Razón VS Fe - Ciencia VS Religión
Suele existir una confusión frecuente en el significado de los términos fe y razón, lo cual nos arrastra en ocasiones por engorrosos debates en los que priman las opiniones viscerales por encima de la reflexión, la moderación y la construcción propia de la masonería.
Es por ello que, a través de esta reflexión, quiero abrir un debate poniendo en vuestra consideración mis ideas sobre que se puede entender, en masonería, por ambos conceptos y hasta que punto están enfrentados. Y, a su vez, en la relación que se ha dado, a lo largo de la historia, entre ciencia (conocimiento racional) y religión (fe).
Por supuesto manteniendo el respeto debido hacia las convicciones de las personas, aunque no tanto a las ideologías y credos que las sustentan pues no todas son igualmente respetables.
Lo primero que voy a hacer es reseñar brevemente los conceptos de ciencia y religión y los objetivos de ambos.
La ciencia (del latín scientia, "conocimiento") El objetivo fundamental de la ciencia es mejorar la calidad de vida de los humanos y ayudar a resolver las preguntas cotidianas. Muchos de las aportaciones que ha realizado la ciencia consisten en descifrar incógnitas más o menos relevantes, como que la tierra es redonda y no plana, o el origen evolutivo de la especie humana, o si existen otros planetas además del nuestro, etc. Las soluciones de estas incógnitas han aportado mucho a las investigaciones actuales, y muchas de las cosas que sabemos hoy en día es gracias a que los estudiosos del pasado las resolvieron con la ayuda de la ciencia.
El estudio de la ciencia primordialmente se ha dado gracias a la necesidad de darle explicación y solución a diferentes problemas, como, por ejemplo, en la época antigua cuando querían controlar la mercancía que había en un determinado lugar, se tenía la necesidad de crear un mecanismo de cómputo que ayudara a controlar la
Mercancía, y así fue como se dio origen al sistema numérico actual.
La religión (del latín religare o re-legere) es, según el sociólogo Lenski, “un sistema compartido de creencias y prácticas asociadas, que se articula en torno a la naturaleza de las fuerzas que configuran el destino de los seres humanos”.
Según Durkheim la religión es “un sistema solidario de creencias y de prácticas relativas a las cosas sagradas”, y añade: “toda sociedad posee todo lo necesario para suscitar en sus miembros la sensación de lo divino, simplemente a través del poder que ella ejerce sobre ellos”.
Debido al amplio espectro de usos de la palabra, resulta complicado ofrecer una definición exhaustiva de la religión o del fenómeno religioso. Sin embargo, se puede afirmar que, como hecho antropológico, engloba, entre otros, los siguientes elementos: tradiciones, culturas ancestrales, instituciones, escrituras, historia, mitología, fe y credos, experiencias místicas, ritos, liturgias, oraciones...
En cualquier caso, la religión trata de dar respuesta a los grandes enigmas de nuestra existencia a través de sus distintos credos y dogmas, intentando proporcionar un sentido a la vida de los creyentes. No en vano, el ser humano siempre ha intentado conocer aspectos tan trascendentales como el origen del bien y del mal, la causa del dolor y el camino que puede conducir a la felicidad. Es por ello que el hombre comenzó a crear (o a “descubrir”, para los creyentes) las diversas divinidades, que le brindan un orden a su mundo y que lo protegen de todos los pesares a los que se encuentra expuesto. Resumiendo: La ciencia se basa en la razón, y surgió por la búsqueda de respuesta a los problemas. La religión se basa en la fe y surgió para dar respuesta a los enigmas.
En cuanto a la fe propiamente dicha, desde mi punto de vista, existen dos clases: La fe que llamo positiva porque ayuda a conseguir objetivos difíciles: por ejemplo, en la curación de una enfermedad de pronóstico incurable, en conseguir un éxito que parece inalcanzable, en una relación amorosa imposible, en que funcionarán los aviones con puntualidad (o en que las obediencias masónicas se pondrán de acuerdo algún día).
