El despertar de la kundalinī
Fragmento de la obra de Joseph Campbell, ‘Imagen del mito’, en el que se refiere a la kundalinī, la serpiente de luz y energía que yace enrollada en espera de su despertar. Edición de Raimon Arola y Luisa Vert.
El alfabeto esencial de la sabiduría tántrica yace en la doctrina de los siete “círculos” (chakras) o “lotos” (padmas) del sistema de yoga kundalinī. La vocal larga ī que se añade al adjetivo sánscrito kundalin, cuyo significado es “circular, espiral, enroscado”, conforma un sustantivo femenino que significa “serpiente”. En el presente contexto alude a la figura de una serpiente femenina enroscada, una diosa serpiente no “evidente” sino de “sutil” sustancia, que debe imaginarse en estado aletargado, dormida, y que reside en un delicado centro situado cerca de la base de la columna vertebral, el primero de una serie de siete centros de este tipo. El objetivo del yoga es despertar a esta serpiente, hacer que levante la cabeza y que ascienda por un delicado nervio o canal de la espina dorsal hasta el llamado “loto de los mil pétalos” (sahasrara) situado en la coronilla, en la parte superior de la cabeza. Esta vía o canal axial, que recibe el nombre de sushumna (“rico en felicidad, colmado de bendiciones”), se halla flanqueada y cruzada por otros dos canales: uno blanco, conocido como ida (que significa “refresco, libación; corriente o flujo de alabanza y adoración”), que asciende en espiral desde el testículo izquierdo hasta el orificio derecho de la nariz y está asociado a las energías frías, ambrosíacas, “lunares” de la psique; y el otro rojo, llamado pingala (“de tonalidad leonada, solar”), que va desde el testículo derecho al orificio izquierdo de la nariz, cuya energía es “solar, ardiente” y, como el calor solar de los trópicos, desecante y destructiva. La primera tarea del yogui es unificar las energías de estos poderes antagónicos en la base de su sushumna, y luego llevarlas por el canal central a medida que se va desenroscando la reina serpiente. Ésta, ascendiendo desde el centro del loto inferior hasta el más alto, despertará los cinco centros intermedios a medida que los encuentre en su camino, y con el despertar de cada uno de ellos, toda la psicología y la personalidad del sujeto se transformará de manera fundamental.
Hace dos siglos vivió un gran santón indio, Ramakrishna (1836-1886), que fue un auténtico virtuoso en la práctica del yoga y en una ocasión dijo a sus seguidores: “Hay cinco clases de samadhi”; es decir, cinco clases de éxtasis espiritual, “En estos samadhis se siente la corriente espiritual como el movimiento de una hormiga, de un pez, de un mono, de un pájaro o de una serpiente. En ocasiones la corriente espiritual sube por la espina dorsal como los pasos menudos de una hormiga. Otras veces, en el samadhi, el alma nada gozosa como un pez en el océano del éxtasis divino. A veces, cuando me recuesto de lado, siento la corriente espiritual empujándome, jugando conmigo, como un mono. Me quedo quieto, y la corriente, como un mono, alcanza de un salto el sahasrara. Ésa es la razón por la que a veces me verán dar un salto repentino. Hay otras veces en que la corriente espiritual sube como un pájaro, saltando de rama en rama; y el lugar donde se queda se siente arder […]. Y a veces la corriente espiritual asciende como una serpiente, zigzagueando hasta llegar a la cabeza, y entonces experimento el samadhi. La conciencia espiritual del hombre no se despierta hasta que se despierta su kundalinī”.
Así describe Ramakrishna cierta experiencia: Justo antes de alcanzar este estado mental, se me reveló la manera en que se despierta la kundalinī, cómo florecen los lotos de los distintos centros y cómo todo ello culmina en el samadhis. Se trata de una experiencia muy íntima. Vi como un muchacho de unos veintidós o veintitrés años, exactamente igual a mí, entraba en el nervio del sushumna y se compenetraba con los lotos, tocándolos con la lengua. Empezó por el primer centro, en el ano, y pasó por los centros del órgano sexual, el ombligo y los demás. Los distintos lotos de esos centros —dotados de cuatro pétalos, seis pétalos, diez pétalos y demás–, que estaban decaídos, se irguieron a su tacto. Al llegar al corazón —lo recuerdo con todo detalle– y compenetrarse con su loto tocándolo con la lengua, el loto de doce pétalos, que estaba colgando cabeza abajo, se irguió y abrió todos sus pétalos. Luego alcanzó el loto de dieciséis pétalos de la garganta y el de dos pétalos situado en la frente. Y, por último, floreció el loto de mil pétalos de la cabeza. Desde entonces he permanecido en este estado.
