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martes, 27 de mayo de 2014

LAS PUERTAS SOLSTICIALES DEL INCA (3 de 3)

LAS PUERTAS SOLSTICIALES DEL INCA (3 de 3)
Herbert Oré Belsuzarri.

El Supay o Diablo andino, es un dios originario de las mitologías quechua, aimara e inca, puede ser malo o bueno. Es un ser que habita en las profundidades de la tierra y el inframundo de los muertos (Uku Pacha).

El Zupay es una figura ambivalente, definida por el sincretismo de la cultura cristiana como el diablo, pero que también es adorado como señor de las profundidades, el dios de las explotaciones mineras. A diferencia de lo que sucede con el Diablo cristiano, "el inca no repudiaba al Supay sino que temiéndole, lo invocaba y rendía culto para evitar que le hiciera daño.

Esta expresión de “cariño-respeto” se mantiene latente aún hoy, en el Perú y Bolivia en la fiesta de la “diablada” que se festeja en los carnavales de la Meseta del Collao, donde los diablos y las diablas, así como un conjunto de variados personajes mezcla de la cultura hispana y andina expresan la lucha entre en bien y el mal en un sincretismo único y posiblemente hasta absurdo para algunos católicos, por igual en esta se encuentra a los ángeles, los diablos y los humanos en algarabía sin precedentes, departiendo amistosamente. Esta festividad que mantiene viejas tradiciones, absorbió las nuevas que llegaron, para evitar ser perseguidos, y continuar con su tradiciones disfrazada de catolicismo, actualmente es el Patrimonio Inmaterial de la Comunidad Andina.


En esta zona de la “diablada”, los Tiahuanaco tienen la llamada “Puerta de la Luna”, la misma que originalmente se ubicaba a la entrada del cementerio, que simbólicamente es la puerta de ingreso al uku pacha o “puerta de los hombres” y otra llamada la “Puerta del Sol” que simbólicamente es la “puerta de los dioses” y en ella esta retratado el dios Viracocha que bendice la salida de su hijo el dios Inti (Sol) al Hanan Pacha cuyos rayos divinos bendecirá el kay pacha donde gobernó el Inca en representación de ellos.

Puerta de la Luna – Puerta de los Hombres.

Puerta del Sol – Puerta de los Dioses.

Otra manera de llamar al demonio es el Saqra que en quechua significa; travieso, saltarín, alegre y bromista. Durante la festividad de la Virgen del Carmen, los saqras simbolizan al personaje que con hábiles y entretenidos movimientos en la ejecución de su coreografía alegran la fiesta y realizan la acción de la tentación a la Virgen del Carmen desde los balcones y techos de las casas durante las procesiones. Es debido a la fusión cultural entre la religión católica y la religión andina que surgen diversas formas de interpretación al demonio, aunque el concepto no fue ni es entendido a cabalidad por la cultura andina, la representación de Lucifer se atribuye a los saqras aunque algunos dicen que lo más cercano a este concepto debía ser la palabra supay. La danza representa una versión humanizada, parodiada y humorística del diablo de acuerdo a la concepción mestiza acerca del demonio. En suma el diablo encarnación del mal para el mundo europeo y oriental, no lo es para el mundo sudamericano ya que es un ente ambivalente que puede comportarse bien o mal conforme a las circunstancias.

Aún pervive otra expresión iniciática andina entre el Supay y el Runa en la ceremonia que realizan los Danzantes de Tijera (Supay Huasin Tusuj = El danzante de la casa del diablo) de Huancavelica, Ayacucho y Apurímac, antes de realizar sus acrobáticos enfrentamientos entre ellos, que el observador inmediatamente considera que esta poseído por el diablo.

Según los sacerdotes de la colonia, su lado mágico obedece a un pacto con el diablo, debido a las sorprendentes pruebas que ejecutan en la danza. Estas pruebas se denominan Atipanacuy. El instrumento central de la danza son las tijeras elaborados de dos placas independientes de metal de aproximadamente 25cm de largo y que juntas tiene la forma de un par de Tijeras de punta roma.