Otra clase es la fe en lo desconocido y no razonable: por ejemplo en los espíritus, en la magia, en hechos del pasado sin base histórica, en supuestos sin base científica como los milagros o la superioridad de la raza Aria, en la infalibilidad de la ciencia, o del Papa, en que vendrán los extraterrestres a salvar la humanidad o en que Hacienda se olvidará de nosotros.
Esta última clase de fe, aunque los que la sustentan sean personas dignas de respeto, es la que cuesta situar en la Razón. Es la fe ciega, irracional, porque sí, o porque es tradición de la familia, del clan o de la etnia. Esta clase de fe está la base de muchos fanatismos y ha sido la causa de mucho dolor para la Humanidad.
Para no extenderme demasiado, haré una breve síntesis de la relación que se ha dado, a lo largo de la historia, entre ciencia (conocimiento racional) y religión (fe).
Los relatos religiosos en los que se narra el origen del ser humano y de los demás seres vivos señalan, generalmente, que Dios creó al hombre directamente, sin que lo haga derivar de ningún otro animal. Esto hizo que en su momento se contemplaran las tesis evolucionistas como contrarias a las creencias religiosas. Pero, desde mi punto de vista, esto no tiene por qué ser necesariamente así. Si nos ceñimos al Génesis, lo importante es destacar que pone de relieve que no hay más que un Dios único y que toda la creación es obra suya. Pero el “cómo” de los procesos particulares que han dado lugar a las distintas especies, y al universo en su conjunto, deben buscarse a través de la ciencia y no en los libros sagrados. La religión pertenece al ámbito de la fe, y la ciencia al ámbito del conocimiento, y ambos dominios no tienen por qué contradecirse ni tratar de inmiscuirse en el terreno del otro.
En muchas ocasiones se ha cometido el error, desde la religión, de pretender encontrar respuestas científicas basadas en cuestiones de fe, lo cual ha llevado a actuaciones lamentables e inaceptables como sucedió, por ejemplo, con la muerte en la hoguera de Giordano Bruno en 1600 por su afirmación de la existencia de infinitos mundos; con la condena de Galileo en el siglo XVII por su defensa del heliocentrismo; o con los ataques proferidos al propio Darwin y sus partidarios en el s. XIX y aún en el XX. En suma, ni la Biblia ni ningún otro libro sagrado pueden concebirse como fuentes del conocimiento científico; son libros religiosos en los que se fundamenta la fe de muchas personas, y, por ello, han de ser respetados, así como los creyentes de las distintas religiones deben respetar a aquellos que no comparten sus creencias.
Otra de las causas de conflicto es la actitud de la religión, que en ocasiones insiste en restringir la conciencia personal, que persiste en imponer su interpretación del idealismo espiritual, declarando que su método es el único acceso verdadero a un estado de conciencia más elevado. En realidad, en ocasiones la religión fue un recurso para explicar cosas que antes no se podían explicar, pero que hoy en día sí se puede.
Según han pasado los siglos, la ciencia ha ido dando respuesta a preguntas que eran ámbito exclusivo de la religión, pero aún así hay aspectos a los que la ciencia no puede dar respuesta. Nos damos cuenta de que hoy en día existe un creciente materialismo que parece estar arrasando el mundo. Hasta las naciones subdesarrolladas y económicamente deprimidas parecen evaluar el éxito y la felicidad desde el punto de vista de la riqueza y la codicia, es decir, que el amor a las posesiones materiales representa el sueño de muchos. Es este el déficit que presenta la ciencia frente a la religión, ya que esta cubre aspectos espirituales de la vida de las personas que no puede resolver la ciencia.
Otro aspecto negativo de las religiones es que aunque pueden cambiar, su naturaleza revelada les impide evolucionar, en el sentido en que sí lo hace la ciencia, encontrando explicaciones nuevas y mejores que continuamente sustituyen a las antiguas. Los dogmas religiosos, en cambio, son verdades eternas que no pueden ser refutadas.