Los primeros estudios serios en lengua inglesa sobre los principios del tantrismo datan del primer cuarto del siglo pasado y fueron publicados por sir John Woodroffe (1865-1936), juez de la corte suprema de Calcuta. Tres de sus imponentes volúmenes son indispensables para el lector coccidental que quiera tener algo más que una idea superfical de este saber: Principles of Tantra[Principios del Tantra] (Madrás 1914), Shakti and Shâcta [Shakti y Shâkta] (Madrás 1928) y The Serpent Power [El poder serpentino] (Madrás 1931, 3ª edición revisada). A estos libros debe añadirse la obra más reciente del doctor Shashibhusan Dasgaputa, Obscure Religious Cults as a Background of Bengali Literature [Oscuros cultos religiosos en el trasfondo de la literatura de Bengala] (Calcuta, 1946), y el extenso manual ya mencionado del profesor Eliade, con los que el estudioso dotado de paciencia encontrará varias puertas ocultas a la interpretación simbólica y su relevancia para la propia vida interior.
Al inicio de su exploración, no obstante, el estudioso suele recibir dos advertencias: la primera, no intentar por sí solo los ejercicios descritos, ya que activan centros inconscientes que, si no son manejados adecuadamente, pueden derivar en psicosis; y la segunda, no interpretar con cautela los primeros signos de éxito que pueda encontrar en el transcurso de su práctica. Dice sir John Woodroffe: “Hay una prueba sencilla que permite saber si la shakti ha despertado. Cuando esto ocurre, se siente un calor intenso en este punto, pero cuando la shakti abandona el centro en cuestión, éste se torna tan frío y aparentemente inerte como un cadaver. El proceso ascendente puede ser así comprobado externamente por otras personas. Cuando la shakti (esto es, el poder o la energía) llega al cerebro superior (sahasrara), todo el cuerpo se queda frío y aparentemente sin vida, excepto la parte superior de la cabeza, donde se siente algún calor; este es el lugar donde se unen los aspectos estáticos y cinéticos de la consciencia”.
[A partir de este punto, Campbell explica la técnica de control de la respiración, prana yama, utilizado por algunos yoguis para provocar el despertar de la diosa serpiente y su enderezamiento alredor del eje central y después pasa a describir detalladamente el simbolismo de cada uno de los chakras por los que se eleva la kundalinī. Aquí presentamos un breve resumen de sus palabras:]
El loto situado en la base del eje o canal (sushumna) alrededor del cual se eleva la serpiente recibe el nombre de muladhara, que quiere decir “soporte raíz”. Está formado por cuatro pétalos de color carmesí y en cada uno de ellos aparece inscrita una sílaba sánscrita.
[1] En su centro aparece un cuadrado simbolizando el elemento tierra y un elefante blanco, la cabalgadura del dios Indra. La deidad que aparece en este centro es Brahma y su shakti, la diosa Savitri. Este chakra se sitúa entre los genitales y el ano
[2] y puede compararse a un dragón que guarda un tesoro, aunque el mismo no sabe cómo usarlo.
El segundo centro se denomina svadhisthana, “su especial morada”, se sitúa a nivel de los genitales y el loto que lo representa tiene seis pétalos con sus consiguientes sílabas sánscritas. Su elemento es el agua y en su centro aparece una luna llena con un animal mitológico conocido como makara en su interior. Sus dioses son Shiva y la iracunda Rakini. Es un centro relacionado con la sexualidad que se supera con el ascenso al siguiente loto.
El tercer centro está situdado en el ombligo y se denomina manipura, o “ciudad de la joya resplandeciente” por su luz y su calor ardiente. Los diez pétalos de su loto son de color oscuro y en triángulo de su interior es rojo, como el fuego, mientras que el animal que aparece es el carnero. La deidad que lo preside es Shiva y su shakti es Lakni, la terrible. Estos tres chakras inferiores son la base para el comienzo de lo que Dante llamó la “vita nuova”.
El cuarto chakra está situado a la altura del corazón y su nombre es anahata, “no impactado”, pues allí se oye un sonido que no proviene del impacto de una cosa con otra. Este sonido se identifica con la sílaba OM o AVM, que se conoce como la sílaba de los cuatro elementos. Su forma es la de un loto de doce pétalos rojos. En el centro dos triángulos invertidos de color humo y otro triángulo central más pequeño que contiene un lingam. Su deidad es Shiva benevolente y Kakini, la diosa que con una de sus manos otorga bendiciones. Debajo de él aparece otro pequeño loto situado al nivel del plexo solar en cuyo interior aparece un árbol, el árbol de los deseos.