Los poseídos danzan sin fatigarse, realizando actos inverosímiles parados sobre las puntas de los pies o de los talones, introduciéndose una serie de objetos punzo cortantes en la boca y fosas nasales, clavándose espinas en el cuerpo, o tragándose sapos y culebras literalmente, introduciéndose clavos y otros objetos metálicos bajo la piel, para luego amarrar a ello objetos y arrastrarlos, o coger objetos pesado con los dientes e incluso personas para hacerlos girar a su alrededor, mientras van produciendo música con una tijera y los dedos de su mano, acompañados por un arpa y violín, mientras son observados por una concurrencia absorta y sorprendida. Ellos dicen que ser un “Dansaq” (danzante) es un acto de fe (sobra el comentario sobre la fe y al personaje al que se refieren).

Los danzantes de tijeras descienden de los "tusuq laykas" que eran sacerdotes, adivinos, brujos y curanderos prehispánicos, quienes durante la colonia fueron perseguidos durante la extirpación de las idolatrías, para asesinarlos e implantar su fe religiosa cristiana, en esta etapa colonial se les llamo "supaypa wawan" (hijo del diablo) y fueron perseguidos cruelmente con bendición de la iglesia cristiana y para evitar su muerte se refugiaron en las zonas más altas e inaccesibles. Con el paso del tiempo, los colonizadores al no poder eliminarlos del todo, aceptaron que volvieran, condicionándoles a danzar para sus santos y al dios cristiano. 

Durante la colonia la danza es influenciada por los trajes de luces españoles. Existen evidencias documentales de que en el año 1,600 la danza de las tijeras ya era practicada extensamente.

Actualmente es una danza ritual y mágico-religiosa que representa a través de sus coreografías a los espíritus de la pachamama, yacumama, hanan pacha, uku pacha y otros wamanis.

Si bien es posible apreciar en la danza de las tijeras rezagos de un ritual mágico-religioso, en sus ceremonias iniciáticas pervive toda su magia y religiosidad andina. La participación en las ceremonias iniciáticas de los nuevos danzantes, así como en la bendición y pago al Supay, es solo para los danzantes y sus músicos, presididos por un brujo o curandero (Alto misayocc) que realiza una mesada para el Supay, quién bendecirá al nuevo iniciado y le proporcionará energía inagotable para la danza. Si el danzante quiere fuerza sobre humana hace un pacto con el Supay y entrega su alma como pago, para que more en el uku pacha al servicio del Supay cuando deje este mundo (kay pacha). Los quechuas y aimaras no aceptaron la imposición de la religión cristiana de los conquistadores, mantuvieron la suya, sincretizando la fe del conquistador en la fe del hombre andino.

Otros estudiosos están convencidos que no hay tal sincretismo de lo andino con lo cristiano. La danza de tijeras es una muestra de ello, que es netamente andino, es el último reducto puro de la religiosidad inca y su esoterismo iniciático.

Antes de la llegada de los europeos las ceremonias de purificación incluían un baile, o bien la danza denunciaba la necesidad de los ritos para calmar la crisis de los enfermos. No son claros los documentos, en todo caso se llamaba taki onqoy o sara onqoy, que estaba ligado a los confesores andinos, llamados para calmar la enfermedad (onqoy). En algunas partes esta enfermedad de baile que llaman taki onqoy, o sara onqoy, era atendido por los hechiceros, que eran llamados o van a ellos para que hagan mil supersticiones y hechicerías, practican la idolatría, y se confiesan con los hechiceros y practican otras ceremonias.

Fiesta, baile y canto están ligados también a la expiación o limpieza a partir de lo que en la Colonia se vio como actividad de "confesores" indígenas y quizá en lo que hoy es todavía materia a ser tratada por un maestro curandero. El taki onqoy como actividad terapéutica pervive como tal.

