Escribe: Herbert Oré B.
Sobre el origen
de la palabra del nombre esenio, se han tejido varias hipótesis: puede
significar "santos", en griego oseeos, una referencia a "los
piadosos" hasidei, en arameo hesé; o venir del hebreo, osei hacedores (de la Ley), eça consejo o assayya
sanadores o terapeutas. El Talmud los llamó "bautistas matinales"
(tovilé shahrit). Escritos árabes se refiere a ellos como magaritas, "de
las cuevas".
Se ha especulado con que Jesús de Nazaret y Juan el Bautista tenían relaciones
con ellos o incluso pertenecían a la congregación. Entre ellos se ha querido
ver el germen del cristianismo y se llegó a escribir que "el cristianismo
fue en gran medida el esenismo triunfante".
La enseñanza del
Cristo era semejante y consecutiva a la enseñanza de los Colegios Iniciáticos.
Una prueba muy bella de esto existe en un pergamino encontrado en Alejandría y
que es una carta escrita por el Superior de la Orden Esenia en un
Colegio de la sección de Alejandría, y esos algunos años después de la muerte
del Señor. Esta correspondencia estaba dirigida a la Fraternidad esenia de
Egipto para tratar un punto relacionado con los rumores que corrían acerca de
Jesús el Nazareno.
En este manuscrito
esenio, el Alto Dignatario describía la infancia de Jesús consagrado a esta
misión desde su más baja edad (los Iniciados sabe la razón de esto); todos los
detalles están allí contenidos acerca de su educación en la Orden, su evolución y su
vida de retiro y de estudio. A su salida del Colegio Iniciático cuando alcanzó la Maestría, la consagración
de la última prueba (la del agua) le fue dada por Juan el Bautista.
El Venerable de la Orden agrega que Jesús
después no actuó más que dentro de la línea de las instrucciones esenias y que
tenía el permiso para todos los actos que realizó.
Esta carta del
Anciano de los Esenios es muy importante, pues ella relata no solamente que
Jesús era un Hermano de la Orden,
sino también “El hermano querido de nuestra comunidad”. Más adelante el
Superior agrega: “Fue un Iluminado y un Maestro experto en el arte de curar
como lo son siempre nuestros Superiores...” El Gran Terapeuta conocía también
que Jesús, Elegido del Todopoderoso, era enviado por El para enseñar durante su
vida el Reino de los Cielos”.
Los esenios de
Alejandría pronto se convencieron que el Divino Maestro era un miembro de la Orden, pues que seguía las
reglas utilizando los signos de reconocimiento y que en su calidad de Alto
Iniciado no venía por ninguna secta, aunque practicaba ciertas virtudes y
ciertas maneras de enseñar que no dejaban la menor duda, cuando además
reconocían la palabra de pase: Que la paz sea con vosotros (indicativa de los
Colegios del Norte).
El reconocimiento por el mismo Superior de
que Jesús no tenía necesidad de autorización para actuar como lo había hecho,
es también muy importante, y el hecho de que el Maestro se Nazareanizara es completamente
conforme a la regla. Esto es clarísimo
para aquellos que están al corriente del proceso jerárquico y del mecanismo
Iniciático. (Serge Raynaud De La Ferriere, El Libro Negro
de la Francmasonería,
Primera edición: 1949 Pág. 30)
Otros autores explican por que Jesús
el Cristo era esenio a partir de sus enseñanzas y poder de sanación, así
tenemos:
Jesús está de paso en Jerusalén. No predica aún en el templo, pero cura
a los enfermos y enseña en casa de los amigos. La obra del amor debe preparar
el terreno en que ha de caer la buena simiente. Nicodemus, fariseo instruido,
había oído hablar del nuevo profeta. Lleno de curiosidad, pero no queriendo
comprometerse entre los suyos, pide una entrevista secreta al Galileo. Jesús se
la concede. Nicodemus llega por la noche a su morada y le dice: “Maestro,
sabemos que eres un doctor venido de la parte de Dios; pues nadie podría hacer
los milagros que tú haces si Dios no estuviera contigo”. ¯ Jesús le responde: ¯
“En verdad, en verdad te digo que, si un hombre no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Nicodemus pregunta si es posible que un
hombre vuelva al seno de su madre y nazca una segunda vez. Jesús responde: “En
verdad te digo que si un hombre no nace de agua y de espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. (Juan, III, 15).
Jesús resume bajo esta forma, evidentemente simbólica, la antigua
doctrina de la regeneración, ya conocida en los Misterios del Egipto. Renacer
por el agua y por el espíritu, ser bautizado con agua y con fuego, marca dos
grados de la iniciación, dos etapas del desarrollo interno y espiritual del hombre.
El agua representa aquí la verdad percibida intelectualmente, es decir, de una
manera abstracta y general. Ella purifica el alma y desenvuelve su germen
espiritual.