El siguiente chakra se situa a la altura de la laringe, se llama vishuddha, “purificado”. Ramakrishna dice que en este nivel: “el devoto no quiere otra cosa que hablar i oir acerca de Dios”. Tiene diez y seis pétalos púrpura y en medio del triángulo central blanco hay un círculo también blanco que representa la luna llena con un elefante blanco y la sílaba ham, que alude a la pureza. Su deidad es Shiva en su aspecto hermafrodita. Simboliza “la puerta de la gran liberación”, pero también el umbral donde se encuentran los guardianes terribles y cantan las engañadoras sirenas. Es el paso peligroso, “el borde afilado de la navaja que es difícil de recorrer” (Katha Upanishad)
En relación al sexto chakra, llamado savikalpa samadhi, “éxtasis condicionado”, y al séptimo y último nirvikalpa samadhi, “éxtasis incondicionado”, Ramakrishna solía preguntar a quienes le pedían consejo: “¿Quieres hablar de Dios con forma o sin ella?” el primero de esto dos chakras se conoce como el loto del dominio, ajna, y se situa encima del entrecejo. La serpiente egipcia conocida como Ureus parece estar surgiendo de este lugar. Se representa como un loto de dos pétalos de color blanco.
[El séptimo chakra se llama sahasrara y, sobre él, Campbell escribe lo siguiente, reproducimos sus palabras íntegramente:]
El término sánscrito nirguna brahman “el absoluto no manifiesto”, se aplica a la realización de este último chakra, y su loto es sahasrara, “de los mil pétalos”, que cuelga hacia abajo desde la parte superior de la cabeza emitiendo rayos de néctar más brillantes que la luna. En su centro, refulgente como el relámpago, se encuentra el último y definitivo triángulo yoni, en cuyo interior, bien escondido y de muy difícil acceso, se halla el resplandeciente gran vacío, al que sirven todos los dioses. “Una pulga que esté en Dios”, nos dice Eckhart, “es más noble que el más excelso de los ángeles”.
[Después de esta explicación y como final del capítulo, el autor incluye el siguiente poema de la Divina Comedia de Dante, en el, que con otras palabras, se alude a la luz viva y fuente de vida que en Oriente recibe el nombre de kundalinī]
Un solo instante me causa más olvido/Que los veinticinco siglos transcurridos desde aquello/Que hizo a Neptuno maravillarse de la sombra de Argos./ Así mi mente, extasiada/Contemplaba absorta y sin moverse,/Y cada vez con mayor interés/Aquella luz en la que uno se transforma de tal manera/Que es imposible ya/Contemplar cualquier otra cosa,/Porque el bien, que es objeto de la voluntad,/Se halla todo en ella contenido,/Siendo imperfecto fuera de ella cuento en ella es perfecto./ Pero mi discurso no logrará expresar/ Ni siquiera lo que recuerdo todavía./Peor aún será para ello que la lengua de un niño de pecho./ Y no es porque hubiera más que una simple presencia/En la luz viva que estaba observando/Y que se mantiene siempre igual a sí misma; / Sino que a mi vista que se agudizaba a medida que miraba,/ Una sola apariencia cambiaba/A medida que yo mismo lo hacía./ En la profunda y clara sustancia de la sublime luz,/Tres círculos aparecieron ante mí/De tres colores y una sola dimensión;/ Uno parecía reflejarse en el otro/Como el iris refleja al iris, y el tercero parecía de fuego,/Exhalado por igual por los otros dos./ ¡Qué inadecuado es el lenguaje, y qué pobre/Para expresar mi concepto! Y aún llamarlo pobre/No basta para expresar lo que vi./ ¡Oh luz eterna que habitas en ti misma!/¡Sólo tu te abarcas, y sólo en ti misma comprendes/Y eres comprendida, amas y eres celebrada!/ El círculo que parecía originado en ti/Como luz reflejada,/Tras contemplarlo un tiempo/ Me pareció que contenía nuestra propia imagen/En su interior, con su idéntico color;/ Por lo que me dediqué a observarlo atentamente./ Como el geómetra que dedica todo su esfuerzo/A la medición del círculo, y no logra encontrar/Con sus cálculos el principio que busca,/ Así , me encontraba yo ante esta visión;/Quería encontrar cómo la imagen correspondía/ Al círculo, y cómo tenía allí su lugar. (El Paraíso XXXIII, 94-138).
NOTAS
[1] Sir John Woodroffe, en su obra explica que tanto la serpiente como los centros están íntimamente ligados con la palabra: “Kundalinī es Sabda-Brahman o la ‘Palabra’ (Vak) en los cuerpos, y en Su forma propia (Svarúpa) es la Consciencia Pura, y es todos los Poderes (Sarva-saktimayí)”. El poder serpentino, Kier, Buenos Aires, 1979, p. 20.
[2] En la misma obra, Woodroffe dice: “…deseo añadir que también algunos modernos escritores hindúes cooperaron en la difusión de nociones erróneas acerca de los Chakras, describiéndolos desde lo que es un mero punto de vista materialista o fisiológico. Obrar así no es un mero planteamiento erróneo del hecho sino una traición; pues la fisiología no conoce a los Chakras tal como existen en sí —es decir, como centros de la consciencia y de la actividad de Súksma Prána-váyu o fuerza vital sutil; aunque trata sobre el cuerpo burdo que se relaciona con aquéllos. Quienes apelan a la fisiología es probable que sólo logren una noción desajustada”; Ibídem p. 18.
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