En 1,585 predicadores indígenas sermoneaban a su arrepentida audiencia acerca del abandono del ritual que sufrían las huacas, nombre genérico con que se denominaba a toda manifestación religiosa indígena y sobre todo a los dioses prehispánicos. Las huacas exigían la recomposición de su culto y el olvido de su ritual explicaba la presencia de estos males. Es interesante que las voces se alzaran en lugares de importancia precolombina, al menos dos de ellos tienen antecedentes de cultos no cristianos: Huaquirca (Antabamba, Apurímac), zona cubierta de andenes que recuerdan a Pisac, no muy lejos de la cueva de Alhuanzo decorada con dibujos rupestres. El otro espacio de predicación fue Vilcashuamán cuya importancia no necesita mayor explicación; no en vano los incas lo usaron como nuevo centro administrativo, eran tierras que habían pertenecido al dominio Wari y a los chancas.

Los documentos llaman moro oncoy (muru onqoy) a la epidemia que dejaba manchas sobre la piel de los enfermos, calificada en términos generales como "viruelas" por los europeos. No fue esta la primera plaga que azotó a los nativos, víctimas del contagio europeo desde los tiempos de Huayna Capac. Es importante resaltar que los hechiceros a esta enfermedad lo asociaban con la presencia de los invasores. El ritual para curar comprendía ofrendas a la deidad andina, que indicaba la vigencia de antiguos ceremoniales, como parte del rechazo o asimilación del adoctrinamiento cristiano.

Las fechas cronológicas de la reacción indígena por el muru onqoy nos hablan de su conexión ideológica con el movimiento mesiánico del taki onqoy y, al mismo tiempo, reflejan el carácter mestizo de ambas conductas. Si este último tenía sus raíces indígenas en un ritual preestablecido ante la amenaza de las plagas es algo que tiene sentido, aunque falte documentación para probarlo. Lo importante es que en 1,565, cuando se descubrió el movimiento, la expectativa mesiánica había rebasado los límites del ritual de curación. Los predicadores y conversos habían elaborado un cuidadoso discurso que explicaba la relación de Cristo y España contra la que se alzaban victoriosos los Dioses Andinos y los Taqui Ongos, como los llaman las crónicas y otros documentos.

A inicios de la década de 1,560 la situación era similar en la Nueva España: los mayas del estado de Yucatán llevaron a cabo un levantamiento que tuvo como protagonistas a indígenas que ya habían sido educados en parroquias católicas. Su líder, Pablo Be, atacaba a la Iglesia Católica en sus bases negando la validez del bautismo y, en general, la prédica misionera. El verdadero dios Hunab Ku se comunicaba con él en éxtasis shamánicos de los que regresaba para incitar la rebelión contra los cristianos. Al norte de México otros movimientos anunciaron el retorno de sus antepasados, sus profetas: Tenamaxtle, conocido como Diego el zacateco, y Francisco Aguilar, cacique de Nochistlán, llevaron a cabo una rebelión anticristiana. Anunciaban a sus seguidores que renunciando a las enseñanzas de los sacerdotes católicos y siguiéndolos a ellos volverían a ser jóvenes y tendrían varias esposas, no solamente una, y además que si llegaban a envejecer volverían a procrear. El dios Tecoroli (o Tlatol) viajaría a donde hubiese cristianos para matarlos a todos. 

Los andinos quedaron a la espera de una señal divina que les dijera que efectivamente todas las iglesias y capillas del reino, habían sido derrotado y quemado, que habían resucitado todas las huacas. Esta señal partiría de Pachacamac, y la otra de la huaca del Titicaca; que todas andaban por el aire, ordenando dar batalla al Dios cristiano, y vencerle.

Que cuando el marqués (Francisco Pizarro) entró en esta tierra, había su Dios vencido a las huacas, y los españoles a los indios; empero que ahora, daba la vuelta el mundo; y que los españoles y su dios quedaban vencidos esta vez, y todos los españoles muertos, y las ciudades de ellos anegadas; que la mar había de crecer, y los habría de ahogar, para que de ellos no hubiese memoria.

No se conserva la prédica en quechua o aimara de los profetas andinos; sin embargo, en la versión hispana la frase "daba la vuelta el mundo", pudo ser la traducción aproximada de pachakuti, concepto de significado complejo que fue traducido por González Holguín como "El fin del mundo, o grande destrucción, pestilencia, ruina, o pérdida, o daño común". En aimara tenemos una traducción similar: "Tiempo de guerra”. Y también lo toman para significar el “juicio final".