Para la ciencia, no hay misterios ni milagros, sino preguntas que todavía no tienen respuesta, y ese posicionamiento es fundamental, racionalmente hablando. Las religiones, cuando acuden a esos principios no materiales, parecen llegar más lejos en la solución al auto-problema del hombre, pero desde el punto de vista racional son soluciones no válidas pues de nuevo metodológicamente no son respuestas contrastables en el laboratorio, o no resisten una argumentación sobre la base de los hechos constatables, y por tanto no es que se haya llegado más lejos en sentido literal, sino que se ha inventado el camino. Eso sí: es una respuesta; válida y suficiente para multitud de personas, que en posesión de sus circunstancias la aceptan como tal. Con esto únicamente deseo decir que lo religioso no es más que una opción de estar en el mundo, en desventaja frente a la Ciencia si se pregunta a un racionalista, o adelantada a ésta si se le cuestiona a un religioso. No llego a tener claro todavía la idea bastante extendida de admitir que ciencia y religión son versiones complementarias de la interpretación del mundo y que como tal puedan coexistir en un mismo pensamiento; y a mi juicio no lo son porque ante las preguntas de la esencia y sentido del Hombre, de su Vida y de la muerte, parece desertarse de un esquema de pensamiento –el racionalista- para acudir al otro, al religioso, del mismo modo a como podemos guardar cosas en un bolsillo u otro según sea el tamaño del objeto –de las preguntas- que vayamos a guardar. Y sin embargo -es curioso- parece ser este modo de “simultanear bolsillos” uno de los más extendidos; tal vez porque sabiéndonos racionalmente finitos ansiamos infinitud, sabiéndonos racionalmente mortales, andamos sedientes de inmortalidad, sabiéndonos racionalmente Humanos, ansiamos lo divino; y no se quiere aceptar la simple idea de Heideger del “Hombre como ser arrojado a la Vida”. Por ello, estaría por aseguraros que la desaparición de las religiones no haría desaparecer la religiosidad.
La religión debería pertenecer más al ámbito de la acción práctica que del conocimiento teórico, propiciando el entendimiento, la tolerancia y solidaridad entre las personas, aunque éstas pertenezcan a distintos credos (o incluso aunque no sigan ninguna religión en absoluto). La ciencia y la religión, la razón y la fe, deben contar con sus ámbitos de actuación, sin pretender colonizar o inmiscuirse en campos que no les corresponden.
Es por ello que, a través de esta reflexión, quiero abrir un debate poniendo en vuestra consideración mis ideas sobre que se puede entender, en masonería, por ambos conceptos y hasta que punto están enfrentados. Y, a su vez, en la relación que se ha dado, a lo largo de la historia, entre ciencia (conocimiento racional) y religión (fe).
Por supuesto manteniendo el respeto debido hacia las convicciones de las personas, aunque no tanto a las ideologías y credos que las sustentan pues no todas son igualmente respetables.
Lo primero que voy a hacer es reseñar brevemente los conceptos de ciencia y religión y los objetivos de ambos.
La ciencia (del latín scientia, "conocimiento") El objetivo fundamental de la ciencia es mejorar la calidad de vida de los humanos y ayudar a resolver las preguntas cotidianas. Muchos de las aportaciones que ha realizado la ciencia consisten en descifrar incógnitas más o menos relevantes, como que la tierra es redonda y no plana, o el origen evolutivo de la especie humana, o si existen otros planetas además del nuestro, etc. Las soluciones de estas incógnitas han aportado mucho a las investigaciones actuales, y muchas de las cosas que sabemos hoy en día es gracias a que los estudiosos del pasado las resolvieron con la ayuda de la ciencia.
El estudio de la ciencia primordialmente se ha dado gracias a la necesidad de darle explicación y solución a diferentes problemas, como, por ejemplo, en la época antigua cuando querían controlar la mercancía que había en un determinado lugar, se tenía la necesidad de crear un mecanismo de cómputo que ayudara a controlar la
Mercancía, y así fue como se dio origen al sistema numérico actual.
La religión (del latín religare o re-legere) es, según el sociólogo Lenski, “un sistema compartido de creencias y prácticas asociadas, que se articula en torno a la naturaleza de las fuerzas que configuran el destino de los seres humanos”.
