olimpia, y eran los más relevantes de toda Grecia, superando a los celebrados en el santuario de Apolo en Delfos, tal era su importancia que marcaban la cronología de mundo helénico. En el 776 a. C. se celebra la primera Olimpiada, y desde ese momento se inicia la cronología de la Antigua Grecia. Esa primera Olimpiada marcaba el año cero desde el cual los griegos medían el tiempo y marcaban los grandes acontecimientos. Olimpia se encuentra en el Peloponeso al pie del monte Cronio, siendo una fértil llanura entre los ríos Alfeo y Cladeo, llena de olivos, cercana al sagrado bosque Altis. Un bello y arbóreo lugar donde se va a situar el santuario deZeus Olímpico. Según la tradición el mítico fundador de los Juegos es un príncipe oriental llamado Pélope, de nuevo como todo en el Mundo Antiguo arranca con la mitología. Pélope llegó cuando el cruel rey Enómao gobernaba el Peloponeso, un rey que protegía a su hijaHipodamía degollando a todos sus pretendientes tras desafiarlos a una carrera de caballos. Trece fueron degollados antes de la llegada de Pélope, del que Hipodamía, lógicamente, se enamora locamente. El amor de Hipodamía le lleva a ayudar a Pélope, ordenando que cambiaran las tuercas metálicas del carro de su padre por otras de cera, antes de la carrera de caballos. Un ardid que, junto con la ayuda de Poseidon, da la victoria a su amado y supone la muerte de su déspota padre. Con lo que Pélope se desposa con la princesa y se hace con el trono. Pues bien parece ser que el origen de la Juegos estaría en una celebración funeraria organizada por Pélope para honrar la muerte de Enómao. La relevancia del héroe local Pélope queda atestiguada en su tumba, monumento más antiguo de Olimpia, situada entre los dos grandes templos de Hera y Zeus.
Plano de Olimpia.
Otra parte de la tradición atribuye el origen de las Olimpiadas al gran Heracles, que tras su quinto trabajo, consistente en limpiar los establos del otro rey destacado del Peloponeso. un tal Augias, habría fundado los Juegos tras desviar el curso del río Alfeo. Sea como fuere el santuario de Olimpia se convierte en un gran complejo cívico y religioso. Estamos ante un lugar aislado, la cuidad más cercana estaba a 50 kilómetros (Élide), cuya función era acoger a representantes de toda Grecia. El santuario contribuía al llamado panhelenismo o unidad del mundo heleno, junto con otros centros panhelénicos como Delfos o Corintio, con los que formaba una especie de circuito de celebraciones cíclicas. Unas celebraciones, concursos atléticos o poéticos, que eran ante todo eventos religiosos o cultuales al estar dedicados a un Dios. Pero también eran eventos de concordia política entre las autónomas polis griegas, ya que al acudir miembros de todas las polis se llegaban a pactar grandes acuerdos políticos. Además estas celebraciones tienen una clara dimensión económica, teniendo en cuenta que a su alrededor se generaban ferias y mercados, y se multiplicaban las transacciones comerciales entre polis.
Frontón occidental del templo de Zeus.
A finales del siglo VII y principios de VI a. C. Olimpia ya está configurada con ese gran santuario panhelénico, como un vasto conjunto arquitectónico que combina edificios religiosos y públicos. En el año 600 a. C. comienza la construcción del Templo de Hera, templo arcaico dórico, uno de los primeros templos griegos, construido en inicio en madera, y famoso al ser encontrado en su interior el célebre Hermes con Dionisio niño atribuido al gran escultor clásico Praxíteles. El gran templo del recinto se construye a partir del 470 a. C., es colosal y está destinado a albergar a Zeus olímpico. Ese siglo V a. C., en pleno clasicismo, es el momento de máximo esplendor del santuario de Olimpia. El gran templo fue diseñado por Libón de Élide, es dórico hexástilo con una cella de tres naves, cuenta con una esbeltez y elegancia sólo superada por el Partenón. De grandes columnas destaca por sus dimensiones y por la decoración escultórica de sus maravillosos frontones y metopas. En el frontón de la entrada principal se representada el mito de Pélope presidido por el gran Zeus coronado con una Victoria alada, marcado por un maravilloso estilo severo. En el frontón occidental se representa la lucha de los centauros con los lapitas donde destaca el movimiento violento de los centauros frente a la serenidad de Apolo. Y en las metopas se plasman los doce trabajos de Heracles.
Alzado del gran Templo de Zeus.
Pero además ese esplendoroso templo albergaba la maravilla de Fidias, una estatua crisoelefentina, de oro y márfil, de unos doce metros de altura realizada hacia el 432 a. C., una de las desaparecidas siete maravillas del mundo antiguo. Zeus aparecía entronizado como gran dios del Olimpo, representado con el torso desnudo y un manto le cubría las piernas, llevaba la cabeza coronada de olivo y la mirada dirigida hacia abajo le confería aspecto paternal. En la mano derecha sostenía una Niké y en la izquierda el cetro rematado por un águila. Su belleza y su gloria aumentaban cuando se abrían las grandes puertas de bronce del templo y Zeus resplandecía, para coronar a los vencedores de los juegos. Tras el templo se encontró el taller de Fidias, ya que el gran escultor clásico vivió en Olimpia. El santuario contaba con otros pequeños templos como el altar de Zeus, el Metroono pequeño templo dórico dedicado a la madre de los Dioses, la mencionada tumba de Pélope. O el célebre olivo sagrado, cercano al templo de Zeus, con sus ramas se elaboraban las coronas que distinguían a los vencedores en los juegos.