El renacimiento
por el espíritu o el bautismo por el fuego (celeste), significa la asimilación
de esa verdad por la voluntad, de tal modo que se convierte en la sangre y la
vida, el alma de todas las acciones. Resulta de ello la completa victoria del
espíritu sobre la materia, el dominio absoluto del alma espiritualizada sobre
el cuerpo transformado en instrumento dócil, dominio que despierta sus dormidas
facultades, abre su sentido interno, le da la visión intuitiva de la verdad y
la acción directa del alma sobre el alma. Este estado equivale al estado
celeste, llamado reino de Dios por Jesucristo. El bautismo por el agua o
iniciación intelectual, es, pues, un comienzo de renacimiento; el bautismo por
el espíritu es un renacimiento total, una transformación del alma por el fuego
de la inteligencia y de la voluntad, y por consiguiente en cierta medida de los
elementos del cuerpo, en una palabra, una regeneración radical. De ahí los
poderes excepcionales que da al hombre. (Edouard Schure, Los
Grandes Iniciados V Jesús - Jesús y Los Esenios, Primera edición, Biblioteca
UPASIKA, Pág. 37).
Se dice que la misión de los
esenios fue neutralizar, con la fuerza de sus pensamientos y poder vibratorio,
las bajas vibraciones del entorno en el área donde habría de nacer el Mesías.
Pero aunque hoy se considera a la tribu esenia como la precursora de la Iglesia Cristiana,
como la cofradía que plantó la semilla para que las enseñanzas de Jesús cayeran
en tierra fértil, esta permaneció oculta al conocimiento profano por lo
hermético de su enseñanza, por la elevada misión que les correspondió cumplir y
por no ser mencionada en la
Biblia. Recién se hizo conocida en nuestra cultura a partir
del hallazgo, en el año 1947, de 800 rollos de Evangelios Apócrifos, conocidos
hoy como los Papiros de Qumram o los Rollos del Mar Muerto. Fueron descubiertos
en vasijas de arcilla ocultas en 11 cuevas ubicadas a un kilómetro,
aproximadamente, de un lugar denominado Chirbet Qumram, en la ribera
noroccidental del Mar Muerto, y que desde mediados del siglo pasado es conocida
como El Paraje en Ruinas por ser una zona desértica e inhóspita, pocos
kilómetros al sur de la ciudad mítica de Jericó.
La Iglesia, que
se había opuesto en un comienzo a la divulgación de estos textos herejes,
levantó la interdicción y, previa traducción, autorizó que fueran publicados.
De esa lectura surge que Jesús era Esenio y que el Nuevo Testamento era su Obra
Divina, apoyándose por ejemplo en el hecho de que Jesús hablaba arameo, la
lengua asirio babilónica usada en todo el Asia occidental y propia de los
Esenios, y en la que fueron transmitidos los Evangelios. Puesto que se dice que
Jesús no hablaba griego y el hebreo no lo comprendía bien, posteriormente, los
Apóstoles Juan, Mateo, Marcos y Lucas vertieron los escritos a otros idiomas,
de donde surgieron diversas interpretaciones.
Sólo las almas despiertas de
21 años como mínimo podrían recibir la iniciación en los misterios de la Fraternidad, y
comenzar el sendero de evolución sin fin a través del ciclo de sus
encarnaciones.
Antes de ingresar a la secta,
el candidato recibía una pequeña hacha, un paño de lino y un vestido blanco.
Después de haber dado tiempo pruebas de su fortaleza durante un año, avanzaba
aún más en su forma de vida y participaba de las aguas sagradas para sus
purificaciones. Tras demostrar su constancia y poner a prueba su carácter
durante dos años era admitido en la comunidad. Antes de empezar su primera
comida colectiva, debía pronunciar juramentos ante los demás hermanos de la
secta, prometiendo venerar a la divinidad, practicar la justicia con los
hombres, no hacer daño a nadie ni por deseo propio ni por orden de otro,
abominar siempre a las o personas injustas y colaborar con las justas, y ser
fiel siempre a todos, sobre todo a las autoridades. Si llegaba a ocupar un
cargo de poder, debía jurar que nunca se comportaría de forma insolente ni
trataría de sobresalir ante sus subordinados por su forma de vestir o por
alguna otra marca de superioridad.
La
iniciación Esenia consistía en: Tras
haberse bañado, los esenios se ponían vestiduras reservadas para el
acontecimiento. Ningún profano era admitido en el banquete que se iniciaba con
un profundo silencio; luego, el presidente elegido por sus hermanos recitaba
una plegaria para sacralizar la asamblea. Cuando el neófito era admitido por
primera vez en el banquete, prestaba un juramento calificado de temible.