Según Durkheim la religión es “un sistema solidario de creencias y de prácticas relativas a las cosas sagradas”, y añade: “toda sociedad posee todo lo necesario para suscitar en sus miembros la sensación de lo divino, simplemente a través del poder que ella ejerce sobre ellos”.
Debido al amplio espectro de usos de la palabra, resulta complicado ofrecer una definición exhaustiva de la religión o del fenómeno religioso. Sin embargo, se puede afirmar que, como hecho antropológico, engloba, entre otros, los siguientes elementos: tradiciones, culturas ancestrales, instituciones, escrituras, historia, mitología, fe y credos, experiencias místicas, ritos, liturgias, oraciones...
En cualquier caso, la religión trata de dar respuesta a los grandes enigmas de nuestra existencia a través de sus distintos credos y dogmas, intentando proporcionar un sentido a la vida de los creyentes. No en vano, el ser humano siempre ha intentado conocer aspectos tan trascendentales como el origen del bien y del mal, la causa del dolor y el camino que puede conducir a la felicidad. Es por ello que el hombre comenzó a crear (o a “descubrir”, para los creyentes) las diversas divinidades, que le brindan un orden a su mundo y que lo protegen de todos los pesares a los que se encuentra expuesto. Resumiendo: La ciencia se basa en la razón, y surgió por la búsqueda de respuesta a los problemas. La religión se basa en la fe y surgió para dar respuesta a los enigmas.
En cuanto a la fe propiamente dicha, desde mi punto de vista, existen dos clases: La fe que llamo positiva porque ayuda a conseguir objetivos difíciles: por ejemplo, en la curación de una enfermedad de pronóstico incurable, en conseguir un éxito que parece inalcanzable, en una relación amorosa imposible, en que funcionarán los aviones con puntualidad (o en que las obediencias masónicas se pondrán de acuerdo algún día).
Otra clase es la fe en lo desconocido y no razonable: por ejemplo en los espíritus, en la magia, en hechos del pasado sin base histórica, en supuestos sin base científica como los milagros o la superioridad de la raza Aria, en la infalibilidad de la ciencia, o del Papa, en que vendrán los extraterrestres a salvar la humanidad o en que Hacienda se olvidará de nosotros.
Esta última clase de fe, aunque los que la sustentan sean personas dignas de respeto, es la que cuesta situar en la Razón. Es la fe ciega, irracional, porque sí, o porque es tradición de la familia, del clan o de la etnia. Esta clase de fe está la base de muchos fanatismos y ha sido la causa de mucho dolor para la Humanidad.
Para no extenderme demasiado, haré una breve síntesis de la relación que se ha dado, a lo largo de la historia, entre ciencia (conocimiento racional) y religión (fe).
Los relatos religiosos en los que se narra el origen del ser humano y de los demás seres vivos señalan, generalmente, que Dios creó al hombre directamente, sin que lo haga derivar de ningún otro animal. Esto hizo que en su momento se contemplaran las tesis evolucionistas como contrarias a las creencias religiosas. Pero, desde mi punto de vista, esto no tiene por qué ser necesariamente así. Si nos ceñimos al Génesis, lo importante es destacar que pone de relieve que no hay más que un Dios único y que toda la creación es obra suya. Pero el “cómo” de los procesos particulares que han dado lugar a las distintas especies, y al universo en su conjunto, deben buscarse a través de la ciencia y no en los libros sagrados. La religión pertenece al ámbito de la fe, y la ciencia al ámbito del conocimiento, y ambos dominios no tienen por qué contradecirse ni tratar de inmiscuirse en el terreno del otro.
En muchas ocasiones se ha cometido el error, desde la religión, de pretender encontrar respuestas científicas basadas en cuestiones de fe, lo cual ha llevado a actuaciones lamentables e inaceptables como sucedió, por ejemplo, con la muerte en la hoguera de Giordano Bruno en 1600 por su afirmación de la existencia de infinitos mundos; con la condena de Galileo en el siglo XVII por su defensa del heliocentrismo; o con los ataques proferidos al propio Darwin y sus partidarios en el s. XIX y aún en el XX. En suma, ni la Biblia ni ningún otro libro sagrado pueden concebirse como fuentes del conocimiento científico; son libros religiosos en los que se fundamenta la fe de muchas personas, y, por ello, han de ser respetados, así como los creyentes de las distintas religiones deben respetar a aquellos que no comparten sus creencias.