El mal ya no era remediable, se necesitaba otro pachakuti para recrear el universo que tampoco sería copia del prehispánico sino el producto de una destrucción. Con los restos de todo lo existente, lo antiguo y lo moderno, lo indígena y lo europeo, habría que construir una nueva sociedad.

La guerra a la que alude había desatado todo su furor y los escuadrones andinos, comandados por Pachacamac y Titicaca, estaban derrotando al dios cristiano. No es la primera vez que en el surgimiento de una religión se alude a la figura simbólica de un combate. En el Eluma elish de los babilonios, Marduk, el nuevo campeón de los dioses derrota a la diosa Tiamat o el triunfo de Horus sobre Seth en el Egipto.

En el taki onqoy la guerra se explicaba como la revancha de una derrota anterior, se enfrentaban nuevamente los dioses creadores de ambos bandos: los resucitados comandados por Pachacamac (Viracocha), el dios oracular del valle de Lurín y en general de la costa del Pacífico, y Titicaca, la pacarina u origen de los seres vivientes ubicada en el Collao, en la sierra sur del Perú y Bolivia. Al frente estaba el dios cristiano "que había hecho a los españoles”.

Esta confrontación se había dado porque las huacas habían recobrado sus fuerzas gracias a la renovación del ritual. Como en casi todas las religiones la energía de los dioses se sustentaba en la constancia con que los fieles mantenían la vida ceremonial en su honor. El ritual es el alimento divino. Puede ser sangre humana -como lo creyeron mayas y aztecas- o el humo que consume las plantas o animales en su honor -como se pensaba en Mesopotamia- o las entrañas de las llamas -como razonaban los andinos- o el sacrificio de la Misa -como piensan los católicos- pero la eficacia de las deidades depende de la continuidad de cualquiera de las formas sacrificiales que se adopten. Cuando se persigue a los creyentes o -por cualquier otra razón- estos dejan de practicar el ritual, en la mayoría de las religiones se percibe a los dioses como hambrientos o faltos de poder y, por lo tanto, enojados y agresivos contra sus criaturas y sus perseguidores, "las huacas andaban por el aire, secas y muertas de hambre; por que los indios no le sacrificaban ya, ni derramaban chicha". Pero su falta no concluía en este abandono, iba más allá pues los indios se habían bautizado entregándose al ritual católico.

La venganza no se haría esperar. Las huacas "habían sembrado muchas chacras de gusanos, para plantarlos en los corazones de los españoles, ganados de Castilla y los caballos y de los indios que permanecen en el cristianismo". Para evitar tamaña desgracia había que renunciar a todo lo aprendido en la doctrina, solo así "vivirían en prosperidad, gracia y salud".

El mismo océano, la Mamacocha de los andinos, ahogaría con sus aguas a los individuos y a sus cultivos para lavar de la faz de los Andes su enfermiza presencia. Pero el castigo y la redención comenzaban por el cuerpo: los gusanos, es decir la condición de podredumbre, atacarían al motor de la vida y receptáculo de lo espiritual, el sonqo (corazón) del quechua hablante: "conciencia, juicio, razón, memoria".

El camino de la salvación comenzaba con repetir fórmulas conocidas en los antiguos rituales prehispánicos: ayuno de varios días que implicaba no comer sal, ají ni maíz de colores y no tener relaciones sexuales. Además convenía evitar todo trato con la parroquia, no comer alimentos de origen europeo, ni vestir ropas ajenas a su tradición -"camisa, sombrero, alpargatas"-, desoír el llamado de los sacerdotes católicos ausentándose de la Misa, olvidar el nombre de bautismo y, por supuesto, no practicar ninguno de los sacramentos de la iglesia católica.