Recreación de la Estatua de Fidias.
Junto a los templos hay destacar los llamados Tesoros, doce templetes votivos donde eran depositadas las ofrendas de las diferentes Polis devotas de Zeus, como Megara o Sibaris. Mencionar el llamado Bouleuterion, del siglo VI a .C. donde se reunía el comité de los juegos y los participantes juraban respeto a las normas olímpicas. Además de una piscina, como baño para los atletas. Y la famosa Palestra de Olimpia, construida en el siglo III a. C., como espacio dedicado a los entrenamientos de los participantes en las modalidades de lucha, con un gran patio rodeado por un glorioso pórtico formado por 72 esbeltas columnas dóricas. Junto a la Palestra estaba el gran Gimnasio, del siglo II a. C., con un enorme patio de 200 metros de largo, lugar de entrenamiento de los atletas, lanzadores de disco y jabalina. Otros grandes espacios eran el Hipódromo, fuera de los límites del santuario, para las carreras de carros y caballos, y el Estadio, que data del siglo V a. C., contaba con una pista de 192 metros de longitud y podía acoger a unos 20.000 espectadores.
La gran Palestra de Olimpia.
Todos son edificios relacionados con el desarrollo de las diferentes pruebas olímpicas, unos Juegos que en la Grecia Antigua consistían en diez pruebas, destacar:
El pugilato o boxeo sin distinción por pesos, hasta la rendición o derrota de uno de los oponentes.
La equitación, carreras de carros de dos o cuatro caballos, que debían dar doce vueltas al estadio.
O las pruebas que se incluían el llamado Pentatlón: la lucha, la Carrera, que se medía por estadios o tramos de 192,28 metros.
La jabalina o lanzamiento de una lanza de madera, el lanzamiento de disco, que podía ser de hierro, piedra o bronce, y el salto de longitud. El vencedor debía imponerse en al menos tres de las cinco pruebas. Curiosamente, tres de ellas: la carrera, el pugilato y la lucha, tenían sus variantes infantiles.
Entre esa gran cantidad de edificios se situaban las estatuas que inmortalizaban a los grandes vencedores de los juegos, como los célebres Diágoras de Rodas o el gran luchador Milón de Crotona. Los participantes en los juegos debían ser jóvenes griegos, y muy importante, debían ser ciudadanos libres y con la suficiente fortuna para especializarse en estas artes atléticas. La intención de estos jóvenes era alcanzar la gloria eterna que daba la victoria en las Olimpiadas. Y poder ser objeto de las Odas del gran Píndaro de Tebas, el gran poeta de los Juegos. Píndaro, nacido en el 518 a. C., y en sus odas inmortalizaba el triunfo de los atletas victoriosos, que gracias a él se convertían en héroes. El propio Píndaro decía que los atletas aspiraban “... con ardor a conquistar gran gloria”. Para la celebración de los juegos se declaraba una tregua sagrada entre Polis. Mientras que la duración de las Olimpiadas solía ser de seis días, el primero de los cuales estaba íntegramente consagrado a Zeus, demostrando que ante todo era una celebración religiosa. Con procesión, sacrificios, y el juramento de los participantes ante Zeus. Desde el segundo hasta el quinto día se desarrollaban las diez pruebas atléticas oficiales. Y el sexto día solía ser de celebración de los vencedores que realizaban una procesión y consagraban su triunfo y sus coronas de olivo a Hera y Zeus, tras la consagración se celebraba un gran banquete. Y los atletas más célebres eran glorificados por sus polis de origen con un desfile y la erección de una estatua en su honor.
Reconstrucción en maqueta de Olimpia.
En definitiva, las Olimpiadas eran una gran herramienta de unificación del mundo griego y eran una celebración religiosa y cívica, con un gran componente lúdico y deportivo. En una Grecia tan atomizada en unidades independientes o Polis estos Juegos eran básicos para la cohesión del mundo griego, y Olimpia es el mejor ejemplo de ello. Un espíritu unificador que las actuales Olimpiadas intentar evocar cada cuatro años, con el traslado de la llama sagrada de Zeus Olímpico por todo el mundo, en un intento unificar países. Estas Olimpiadas modernas poco tienen que ver con las Juegos dedicados a Zeus en Olimpia, no obstante, siguen manteniendo esa capacidad de cohesión entre pueblos diferentes. Estamos ante otro gran legado de la Grecia clásica, de la que actualmente parece no quedar mucho.
Bibliografía:
J. M. Roldán. Historia de la Grecia Antigua. Universidad. Salamanca, 1998.
M. A. Elvira. Grecia y las Olimpiadas. Bruño. Madrid, 1992.
M. I. Finley. Los griegos de la antigüedad. Labor, Barcelona, 1994.
F. García Romero. Los Juegos Olímpicos y el deporte en Grecia. Ausa. Sabadell, 1992.
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