Juraba observar una inalterable piedad para con Dios,
practicar la justicia con los hombres sin dañar nunca a nadie, combatir junto a
los iniciados contra el error, respetar a los jefes de la Orden, no ceder ante las
vanidades, amar por encima de todo la verdad y mantener las manos puras. «Jura
también», prosigue el texto esenio, «no ocultar nada a los miembros de la secta
ni revelar nada a otros que no sean ellos, aunque se usara contra él la violencia
hasta la muerte»; además, no tendrá que comunicar enseñanza alguna de modo
distinto a como él mismo la habrá recibido.
Los esenios afirmaron que detentaban el sentido esotérico de la Biblia. El significado
literal les parecía destinado a hombres fútiles, mientras que el sentido
simbólico del libro servía como base a la iniciación. Semejantes pretensiones,
justificadas sin duda, atrajeron la venganza de los judíos llamados «ortodoxos»
que no conseguían desvelar los secretos de la comunidad esenia.
Todos los aspectos que acabamos de evocar se aplican a las
cofradías masónicas. Añadamos que el método de trabajo de los esenios sigue
estando en vigor en las logias.
«Que nadie», proclama un texto, «hable en medio de las
palabras de otro, antes de que ese otro haya terminado de hablar. Y, además,
que no hable antes de su rango». Los dignatarios abren la sesión, luego los
ancianos profundizan en el tema tratado; cada adepto, por fin, tiene la
posibilidad de retomar las ideas abordadas y hacer de ellas un nuevo
desarrollo. Cuando un esenio siente el deseo de tomar la palabra, se levanta y
dice: «Tengo algo que decir a los Numerosos». Si quien preside la sesión da una
opinión favorable, la palabra es concedida.
El título corriente del iniciado esenio es «Hijo de la Luz»; al convertirse en
miembro del consejo de la Orden,
ha participado en la guerra de los Hijos de la Luz contra los de las tinieblas; éstos equivalen
a las naciones privadas de Dios y, sobre todo, a los romanos, los ocupantes de
Palestina.
El iniciado esenio, como el iniciado masón, puede convertirse
en un maestro. El mito central del esenismo es el martirio del Maestro de
Justicia, jefe superior de la comunidad torturado hacia el siglo II a.C. por un
odioso tirano llamado «el sacerdote impío». Hecho fundamental, el Maestro de
Justicia fue traicionado por los suyos, al igual que Maese Hiram tuvo que
sufrir la villanía de tres compañeros que estaban a sus órdenes; además, el
Maestro de Justicia, como Hiram, practicaba el oficio de arquitecto.
Él fue, nos dicen los textos, quien estableció los fundamentos
sobre la roca y utilizó el cordel de justicia para el armazón. Utilizaba
también la plomada de verdad para controlar las piedras puestas a prueba.
Como en el pitagorismo, estaba prohibido pronunciar el nombre
del Maestro, el Anónimo por excelencia según la observación de Dupont-Sommer.
Era el ejemplo a seguir, el modelo a respetar; martirizado y traicionado, no
dejaba de ser el Maestro encargado de construir la comunidad y de aliviar la
miseria de los hombres. La comparación con la leyenda ritual del grado de
Maestro Masón es evidente y nos encontramos, sin duda, ante una filiación
directa que no había sido aún puesta de relieve, que nosotros sepamos.
En el terreno de los símbolos, encontramos por lo menos tres
de la clase de los esenios que conservó la masonería. El primero es un paño de
lino que indica la necesidad de una purificación constante; el aprendiz masón
recibe un delantal de piel blanca que le inculca una noción comparable. El
segundo es la hachuela que se convirtió en el mazo del Venerable masónico; lo
encontramos también en el símbolo de la «piedra cúbica con punta» cuya parte
superior está hendida por un hacha. El tercero es la estrella, símbolo esencial
del grado de Compañero masón; «la estrella», nos dice el Escrito de Damasco,
«es el buscador de la ley». El papel del compañero es, precisamente, buscar la
verdad viajando por el mundo. (Jack Christian, La Masonería Historia
e Iniciación, Ediciones Martínez Roca SA, Madrid Mayo 2004, Segunda Edición,
Pág. 30).
Los autores católicos negaron siempre
que la religión cristiana primitiva comportara un culto
secreto y doctrinas esotéricas. Sin embargo, el Nuevo Testamento posee
ciertos textos bastante perturbadores (Ejm. el Evangelio de San Juan y alguna
Epístola de San Pablo, así como el Apocalipsis). Sea lo que fuere de este
problema muy controvertido, no es menos cierto que ha existido cierto número de
cristianos que, deseando ir más allá de la Fe, buscaban el Conocimiento (Gnosis) perfecto,
que va más allá de las apariencias sensibles y permite explicar la razón de
ser de todas las cosas.
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