Otra de las causas de conflicto es la actitud de la religión, que en ocasiones insiste en restringir la conciencia personal, que persiste en imponer su interpretación del idealismo espiritual, declarando que su método es el único acceso verdadero a un estado de conciencia más elevado. En realidad, en ocasiones la religión fue un recurso para explicar cosas que antes no se podían explicar, pero que hoy en día sí se puede.
Según han pasado los siglos, la ciencia ha ido dando respuesta a preguntas que eran ámbito exclusivo de la religión, pero aún así hay aspectos a los que la ciencia no puede dar respuesta. Nos damos cuenta de que hoy en día existe un creciente materialismo que parece estar arrasando el mundo. Hasta las naciones subdesarrolladas y económicamente deprimidas parecen evaluar el éxito y la felicidad desde el punto de vista de la riqueza y la codicia, es decir, que el amor a las posesiones materiales representa el sueño de muchos. Es este el déficit que presenta la ciencia frente a la religión, ya que esta cubre aspectos espirituales de la vida de las personas que no puede resolver la ciencia.
Otro aspecto negativo de las religiones es que aunque pueden cambiar, su naturaleza revelada les impide evolucionar, en el sentido en que sí lo hace la ciencia, encontrando explicaciones nuevas y mejores que continuamente sustituyen a las antiguas. Los dogmas religiosos, en cambio, son verdades eternas que no pueden ser refutadas.
Para la ciencia, no hay misterios ni milagros, sino preguntas que todavía no tienen respuesta, y ese posicionamiento es fundamental, racionalmente hablando. Las religiones, cuando acuden a esos principios no materiales, parecen llegar más lejos en la solución al auto-problema del hombre, pero desde el punto de vista racional son soluciones no válidas pues de nuevo metodológicamente no son respuestas contrastables en el laboratorio, o no resisten una argumentación sobre la base de los hechos constatables, y por tanto no es que se haya llegado más lejos en sentido literal, sino que se ha inventado el camino. Eso sí: es una respuesta; válida y suficiente para multitud de personas, que en posesión de sus circunstancias la aceptan como tal. Con esto únicamente deseo decir que lo religioso no es más que una opción de estar en el mundo, en desventaja frente a la Ciencia si se pregunta a un racionalista, o adelantada a ésta si se le cuestiona a un religioso. No llego a tener claro todavía la idea bastante extendida de admitir que ciencia y religión son versiones complementarias de la interpretación del mundo y que como tal puedan coexistir en un mismo pensamiento; y a mi juicio no lo son porque ante las preguntas de la esencia y sentido del Hombre, de su Vida y de la muerte, parece desertarse de un esquema de pensamiento –el racionalista- para acudir al otro, al religioso, del mismo modo a como podemos guardar cosas en un bolsillo u otro según sea el tamaño del objeto –de las preguntas- que vayamos a guardar. Y sin embargo -es curioso- parece ser este modo de “simultanear bolsillos” uno de los más extendidos; tal vez porque sabiéndonos racionalmente finitos ansiamos infinitud, sabiéndonos racionalmente mortales, andamos sedientes de inmortalidad, sabiéndonos racionalmente Humanos, ansiamos lo divino; y no se quiere aceptar la simple idea de Heideger del “Hombre como ser arrojado a la Vida”. Por ello, estaría por aseguraros que la desaparición de las religiones no haría desaparecer la religiosidad.
La religión debería pertenecer más al ámbito de la acción práctica que del conocimiento teórico, propiciando el entendimiento, la tolerancia y solidaridad entre las personas, aunque éstas pertenezcan a distintos credos (o incluso aunque no sigan ninguna religión en absoluto). La ciencia y la religión, la razón y la fe, deben contar con sus ámbitos de actuación, sin pretender colonizar o inmiscuirse en campos que no les corresponden.
http://logiasietedeabril.org/showBlog.php?id=7485171635022535626
No hay comentarios:
Publicar un comentario