Los andinos se retraían del trato con los europeos pensando que los matarían para robarles el "unto" o grasa del cuerpo. Esto probablemente sea el origen remoto de las modernas versiones de lik'eri okharisiri entre los aymaras y de los pishtacos o ñacaq entre los quechua hablantes. Se trata de seres fantasmales, ajenos a las comunidades, que trafican con la grasa del cuerpo de quienes son sorprendidos en parajes alejados de su pueblo. El producto, extraído mágicamente del cuerpo es vendido para su uso industrial; de acuerdo a los relatos recogidos hace un siglo el unto hacía sonar mejor las campanas de las iglesias, años después se suponía que eran parte de la tecnología que permitía el vuelo de los satélites.

Aun cuando son pocos las proclamas del taki onqoy que llegaron a nuestra época, podemos apreciar lo que quería el hombre andino sobre su situación, los españoles y sus dioses en la siguiente proclama reflexiva en un álbum musical del argentino Víctor Heredia, en homenaje al movimiento milenarista, político-religioso (1,560 – 1,572) contra la aculturación española, que recuerda este movimiento y la lucha de los pueblos americanos por su libertad.

¿DÓNDE ESTÁN NUESTROS HIJOS AHORA
QUE VIENTO LOS BARRIO?
¿DÓNDE NUESTROS MAIZALES DE ORO 
MECIÉNDOSE EN EL SOL? 
¿QUE FUE DE NUESTRAS HUACAS SAGRADAS 
QUE FUE DE NUESTRA PAZ?
LLORO POR TITICACA Y LA LUZ AMADA 
DE PACHACAMAC
DIGO TAKI ONGOY, 
SUEÑO UN CAMINO, 
VIRACOCHA ENTENDERÁ
CUANTO DOLOR ENCIERRA MI CORAZÓN.
GRITO TAKI ONGOY, 
PREPARO MIS ARMAS 
MANCO INCA SONREIRÁ 
LAS FLORES EN LOS VALLES REVIVIRÁN
HABRÁ EN SUS OJOS TAL REGOCIJO TANTA FELICIDAD 
QUE NUESTRAS ALMAS DE LAS ESTRELLAS AL MUNDO BAJARAN.
Y EN MACHU-PICCHU, CIUDAD SAGRADA SE CORPORIZARÁN: 
AZTECAS, MAYAS, INCAS, CHIMÚES. CONVOCARÁN AL SOL.
ESTE ES EL DÍA DEL AÑO JUSTO. YA TERMINO EL DOLOR.
VENGO A CANTARLES LA PROFECÍA. EL INDIO NO MURIÓ.

El nombre del movimiento y en general todo su discurso califican de enfermedad a todo lo que había arribado con Pizarro; no debe sorprendernos las ceremonias de adhesión al taki onqoy, a la danza de tijeras.

Esta forma de entender las fuerzas del mal y del bien, las características de los dioses andinos, lo acercan más a las culturas primigenias más antiguas del mundo: los sumerios, egipcios e hindúes y naturalmente a su esoterismo y escuelas de misterios, que fueron las más adelantadas e imitadas en todo el orbe, llegando incluso a la actualidad a través de diversas escuelas iniciáticas, donde en complejas explicaciones, alegorías y simbolismo llegan a similar conclusión sobre el significado y valor de este, en el mundo iniciático, que las religiones por sus propias conveniencias han distorsionado a través del tiempo.

La noche del 21 de junio, millones de hogueras se encienden en todo el mundo lanzando su cántico de fuego a la Luna, con la finalidad de darle fuerza al sol ya que a partir de esa fecha los días serán más cortos. Todas las culturas y pueblos celebran el solsticio desde la Mesopotamia, el Antiguo Egipto, el Lejano Oriente, el mundo celta de los druidas y otros. Es la noche mágica por excelencia, de los milagros y de las curaciones; la noche del amor, en la que todos los ritos y encantamientos son pocos para conseguir todo aquello que se desea...

En el mundo andino es la noche en que los huaqueros buscan las hogueras de fuego que producen los tesoros escondidos de los “gentiles”, la danza alrededor del fuego para purificarnos ahuyentando el mal, la quema de todo lo inservible para auspiciar la llegada del bien, mientras los quechuas festejen el Inti Raymi, para rememorar sus antiguas tradiciones y su fe religiosa a sus milenarios dioses.

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